CAPÍTULO SEIS: Hyun
Busan, 13 de julio del 2022, 8:11 pm
Quedan poco menos de 12 hs para el fin del mundo.
Recuerdo la primera vez que le dije a mi padre que quería morir. Que ya no toleraba más estar en mis zapatos y que él jamás lo entendería.
Su respuesta fue una mirada cargada de vergüenza y de decepción. Me dijo que no tenía el valor de quitarme la vida.
Y tuvo razón.
Esa noche, de pie en mi cuarto, contemplé las opciones. Busqué en internet las formas menos dolorosas de morir, los sitios más solitarios para suicidarse. Así, un domingo en la madrugada llegué a uno de los puentes que cruzaban las vías del ferrocarril. Hacía calor. Mucho calor, como hoy.
Aguardé por el primer tren. Cuando lo vi aproximarse, me prometí saltar...
No lo hice.
Esperé por el segundo y por el tercero.
Al llegar el mediodía, decidí regresar a casa.
"Eres un cobarde, Hyun. Ni siquiera sirves para quitarte la vida".
Morir.
Morir.
Morir.
Siempre quise morir.
Soñaba despierto con situaciones en las que un paso en falso me hacía caer por las escaleras o un conductor ebrio no me veía al cruzar la calle. Esos escenarios jamás ocurrieron, lamentablemente. Habría sido lo mejor.
Desdichado hasta para fallecer. Desafortunado.
Cobarde.
¡Cobarde!
¡COBARDE!
Una decepción para el mundo. Si hasta mi madre me abandonó a poco de mi nacimiento.
Me odio.
Veo el reflejo de mi rostro y deseo golpearlo. Arañarlo hasta que sangre, como han sangrado mis brazos y piernas cuando la ansiedad es tan fuerte que los gritos no son suficientes para calmarla.
No sirvo para nada.
Basura.
Desperdicio.
¡Eso soy!
Sin importar cuánto estudie, mis notas no pasan de la mediocridad. Más allá de mis esfuerzos por entrenar, en los deportes no puedo destacar. No soy inteligente. No soy atractivo. No soy ágil. No soy nada.
Nada.
Un inútil.
Siempre supe que de nada me servía vivir, si por mí no aguardaba un futuro exitoso. Sería un empleado mediocre. En una compañía mediocre. Con un puesto mediocre y un salario mediocre que no alcanzaría para nada.
Vivir significaría dedicar el resto de los días una tarea monótona y aburrida, jornadas extensas y condiciones injustas de las que no podría quejarme. Vivir en un apartamento rentado en el que apenas cabría un colchón.
Sin amor.
¿Quién amaría a alguien que se odia?
¿Quién amaría a alguien mediocre?
¿Quién amaría a un fracasado?
La única solución es morir. Siempre ha sido morir.
Comienzo a llorar, sin dejar de observar la imagen que me regresa el espejo.
Patético, Hyun. Eres patético. El cabello negro está desprolijo, la pequeña quemadura en mi mejilla derecha se ve más roja que de costumbre en contraste con la palidez de mi piel. El uniforme de la escuela está muy arrugado, me queda grande; no sé si la humedad en la tela es por el sudor o por las lágrimas.
Soy un asco.
Una inmundicia.
Debería morir.
¡Morir!
¡Morir!
Mi mente grita la palabra de día y de noche, me exige que pierda la cobardía y que me quite la vida de una buena vez. Me recuerda que de nada sirve mi existencia.
¿Por qué no puedo simplemente desaparecer?
En el silencio del apartamento es cuando oigo mi propia voz dentro de mi mente con mayor fuerza. Se burla, critica cada elemento. Me incita a actuar.
—¡Muere, Hyun, muere! —dice ahora—. Tan inútil eres que el mundo entero va a acabarse para que dejes de existir. ¡Cobarde! ¡Mátate de una vez!
Los sollozos que escapan de mi boca son cada vez más audibles. Sé que mi padre los oye desde la sala de estar y que seguro estará subiendo el volumen del televisor para taparlos.
—"¡Mátate!"
—No puedo —susurro.
—"¡Cobarde!" —El hecho de que sea mi propia voz la que lo dice me destroza.
No contesto.
—"¡Muere, Hyun, muere! ¿Qué esperas? Solo quedan algunas horas, de todos modos" —insiste.
Temblando, me dejo caer de rodillas. El piso del baño es duro y frío, me lastima.
Tengo miedo. Respirar es cada vez más difícil.
Quiero morir.
Me asusta morir.
Los latidos de mi corazón parecieran marcar la cuenta regresiva. El tiempo se acaba.
—"El mundo acabará de todas formas, ¿qué importa si te quitas la vida un rato antes?" —escucho en mi interior—. "Unas horas no cambiarán nada de tu patética existencia, Hyun".
Morir.
Morir.
¡Morir!
Debo morir.
Me pongo de pie con cierta dificultad, apoyando mi peso en el lavabo. Allí, me despido mentalmente del reflejo. Del chico desgarbado que jamás pudo ser bueno para nada. Del fracasado. Del feo. Del estúpido. Del mediocre.
—Adiós, Hyun —susurro en medio del llanto.
Respiro hondo. Me giro y doy un paso hacia la puerta. La abro con sigilo y avanzo un poco más. Creo que mis piernas están listas para moverse.
Un escalofrío me recorre.
Con la vista nublada por las lágrimas, corro.
Atravieso la sala de estar sin voltearme a ver si mi padre se percata de lo que pienso hacer. Tan solo pongo mi foco en el suelo frente a mí, como si lo que me rodeara ya no estuviera allí.
Ni las fotos de mamá, ni los dibujos que yo hacía de niño en la escuela. Nada. Solo estoy yo. Y pronto no estaré.
Abro con prisa la puerta de vidrio que conduce al balcón. Intento mantener tanta velocidad como puedo en los últimos metros. Estoy al aire libre. Piso sobre una maceta y salto.
Las luces de la ciudad y de los vehículos se ven como luciérnagas borrosas a mi alrededor. Hay mucho ruido y, al mismo tiempo, se siente pacífico.
Cierro los ojos y espero por el impacto.
Ya no soy un cobarde.
La parte gráfica de este capítulo estuvo a cargo de @BeatriceLebrun :D
GRACIAS POR LEER :)
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