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22

Pov Rui

—¡Nunca más me hagan comer esa cosa! exclamo en cuanto salimos del restaurante.

—¿El escargot? Estaba bueno —rebate Yuuto.

—¡Es un caracol! Esa sensación cuando tragas algo húmedo y pegajoso es horrible.

—Pero no me puedes decir que no te gustó el quiché ni la ratatouille —interviene Ayaka.

Tiene razón, el quiché estuvo exquisito aunque tal vez sea demasiado bueno y el ratatouille se veía muy saludable. A lo mejor las personas lo comen como un reemplazo de las ensaladas en invierno.

Mi papá quería llamar a un conductor para que nos transportara en su carro, pero le dije que yo quiero caminar, y accedió a duras penas.

Evidentemente la ciudad de París se ve mucho más moderna que Gifu, y todo el lugar está más organizado. Supongo que la ciudad del amor tiene que ser bonita.

Bienvenue! Vous êtes M. Berle, non? Vous arrivez juste à temps pour le rendez-vous. suis moi jusqu'au fond. —Articula la estilista.

—¿Qué dijo? —Yuuto acota, todo confundido.

—Que la sigamos al fondo —explica Ayaka.

Al caminar, llegamos a un espacio más privado, donde hay sillas y espejos en ambos lados. En la derecha me siento yo, mientras que Yuuto lo guían a la izquierda.

—Espera, yo no necesito corte de pelo —articulo, un poco confundida.

—No te preocupes, solo serán las puntas —Ayaka le quita importancia y le habla a la estilista.

Llega otra muchacha de más o menos veinte años con una caja de esmaltes y uñas postizas.

—¿Se supone que me van a poner uñas postizas sin mi consentimiento? —lo digo en tono reprobatorio.

—Oh, no, solo es por si quieres, pero te recomiendo que lo hagas, porque las mujeres sin arreglo de uñas suelen ser consideradas pobres.

La voz de Ayaka suena un poco arrogante. Suspiro y me agacho para ver la caja que trajo la muchacha.

Ne vous penchez pas s'il vous plaît! — Oigo una voz quejumbrosa detrás de mí.

—Dice la estilista que no te agaches. Elige mientras te cortan el cabello —susurra Ayaka.

—Entonces dile que me acerque más la caja —sugiero y Ayaka obedece. Uh, púrpura con brillos—. Quiero este. Se quita rápido con acetona, ¿verdad?

—Así es.

Asevera Ayaka y le dice algo a la muchacha. La muchacha asiente y se pone a mi lado, abriendo la tapadera del esmalte. Mientras Ayaka habla (en francés) con la estilista y artista de uñas sobre algo que no entiendo para nada, termina la sesión, y me volteo para ver mi nuevo corte en el espejo. Mi cabello, anteriormente cortado en línea recta, ahora está cortado en forma circular, y tiene más suavidad y brillo. ¿En qué momento me aplicaron tratamientos para el cabello?

—¡Voilá!

Exclama la estilista, satisfecha ante mi reacción. Veo de reojo a Yuuto. trae el cabello un poco más corto, y acomodado hacia atrás.

—¿Verdad que ahora me veo más guapo? —Sonríe Yuuto al guiñar un ojo. Me voy caminando a su lado.

—En realidad... te ves un poco gracioso —digo entre risas.

—Bueno, tengo que ir con Yuuto a comprar unas cosas, pero por mientras, vayan a comprar ropa y lo que quieran con Henry.

—¿Quién es Henry? —le pregunto a susurros a Ayaka para que mi padre no me escuche.

—Nuestro tío —aclara Ayaka, también a susurros.

Un señor con el mismo color de cabello de Ayaka y ojos verdes entra al pequeño apartado. tiene una complexión delgada, al igual que mi padre.

—Qué gusto poder conocerte finalmente. Mi nombre es Henry Bérle, el hermano de tu papá —se presenta y me tiende su mano derecha, la cual estrecho rápidamente.

No me da buena espina. Ni sus palabras ni su conducta. Su japonés es todo quebrado y su mirada no me inspira confianza.

—Bueno, ahora que conoces a Alice, ¿podrías acompañarlas de compras mientras yo le busco las cosas necesarias a Yuuto? —Mi padre pasa sus ojos por mi tío Henry.

—Claro, cualquier cosa por mi hermano mayor —sonríe entusiasmadamente.

Los tres dejamos el salón de belleza atrás y caminamos por "las tiendas con más clases" según mi tío y mi hermana.

—¡Mira, esta ropa es de la moda más reciente! Hay que entrar, tu ropa es demasiado simple —exclama Ayaka en frente de mí. Claro, Shanel.

—Pero... Es demasiado cara y para alguien más adulta que yo —susurro.

—Claro que no, en el fondo hay ropa adecuada para niñas de nuestra edad. —Sonríe Ayaka y me jala de la muñeca. Volteo a ver a Henry y solo encoge los hombros.

Ayaka primero me guía por los perfumes, y después de probar con muchos papeles de muestra y confundir fragancias, me decidí por el de lavanda. Luego me lleva a la sección de niñas, donde hay faldas, chaquetas y capas dignas de una niña que es decidida y sabe lo que quiere, pero lamentablemente no puede obtenerlo por su cuenta.

—Mira, ¿Qué te parece este traje?

Ayaka me muestra un traje oscuro con brillos morados. La blusa en juego es de un color lila claro.

—Me parece bien, pero... —Agarro la manga de la que se ve la etiqueta de precio.

—Oh, no te preocupes por eso —Al ver lo que hacía, Ayaka saca una tarjeta de crédito de su cartera—Mi padre dijo que gastáramos todo el dinero que quisiéramos para ti.

Me dedica una mirada traviesa pero yo suspiro. Ayaka le avienta el traje a mi tío y él lo mete al carrito.

—Bueno, tenemos que encontrar el vestido perfecto que puedas usar mañana —canturrea Ayaka, y entra a la tienda de vestidos de al lado, dejando a mi tío para que pague el traje.

—Oh, tendremos que ir a ver vestidos de adultos.

Claro, porque mi estatura y complexión física ya no son de una niña. Ruedo los ojos y dejo en claro antes de que me pregunte.

—Quiero un vestido morado.

Claro, yo no sabía que ese color es considerado... Atrevido. Solo hay vestidos morados con la espalda descubierta, escote muy ajustado o falda muy corta. A pesar de que estuvimos buscando durante media hora, no encontramos nada adecuado para mí.

—Alice...

Mi tío toca amablemente mi hombro, pero yo sobrerreacciono y doy un gran brinco desde el piso.

—Oh, se tardó bastante, tío.

La fila es muy larga. No es morado, pero creo que ese vestido será perfecto para ti.

Al otro lado que señala, veo un vestido de escote corazón, con piedritas plateadas en la parte superior y cubierta de tela satinada desde la parte de la cintura hasta el suelo.

C'est quelque chose qu'un enseignant approuverait, non? —pregunta Ayaka en un tono sarcástico, y la volteo a ver confundida, pero me ignora.

C'est quelque chose de totalement acceptable et élégant! —creo que asevera Henry.

Lo único que entendí de la conversación fue que Ayaka dijo algo de un maestro y mi tío dijo que era elegante.

—¿Tienes ganas de buscar otros vestidos, Rui? —cuestiona Ayaka, a lo que yo ladeo la cabeza.

—Ya no importa mucho el color, yo lo que quiero es terminar con esto.

Esta vez soy yo quien guía a Ayaka al probador, y la llevo conmigo dentro del probador. En otra mano llevo tres vestidos iguales de diferentes tallas.

—¿Qué no mi tío fue el que trató de secuestrarme cuando tenía cinco años?

Mi "pequeña pregunta" sale en tono recriminatorio.

—De hecho... Sí, pero te juro que ya no pasará nada, ahora que ya no hay posibilidad de que él se haga cargo de la empresa en sí— farfulla Ayaka, desviando sus ojos al vestido.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Él es el que te secuestró... Pero fue porque si no lo hacía, él se convertiría en el siguiente dueño de la empresa Bérle... Y ahora que nuestro padre es el dueño, él puede dedicarse al campo de la educación.

—¿Es maestro? —pregunto, después de vacilar un momento.

—Es el fundador de la Preparatoria Artística Bérle —ríe incómodamente.

—Claro, el mejor nombre del mundo —digo sarcásticamente y ella ríe—. Aún no estoy convencida con su plan de usarme como mártir, pero intentaré llevarme bien con él mientras no me haga daño.

Luego de eso Ayaka me ayuda a ponerme los tres vestidos, y decidimos que la talla más pequeña es la mejor... En un acuerdo silencioso.

Ese día fue de buscar todo tipo de cosas para la fiesta, no solo perfumes y vestidos; también zapatos, accesorios como aretes, collares, anillos y broches de cabello. Pero eso no es todo... ¡Todavía fuimos a ver ropa casual! Tengo que admitir que fue divertido, pero también un poco agotador.

—¿Está seguro de que nos quedamos de ver aquí? —le pregunto a mi tío Henry cuando llegamos a un estacionamiento de un parque que está enfrente de la torre Eiffel.

—Segurísimo. ¿Quieres ir a caminar a ver si los encuentras más rápido? —cuestiona mi tío, viendo a Ayaka de reojo.

—Claro, yo le puedo enseñar los alrededores —propone mi hermana entre bostezos.

—Bueno, con cuidado, que yo tengo otras cosas que hacer. Las cosas que compraron se las dejaré a las recepcionistas del hotel. Fue un gusto conocerte, Alice —me estrecha la mano, bajándose del carro con nosotras, pero se sube de vuelta, dejándonos de ahí.

—¿Alguien pidió crepas? —Escucho una voz conocida a mis espaldas, y al voltear, Yuuto me sorprende, con dos crepas de fresa en sus manos—. Ten, esta es para ti.

—¡Muchas gracias! —Agradezco, y no puedo evitar sonreír de lado a lado—. Por cierto, ¿dónde está mi papá?

—Fue a dejar unas cosas al hotel, así que me vine solo. Dijo que en un momento nos alcanzaría.

Vaya, qué descuido de su parte.

—¿Y por qué a mí no me trajiste crepas? —reclama Ayaka, dirigiendole una mirada amenazante a pesar de su pequeña estatura.

—No te preocupes, tu padre te traerá no solo una, sino dos crepas —Yuuto le acaricia la cabeza, y Ayaka no se ve muy convencida, pero se rinde después de unos segundos.

—¿A dónde vamos? —mi hermana hace otra pregunta.

—¿Por qué no nos sentamos en una banca del parque por mientras? —propongo y ambos asienten.

El sol ya está empezando a caer y la torre Eiffel resplandece más con el sol de fondo. La mayoría de las personas que van y vienen son parejas, lo que me hace sentir algo agridulce en mi pecho. Ambos terminamos de comer nuestras crepas, pero ni nosotros ni Ayaka transmitimos ninguna palabra.

—Pero mírate, te dejaron el cabello como de seda —Yuuto toca mi cabello, con una expresión maliciosa en su cara.

—¡Oye, déjame en paz!

Intento quitar su mano, poniendo la mía, pero él usa su otra mano para sostenerme. No sé qué pasa por mi mente, pero en lugar de seguir forcejeando, me quedo mirando la mano de Yuuto, seguido por su rostro. Su sonrisa ha desvanecido y su sonrojo es evidente.

—Miren, denle esto a Ayaka.

Alguien rompe nuestro contacto y nos da una crepa a cada uno­: una de vainilla y otra de chocolate.

—Oh sí, Erick.

Le responde Yuuto al hombre de aproximadamente treinta años, estatura promedio, con notable masa corporal y piel rojiza.

—Mira Rui, te he traído unos globos y un oso de peluche... Antes de que Yuuto se aproveche de ti —anuncia mi padre, y mientras me da los regalos, le dirige una mirada penetrante a Yuuto.

—Bueno bueno —dice Erick de manera consoladora—, acomódense para tomarles una foto.

Ayaka se sienta al lado del oso, y yo me siento al lado de Ayaka. Mi papá y Yuuto salen parados detrás de la banca. Creo que en la primera foto los globos taparon a Yuuto, así que para las demás fotos, le sugerí que se moviera a mi lado de la banca. 

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