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Capítulo 2.- Mi vida repetida

Era un día helado, de hecho, la pantalla de su vehículo marcaba dos grados bajo cero, lo que hacía que fuera aún más cuidadoso cuando tomaba una curva. Estaba a diez kilómetros de la ciudad, ingresando a la curva más larga y cerrada de ese camino, la cual justo iba a dar a un puente que cruzaba un rio que en esa fecha tenía un caudal bastante de respeto, por lo mismo tomo la curva con suavidad, y cruzo el puente sin problema alguno, mientras una angustia lo invadió en forma instantánea, y su cuerpo se puso helado en un instante, por más que la calefacción de su vehículo marcara veinticinco grados sobre cero, temblando de frio, por lo que bajo la velocidad de su coche acercándose justo a la orilla del camino, en el punto donde terminaba el puente y descontrolado se bajaría de su auto poniéndose a vomitar sin control, mientras su cuerpo seguía congelado y miraba sus manos casi moradas por el enfriamiento que se había apoderado de su cuerpo en un par de segundos. Mientras corría hacia el puente mirando hacia el lecho del torrentoso río, sin ver su auto ahí, ni nada extraño que pudiera explicar los pensamientos que se iban enlazando en sus recuerdos casi como una trenza. De pie, pasmado sin dejar de mirar el puente y el rio que acababa de cruzar pero que estaba seguro era el lugar donde había muerto. ¿Habrá sido una alucinación?, o las pastillas que le dio su psiquiatra le estaban jugando una mala pasada. Su cuerpo estaba helado y el dentro de su incomprensión tenía la seguridad de que era por la temperatura del agua al momento de ahogarse, ¿Entonces por qué seguía ahí?, de pie y con vida mirando su reloj y dándose cuenta de que era el mismo día con igual hora.

Pero aun podía sentir sus pulmones llenándose de agua, y su sensación de entrega al dejarse llevar mientras perdía la vida. Lo que hacía completamente ilógico el estar ahí, respirando en el mismo puente que no había sido capaz de detener su marcha, lo que producía que vuelva a vomitar insistentemente, solamente producto de los nervios que tenía al no entender nada de lo que estaba ocurriendo, mientras su cabeza le dolía apareciéndole en forma simultánea el recuerdo de cuando cruzaba el puente de su auto pero con dos perspectivas diferentes y en forma absolutamente paralela, vividas de la misma manera, donde en una caía al agua y en la otra seguía manejando. Pero estaba seguro de que no era un sueño, ¿Esa sería la muerte?, era lo que pensaba Guillermo tomando como alternativa que el otro lado podía ser completamente diferente a lo que se había imaginado o lo que le habían contado en las conversaciones de hospital, mientras acompañaba a su hijo por su enfermedad cardiaca.

El aire estaba frio, pero tremendamente limpio, por lo que Guillermo respiraba profundo dando fuertes bocanadas de aire, buscando controlar su emocionalidad y frenar una crisis de pánico que podía dejarlo completamente inhabilitado en una parte de la ruta en que no tenía señal para su teléfono celular. Por lo mismo era importante encontrar la calma y abstraerse un poco de las imágenes que lo estaban invadiendo de distinta forma, a lo que había sido común para él, hasta ese cruzar de puente, debía lograr poner su mente en blanco tal como le había enseñado su terapeuta, para que esta tuviera una instancia de meditación que lo ayudara a retomar la cordura, por lo mismo el hombre respiraba profundo poniendo su atención en forma completa en sentir como sus pulmones y los alvéolos de los mismos se iban llenando completamente de oxigeno mientras a su vez comenzaba a enfocarse en el movimiento de su flujo sanguíneo, concentrándose en como su sangre se movía a través de su cuerpo hasta llegar a su corazón que podía sentir acelerado por la gran impresión que había tenido. Mientras comenzaba a sentir cada extremidad de su cuerpo en forma lenta y como la vellosidad de su piel comenzaba a pararse mientras avanzaba su meditación y al enfocarse en ese punto el frio se hacía más fuerte, justo en ese lugar. Guillermo meditaba hace mucho y sabía que reflexionar no tiene nada que ver con la meditación, que son vías diferentes de una misma carretera, por lo que mantenía su mente completamente en blanco, manteniéndose de píe en ese puente sobre el río por más de treinta minutos completamente conectado con todo.

Todo se intensifica cuando uno está en el estado más profundo de meditación, los ruidos del agua, del viento, de los pájaros, el tacto con el aire a través de la piel y del pelo, la sensación de la temperatura y la conexión absoluta de saber a ojos cerrados como y desde donde llegan los rayos solares hacia uno. Todo se conjuga de forma perfecta con una intensidad de aromas más fina, y una sensación de estar flotando en un vacío completo, pero a su vez acogedor, que te abraza sin pedirlo ya que sólo estas en conexión contigo y con todo sin pensar en nada que pueda arruinar ese sutil pero magnífico momento.

Cuando Guillermo abrió los ojos sentía que había logrado controlarse, que había evitado sus terribles crisis de pánico, por lo que comenzó a caminar hacia su vehículo, sin apurarse ya que debía mantener su estado de relajación. No había razón para correr ni sobre exaltarse, solo conduciría a la ciudad para pasar a revisar inmediatamente sus neumáticos, quizás lo que había recibido era una visión o señal de lo que podía ocurrir con su irresponsabilidad, lo que debía corregir enseguida ya que muchas veces su esposa llevaba a su hija al colegio en ese vehículo, y no podría perdonarse que tuvieran un accidente por haber intentado ahorrar, al no cambiar los neumáticos que ya estaban demasiado dañados, por lo que comenzó a conducir hasta un lugar en que recuperaría su señal de telefonía y cundo lo logro tomo su teléfono y llamo a la entrevista de trabajo para solicitar si podían re agendarla para el día siguiente, que había tenido un accidente y por más que quisiera no podría llegar, la psicóloga laborar accedió a la petición del candidato, ya que este había tenido la deferencia de avisarle con cinco horas de anticipación, lo que hablaba bien de su persona. Mientras el hombre seguía conduciendo directo hacía el taller que le hacía la mantención completa de su coche. Era su taller de hace años y tenía confianza en el trabajo que hacían ahí, ya que con el tiempo tenía bastante franqueza y cercanía con los mecánicos, los que eran honestos y nunca se habían querido pasar de listos con él.

En cuarenta minutos ya estaba ingresando al taller mecánico estacionándose por instrucción del recepcionista en forma directa en uno de los elevadores de vehículos. Cuando se bajó del auto se le acerco Alex su mecánico de siempre, el cual le preguntaría "Hola Guillermo, ¿qué te trae nuevamente por aquí?", El dueño del vehículo contesto sin dejar de mirar al mismo, recordando cómo se había ahogado dentro de esa máquina, indicándole, "Alex puedes revisar los neumáticos por favor, estoy preocupado por ellos", ante lo cual su mecánico lo miro extrañado, pero sin cuestionarlo comenzó a revisar cada uno de los neumáticos del automóvil, no tardado más de cinco minutos en hacer su labor. "Guillermo están todos con la presión exacta, de hecho, me asuste ya que como los cambiamos todos ayer pensé que alguno podría haber salido defectuoso", las palabras del mecánico descolocaron al hombre, a quien recién se les cruzaban los recuerdos de no haber hecho la mantención, pero a su vez le aparecían imagen de que, si había estado en ese lugar el día anterior, confundiéndose cada vez más, pero sin demostrárselo al que estaba frente a él atendiéndolo. Las cosas se estaban colocando cada vez más irracionales, y el miedo comenzaba a apoderarse un poco de él, por lo que prefirió preguntar si le cobrarían algo por la revisión, ante lo que recibió una negativa, espero que bajaran su automóvil para subirse y salir manejando del lugar completamente perplejo, conduciendo hacia ningún lugar en específico mientras apagaba su teléfono para no recibir llamadas de nadie y desconectarse completamente del mundo. ¿Cómo podía tener dos recuerdos distintos en paralelo?, pensaba mientras sentía que su mente estaba funcionando de forma distinta a lo que era habitual, si esa era la muerte, era demasiado rara.

Tomó su maleta la cual tenía en el asiento trasero de su vehículo, sabía que en ese lugar había dejado una caja de ansiolíticos para poder tomarla en caso emergencia, necesitaba relajarse era demasiada información para un solo día. Guillermo tomo la pastilla con desesperación, como esperando que sus problemas se alejarían a medida que está iba haciendo efecto. Luego de eso, condujo su vehículo hacía un estacionamiento cercano, quedándose bajo un árbol, intentaría dormir un rato buscando tranquilidad, dejando atrás lo que le había pasado en el taller mecánico. Estaba completamente despejado, pero era de esos días donde el frío lo llena todo, durmió más de dos horas con el teléfono completamente apagado, con el motor de su vehículo encendido, y con el aíre saliendo caliente para recuperar la temperatura de su cuerpo que aún se encontraba helado. No soñó absolutamente nada ya que su mente había quedado completamente en banco durante todo el rato que es estuvo, ahí, esperando despertar de lo que podía ser un mal sueño y nada más.

Pero al despertar seguía sintiéndose vivo y volvía a encontrarse dentro de su vehículo, más apartado de sus sentimientos gracias a la pastilla que había tomado, la que lo dejaba en un agradable letargo, que arrancaba los pensamientos negativos que su mente le estaba generando, sin darle ningún tipo de tregua. Eran las cinco de la tarde y ya era momento de regresar a casa, no pensaba contarle nada a los suyos, guardarse esa amarga experiencia sólo para él, ¿cómo un día que había comenzado tan bellamente con la imagen de su hijo, se había trasformado en una pesadilla?, era la pregunta que el hombre se hacía mientras volvía a encender el motor de su vehículo para conducir rumbo a casa. Eligiendo la misma ruta para su regreso, volviendo a detenerse en el puente para bajar de su coche y mirar hacia el río con una melancolía tremenda al estar seguro de que ese lugar se lo había llevado, la nostalgia lo invadía, pero de forma más suave mientras veía como el caudal de ese río avanzaba bajando desde los hermosos cerros que en verano eran completamente grises pero que en esa fecha se llenaban de distintas tonalidades de un hermoso verde.

Tenía un poco de miedo de volver a ver a su hijo ya que pensaba que esa imagen que le trajo paz por unos momentos había sido la causante de su desequilibrio posterior, no sabiendo cómo enfrentar un momento similar. De su bolsillo saco su billetera y saco la última fotografía que se habían tomado los cuatro juntos, volviendo a invadirlo el llanto, dejándose llevar por él, aprovechando que se encontraba completamente sólo. Es imposible no llorar al ver una imagen de felicidad como la de esa fotografía, que había sido sacada en un día que habían disfrutado de una forma tan preciosa. De sus ojos salían grandes lágrimas que caían pesada sobre el piso, casi podía sentir el ruido que cada una de ellas producía cuando tocaba velozmente el suelo. Para él ese era el sonido de la pérdida.

Guillermo volvió subirse al vehículo para conducir rumbo a casa, mientras avanzaba por la carretera, no sabía si realmente quería volver a ingresar por esa puerta, eran tantos los sentimientos que lo invadía y era tan fuerte la angustia de ocultar lo que le había ocurrido que no le quedaba más que intentar olvidarlo todo. Quizás eso era lo más sano en ese momento, como dar vuelta la página, reiniciarse e intentar disfrutar a su hija y a su esposa, sin demostrar nada que las pudiera preocupar por su salud física y mental.

El camino a casa se hizo más largo que nunca, cada curva y cada recta ponían a prueba lo que aún queda de él, Guillermo era terco y no lograba asumir que no había aprendido a convivir con el dolor, fue así como llego al estacionamiento de su casa, detuvo su vehículo quedándose dentro del mismo, por un rato, con miedo a abrir esa puerta y encontrarse con los que lo querían.

Cuando bajo del auto y se acercó a la puerta de su casa, le ocurrió lo inesperado, al tocar a la puerta sería Leonardo el que le abriría, abrazándolo y diciéndole "papi te amo mucho", con una voz de intenso amor y llena de vida. Lo que fue muy fuerte para un Guillermo que sin estar preparado para eso se desmayó frente a su hijo. Cuando despertó tendido en su cama lo primero que vio fue a su hija y su hijo sentados a los pies de esta, esperando que su padre se encontrará bien. La imagen tenía completamente descolocado a Guillermo quien los miraba y no hablada, mientras su cuerpo temblaba sin parar. Lo que ahí estaba ocurriendo era completamente ajeno a la naturaleza humana, completamente ilógico y no sabía si era bueno o morboso. Sí de verdad seguía soñando, las cosas se estaban saliendo demasiado de lugar, el colapso nervioso que lo atacaba era lo mínimo que le podía ocurrir a un hombre que volvía a ver vivo, sin explicación alguna, a un hijo que había fallecido hace meses. Era algo extraordinariamente maravilloso y si lo que estaba ocurriendo en ese momento era un sueño, él no podía disfrutarlo y no sabía cómo sentir felicidad alguna. Mientras su mente seguía retorciéndose, trayéndole recuerdos vivos de todo lo que fue el transitar de su vida hasta perder a su hijo, mientras en paralelo tenía vagos recuerdos que comenzaban a aparecer en los que él nunca había muerto. Ambas realidades tan distintas lograban traslaparse dentro de su mente, produciéndole sensación de mareo y angustia, por lo que volvería a quedarse dormido por el ataque de pánico que lo invadió en ese mismo momento, ataques a los cuales los niños al parecer estaban acostumbrados, ya que en lugar de irse abrazaban a su padre para que se calmara.

Guillermo dormiría hasta el otro día, su esposa Liliana no había enviado a los niños al colegio ya que sentía que su padre los necesitaría durante ese día. Ella era una mujer sabia, siempre había logrado cuidar a su marido, por lo que le había dado al hombre sus ansiolíticos y antidepresivos mientras dormía, llamando a su médico para preguntarle si el desmayo y la crisis de pánico eran de peligro, recibiendo una respuesta tranquilizadora de que era algo normal para lo que estaban viviendo como familia, por lo mismo Liliana colgó el teléfono más tranquila, diciéndole a sus hijos que no se preocuparan, que papá ya se recuperaría como siempre había sido capaz de hacerlo, pero Antonia y Leito estaban apenados y preocupados ya que no tenían costumbre de ver a su padre por el piso y sin energía, sentían que era como una batería que estaba con poca carga, por lo que decidieron ir a acompañarlo hasta que despertara.

Pasaron un par de horas y su padre se despertó, encontrándose nuevamente con los niños, el efecto de las drogas lo tenían más tranquilo, mientras seguía sin entender lo que le estaba ocurriendo, ya estaba convencido que estaba en el cielo y prefirió hacer un cambio de estado para comenzar a disfrutar que todo era perfecto nuevamente, intentando asumir la nueva situación sin cuestionarse, quizás su sufrimiento le había traído como premio una eternidad llena de felicidad, ¿quién sabe?, los humanos somos limitados y no tenemos la capacidad de entender el verdadero funcionamiento del universo. Guillermo al sentir que sus dos hijos lo abrazaban y lo mimaban, pensaba que estaba en el límite de la felicidad que él siempre pensaba sería su vida, que le estaban regalando, con una magia desconocida, una nueva oportunidad para gozar de todo, por lo que era una imbecilidad negarse a disfrutarla, aunque sólo se tratara de un largo sueño que se había transformado en dos días de una vida en la tierra. Si estaba loco, no era una mala forma de estarlo, por el contrario, si la locura se traducía en eso no quedaba más que disfrutar a concho de la locura, festejarla y no cometer el error de decir un, pero, mientras sentía que su esposa, tan cariñosa como siempre se acercaba a la habitación con una bandeja para que desayunaran los cuatro en la cama, momento que siempre les había traído conversaciones alegres y momentos que jamás iban a ser capaces de olvidar, por muy pequeños que estos fueran.

Pero Guillermo volvería a sorprenderse cuando su esposa ingreso con una sonrisa a la habitación, ella se veía demacrada y con un pañuelo que cubría su cabeza, su belleza estaba ahí pero no era la habitual, se veía muy enferma y en los huesos, sin dejar de sonreír en ningún momento mientras le daba un beso de buenos días a su marido y cariñosos besos a cada uno de sus hijos, como si la mañana fuera completamente perfecta. Mientras su marido la observaba atónito, ya que ese día que salió de casa, ella estaba completamente sana a la hora de despedirse en la mañana para ir a dejar a Antonia al colegio, y ahora era una sombra de lo que ese día había visto. Sin entender lo que ocurría no quiso cometer el error de preguntar algo que supuestamente debía saber, por lo que le devolvió el beso en la boca y se levantó para ir al baño con la excusa de lavarse la cara. Cerrando la puerta de este a penas ingreso, abriendo la llave del agua para que corriera fuerte mientras abría el cajón del mueble bajo el vanitorio donde siempre habían guardado la caja de remedios, empezando a inspeccionarlos en forma cuidadosa y sin hacer ruido para que ni ella ni sus hijos se enteraran de lo que él estaba haciendo. Extrañamente no encontraba ninguno de los remedios cardíacos de Leonardo, y la caja de remedios siempre había estado llena de estos por la enfermedad que su hijo menor tenía. Pero también le llamaría la atención que había remedios que nunca había visto en esa caja y los reconocía muy bien por las enfermedades que había conocido mientras estuvo cuidando a su hijo antes de morir, eran remedios para el cáncer terminal, ¿cómo podía ser?, mientras su hermoso sueño se volvía a transformar en pesadilla, estaban los cuatro juntos pero lo que sufría Liliana se alejaba completamente de lo que él pensaba era un vivir eterno en forma idílica, el destino traía de vuelta a uno de ellos que había padecido de una grave enfermedad hasta fallecer y comenzaba a llevarse al pilar de la familia que hasta el día anterior siempre había estado fuerte y sana. ¿qué pasaba en ese lugar?, ¿por qué merecía tal castigo?, se preguntaba mientras se miraba al espejo y comenzaba a mojar su cara para intentar despertar de la pesadilla, lo que no hacía efecto alguno, mientras en su cabeza aparecían recuerdos de algo que sentía no haber vivido jamás, de eternas visitas al médico acompañando a su esposa, de interminables quimioterapias a causa de un cáncer de mamas que él nunca vio venir, ya que nunca había vivido, pero los recuerdos comenzaban aparecer sin control dentro de su cabeza por lo que seguía mojando su cara como intentando frenar una mente que sentía completamente descontrolada.

Mientras sentía desde la habitación los gritos de Leito que le decían "papi apura", lo que lo desconcertaba aún más. Por lo que salió del baño para desayunar con los suyos, mientras Liliana le decía "mi amor, no te olvides que hoy me debes acompañar al médico a ver los resultados de los últimos exámenes. Estoy tan segura de que van a salir bien que me encuentro completamente ansiosa", por lo que Guillermo miro con una sonrisa a su mujer diciéndole, "obviamente me acordaba que debía acompañarte mi amor, tengo tanta ansiedad como tú de conocer los resultados", siguiéndole el juego a ella, mientras besaba su boca para mantenerla tranquila.

Esa tarde dejaron a los niños donde los vecinos, que eran sus amigos desde que se mudaron fuera de la ciudad, era la oportunidad en que el matrimonio estaría solo dentro de ese coche, que manejaba Liliana ya que amaba conducir, era algo que le encantaba porque sin querer le recordaba los mejores momentos de su niñez, cuando era la regalona de su padre. Iban escuchando la música con que se conocieron, las baladas de la banda Chicago que tanto le gustaban a ella, mientras veía que comenzaban a llenársele los ojos de lágrimas a su querida esposa mientras manejaba por ese camino hacia la ciudad, "sabes que hoy no nos ira bien. Es la tercera vez que me hacen el examen y en lugar de ir mejorando siempre sale peor y de verdad no siento mejorías dentro de mí. Tengo tanto miedo amor de dejarte sólo con los niños, ya que amo cada día que estamos juntos", fueron las palabras de la resignada enferma que se pondría a llorar, por lo que tuvieron que detener su marcha para que él le diera tranquilidad y cambiaran de conductor para que ella pudiera descansar, era fuerte por lo que había pasado, las quimioterapias y la radiología la tenían más débil que nunca y hasta el momento, por lo que se enteraba Guillermo y las imágenes que aparecían como flashback en sus recuerdos, los resultados de sus esfuerzos no la llevaban a buen puerto y el cáncer se seguía expandiendo por los distintos órganos de su cuerpo, sin detenerse ni dar tregua.

"Mi amor, ten un poquito de fe ya hemos salido de cosas peores en nuestra vida, eres la mujer más fuerte que conozco y tengo claridad de que vas a salir bien. Tú sabes que te conozco demasiado. Te necesito fuerte, no es momento de entregarse ni entrar en pánico, ya hemos conocido mujeres que han salido de lo mismo, sólo te pido aguantar y pensar positivamente", eran las palabras que sin pensar salían desde la boca de Guillermo, para calmar una situación de la cual recién se estaba familiarizando, mientras nervioso se acercaba al puente donde se había iniciado todo, conduciendo lentamente por él, con miedo a las sensaciones que este le producía, si pudiera haberlo evitado hubiera tomado otro camino para ir hacia la clínica.

Cuando llegaron al médico no tuvieron que esperar mucho antes de que él los atendiera, su doctor ya había revisado los exámenes, por lo que pidió al matrimonio que se sentaran en la consulta y lo esperaran, no era una buena noticia que el pusiera un vaso de agua para cada uno de los esposos. El rostro del doctor anticipada lo que iban a escuchar, "estimada Liliana, estimado Guillermo, estoy completamente impresionado por la batalla que ustedes han dado juntos como matrimonio, para mí no es fácil decirles lo que tengo que informarles en este momento", marido y mujer estaban tomados de las manos, apretándolas fuerte para escuchar lo que tenía que decirles.

"Los exámenes no han salido como esperábamos después del largo tratamiento que hemos aplicado, lamentablemente el cáncer se puso mucho más agresivo, ramificándose de manera tremenda. Me gustaría decirles que hay más cosas que podamos hacer, sin embargo, ya llegamos al final del camino.

Querida Liliana, ya no te quedan más de dos meses de vida, podemos seguir trabajando el cáncer, pero yo te recomendaría aprovechar el tiempo que te queda disfrutando con tus hijos y tu marido. Lo lamento mucho". Las palabras del médico fueron como cuchilladas en los cuerpos del matrimonio que llevaba casi veinte años junto. El impacto de la noticia los había dejado sentados en sus sillas sin poder hacer gestos ni demostrar emociones, estaban completamente estupefactos, por lo que volvieron a casa sin decir ni una palabra, tampoco hubo llantos, mientras no dejaban de pensar. Fue un viaje que se hizo eterno.

Cuando llegaron a casa, Guillermo acostó a Leito ya que debía ir a clases con Antonia al otro día y después acostaría a una cansada Liliana, que seguía callada con la vista perdida al infinito, mientras él, que conocía lo que era fallecer, no tenía palabras para consolarla a ella ni para consolarse a él mismo, por lo que solo la acaricio y la abrazo hasta que ella se quedó dormida, para después caminar hacia la sala de su casa, y olvidándose de las recomendaciones de su médico saco una botella de vodka que tenía en la hielera, comenzando a beber lentamente buscando alguna respuesta de sus problemas en el fondo de ese vaso, sin parar de beber hasta quedarse dormido sentado en el sillón. Esa noche su mente soñaba más de una cosa al mismo instante, ambas pesadillas lo mostraban ahogándose nuevamente en el río, mientras al mismo tiempo se veía en el funeral de Liliana.

Las pesadillas eran tan fuertes y pesadas que Guillermo prefirió levantarse y partir a la ducha y prepararse para llevar a los niños al colegio, llevándole cariñosamente el desayuno a la cama a su esposa, la cual lo recibió sin hablar, ya estaba despierta, pero seguía con la mirada perdida hacia la nada, esa mujer no era capaz de imaginarse fuera de quienes eran su vida, morir era una opción que nunca había puesto como resultado mientras lucho arduamente por vencer el cáncer. Lamentablemente sentía que había fallado y que dos meses eran demasiado cortos para todos los deseos que tenía de ver crecer a sus hijos.

Mientras Guillermo, dejo a los niños en el colegio y decidió volver a casa, deteniéndose a fumar un cigarrillo en el puente de su perdición, cerrando los ojos mientras estaba parado sobre él, cómo pidiendo consejos al cielo, necesitaba, aunque sea un pequeñito rayito de luz que lo ayudara a develar las turbulencias que estaba teniendo su mente o imaginación. Si estaba loco no entendía como un médico no le daba una pastilla para dejar de alucinar y si estaba muerto estaba llegando a concluir que en lugar de haber partido al cielo vivía en el infierno como consecuencia de los errores que había cometido en el trascurso de su vida, estando en un paralelismo raro entre la vida y la muerte, sin saber realmente en cuál de los dos polos estaba, pero eso no valía la pena develarlo si se posicionaba en el hoy y las respuestas que necesitaba para esa realidad pasaban en como devolver la vida plena a Liliana. Estuvo una hora parado en ese lugar, mirando el paisaje y mirándose a sí mismo. Sin saber si valía la pena seguir intentando conseguir respuestas o explicaciones, después de terminar de reflexionar subió a su vehículo para conducir hacia su casa a estar con su esposa. Necesitaba darle fuerza para intentar salir en busca de un milagro a través de algún tipo de terapia o medicina alternativa. No pensaba quedarse a la espera de su partida sin llevar a cabo su última pelea, pero para eso, ella debía estar dispuesta, y debía ser respetuoso con sus decisiones.

Cuando estaciono en casa, se bajó con energías de su coche, necesitaba notarse feliz y con fuerza para dar la mejor mañana a Liliana y que disfrutara cada segundo de su vida, haría que se levante para llevarla a pasear cerca del colegio de los niños tal como lo hacían hace años cuando eran tan solamente novios, le daría un día de flores y de galanteo, seduciéndola como si fueran jóvenes. Después buscarían a los niños para ir a cenar juntos y comer el sushi que todos ellos amaban, para reír en un restaurant tal como le gustaba a sus hijos y a su esposa, debía olvidarse de sus propios fantasmas y vivir lo que al parecer en su mente era una vida, de la mejor forma posible. Por lo que entro cantando a la habitación viendo que Liliana seguía tendida de espaldas hacia él, en la misma actitud que había estado desde que el médico le dio la noticia del avance de su enfermedad, por lo mismo él se acercó a acariciar su cabeza completamente calva por los efectos del tratamiento, sintiendo su piel demasiado helada, comenzando a hablarle sin escuchar respuesta, para girar su cuerpo y darse cuenta que ella estaba acostada sin vida, mirando que a su lado había un frasco de pastillas que se había tomado completo y una carta que decía "Los amo con todo el corazón, son todo para mí. Pero no quiero que me vean peor que ahora, quiero que me recuerden como siempre fui. Estaré en el cielo esperándolos a los tres. Los amos y perdónenme". 

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