Capítulo 5
Aleix se sienta mi lado en el banco, desdoblo el papelito y lo leemos en silencio.
El collar de llave que te regalé en realidad si abre algo, un joyero que hay en mi habitación. Pídeselo a Aleix, seguro que te lo dará. Gracias por intentar buscarme. Lucas.
Cuando acabo de leer la notita me giro hacia Aleix, él tiene una mueca de preocupación en la cara.
‒ ¿Qué te ocurre? ‒ le pregunto.
‒ El joyero del que habla, yo... yo lo vendía a un anticuario. ‒ confiesa. ‒ Cuando decidí dejar este mundo me puse a vendar nuestras posesiones, pues ninguno de los dos las iba a necesitar ‒ añade Aleix.
‒ ¿A qué anticuario lo vendiste? ¿Crees que podremos recuperarlo? ‒ preguntó Sara impacientemente.
‒ Lo vendí al anticuario a dos manzanas de tu universidad antes de recogerte ‒ comento.
‒ Seguramente todavía no habrán cerrado ‒ digo después de mirar el reloj. Tomo la mano de Aleix y tiro de él dirigiéndonos hacia la tienda. La verdad no tiro mucho de él, enseguida sale del shock por mi precipitada salida. Es un vampiro, era de esperar que no tardase mucho en reaccionar.
Cuando llegamos a mi universidad Aleix aún carga mi mochila, subimos en su coche, del que obviamente todavía no se ha deshecho y menos mal. En menos de cinco minutos está aparcando frente la modesta tienda.
Empujo la puerta llena de esperanza, haciendo sonar una campana que avisa al anticuario de nuestra llegada. Noto que Aleix está detrás de mí, cuando sale por una portezuela el señor, me da un suave golpecito con el brazo para que abra los ojos. Los había cerrado al percibir el olor a madera vieja, los cerré más para disfrutarlo.
‒ ¿En qué puedo ayudarles? ‒ pregunta el encorvado señor.
Yo me dirijo a una estantería llena de libros antiguos mientras que Aleix responde al señor.
‒ Me gustaría recuperar el joyero que le traje hace unas horas, ¿se acuerda?
El señor asiente con la cabeza y desaparece por la puerta de la trastienda.
Cuando me giro vero a Aleix sonriendo al ver el joyero.
‒ Cuesta 150€ ‒ dice el anticuario.
Aleix lo mira con cara de enfado y le dice ‒ ¡Eso es el triple de lo que me pagaste a mí por el!
El señor simplemente repite el precio ‒ Ahora cuesta 150€.
Me acerco al mostrador y son una gran sonrisa le digo ‒ Tiene usted la llave que lo abre ‒ sé a ciencia cierta que no la tiene. La llave está en el joyero de mi habitación.
‒ No señorita ‒ responde muy serio.
‒ Entonces como pretende que le pague 150€ por un joyero, que por muy bonito que sea no se puede abrir ‒ le recrimino con aires de suficiencia. Lo que hace que me gane una brillante sonrisa por parte de Aleix.
El señor me mira con aire contrariado, es ahora o nunca, cuando debo regatear el precio.
‒ Yo le ofrezco la mitad 75 y aun así usted gana 25€ ‒ le digo mientras saco la cartera de mi bolsillo.
‒ Acepto ‒ dice el anticuario.
Saco una tarjeta y cuando voy a entregársela dice ‒ Lo siento señorita, pero la compre ha de ser en efectivo, no tengo datafono.
Mierda, no tengo más que veinte en efectivo. Aleix saca su cartera y le entrega el dinero exacto al anticuario. El señor coge una bolsa de cartón de detrás del mostrador y coloca en el preciado joyero. Me entrega la bolsa mientas le dice a Aleix ‒ Es un buen regalo para su novia.
¡No somos novios! ‒ exclamamos ambos ante esta afirmación.
El anticuario ríe y nosotros salimos de la tienda.
Cuando me voy a despedir de Aleix y me dice que suba el coche. Tras subirme cierra la puerta.
‒ Voy a llevarte a casa ‒ dice mientras acelera.
No me pregunta la dirección y cuando voy a decírsela me dice que ya sabe dónde vivo.
Llegamos al bloque de apartamentos me desabrocho el cinturón y bajo del coche. Aleix lleva mi mochila colgada al hombro y me acompaña a la puerta de mi piso. Abro la puerta y la dejo abierta para que pase. Aleix carraspea, ¡que tonta!, le invito a pasar y el cruza el umbral. Me dice que es mejor que me acueste, que debería descansar. Mañana vendré a primera hora de la mañana. Espérame para abrir el joyero ‒ añade con tono severo, parece una orden más que otra cosa.
‒ Mañana no tengo clases en la universidad ‒ digo ‒ Puedes quedarte a dormir en la habitación de invitados si quieres ‒ añado. Mañana abriremos el joyero pronto, pondré la alarma a las ocho ‒ digo por último.
‒ Vale ‒ dice aceptando mi invitación.
Le indico cual es la habitación de invitados y me marcho a mi habitación. Cierro la puerta después de entrar y abro mi propio joyero, cojo la cadena con la llave y me la coloco alrededor del cuello. Me pongo el pijama y me voy a la cama sin cenar.
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¿Interesante?
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