10|Las niñas no juegan con fuego
«...¨Los ojos son el reflejo de alma¨, pero nadie habló del poder de las palabras».
♡♡♡
La luz se escabulle entre las blancas cortinas, iluminado mi rostro. El alba hace su entrada magistral y sonrío, ante la claridad anticipada. No recuerdo cuando fue la última vez que me despertaba y no quería volver a sumergirme en la oscuridad y cerrar los ojos. No esta vez, algo cambió.
Justamente el culpable está a mi lado. Giro hasta tener su rostro tan cerca que su respiración regular la sentía en la nuca. Me resultaba fascinante el hecho de admirar las facciones de Nicholas mientras los rayos del sol iluminaban parte de su rostro. No quiero despertarlo. Duerme pasivamente, como un bebé. Siento su brazo rodear mi cuerpo para acercarme por encima de las sábanas. Se remueve y abre un poco los ojos. Cierro los míos en respuesta y finjo seguir durmiendo.
«Sería un poco incómodo que me encontrase observándolo como si fuese una obra de arte en un museo».
Aún me sigo preguntando qué hago durmiendo con él. Siempre tan frío, intangible... y ahora lo tengo a apenas dos centímetros de mí; haciendo estragos en mi cuerpo.
Susurra un —buenos días Elizabeth— y quita el cabello de mi rostro. ¨Despierto¨ lentamente y me encuentro con sus ojos, tan verdes y a la vez no, con cierto brillo dorado.
«Un año y sigo sintiéndome atraída por esos ojos, sus ojos... ¿por qué?»
Cuestiono en mi cabecita, «¿por el misterio que emanan?» Puede ser, «¿por la tristeza que guardan?» También; la curiosidad de saber qué secretos esconden me mantiene atrapada. Y no soy del todo consciente de lo peligroso que puede llegar a ser.
Esa caída de pestañas daba una profundidad tan inmensa que me perdía en ella. Pero claro, eso solo lo admitía en mis pensamientos.
Sus ojos eran los más raros y hermosos que había visto nunca. Cambian según el tiempo, los he visto en su mayor esplendor y he de decir que mi estación favorita es el otoño porque su verdor y el toque avellana le dan un aire muy enigmático.
Recuerdo toparme con esa mirada en el invierno, se vuelven grises y fríos. En primavera son más verde de lo normal, en cambio en el verano son del todo avellana. ¡Sus ojos sí que son verdadera magia!
Tenía su cabello castaño despeinado. Me atreví a pasar mis dedos entre las hebras y no se quejó ante el gesto. Respondí con una sonrisa y nos miramos por unos segundos. Siento, cada vez que me mira así, que puede ver mi corazón, sus secretos y hasta más allá. Es como si pudiera ver a la verdadera Elizabeth y en parte, me da miedo ello.
Parece irreal.
«¿Dónde quedó el nerd amargado que me ignoraba todo el tiempo? ¿Quién es este chico a mi lado y por qué no deja de mirarme como si viese una estrella fugaz y pidiera un deseo?»
Tiene un brillo especial su mirada y no la aparta ni un instante de mí. Puedo ver mi alma a través de ella, la desnuda y sin tocarme puedo sentir más de lo que nunca he sentido.
¿Qué mierda me está pasando?
«Concéntrate Liz, es solo un sueño. No es real. Cuando te levantes y comience el día todo se olvidará y volverá a ser el mismo capullo de siempre».
Me digo a mí misma como excusa ante esto que estoy sintiendo. Sí, esto es un sueño...
«Uno del que definitivamente no quieres despertar».
—Esa sonrisa me dice que no tuviste más pesadillas —Estamos de frente y no puedo evitar sonrojarme ante tal comentario.
Tenía razón el capullo...
—Parece ser que no —Me encojo de hombros e intento desviar mi mirada de la suya o en minutos puede que colapse.
En estos momentos quisiera esconderme debajo de la sábana.
«Liz, nunca sabes que puedes encontrar ahí aba...»
—Algo me dice que dormir a mi lado tuvo algo que ver.
Genial. Ahí está el engreído de siempre. Ya estaba tardando.
—Eres buena compañía cuando no abres la boca.
«Eso es Liz, calla al...»
—Puedo hacer muchas más cosas que solo hablar, pecosa —Responde divertido y ahí estoy, ruborizada de nuevo.
No respondo. No puedo. Y; ¿lo peor? Saber que lo está disfrutando.
¡Maldito Nicholas!
Me levanto de la cama con urgencia e impotencia por no responderle, transformada en enojo. Tomo mi vestido y su chaqueta, dirigiéndome al cuarto de baño.
¡Necesito una ducha fría!
Dejo a cierto nerd pervertido aún entre las sábanas observándome cínicamente, lo ignoro y cierro la puerta tras mi paso. Me desvisto sin prisa y abro la llave dejando correr el agua por mi cuerpo.
No entiendo cómo tiene el don de hacerme enojar y sonrojar a la vez. Cierro los ojos. Vienen las imágenes de la noche anterior en diapositivas y en todas, mis recuerdos me traicionan al destacar al nerd que compartió cama conmigo.
Pasaron unos minutos e iba a salir cuando me doy cuenta que no tengo toalla a mano y lo más probable es que tenga que llamarlo por una...
—¡Nicholas! ¡Nicholas!
No tardó en contestar y como no, ya tenía medio cuerpo dentro del baño. Mi pulso se aceleró, inevitablemente.
La cortina del baño era de cristal, difuminaba todo el cuerpo, pero aun así se distinguían las siluetas y pensar en eso solo consigue ponerme más nerviosa. Comienza a quitarse la camisa y lo detengo del grito que pegué.
—¿Se puede saber qué coño haces?
—Venir a ver una película, no te digo.
—Tú y tu sarcasmo se pueden ir a la mierda.
Mis insultos no parecen tener efecto alguno, más que causarle risa, provocando que mi enojo se multiplique.
—Te ves sexy enojada.
—Y tú eres un cínico.
—¿Si no querías bañarte conmigo, para qué pegas esos gritos?
—Porque eres tan imbécil como para no tener toallas en el baño.
Niega con la cabeza y puedo ver una sonrisa ladina asomarse en su rostro.
—Haberlo dicho antes pecosa —Justo a centímetros de la puerta se gira nuevamente en mi dirección —¿Segura no quieres que te enjabone?
Bufo en respuesta y le lanzo el pomo de champú. ¡Detesto no tener buena puntería! A veces, no, más bien la mayoría de las veces me pone de los nervios y, por ende, violenta.
En algún momento tiene que salir la pelirroja que llevo dentro, ¿no?
Salió un momento y regresó con el trozo de tela que secaría mi aún empapado cuerpo.
Me tendió el brazo y la agarré lo más rápido que pude —pues no me fío de él— para empezar a secarme y seguido envolverme en ella.
—¿Qué haces aún aquí?
Está de pie, recostado contra la puerta y con los brazos cruzados. Observándome descaradamente, como de costumbre.
Mis ojos viajan a la V que se forma en su abdomen bien formado y seguido trago en seco. Esto es demasiado para mí. En los pantalones holgados de franela comienza a marcarse una...
—Es mi casa, ¿recuerdas?
Gracias Dios, por sacarme de mis sucios pensamientos.
—¿Y qué derecho te da de verme desnuda?
—Créeme, si ese fuese mi objetivo no estuviéramos teniendo esta conversación.
—Tampoco es que quisiera así que; ¿por qué no pruebas a dejarme en paz?
—Deja de mentirte a ti misma.
—¿De qué hablas?
—Que vas de niña buena, pero me estás comiendo con la mirada desde que me viste entrar.
Denme paciencia para no matarlo ahora mismo.
—De hecho, tu afirmación es errónea.
—¿Qué tan segura estás de eso?
—Tan segura como de que eres un capullo.
—¿Y tú mamá no te dijo que a capullos como yo no se les besa en la boca?
—Eres un puto narcisista.
—Ya lo sabía.
—Agh... sal de aquí para que pueda vestirme —Vocifero ya bastante enojada.
—Déjà vu —dice, sin apartar sus ojos de la toalla que ahora envuelve todo mi cuerpo.
—¿Perdona?
—Esta discusión la hemos tenido antes y sabes cómo acaba.
—Sí, tú siendo un completo imbécil- pongo los ojos en blanco.
—Prefiero llamarme observador atrevido.
—Más bien insolente pervertido.
—En mi defensa diré; que solo contigo.
Muestra una pequeña sonrisa que desaparece conforme se va acercando más a mí. Mandíbula apretada y pupilas dilatadas reflejando claro deseo en ellas.
Debo admitir que no es el único. Me pone de los nervios, pero una cosa no quita la otra. Mis deseos hacia el son casi tan fuertes como mi odio. Aunque esa es una palabra muy fuerte, podría decir que me quema, en todos los sentidos.
Es algo bastante contradictorio. El hecho de no saber qué hacer, si besarlo o darle una bofetada por capullo, son dos aspectos que rondan mis pensamientos.
Su mirada dice más, mucho más y a mí me fascina descifrarla. Por inercia me sujeto la toalla con ambas manos, sintiendo que puedo perderla en cualquier momento. Lo deseo, lo deseo tanto joder que estoy a un segundo de perder el control y besarlo...
—Las niñas no juegan con fuego, Elizabeth, se pueden quemar —Puedo ver una risa formarse entre sus labios.
Acaba de arruinar cualquier oportunidad de tenerme bajo su cuerpo, de ser suya. Porque sí, estaba considerando esa posibilidad.
Voy a ser yo quien lo haga arder a él; y necesitará más que palabras para apagar el incendio que se le viene encima.
—Tienes razón —Lo empujo y consigo distancia —¿Sabes qué más hacen las niñas? Se cansan de jugar —Exploté, en algún instante debía suceder.
♡♡♡
Nota de la autora:
¡Hola calabazas!
Sé que quieren gritar así que...
↓↓↓ Grititos de emoción por aquí ↓↓↓
Desahoguen sus frustraciones, las escucho.
¿Qué les pareció el capítulo? Creo que tengo el mismo problema de nuestra Liz... no sé si amarlo u odiarlo porque dice cada cosa *se ruboriza como tomate*
En fin... soy team #Nicholasforever eso no hay ni que decirlo.
No olviden pasar al siguiente capítulo sin antes votar en este. Me harían muy feliz si recomendasen la historia con sus amigos para que así, nuestra hermosa familia siga creciendo.
Recuerden seguirme en mis redes sociales como (lela_carmona).
Me despido con el corazón aun latiendo a millón, porque sí, no son ustedes las únicas que sufren de emociones fuertes, yo también cuando escribo. ¡No sean fantasmitas!
Nos leemos pronto :3
Lela♡
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