CAPÍTULO TREINTA: La autora
Ciudad de México, 13 de julio de 2022, 19:17 pm.
Queda menos de una hora para el fin del mundo.
Se detiene cuando le queda solo una palabra por escribir. Lo hace sin pensar, casi como si una fuerza externa a ella paralizara los dedos sobre el teclado. Se queda quieta un segundo, cinco, diez, treinta. Cuando se mueve otra vez, lo siente antinatural, forzado. En vez de volver a teclear, retrae los brazos hasta poner las manos sobre sus piernas. El cursor parpadea en la pantalla, tal como ha hecho en cada momento que se ha detenido para tomar aliento, pensar mejor una idea o descansar la vista. Debe ser su imaginación, pero le parece que parpadea más lento de lo normal. Debe estar cansado, como ella.
Despega la mirada de la pantalla y mira su celular por primera vez en mucho tiempo. O eso siente, al menos. Lleva horas sin revisar sus notificaciones. Al tomar el aparato se da cuenta de por qué: la última vez que lo usó fue para dejarlo en modo avión y así no sentir la tentación de revisarlo cada pocos minutos.
Mueve el pulgar por la pantalla hasta dar con la opción y desactivarla. En unos segundos, comienzan a llegar las notificaciones en tropel. Casi todas son de Wattpad, pero también hay muchas de Twitter e Instagram, donde en algún momento de la jornada publicó un breve video de despedida. Cierra los ojos con el celular aún en la mano, desbloqueado. Se queda así un rato, la nuca apoyada en el respaldo de la silla, respirando tan lento como puede. Cuando vuelve a mirar la pantalla, tiene tantas notificaciones que la invade el vértigo. Por supuesto que no podrá responderlas, pero saber que tanta gente está leyendo y comentando su libro o dándole like a su tweet le recuerda que sigue allí, que es cierto eso de la alarma. Que es cierto que está intentando terminar su novela antes de que se acabe el mundo.
Va descartando las notificaciones de a poco, hasta que se encuentra con un mensaje en Instagram de una de sus lectoras más antiguas, una chica de Chile que se ha leído todos sus libros y que le deja unos cien comentarios por capítulo. Abre el mensaje, sabiendo de antemano que llorará con él.
"Tus libros son una de las mejores cosas que me pasaron en la vida. Gracias <3".
Tal como había esperado, se le hace un nudo en la garganta. Con los ojos húmedos, comienza a escribir una respuesta, la que borra y reescribe un par de veces, insatisfecha con sus palabras. Siempre le pasa lo mismo cuando debe responder el mensaje afectuoso de un lector o lectora. Puede que sea escritora, pero nunca sabe qué escribir en esos casos.
"No, gracias a ti por leerme incluso ahora que se acerca el final".
Lo envía y luego bloquea el celular. Le queda una sola palabra por añadir al epílogo de su novela, pero, por extraño que parezca, es la más difícil. Cuando lo haga, todo será real. Incluso si el mundo no se acaba, ella habrá acabado la saga que le ha llevado tanto tiempo. Le cuesta creerlo, pero es cierto. Una palabra más y todo habrá terminado.
Vuelve al documento de Word, donde el cursor sigue parpadeando, a la espera. Pone ambas manos un par de centímetros sobre el teclado y se da cuenta de que están temblando. Las tiene tan cansadas que las siente rígidas. La muñeca izquierda, donde tuvo tendinitis hace un par de años, amenaza con volver a rendirse.
—Ya no queda nada —se dice a sí misma, a su cuerpo y a su mente—. Una palabra, nada más.
Apoya los dedos en las teclas y escribe letra por letra la palabra que le falta.
Cinco letras seguidas de un punto final.
El vacío que siente cuando pone este último es tan grande y repentino que casi se traduce en una náusea. Se inclina hacia delante, aturdida por el agotamiento, que está a punto de cebarse de ella.
Pero no puede dormirse aún. Debe copiar el texto y pegarlo en Wattpad. Lo hace en trance, sin fijarse si la página le cambia o no los guiones de diálogo. Esas cosas ya no importan. Sus lectores sabrán perdonar los errores. No hay tiempo para editar o corregir.
Cuando el texto ya está pegado en Wattpad, le da al botón naranja que dice PUBLICAR y espera por el recuadro que le confirma que el epílogo ya está arriba. Apenas lo ve, se larga a llorar. Ahí está lo único que puede legarle al mundo, apenas unos minutos antes del fin: una novela llena de errores en una página web.
Su celular comienza a recibir nuevas notificaciones. Al parecer muchos estaban atentos a la última actualización y ya están leyendo. Cierra los ojos de nuevo, con la certeza de que tardarán poco en leer el epílogo. Siempre es así: lo que ella tarda mucho en escribir, ellos lo leen apenas en unos minutos.
Se inclina hacia adelante sobre su escritorio, con la frente apoyada en sus antebrazos. Quizá se queda dormida algunos minutos, porque cuando despierta sobresaltada, las notificaciones son casi el doble que antes. Abre Wattpad en el computador y se va al epílogo en busca de los comentarios en la última frase. Tiene 120 comentarios, y todos dicen lo mismo.
Lee el diálogo en voz alta, como si alguien la fuera a escuchar:
—Amigos, adiós.
120 personas a la distancia le responden:
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
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GRACIAS POR LEER :)
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