21|Eres mía
Capítulo especial dedicado a @VeronicaRodrguez8 por su cumpleaños. ¡Felicidades!
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«Arder en las quimeras y encontrarte, me resulta más razonable que vivir lucido, sin ti»
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Elizabeth:
Abro la puerta de la habitación y me encuentro con una Natalia que desconozco totalmente, con ojos llorosos y expresión cansada; corre a abrazarme. Aun cuando considera que las muestras de afecto en público son para sensibles, me envuelve entre sus brazos y algunas lágrimas caen en mis hombros. Siempre trata de mostrar la cara más fuerte; sin embargo, sabe como yo, que por mucho que finjamos ser otra persona para protegernos, de nada vale cuando el interior sigue sin sanar.
Y eso me recuerda a...
«No Liz, no menciones su nombre. Debes olvidarlo»
Aunque no lo reconozca tengo más cosas en común con... el nerd, de las que me gustaría. Supongo que por eso es más difícil arrancarlo de una vez por todas de mis pensamientos.
Nos quedamos en silencio un rato. Ninguna quería hablar, no hacía falta. Sabíamos que estábamos mal, solo necesitábamos no estar solas.
Cuando un corazón lleva tantos años en silencio, en una lágrima grita y en un suspiro se libera.
¿Lo peor? Lo peor es saber que tú misma te haces daño ocultando tu sufrimiento tras un "estoy bien" y una sonrisa. Insistir en ser fuerte cuando es el mundo quién te obliga a serlo.
Me doy una ducha antes de ir a la primera clase. El agua caliente, casi hirviendo cae por mi piel, quemando e intentando borrar las marcas de él, su olor, su sudor entremezclado con el mío. Me enjabono y cierro los ojos, parece una película pasando en diapositivas cuando comienzo a cuestionarme si tomé la decisión correcta.
«¿Qué sucederá cuando lo vea sentado al final del pasillo?
¿Acaso sus ojos avellana coincidirán una última vez con los míos; y qué si así pasa?
¿Seré lo suficientemente fuerte?»
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Respiro. Estoy frente al aula de gramática, pensando una y otra vez si entrar o no. No quiero verlo, por lo menos no hoy. Aún no estoy lista. Conociéndolo ya debe estar sentado en el fondo con su actitud de mierda metido en su mundo.
La mano izquierda sostiene el pomo de la puerta; sin embargo, el miedo se apoderó de mí por una décima de segundo y giro, estampándome contra un pecho y diciendo mil maldiciones para mis adentros.
Recorro sus hombros anchos, cubiertos por una sudadera y una chamarra de mezclilla, alzo la vista hasta su cuello y seguido a su rostro. Mandíbula apretada, mirada inexpresiva y cabello color miel despeinado.
—Necesito hablar contigo —Toma mi muñeca con intención de llevarme a algún lugar; ¿mi reflejo? Soltarme bruscamente y apartar la mirada.
—Yo ya dije todo lo que tenía que decir, Nicholas.
Pronunciar ese nombre me quema la garganta y baja por todo mi cuerpo, como si me echarán un bidón de gasolina y prendieran fuego. Me arde la piel por su roce; y es justo este maldito sentimiento que no me deja olvidarlo, que me hace dependiente de sus besos; ¿y cómo lo apago? Eso solo lo sabe él.
—Pues yo no, Callen. Y vas a escucharme.
—No quiero —Rebato y me pongo a la defensiva.
—Esta vez, no te lo he pedido.
—No eres nadie para...
—Tú misma lo dijiste, no me conoces en absoluto por tanto no sabes de lo que soy capaz —Utiliza mis propias palabras en contra mía y me empuja por la cintura en dirección a los baños —Entra —Su voz impotente, sumado a su semblante serio y rígido provocó un escalofrío que recorrió toda mi espina dorsal, poniendo los vellos de punta.
Entramos al baño de las chicas y observo como cierra por dentro para luego comprobar cada uno de los siete cubículos.
—¿Por qué me trajiste aquí?
—Bájate la falda —Exige mientras tiene su mirada fría puesta en mi cuerpo.
—¿Perdona?
—No tengo tiempo para tus preguntas, Callen.
—No voy a...
Me estampa contra los lavamanos y su mano derecha se apodera de mi cuello. La otra comienza a recorrer mi piel hasta llegar al escote de mi suéter. Suelto un suspiro y posiciono involuntariamente mi cuerpo, en respuesta de cada roce que me hace perder la cordura.
Comienza a bajar y toca la parte interna de mis muslos, encendiéndome y muy a mi pesar me encuentro húmeda esperando por él. Llega hasta mi trasero, lo aprieta y en respuesta un gemido sale de mi boca. Ese sonido ahogado fue suficiente para que sus ojos cambiaran de fríos a un fuego particular, que conozco perfectamente. Es la misma mirada que pone cuando me desea.
Me baja las bragas de un tirón y abre mis piernas de forma brusca. Me mira con malicia, quizás esperando a que lo aparte. Sería lo correcto en estos momentos, pero la vida no tendría ningún sentido si hiciéramos lo que debería ser y no lo que queremos. Dos argumentos se rebaten en mi mente mientras intento decidirme por uno.
«¿Esto es lo que quiero?»
La respuesta es inmediata. Sí lo deseo, pero son muchas cosas... lo que pasó esta mañana, su actitud, mi confusión, todo. Esta no es la manera de resolver las cosas, pero no puedo detenerlo, no tengo la fuerza de voluntad para hacerlo porque justo cuando esa posibilidad pasaba por mi cabeza, mi cuerpo estaba reaccionando a sus órdenes, sus estímulos, a él.
Humedece sus dedos en sus labios y yo muerdo los míos. Comienza a tocarme y hacer movimientos circulares.
—Estas muy mojada Callen —Susurra en mi oído e introduce dos dedos en mí, sobresaltándome y gimiendo en respuesta.
Entra y sale, me aprieta más fuerte y aumenta cada vez más la velocidad con que mueve sus dedos en mi interior. Un tercero entra de una estocada haciéndome chillar de placer. Me pone su otra mano en la boca y dice cerca de mi oído: —Si vuelves a gritar, paro —A lo que asentí y continuó con sus estocadas.
Mi cuerpo se contrae, la espalda se arquea y en un gemido largo me dejó caer en sus hombros, regalándole mi orgasmo.
Se lava las manos a mi izquierda y recoge mis bragas del suelo.
—La próxima vez que decidas alejarte recuerda que no fue un placer conocerme, el placer es el que yo te doy y eso pequeña Callen, por más que lo intentes, no lo vas a poder olvidar —Da media vuelta y quita el seguro.
—Nicholas...
—Eres mía, Callen, no lo olvides.
Sale por la puerta dejándome con mis bragas en la mano, una respiración irregular, mis piernas flanqueando y preguntándome; ¿qué coño acaba de pasar?
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Nicholas:
Quizás fue una decisión demasiado precipitada, pero fue la única forma que encontré de hacerle entender de una vez que por mucho que ella insista en alejarse, porque sí, le mentí, pero eso no cambia el hecho de lo que le hago sentir, su cuerpo es testigo y hoy lo comprobó. Podrá decir que no quiere verme, incluso podría llegar a decir que me odia; sin embargo, del odio al amor hay una línea muy fina y ella tal parece estar en la cuerda floja.
Tiene miedo, lo sé, es comprensible pero lo que no puedo permitir es que vaya en contra de lo que siente.
Me importa una mierda todo cuando estoy a su lado, puesto que ella es mi mundo. No concibo ver otros ojos que no sean los suyos. Es mi maldito engranaje, mi otra mitad, ella es todo lo que necesitaba, lo que me faltaba, simplemente es ella, mi utopía realizada.
«Por eso, no puedo dejarla ir»
Una llamada entrante me saca de mis pensamientos. Al leer en la pantalla el nombre supe al instante, que, por el momento, es una despedida de mi dulce Callen.
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Tomo el billete de tren de la cartera y paso mi mochila al hombro. Me encuentro en la estación, solo faltan diez minutos, si perdiese este viaje no podría estar antes de las once, me sería imposible y llegar al otro día supone una espera que no estoy dispuesto a tolerar. Casi no llego por culpa del trasporte infernal de Londres en hora punta. Lo más probable es que me ausente unos días, espero no llegue a la semana. Elizabeth no me dejó explicarle, quería que supiera mis motivos y no pensara que solo ¨desaparezco¨ por no dar la cara ni mucho menos sienta que la utilicé, pero fue algo imprevisto. No contaba con la llamada del señor Walker, según su asustada voz, nada me aseguraba tranquilidad, por lo que pude deducir mi madre había tenido otra crisis.
—Último llamado a los pasajeros del tren con destino a Edimburgo.
Miro hacia atrás, no es que piense que mi Liz vendrá y me envuelva con sus pequeños brazos en un abrazo cálido como en las estúpidas películas románticas, pero el hecho de irme sin haber solucionado las cosas con ella, se me hace un nudo en el estómago.
Cuatro horas de viaje, pero consigo llegar para la noche. Tomo un taxi hasta la casa rural, con suerte me encuentro a Faith dormida y pueda tener una conversación ininterrumpida con los Walker.
Son una familia muy humilde que viven en los límites de Edimburgo, en una morada apartada de la civilización, donde respiras aire puro y te envuelves entre la paz que desprenden las hojas de los árboles. Mensualmente les pago por el cuidado y el suministro de medicamentos para mi madre, quien, desde hace dos años, se ha controlado por un régimen muy estricto, pero que no se sabe cuándo puede volver a recaer.
En el último diagnóstico, el doctor me encomendó internarla, pero hasta ahora tengo las veinte mil libras para comenzar el tratamiento.
Toco la puerta y la señora Walker me recibe con cierta tristeza en su semblante y una pequeña sonrisa como consuelo. Me permite la entrada y su esposo estaba sentado frente a la chimenea de leña, justo en medio del pequeño salón.
—Toma asiento —dice apagando su tabaco en el cenicero que coloca encima de la mesita de café —Comprenderás que mi llamada tiene un motivo muchacho...
—¿Cómo está Faith?
—Ella tuvo otra crisis Nicholas, pero esta vez fue mucho más fuerte que las anteriores —Expone la señora que me miraba desde una esquina del salón.
—Lo que mi mujer quiere decir es que no podemos tenerla por más tiempo aquí. Debes buscar otro sitio o acabar de internarla junto a los otros locos.
—No se confunda y le aconsejo que se dirija con respeto hacia mi madre.
—Como sea, tienes hasta mañana para llevártela lejos y pagar los días de octubre que tuvo estancia aquí.
Saqué la billetera y puse en la mesita las seiscientas libras. Al parecer eso es lo que vale su humanidad.
—Guarden las pertenencias de Faith en su maleta, mañana partimos.
Con un gesto indicó a la señora Walker que realizase la labor y él, aún con el ceño fruncido, apaga el fuego dejando aquella casa en completa oscuridad.
Camino con una vela hasta la habitación de mi madre y me acomodo para dormir en un sillón al lado de la cama. Tomo su mano y finalmente cierro los ojos.
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La claridad invade la habitación del segundo piso donde aguardaba una hermosa mujer de tez blanca y cabello negro que poco a poco despertaba y me miraba expectante con aquellos ojos verdes tan profundos que te atraviesan el alma, tiene su mirada, la mirada de mi Elizabeth. Se incorpora en la cama y mantiene su vista fija en mí, suelta mi mano...
—Mamá.
—¿¡Caleb!?
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Nota de la autora:
¡Hola calabazas!
¿Qué les pareció este capítulo? ¿Y el final? *Inserto carita de Sherlock*
Apartado de teorías por aquí ↓↓
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Nos leemos pronto :3
Lela♡
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