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Vlad el empalador

Hay historias que se vuelven leyendas pero la sangre de sus víctimas no miente. El tiempo corroe los detalles y termina siendo difícil poder discernir cuánto hay de verdad y cuánto hay de mentira. Los hay  incrédulos con sus explicaciones científicas y su escepticismo, y hay otros que no pasan de un puñado de fanáticos o miedosos. Pero lo que en realidad importa de las historias es su poder. Su fuerza recide en la imaginación...
Transcurría el año 1944, tiempos de horror, lucha por el poder y por la sobrevivencia. Valaquia, perteneciente al antiguo reino de Rumanía, enfrentaban a los turcos. Vlad II Drácula gran monarca de Valaquia, se había convertido en blanco del sultán Murat II. Su mejor opción pareció ser la de entregar bajo tutela a dos de sus hijos,Vlad y Radu, como garantía de sumisión al imperio otomano.
Transcurrieron los años y al terminar el exilio, Vlad III Drácula se encuentra con la muerte de su padre y de su hermano mayor Mircea; a quien le enterraron aún con vida luego de haberle hundido hierro caliente en ambos ojos. Esto marcaría para siempre al joven Drácula, trastornando cada fibra de sensibilidad humana; lo que lo conduciría por un camino tan siniestro y oscuro, solo comparable con la locura o algo peor.
Los años continuaron pasando y su nombre se hacía eco debido a sus muchas conquistas y la oscuridad que en el había. Los que lo conocieron, por buena o mala fortuna, lo describen como alguien corpulento y musculoso pero de estatura media; de nariz aguileña, rostro rojizo y delgado.Tenía unos grandes ojos grises a juego con unas cejas negras y tupidas. Hombre de ensortijada melena negra y bigote. Todo esto le confería su apariencia fría y amenazadora. Todos coinciden al señalar su personalidad.
Montes de empalados yacían a sus pies. Hombres y mujeres, ancianos y niños, eran atravesados por estacas con  clavos por sus anos o vaginas hasta salir por sus bocas. Gustaba de ver horrendos espectáculos que asombraron al mundo aún en su época ya tan difícil.
Cada noche el castillo del príncipe Drácula se inundaba de gritos de espanto. Había una habitación a la que todos los sirvientes tenían prohibido entrar. Para llegar a ésta era necesario atravesar casi todo el castillo, por medio de un oscuro y largo corredor.
Como cada noche el príncipe se dirigía a su acostumbrado recorrido, sin saber que mientras lo hacía uno de sus criados,llamado Lucius, le observaba de cerca. Al llegar a una antigua puerta adornada por símbolos extraños y huesos humanos, y tomando una antorcha encendida junto a ella, la abrió lentamente. Subió entonces una escalera de caracol y entró por otra puerta. El criado sorprendido desde una rendija logró ver un ídolo de piedra al fondo de la sala. La figura macabra parecía un dragón, con enormes ojos rojos y, en frente había una especie de altar. Allí se encontraban acostados los cuerpos de tres jóvenes mujeres junto al de un hombre.
De pronto Drácula comenzó a hablarle a la extraña imagen: -¡Oh Señor de las tinieblas! Tú que me has ayudado a conseguir tanto poder y riquezas, aquí te ofrezco un sacrificio en tu honor y así cobren vida éstas mis amantes de sangre.- Dicho esto comenzaron a moverse los tres cuerpos femeninos que emitiendo sonidos horrorosos imploraban calmar su sed. El príncipe tomó entonces un puñal y cortó la garganta del cuarto cadáver e hizo verter la sangre que emanaba a chorros desproporcionados en una copa de oro. Luego dio de beber a aquellas mujeres. Tragaron como cuando un depredador hambriento engulle desesperado a su presa después de días de espera. Sus ojos se volvieron tan negros como el ébano más puro y les crecieron casi de inmediato unos colmillos grandes y afilados.
-Ordene Príncipe de las tinieblas y obedeceremos fielmente.- Afirmaron aquellas tres.
Lucius aún escondido, había observado todo con cautela, casi sin respirar; pero los dientes le rechinaban, los huesos chirriaban como pandereta y de sus manos calló un juego de llaves ya oxidadas.
-¿Hay alguien ahí? Sé que si, sal pronto y no cortaré tu cabeza.- Vlad rebuznaba como bestia mientras se acercaba. Lucius tembloroso intentó huir como pudo; ¿pero su naturaleza mortal y endeble sería suficiente contra tales criaturas?
A la mañana siguiente la vida en palacio continuaba tan normal como siempre, tanto como puede llegar a serlo en un sitio donde la muerte puede tropezarse contigo en cualquier instante. El silencio ensordecedor de los fríos corredores con hedor a húmedo y podrido fue interrumpido. Una multitud corría desconcertada. Todos se acercaban a ver, y ¿qué hay allí justo en medio del salón principal?
-¡Dios nos guarde!- Dicen en susurros algunos mientras otros vuelven la mirada para no continuar viendo la nueva obra siniestra de su amo y señor: Una cabeza humana cocida a un cuerpo de un perro.
Los rumores se esparcieron por toda la región así como las misteriosas desapariciones de gente joven y... de cadáveres que luego algunos decían volver a ver con vida. Tumbas profanadas, muertes repentinas en extrañas condiciones e historias de resurrección hicieron famosa la ciudad. El miedo comenzó a adentrarse en el seno de cada familia. El toque de queda a medianoche fue establecido.
Todo esto fue llevado de lengua en lengua como polvo en el viento, así viajaron las terribles historias del príncipe Drácula, hasta muy lejos de las fronteras de Transilvania. Tanto así que llegaron a oídos de una secta que se hacía llamar Van Helsing “la legión de la luz”. Un grupo de sus adeptos más preparados viajaron para conocer la morada que era fruto de tal relevancia. Pero primero debían corroborar si se trataba de engaños, fantasías o de algo real. ¿Qué ser sería aquel que habitaba aquel lugar que había incentivado tan horripilantes murmuraciones?
Llamaron a su puerta pacíficamente. -Señor, necesitamos asilo pues nuestro camino ha sido largo y ya casi anochece. Le agradeceríamos su ayuda.
-Pueden quedarse si así lo desean pero solo por esta noche.
-Muchas gracias. La luz sea con usted.
Ya era poco más de medianoche cuando los sectarios entraron abruptamente en los aposentos de Drácula. Se aprobecharon de su descanso y entraron a hurtadillas. Le arrojaron un recipiente de agua bendita. Sus alaridos eran aterradores y a la vez eran similares a los de un animal salvaje cuando se ve acorralado. Su piel lucía despellejada. Había sido confirmada la naturaleza demoníaca de aquel hombre. Su mirada llena de ira. Mientras trataba de defenderse más dosis del líquido bendito recibía. Uno de los atacantes resuelto a terminar con la vida de aquella abominación, tomó una cruz hecha de roble sagrado y la clavó contra su pecho con intención de atravesar el corazón. Drácula cayó de inmediato al suelo. Sus amantes sufrieron igual fin.
Sus cuerpos fueron trasladados a una especie de cueva subterránea bajo palacio. Mientras Van Helsing enterraba los cuerpos de las doncellas debido a que eran más ligeros; sus sombras se dibujaban en las paredes como contando una historia. De repente apareció otra sombra. Sus alas cubrieron un gran espacio en la escena. Gritos de espanto se escucharon nuevamente en el castillo de Drácula.

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