16|Perfecta
«Cuando crees que estás absuelto de errores, llega el pasado y toca tu puerta».
♡♡♡
Nicholas:
No recuerdo cuando fue la última vez que dormí tan bien. Tenerla entre mis brazos, tan frágil, tan inocente, tan perfecta, tan... ella; me hace olvidar toda esa mierda.
Al verla por los pasillos durante todo un año me di cuenta de tantas cosas, incluso creo que la conozco mejor que ella misma. Pasaba siempre con una sonrisa iluminando su hermoso rostro y saludaba a todos con esa gracia y frescura natural. Así es mi Elizabeth, la persona más dulce y tierna que jamás he conocido pero que a la vez; es terca y orgullosa como solo ella sabe ser.
Durante un año observándola, la curiosidad de saber que se esconde tras esa sonrisa me iba consumiendo cada vez más. Ahora que la tengo desnuda a mi lado con una respiración regular, acompasando los latidos de su corazón, solo pienso en no dejarla ir.
En cambio, sé que soy el hombre más egoísta que existe por solo pensar en tenerla y arrastrarla a mi mundo, no es justo para ella. Lo más triste es saber que si se entera saldrá corriendo de mis brazos y lo peor... es que no puedo hacer nada para impedirlo.
No tengo otra opción más que mentirle. Después de todo estoy demasiado jodido como para pretender que pueda curar mis heridas y borrar mi pasado.
Sería muy estúpido de mi parte siquiera pensarlo.
Le doy un beso en la frente y retiro con suma delicadeza su brazo de mi abdomen para ir a darme una ducha.
El agua corre por todo mi cuerpo y me paso las manos por el pelo húmedo, las imágenes de ayer en la noche no desaparecen de mi cabeza y los gemidos de Elizabeth siguen haciendo eco en mis oídos.
¡Maldita sea!
No tengo ni idea de que me hace, ni cómo consigue meterse en mis pensamientos. Es como si quisiera, no solo tener sexo con ella, aunque admito que ese pensamiento rondaba mi cabeza desde la primera vez que la vi, es algo más que simplemente no puedo describir.
Siento la puerta del baño abrirse y ella camina —con los ojos entreabiertos— hacia el espejo para cepillarse.
Ni siquiera se ha percatado que estoy a pocos metros de ella.
—Buenos días, Elizabeth.
Da un respingón y se sujeta del lavamanos. Dirige su vista hacia mí con los ojos bien abiertos.
«Si antes estaba dormida creo que ha terminado por despertarse»
—Buenos días.
Ríe tiernamente y se esconde un mechón de cabello tras la oreja. Baja la mirada.
«Oh no, no has hecho eso; ¿verdad Elizabeth?»
Salgo de la ducha y se tapa los ojos inconscientemente, ¿por qué rayos tienes que ser tan inocente?
Le agarro sus manos y desvelo sus hermosos ojos grises con ese brillo tan peculiar que los caracteriza.
—No te escondas de mí. Permíteme admirar tu belleza Elizabeth.
Me sigue esquivando la mirada entre nerviosa y avergonzada. No debería sentirse así.
—Mírame a los ojos pecosa —Consigo captar su atención —Vamos a asearte.
La arrastro hasta la ducha y levanto por sus brazos mi pullover. Ella sigue callada sin decir nada y yo aprovecho para grabar este momento en mi memoria.
La estoy enjabonando. Pasar mis manos por su piel es demasiado para mí. Deposito un beso casto en su clavícula y susurro palabras en su oído.
—Eres perfecta
—No digas eso —Se le escapa casi en un suspiro.
—¿Por qué?
—Estoy muy lejos de serlo.
—Elizabeth, Elizabeth —Niego con la cabeza, divertido, mientras la hago girar hasta quedar frente a ella —La perfección no quiere decir estar absueltos de errores. Tampoco cumplir con una sociedad estereotipada y llena de prejuicios. Se trata de brillar por quién eres, sencilla, inteligente, eres una belleza única y eso te hace perfecta. Un alma bondadosa como la tuya, por muchas heridas que tenga, nunca deja de brillar. Tú, Elizabeth Callen, eres perfecta para mí.
La atraje hasta mí para enjuagar su cuerpo cuando en un impulso sus labios se juntaron con los míos. Una lágrima cae por sus mejillas, me agarra del cuello sin intención alguna de querer soltarme, fundiendo nuestros cuerpos en uno solo.
Su piel desnuda y el agua corriendo por ella, sus labios rojos del beso que no quiere acabar, solo puedo sujetarla con más fuerza de las caderas y la elevo hasta entrelazar sus pies a mi cintura estampándola contra la cortina de cristal. Muerdo su labio inferior e intento contenerme. Ella me sigue besando como si fuese el último beso y lo cierto es que tengo el mismo miedo.
—Pecas —digo en un gemido.
Esto tiene que parar.
«¿Y si no es lo que ella quiere?»
Me conozco y sé que como esto siga así mi fuerza de voluntad no será suficiente para dejarla ir.
—Debo llevarte a tu casa, pecosa. Tenemos que...
—Yo no quiero... y tú tampoco.
—Natalia me va a matar si se entera que te secuestré.
—¡Qué se joda!
—No me lo pongas más difícil.
Le plantó un beso en la comisura de sus labios y me envuelvo en la toalla.
Creo que tendré un problema para subir la cremallera del pantalón.
Una vez sentado en la cama veo a Elizabeth salir, está radiante. Tiene esa sonrisa cómplice en su cara y sus ojitos grises que parecen dos cristales me observan sin perderse ni un solo detalle. Yo hago lo mismo, no lo puedo negar. Creo que he llegado a memorizar cuantas pecas cubren sus mejillas.
Su cabello es una mezcla de tonos que es imposible apartar la vista si quiera un instante, lo suelta y cae en cascada sobre sus pechos a la par que desenvuelve la toalla que los cubre.
—¿Qué haces pecosa? Anda vístete, tengo que llevarte a casa.
Sube a mi regazo y traza un camino de besos por todo el cuello.
¿Quién se atrevería a pensar que Elizabeth Callen no es sexy?
Con la poca fuerza que me queda intento volver a protestar en cabio no fue más que un intento fallido.
—Escúchame Nicholas, o me follas de una vez o me subo en un maldito taxi y te vuelvo a dejar con una erección. Tú verás.
Para cuándo quería analizar sus palabras ya estaba encima de ella devorando todo su cuerpo.
«Tampoco creas que te saldrás con la tuya pecosa»
Ser el primero para ella de una forma u otra me hace desearla más y querer enseñarle un mundo completamente diferente y lleno de placer.
Los gemidos de Elizabeth es música para mis oídos. De sus pechos bajo en un camino de besos por todo su abdomen y se arquea en respuesta.
Agarro a Elizabeth de las caderas y abro sus piernas de golpe. Sus mejillas tienen mil tonalidades de rojo distintas y trato de no reírme, se ve demasiado tierna. Hace un intento por cerrar las piernas a medida que me acerco. Poco a poco le iré quitando esa inseguridad. Es perfecta no tiene por qué avergonzarse de nada.
—Si vuelves apartar las piernas del lugar me pondré un poco brusco y no quiero serlo, ¿entendido? —Asienta y fue mi señal para hacerla venir.
Agarro sus muslos y la tiró hasta quedar más cerca y suelta una risita nerviosa.
Ver llegar a Elizabeth al éxtasis me hace desearla de mil maneras distintas.
—Vístete pecosa, nos vamos.
—Espera... ¿qué?
—Lo que oíste y no pienso esperar mucho tiempo por ti.
Le doy una palmada en el trasero y veo sus hermosos ojos grises centellar de rabia.
Es divertido molestarla, se ve tan tierna cuando se enoja.
«Concéntrate Nicholas, si los chicos te viesen así dejarían de temerte»
♡♡♡
Llegamos bastante rápido. Como era de esperar Natalia abre la puerta y no dice nada, pero su mirada dice claramente: «como la lastimes, te mato»
En primera no es mi intención y en segunda pienso ganarme al ogro que tiene por mejor amiga. Serían puntos extras con Elizabeth.
—Sana y salva.
—Más te vale si quieres seguir siendo fértil- la chica pelinegra sí que da miedo, seguro que en el rin no le iría nada mal.
—Bueno, gracias por traerme —Esta vez habla mi dulce Elizabeth.
La acerco hasta mí, le plantó un beso en la frente.
—Te recojo hoy a las 8:00pm
—Pero...
—Sin peros, Elizabeth.
Su amiga la toma del brazo y cierra la puerta tras ella. Escucho un:
—Tienes cara de recién follada.
Me río, en parte es cierto. Y vaya que lo está.
♡♡♡
Esta noche va a ser la primera cita oficial con Elizabeth, solo espero no cagarla.
Antes debo arreglar unos asuntos pendientes y con suerte no tendré que verle más la cara a Robert Van Ewen, prestamista y dueño de las 3/5 partes de dinero negro que circula por la ciudad, la mayor rata que te encontrarás en todo Londres... y mi jefe.
Llego al bar de mala muerte y me dirijo hacia su oficina. Hoy es mi última liquidación, solo hay que tener un poco de sentido común como para no volver a este lugar en tu puta vida.
—Nicolay, que gusto volver a verte por aquí.
«Y lo dice a quién de un golpe lo dejé fuera del rin por dos semanas»
Él es lo suficientemente imbécil como para caer en los negocios sucios de mi jefe y convertirse en su matón a sueldo.
—Lástima que no pueda decir lo mismo. Estoy buscando a Ewen, sal de mi camino.
—Está en su oficina, pero no te recomiendo...
—No pedí tu opinión.
Me dirijo hasta el final del bar atravesando la barra y las pocas mesas que se encontraban para enfrentar la puerta de lo que llama él, oficina.
La abro de un golpe y no es sorpresa encontrarse a dos prostitutas en su despacho.
—Vengo a hablar Ewen.
—Señoritas... —Hace un gesto para que salgan. Se escucha el ruido de la puerta, malgastada por los años, al cerrarse.
—Y bien; ¿qué es eso que quieres hablar Nick?
«En primer lugar, odio ese diminutivo y en segundo me estoy aguantando para no acabar con esta escoria»
—Hay que hablar de negocios, ¿no crees?
—Estaba esperando este momento, aquí tienes muchacho.
Me tiende un sobre con las 20 mil libras y lo cuento en sus narices, para evitar cualquier tipo de error, con esta rata nunca se sabe.
—Está completo Nick, no me gustan las desconfianzas.
Le doy una última mirada. Este hombre no me da buena espina en ningún aspecto, mejor estar alerta.
—Hasta nunca Ewen.
—Alto ahí. ¿A dónde crees que vas muchacho?
—Caducó el contrato y te recuerdo...
—Te recuerdo que tengo control sobre ti, aún tienes que hacerme ganar mucho dinero.
—Yo tengo un trato contigo y no pienso...
—Vas a pelear para mí hasta que yo diga, a menos que quieras que le pase algo a esa dulce pelirroja que vino de visita.
—No puedes hacer eso.
—Oh, sí que puedo y si ese es el precio que tengo que pagar para que mi boxeador estrella se suba a ese rin, créeme que lo haré.
Estoy procesando todo esto. Se suponía que hoy sería libre, que podría estar con Elizabeth sin tener que mentirle, se suponía ...
—Que no se te olvide que gracias a mí la puta de tu madre sigue con vida. No hay más que hablar, te veo este fin de semana.
—Esto no se va a quedar así.
Salgo por la puerta, menudo hijo de puta.
Supongo que al fin de cuentas es mi culpa, pero si de algo estoy seguro es que tengo que alejar a Liz de toda esta mierda.
♡♡♡
Nota de la autora:
¡Hola calabazas!
¿Qué les pareció el capítulo de hoy?
No olviden pasar al siguiente capítulo sin antes votar en este, no lleva nada de tiempo y me harían muy feliz.
Si desean interactuar y ver fotitos de los personajes pueden seguirme en Instagram (lela_carmona)
Nos leemos pronto :3
Lela♡
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