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3|¡Estúpido nerd!

«A veces, las personas que esconden tormentas en su interior, son las mejores».

♡♡♡

—¿Buscabas a alguien? —¡Carajo!

Con solo escuchar su voz mis vellos de pusieron de punta, mis pensamientos se nublaron y mi corazón latía tan deprisa que podía, fácilmente, correr en Fórmula 1.

¡Esto no me puede estar pasando a mí!

«Concéntrate, Liz. Deja el drama para tus libros».

Clavó su mirada, pendiente, eufórica, lasciva, logrando convertirme en un matojo de nervios. Bajó la vista hasta la comisura de mis labios esperando que dijese algo. Las palabras eran dagas clavadas en mi garganta, que obstruyen la respiración. Coherencia y racionalidad se volvieron mis enemigas en un fatídico intento por no continuar haciendo el ridículo, obligándome a responder.

—Yo... ya me iba —Me brindó su brazo, en un gesto solidario, para levantarme del suelo; en cambio, mi orgullo tomó la delantera.

Apoyé mis manos en el pavimento y me puse en pie sin dejar de observarlo. Una vez logré apartar mis ojos de los suyos, apresuré el paso. Prefería huir antes de seguir poniéndome en evidencia.

«Queridos nervios, no me traicionen ahora».

Me tomó por la muñeca. Su agarre no llegaba a ser brusco; sino reclamaba o más bien exigía mi atención. El roce se volvió eso, un leve contacto que no perduró más de lo que permitieron mis temblorosas manos.

—Y; ¿cómo piensas volver a casa sin esto? —Su otra mano sujetaba mis llaves e inconscientemente revisé mi bolso. Se habían caído al sacar mi celular.

—Gracias... —Hice un gesto para alcanzarlas, pero él las envolvió en un puño y fruncí el ceño.

«¿A qué jugaba ese idiota?»

—¿No pensarás que será tan fácil no?

—Devuélvemelas —Intenté alcanzarlas, pero es más alto que yo, si seguía saltando de esa forma, solo continuaría en un bucle vergonzoso.

«¿Quién se cree que es?»

Pues el nerd que, con una mirada, te moja las bragas...

«Ahora no, conciencia. Estoy cabreada».

—Solo tienes que responder una pregunta —Lo miré desconfiada y mi momento de duda fue suficiente para que continuase —¿Por qué me estabas siguiendo? —Casi me atraganté con mi propia saliva.

Seguir al estúpido nerd y esconderse detrás de una furgoneta, sonaba como un mal chiste. No sé en qué en qué estaba pensando.

«En su trasero, tal vez».

Soy una acosadora patética, lo admito; pero no quita que el nerd sea un capullo.

—¿Qué te hace pensar que te estaba siguiendo? No todo gira a tu alrededor, engreído —Lo último lo dije casi en un susurro.

Le encaré y funcionó bastante bien hasta que su rostro serio, sin emociones fue sustituido por una pequeña sonrisa ladeada. Diría que bastante cínica. ¿De qué carajo se ríe?

—¿Qué?

—¡Mientes fatal! —Se bajó la capucha y se peinó el pelo con sus manos. Y sí, estaba embobada viendo tan simple y cotidiano gesto.

«¡Céntrate, Liz!»

—¿Pero tú de qué vas? Además de cuatro ojos resultas ser también un capullo egocéntrico —Puedo sentir como el color de mi cabello bajó hasta mis mejillas.

—Si no me estabas siguiendo, ¿qué hacías escondida tras la camioneta?

Vale, era un buen argumento. Ni siquiera se inmutó por mis insultos. Seguía con su risa ladeada y me observaba de arriba abajo con claro descaro en sus ojos.

—No es tu problema —Crucé los brazos y me puse a la defensiva.

—Tienes razón; además, hace una linda noche, seguro no te importa nada dormir bajo las estrellas. ¡Que descanses! —dio media vuelta y siguió caminando como si nada.

Resoplé. Estaba convencida de que mañana me arrepentiría de eso.

—Espera Nicholas —giró en busca de mi voz. Acorté la distancia que nos separaba hasta casi sentir su respiración en mi nariz.

—Sí, te estaba siguiendo y sí, luego me escondí para que no me vieras. ¿Contento? ¿He alimentado suficiente tu ego por hoy?

Pasaba, que me descubriera. Pasaba, que me diese las llaves a cambio de respuestas, pero esto... era un nivel de humillación que me pensaba cobrar en creces. Solo esperaba que dormir calentita en mi habitación compensase los daños colaterales.

—No del todo —Hizo una pausa y reacomodó sus gafas —Podías haber pensado un insulto más creativo, ¿no crees? ¨cuatro ojos¨... está muy visto —Me observó y una sonrisa cínica apareció en su rostro —Pídeme perdón —Exigió con voz autoritaria.

«¿Qué? ¡Será capullo!»

Se nota que lo estaba disfrutando el maldito cínico.

—Es en serio, ¿te molestó más que capullo egocéntrico? —Ese chico no estaba bien de la cabeza.

—Lo segundo si pueda que lo sea —dijo, restándole importancia y me quedé boquiabierta, pensativa unos segundos cuando su voz fría irrumpió de nuevo —Estoy esperando.

—Lo siento —Hice una pausa, estaba claro que no tenía concebido en mis planes humillarme de esta forma —Me devuelves mis llaves de una vez para que pueda ir a dormir y olvidar esta conversación.

«Sí claro, olvidar será lo último que harás, Liz».

—Aquí tienes —Las hizo sonar, pero no por mucho, se las arrebaté de las manos.

«Aparta la vista. Si no hay contacto visual no te pones nerviosa. No lo mires. Mira qué bonita está la noche, allá un perrito abandonado. Un contenedor de basura. Solo no mires al capullo...».

¡Genial! Otro intento fallido.

«Era de esperar Liz».

—Una última cosa Elizabeth —Hizo una pausa y se acercó a mi oído —No deberías seguir a las personas, nunca se sabe con qué capullo te encontrarás —Se va, con una sonrisa triunfal, dejándome absorta en sus palabras.

«¡Menudo imbécil!»

No sabía si tenía un ataque de pánico, pero no podía moverme. Por lo menos no, durante los próximos minutos.

Llegué a la residencia después de pasar todo el camino reflexionando acerca de lo sucedido en las últimas tres horas. Me enfrenté a la puerta de mi cuarto. Había sido un día muy largo, necesitaba descansar. Tomé una ducha y me acosté en la cama con vista fija al techo.

Una sola pregunta quedaba rondando en mi cabeza.

«¿Quién es Nicholas Gray?»

♡♡♡

La luz se escabullía entre mis ojos, solté un bufido y me tapé con la almohada más cercana. El despertador empezó a sonar.

«¿En qué momento me quedé dormida?»

7:00 AM

Miré hacia la cama de Natalia y ahí estaba, tirada con la misma ropa que llevaba puesta ayer. Algunas veces me pregunté cómo llegaba a casa estando tan borracha, luego recordaba que es como un gato y se me pasaba. Sonreí ante mis propios pensamientos. Sin duda era mi pequeña Salem.

La moví por segunda vez y obtuve en respuesta un quejido y balbuceos, de lo que logro deducir que es un ¨vete a la mierda¨.

Al menos da señales de vida.

—Despierta Natalia, llegarás tarde a clase —Zarandeé todo su cuerpo y como si nada, se hizo un ovillo en la cama.

—Me importa un carajo —Si antes era un felino adorable, ahora era un Church que escapó del ¨Cementerio de las mascotas¨, de Stephen King. ¡Una pesadilla para muchos, una niña perezosa para mí!

«No me dejaste opción Natalia. Tuve que utilizar mi arma secreta».

—Es una lástima que Erick tenga que almorzar solo, aunque ni tanto. Seguramente las víboras de cuarto año se le acercan mientras tú te quedas sin hacer nada... —Se levantó de la cama dejándome con la palabra en la boca y corrió a ducharse.

«Siempre funciona».

Tuve que esperar, unos cinco minutos, a que Natalia tapase sus ojeras con toneladas de maquillaje para caminar hacia nuestra primera clase.

Ella estudia Bellas Artes y yo Literatura Inglesa, solemos vernos en la cafetería para almorzar todos los días. Hay veces que los chicos se unen, pero la mayoría del tiempo solo somos las tres. Abigail es la tercera mosquetera, estudia Filología en mi facultad.

Aunque parezcan por fuera el día y la noche, sus personalidades son el reflejo de la otra. Creo que es una de las razones por las cuales se llevan tan mal. Metafóricamente hablando, soy el atardecer de nuestra extraña relación. El punto medio y de reencuentro de ambas; pero, sobre todo, mediadora de paz. Funcionamos bien juntas, cuando no se quieren tirar de los pelos. Tuve mucha suerte al haberlas conocido, desde entonces nada ha sido igual y aunque no consigo desahogarme del todo a veces, es reconfortante saber que hay alguien dispuesto a escucharte.

Mis ojos se centraron en Nicholas apenas entré al salón. Vestía un jersey rojo y vaqueros ajustados. Sentado con los pies estirados y la espalda relajada. Escribió varias veces en su cuaderno; pero en cada intento rasgó las hojas frustrado y las tiró, como si fuesen pelotas, al cesto de unos cinco pupitres por delante de él. Pasó los minutos con la mirada ausente y sacudiendo el lápiz contra el borde de la madera.

Era curioso observarlo, podría pasar horas así. Lo más inquietante era que, por mucho que lo hiciera, no conseguía tener una visión más concreta de él. Estaba segura que intentar meterse en sus pensamientos solo sería perderse en un laberinto sin fin.

«Ni siquiera notó mi presencia, aunque a eso estaba más que acostumbrada».

Tomé asiento adelante, como de costumbre, e intenté no girarme en los noventa minutos que duró la clase.

No pasó un segundo y ya el profesor entraba por la puerta haciendo las presentaciones.

—Bienvenidos otro año a todos los que tienen por vocación la escritura. A los que no, ahí está la puerta del fracaso.

Siempre tan simpático. Así transcurrieron sesenta minutos, luchando entre girarme o atender al profesor y su discurso de ¨bienvenida¨.

Al concluir tomé mis libros y comencé a andar por los pasillos de la facultad. Por un cuarto de segundo quise mirar atrás; sin embargo, no ocurrió. Abstraída en mis pensamientos, tropecé con alguien, de inmediato, mis apuntes cayeron al suelo. Ni siquiera se molestó en ayudar, siguió caminando con la misma prisa como si nada.

«¡Mal educado!»

Me agaché para recoger mis cosas, cuando una mano —bastante grande— me ayudó a recoger de uno en uno, los libros y alcanzó mi celular. Levanté la mirada y me encontré con esos ojos avellana.

—¡Mierda! —Tiene que ser una broma.

—Espero que esto de encontrarnos no se te haga una costumbre, pecosa —Ahí estaba de nuevo su voz fría y arrogante.

«¡Capullo!».

—Espero que esto de que seas un imbécil no dure para siempre ¨cuatro ojos¨ —Le respondí con su mismo tono y la verdad, era divertido.

Aun así, el marcador del juego tenía un favorito.

La sonrisa cínica reapareció en su rostro y se acercó un poco más hasta que quedé a la altura de su barbilla. Colocó un mechón de cabello tras la oreja y yo me quedé inerme mirándolo.

«¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué se acercaba tanto?»

Mi respiración se volvió cada vez más entrecortada y podía sentir como me sudan las manos.

«¡Mayday, mayday! Manden refuerzos a mi cerebro que no responde».

Se aproximó a mi oído en afán de susurrarme. Escuchar así de cerca su voz erizó cada centímetro de mi piel, por segunda vez, en menos de veinte cuatro horas.

—Un imbécil al que persigues a mitad de una fiesta, que no se te olvide —Me guiñó un ojo y me ayudó a levantarme. Iba a decir algo cuando sus pasos comenzaron a alejarse del pasillo.

«¡Estúpido nerd!»

♡♡♡

Nota de la autora:

¡Hola calabazas!

¿Alguien más necesita que le tomen la presión? Ay Nico, pero qué vamos a hacer contigo. *Inserto suspiro*

Pongámonos serios. Yo sé que mentirían si dijeran que no lo aman.

A-C-O-S-T-Ú-M-B-R-A-N-S-E a sufrir, desde ya se los digo. *risa malvada*

Recuerden no pasar al siguiente capítulo sin antes dejar su voto que tanto ayuda a la historia a seguir creciendo.

Si son tímidos y no les gusta comentar pues no se preocupen, aquí somos una familia (cero tóxica) que los acogerá y se sentirán en casita.

Nos leemos pronto :3

Lela♡

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