Capitulo 11 Bigote de chocolate
Cillian, es un nombre poco común para estos pagos, pero a mi parecer encajaba muy bien con él, diría que con su personalidad, pero yo no lo conozco. Cillian, me seguía mirando los alrededores sin prestarme demasiada atención, por un momento pensé en correr, pero mirándolo bien él es bastante más alto que yo y creo que dos pasos míos es uno suyo; yo era un chico un poco más bajo de la media, para mi desilusión no llegaba ni de cerca al metro setenta, pero en estos momentos mi altura ya no es un complejo, cuando era un poco más chico si odiaba ser uno de los más bajos, pero ahora no le veo demasiada importancia, el pelinegro por su parte debe estar pasando el metro ochenta, no creo que llegue al noventa, sería una jirafa.
Supongo que ustedes se preguntaran hacia dónde vamos, y porque todavía no le he dado la dichosa piedra a este tipo, y es que a mi parecer era más adecuado alejarnos un poco de la urbe para que nadie nos interrumpiera, he de admitir que no les estoy haciendo caso a los clásicos dichos de toda madre.
a- No hables con extraños- Lo siento mama es difícil, no me mates.
b- Ni sigas a extraños- No me queda otra opción ¿si, mami?
c- No aceptes nada de (adivinen) extraños- Esta no la rompí, wuju.
Bueno el caso es que decidí llevarlo a mi guarida no tan secreta, digo que no es secreta porque creo que todo mi barrio sabe que pasaba mis tardes de verano allí metido con Martina, Pedro y algún vecino que con el tiempo no volví a entablar conversación. Fue a mí parecer el mejor lugar para que nadie viera una piedra brillar y llamara a los científicos, no quería que pasara como en las películas.
Cillian acepto seguirme y después de haberme dicho su nombre no volvió a soltar ni una sola palabra, mientras caminábamos por las calles que yo ya conocía de memoria, el parecía encontrar cosas interesantes en ese paisaje clásico de calle de tierra y casas de clase media. Yo por mi parte lo deje tranquilo sin atormentarlo con la cantidad preguntas que quería decirle, y enserio que son muchas.
- Oye niño, ¿Qué es eso? – pregunto apuntando a los postes eléctricos, me sorprendio que me preguntara algo, pensé que no me iba a hablar hasta tener su piedra, pero no importa supongo que la curiosidad no solo me atormentaba a mí; Es un poco raro que pregunte sobre un poste eléctrico, si por supuesto que es raro, pero todo en el sale de lo común pensé.
- No me digas niño si ya sabes mi nombre, y eso es un poste eléctrico, ¿ves los cables negros de allá? Bueno esos llevan la electricidad a las casas- dije y él se veía más confundido que nunca- La electricidad funciona como fuente de energía , y eso hace que funcionen todos los dispositivos de la casa, como las heladeras que mantienen fríos los alimentos, pero su uso más importante yo creo, es para alumbrar en la oscuridad, como lo hacían las velas en el pasado, aunque las seguimos usando en la actualidad pero solo para emergencias o en modo decorativo- dije, tal vez demasiado emocionado explicándole, Cillian parecía bastante sorprendido para bien
- Ósea que aun sin tener magia viven cómodamente como si la tuvieran- susurro pensando que yo no había escuchado.
- Acaso dijiste ¿magia?- pregunte con una curiosidad que podría romper el techo de tu casa, el cambio su expresión por una un poco más nerviosa y trato de salir de ese tema.
- Escuchaste mal, NIÑO- dijo para seguir caminando, es bastante denso este tipo, para que vas a hablar de magia si después te haces el que no dijiste nada.
La verdad es que ya hace bastantes horas que había aceptado que lo mágico era una de las grandes posibilidades a mis actuales problemas, repito la sombra, la piedra y el tipo neo gótico, además que este mismo admita algo sobre la magia corrobora todas mis teorías conspiranoicas.
El caso es que sin haberme preguntado nada más seguimos caminando, Cillian parece haberse arrepentido de preguntar, pero se notaba en toda su cara la curiosidad, digo ¿nunca vio un país en vías de desarrollo? Tampoco es tan malo. Caminamos por unos cinco minutos más hasta llegar a un terreno baldío, el lugar idóneo para tirar cosas que la gente ya no necesita sin que nadie lo sepa, por eso de más pequeño fue el lugar ideal para armar nuestra casa del árbol, con la idea de que fuera igual a la de mi caricatura favorita de mi infancia, KND: Los chicos del barrio, ese era nuestro plan original, pero claramente necesitábamos ser ingenieros o arquitectos para hacer algo así y al fina quedo mas parecida a la de Bart Simpson, un cubo de madera con agregado de chapa arriba, y unas ventanas cortadas a lo bruto, lo bueno es que la habían logrado mejorar poniéndole electricidad que le robamos a el tío de Pedro que vive al lado del terreno, en realidad él lo sabía pero nos dejaba mientras cada tanto le lleváramos algunas cervezas como pago, ¿Cómo comprábamos las cervezas siendo menores de edad? incrédulos nunca les diría mis secretos.
El caso es que le dije que teníamos que subir hasta, y el con su ya acostumbrada cara de piedra simplemente asintió, y me siguió, después de subir por unas escaleras de bastante dudosa seguridad subimos a la base, adentro había una pequeña mesa y un par de almohadones que estaban apilados en una esquina, una lámpara que se prendía con una soga, posters de bandas de rock nacional y de alguna que otra serie y lo mejor de todo un mini bar, que nos había regalado una vieja.
Cillian estaba un poco sorprendido, no sé si para bien, el caso es que le di un almohadón para que se sentase y yo tome otro, cuando paro de observar todo me miro y dijo.
- Ahora dame la ge...- pero un ruido sonó, y Cillian se ¿sonrojo?, guau nunca pensé que ese gigantón se sonrojara; Sonreí y decidí ser buena persona, abrí el mini bar y saque un cartón de cindor (chocolatada fría) y un paquete de magdalenas y lo apoye en la mesa.
- ¿Comemos?- le dije sirviéndole un vaso con el chocolate, el me observo con duda y no agarro el vaso asi que yo tome mi vaso y abrí una magdalena y me la comí.
- Nada esta envenenado, pero si no quieres comer será todo para mí- dije agarrando un segundo muffin, el después de unos minutos de mirarme comer agarro su vaso y probo con mucha precaución el contenido, después de probarlo se le abrieron los ojos y de un trago largo se terminó su vaso muy rápidamente, agarro una magdalena ya sin dudas y la comió suspirando de satisfacción.
Yo reí al ver la imagen de este tipo que sentado casi tocaba el techo, sentado como un indio, y devorando esa comida, sin preocuparse por su misión principal y con un bigote marrón por la chocolatada. El hambre puede con cualquier enemistad.
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Que ONDAAAAAA
Quien no ama las magdalenas, son deli deli, y las que estan rellanas con dulce de leche, uffff se me hace agua la boca, en cualquier momento me pega bajon de medianoche y bajo a robar algo a la cocina jajajajaja
Nada chiquesssss los quieroooooo, besitos, estrellitas y comentarios.
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