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EPÍLOGO


La cuenta regresiva ocupa toda la pantalla de tu teléfono desde hace casi dos horas. Sobre un fondo abstracto en distintas tonalidades de rojo, los números pasan con prisa.

Te preguntas si en verdad quedan solo cinco minutos... cuatro ahora, el reloj no se detiene. Es impiadoso, se apresura sin misericordia, o tal vez es solo que el estrés y la ansiedad te hacen percibirlo así.

No sabes muy bien por qué, pero has escogido vivir la última media hora en soledad. Te encerraste en un cuarto de la casa porque temes a cómo podría ser el final. ¿Los corazones de las personas dejarán de latir? ¿Se acabará el oxígeno de repente? ¿Se activará un veneno en el aire, como si fuera un arma bioquímica fuera de control, similar a las historias de ciencia ficción? No tienes ni idea.

Fuera, el clima no parece haber cambiado. Desvías la vista hacia la ventana por un instante. Está más húmedo que de costumbre, tal vez incluso más frío. ¿O eso es solo tu imaginación?

En las películas, la destrucción del planeta siempre llega precedida de un firmamento rojizo, de naves espaciales o de bombardeos contínuos. Sin embargo, hoy nada parece escapar a lo usual.

Te muerdes las uñas a causa de la creciente ansiedad. Ruegas que todo haya sido una broma o un error.

—Sí, eso debe ser —murmuras en el silencio de la habitación.

Tu estómago ruge por primera vez en lo que va del día, dejaste de comer apenas oíste la primera alarma. Es como si tu cuerpo comenzara a relajarse ante la cercanía del horario anunciado. El miedo te lleva a repetir una y otra vez que no ocurrirá nada, que es imposible.

—El mundo no acabará —pronuncias sin realmente usar sonidos, solo tus labios se mueven mientras que las palabras resuenan dentro de tu mente—. El mundo no se puede acabar.

El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar.

—El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar. —Ahora sí, lo dices en voz alta—. El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar.

Vuelves a mirar la pantalla, ¡quedan poco más de dos minutos!

Te preguntas qué está haciendo tu familia. La última vez que los viste, estaban abrazados en la cocina mientras lloraban. Decidiste alejarte de ahí porque el llanto comenzaba a desesperarte.

Querías gritarles que se calmaran, que seguro no ocurriría nada. Pero, al mismo tiempo, comprendías que tu nerviosismo y tu esperanza autoimpuesta solo empeorarían la situación. Lo que menos deseas es discutir con tus seres queridos justo ahora.

Por eso te encerraste.

"El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar", repites en tu mente. Es como un mantra que te acompaña desde hace horas.

SIgues con la mirada fija en el teléfono, aunque ya casi ni prestas atención a los números que cambian sin detenerse.

Un minuto y treinta segundos. Veintinueve. Veintiocho.

¿Qué estarán haciendo tus amigos? ¿Y las celebridades a las que sigues en redes sociales? ¿Y los vecinos? ¿Estarán asustados o tranquilos? ¿Llorando con las personas a las que aman o de fiesta en algún sitio? ¿Cuántos se habrán suicidado ya? ¿Por qué ningún gobierno ha desmentido lo que ocurre?

Sacudes la cabeza, te molesta perder el poco tiempo que queda en nimiedades, en preguntas cuyas respuestas posiblemente nunca averigües.

"El mundo no acabará. El mundo no se puede acabar", insistes. Pero, en el fondo, temes que la alarma sea real.

—ÚLTIMO MINUTO, ÚLTIMO MINUTO, ÚLTIMO MINUTO, ÚLTIMO MINUTO —comienza a gritar tu teléfono. La pantalla roja hace flashes en color blanco que le brindan más urgencia a lo que ocurre.

—¡Ay, no! ¡Ay, no! —exclamas y dejas caer el aparato al piso a causa de los nervios, la pantalla se raja justo en el centro, pero el sonido no se detiene.

Se te revuelve el estómago. No sabes si son ganas de ir al baño o de vomitar, solo que algo está mal en tu interior.

Intentas respirar, pero el ataque de pánico comienza a hacer mella en ti. Abres la boca. El aire no llega a tus pulmones y el sonido tampoco escapa de tu garganta.

"¿Es esto un problema en el aire? ¿O soy yo?", quieres saber.

Te doblas en dos y contienes las ganas de arrancarte los cabellos. Abres la puerta y te precipitas a donde se encuentra tu familia; en el camino, pisas el teléfono porque ya no te importa si se destruye.

Casi tropiezas. Golpeas tu hombro con el marco de un umbral. Chocas contra un mueble. Eres torpe en este momento, sientes que tu cuerpo se desarma a cada paso como si fueras apenas una marioneta que cae y se enreda entre sus propios hilos.

Sientes humedad. ¿Has orinado en tu ropa sin darte cuenta? ¿O es sudor en exceso?

Da igual.

Veinte.

Diecinueve.

Dieciocho.

Diecisiete.

Tu familia sigue donde la dejaste. Se abrazan en silencio en la cocina. Como estatuas detenidas en el tiempo, solo la agitación en sus pechos denota algún movimiento. Lloran. Los rencores y las asperezas por tonterías del día a día han quedado a un lado.

Te abalanzas sobre ellos y, por fin, gritas. Dejas escapar la angustia contenida en el fondo de tus pulmones. Te sacudes en espasmos que te arden y que parecen seguir el ritmo de tu desbocado corazón.

Nueve.

Ocho.

La cuenta regresiva grita desde todos los aparatos tecnológicos de tu hogar. Es un coro monótono y falto de vida, de emoción. Una voz inhumana y digital a la que no le importa saber que pronto todos podrían morir.

Sientes que estás a punto de desmayarte.

Cuatro.

Tres.

—Los amo —exclamas—. Siempre.

Uno.

—Y yo..

La respuesta de uno de tus seres queridos se pierde en el silencio. Cuando la cuenta regresiva llega a su final, te desplomas.


Ahora, iremos a escondernos para que no nos maten por el final. ¿El mundo acabó o no? Quién sabe. El narrador del epílogo (que son ustedes, los lectores) cerró los ojos justo al final. ¿Es que murió? ¿Se desmayó? Nunca lo sabremos :)

Gracias por acompañarnos hasta el final de la novela, esperamos que se hayan entretenido, que hayan reflexionado y que disfrutaran de cada capítulo.

La última pregunta es, ¿quién fue tu personaje preferido?


GRACIAS POR LEER :)

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