CAPÍTULO TRES: Masuyo
Tokio, 13 de julio del 2022, 5:55 pm
Quedan 14 hrs y 25 min para el fin del mundo.
Masuyo presiona la tecla F5 y, un par de segundos después, el perfil de Twitter que mira fijamente se actualiza.
Total de seguidores: 1.000.003
Masuyo sonríe, primero levemente, luego con toda la extensión que le permite su boca seca por falta de una hidratación adecuada. Se inclina hacia atrás en la silla gamer, esparciendo migajas de lo último que comió: un paquete de papas fritas cuyo envoltorio ahora está arrugado en el suelo. No es el único, al contrario. Hay muchos otros a sus pies; tantos que en algunas zonas se hace difícil ver el piso de madera de la habitación. Tampoco ayuda que esta sea tan oscura, que la única iluminación provenga de los tres monitores frente a los cuales el joven está sentado.
En el primero hay una partida de un juego de vídeo pausada desde que la alarma puso fin a la maratón de veintitrés horas continuas que llevaba jugando.
En el segundo monitor tiene puesto el canal de la CNN. En la pantalla, dos periodistas, un hombre y una mujer, intentan disimular su propio miedo y darle a todo un cariz lo más racional posible. No lo están logrando, mucho menos con la cuenta regresiva en grandes números que cuelga en la esquina derecha sobre ellos. En la cinta digital ubicada en la base van apareciendo tweets de gente cualquiera, en distintos idiomas y, por lo tanto, provenientes de diferentes países.
Eso fue lo que le dio la idea de hacer el perfil, que lleva en línea 93 minutos y ya tiene un total de...
Presiona nuevamente la tecla para actualizar y su sonrisa se expande algunos milímetros más, lo que parece imposible.
1.000.109
El perfil aparece en el último monitor, el que está justo frente a él. Por más que lo intenta, no puede dejar de mirar el número de seguidores, que ni siquiera es la mitad de la población de Tokio, la ciudad donde vive (y que no ve más que por la ventana desde hace unos tres años), pero supone que pocas cuentas crecen tan rápido en tan poco tiempo. Y es que claro, toda la gente está hablando sobre el fin, sobre la alerta, sobre la cuenta regresiva. Eso ayuda, el nombre que eligió también. Quería que fuera @TheEnd2022, pero ya estaba tomado, así que tuvo que conformarse con @The_End_2022.
Lo que de verdad marcó la diferencia fue el hecho de que, poco después de crearlo, se dedicara a poner un mensaje en diferentes idiomas con una cuenta regresiva en cada caso. Comenzó con los lenguajes más usados según internet: inglés, chino, hindi, español, francés, árabe, bangalí, ruso, portugués e indonés. Siguió con el suyo, el japonés, luego con el coreano, el alemán y varios más que encontró en Google Translator. Supuso que su traducción del mensaje en algunos casos hacía evidente que no había sido escrito por un hablante nativo, pero eso le daba igual. De todas maneras, los tweets estaban siendo compartidos masivamente a lo largo del mundo.
Cuando ya no puede soportar más la curiosidad, actualiza de nuevo la página: 1.000.543
Si sigue así, existe la posibilidad de que se transforme en el perfil con más seguidores de la historia de Twitter. Quizá rompa algún récord, lo que sería genial.
De pronto, recuerda que, aunque eso ocurra no importa, porque todo indica que el mundo se acabará en unas 14 horas, que la alerta ha ido en serio. Así lo dicen las cuentas regresivas que él mismo compartió con un mensaje escrito en diversos idiomas: "El mundo se acabará. Aprovechen el tiempo que les queda. Lo sentimos."
Usó el plural para hacerlo más impersonal, más institucional. Espera que la gente piense que se trata de algo más grande, algo colectivo. No el simple impulso de un joven de 22 años que lleva demasiado tiempo sin ver la luz del sol. Y, al parecer, ha dado resultado, hasta el punto de que algunos creen que ese perfil tiene algo que ver con la alerta y con el fin del mundo mismo, a pesar de que no está verificado. Suelta una carcajada al imaginar las teorías conspirativas que deben estar llenando en ese mismo instante el ciberespacio. Y ahora él es parte de eso. Una parte mínima, pero parte al fin y al cabo. Es casi como estar dentro de un manga.
Mira el monitor que sintoniza la señal de la CNN y piensa cómo acabaría el mundo si estuviera en su mano hacerlo. No es la primera vez que medita al respecto. Supone que es una consecuencia casi inevitable de las ideas de suicidio que lo asaltan a veces. El fin para uno o el fin para todos, esa es la cuestión. Pero son solo ideas que tiene cuando las partidas de juegos online se acaban o es él quien no puede jugar más. O, lo que es peor, aparecen justo después de que su madre hace su visita semanal para dejarle comida en la entrada del departamento.
Esas visitas son lo que despiertan sus ganas y, al mismo tiempo, lo que las apaga. Porque, si lo hiciera, si decidiera poner fin a su vida, sería ella quien lo encontraría. Nadie más lo visita, a nadie más le importa lo que le pase. No sería de inmediato. Dependiendo del día en que lo haga, la mujer podría tardar incluso una semana. O puede que más.
Sí, lo detiene pensar en lo que viene después de hacerlo. Su madre encontrándolo, la llegada de la policía a su casa para examinarlo todo, los vecinos chismoseando, la noticia en los medios de comunicación, la autopsia, el funeral, la cremación. Y, por último, el olvido.
Por eso, incluso antes de la alerta, cuando lo invadían las ganas de desaparecer, ya pensaba en el fin del mundo. El fin para todos, no solo para él. Así nadie tendría que encontrar su cuerpo, ni habría investigación, ni autopsia, ni funeral.
Si es cierto que el mundo está a solo unas horas de su fin, todos serán cuerpos que se pudrirán hasta desintegrarse. O desaparecerán de golpe. En un momento estaremos y al siguiente ya no. A nadie le importará tampoco que el perfil de Twitter que él creó sea el de mayor cantidad de seguidores. No quedará nadie para que le importe. Y, aún así, él quiere convencerse a sí mismo de que está contribuyendo de alguna forma, de que es parte de lo que está ocurriendo. De que dejará una huella.
Allí, encerrado en su habitación, rodeado de basura, pantallas de computador y tomos de manga, se pregunta en el fondo cómo estará su madre y trata de recordar si ese es el día de la semana en que va a dejarle comida. Si es así, si ella aparece, se promete que intentará decirle algo a través de la puerta.
A modo de despedida.
Antes del fin.
Si buscan el perfil nombrado en este capítulo en Twitter, se darán cuenta que existe de verdad :)
Gracias a @duffito y a @BlondeSecret por las capturas de Twitter
GRACIAS POR LEER :)
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