Capítulo 1.- Fallecer bajo el agua
Guillermo estaba sentado en el patio de su casa, la cual había comprado meses después del fallecimiento de su hijo menor de cuatro años de edad, el vio en esa compra la oportunidad de huir lejos de la ciudad y del rostro de sus vecinos, los cuales sin ninguna mala intención lo hacían recordar todos los días la perdida que había sufrido, ya que donde se topara con ellos, estos lo miraban con cara de pena como queriendo darle algún tipo de consuelo, lo que lamentablemente en lugar de sacarlo de su estado depresivo no había más que recordar en su mente y en su corazón la ausencia de una de las personas que más había querido en su vida. Él sufría en silencio, pero aún tenía una esposa y una hija de las cuales tenía que hacerse cargo, por muchas ganas que tuviera en algunas oportunidades de huir lejos de todos los que conocía, ya que en la cara de cada uno de ellos veía reflejada la imagen de su pequeño Leonardo y las vivencias que este había tenido con cada una de las personas que quería.
Esos eran los principales motivos por lo que el adolorido padre había dejado la ciudad y su trabajo sin tener nada concreto para hacer todavía, él sólo necesitaba encontrar una paz que no conseguía por más que intentaba de buscarla atreves de sus ansiolíticos y antidepresivos. Remedios que le impedían beber la cantidad de alcohol que hubiera deseado consumir con el sólo afán de olvidar. Pasaba horas en su patio intentando de construir una huerta que lo mantuviera ocupado y con su mente distraída en algo, aunque fuera básico, mientras fumaba a escondida de los suyos un cigarrillo de marihuana como buscando tranquilidad en medio de la autodestrucción. Los límites entre esos dos estados son casi invisibles y Guillermo lo sabía, ya que el ser humano en muchas oportunidades busca abstraerse de la realidad generando adicciones que terminan transformándote en una persona completamente distinta.
Por lo mismo aprovechaba cada minuto de soledad que tenía para beber, fumar, escuchar música mientras lloraba desconsolado, aprovechando que no estaba presente su hija mayor ni su señora, el intentaba ahorrarles el sufrimiento de contemplar en el estado real en que se encontraba, viendo que ellas se esforzaban día a día en curarse pero él sentía que se estaba transformando en un lastre para el avance del duelo de ambas, ya que no tenía la capacidad de vivir un duelo que le permitiera curarse a él mismo. Nadie le había enseñado las implicancias que le trae a una persona y a su espíritu la pérdida de alguien tan cercano, la verdad, aunque se lo hubieran intentado de enseñar o se lo hubieran comentado, era completamente distinto vivirlo a carne viva, el saber que parte de ti ya no se encontraba en este mundo, que ya no volverías a verlo cuando abrieras la puerta al llegar desde tu trabajo. Era una pena demasiado grande como para poder soportarla, más si le causaba envidia el saber que otros podían soñar con su hijo y él no había podido tener nunca ese privilegio desde que este falleció, justo en los brazos del agobiado padre, quien debía soportar ver partir a su hijo sin poder hacer nada para evitar esa locura.
Esa vil experiencia no lograba salirse de su cabeza y lo tenían aún más lleno de canas y cada vez más separado del mundo real, ese momento había sido tan definitorio en la línea de su vida, que veía difícil lograr poner marcha atrás y transformarse en el hombre que alguna vez había sido. Lo que sentía que quedaba de su persona no era más que una sombra, imposibilitado de entregar amor como lo hacía antes al sentir un vacío demasiado intenso, tremendamente profundo, del cual no era capaz de hablar, ni con sus amigos, ya que la angustia lo atacaba cada vez que quería hacer mención de este, sintiendo que era mejor retroceder y abstenerse a tocar el tema con cualquiera de ellos. Sabía que lo apoyarían, pero jamás podrían lograr ponerse en los zapatos reales de lo que era una pérdida como esa, ante lo que sus amigos y amigas no tenían la culpa, y mejor que fuera así, ya que Guillermo adoraba a sus hijos, el problema radicaba en otro ámbito, en el que era posible ser verdaderamente empático con lo que el pasaba.
Una de sus formas de abstraerse para desaparecer del radar de los otros era el subir un cerro cercano a su casa, caminando kilómetros sobre el mismo sin detenerse ni para darse un respiro, ya que esa acción le permitía no pensar mientras avanzaba, no se necesita demostrar los sentimientos cuando haces deporte, lo que transformaba su andar en lo más parecido al caminar de un zombi que sin detenerse avanza sin destino, como esperando perderse a través de la nada sin tener que regresar a ningún lugar. Lo que a veces era la fantasía que él tenía, por mucho que amaba a su hija y que se aferraba a la mujer de su vida, el seguía pensando en subirse a un avión con un pasaje de ida y desaparecer en china o en india donde entre los millones de personas que existían en esos países, podría perderse con facilidad transformándose en un ermitaño alejado del mundo de los sentimientos.
Otro de los escapes de Guillermo era subirse a su auto y manejar horas sin ningún destino, sólo escuchando música y llorando lejos de otros seres humanos, de hecho, su automóvil era quizás el único ente que lo había visto llorar en la mayor cantidad de oportunidades, mientras su chofer conducía hablando a su hijo hacia el cielo como rezando que este lo escuchara y se encontrara bien, sin pedirle nunca a él que le diera algún tipo de paz interior para no afectar su proceso ni su descanso. A él le daba miedo que su llanto y su pena se transformaran en otro tipo de sufrimiento para el hijo que había perdido, ya que por sus vivencias estaba convencido de que existían algo distinto cuando uno partía de este mundo, debido principalmente al tiempo que estuvo en el hospital acompañando a su hijo, donde escucho las historias de la gente que tenía familiares que habían partido y por alguna razón habían vuelto a despertar, algunos de ellos tenían nociones del viaje que habían tenido y particularmente, todas coincidían entre ellas. Cosa que el hombre no comentaba a muchos porque lo podrían creer loco por sus conjeturas.
Es fácil perder la razón, era lo que pensaba Guillermo cada día, ya que nunca había creído en las depresiones hasta que le tocó vivir una de las peores a él, sintiendo que no tenía el control de su emocionalidad ni muchas veces de sus actos, entendía que la fragilidad de su persona y de cualquier ser humano era muy superior a la que nos enseñaban desde que éramos niños. Él nunca había temido a la muerte, todo lo contrario, él siempre la había mirado como respeto como parte de una de las etapas más de la vida, su mirada budista lo había acompañado los últimos años, pero se había esfumado cuando la muerte había llegado a uno de los suyos, lo que enviaba sus creencias a la basura por más arraigadas que las tenía en cada una de las células de su organismo. Es fácil filosofar con la desgracia de otro, pero es muy distinto cuando el que está encerrado en la pena es uno mismo, pensaba mientras fumaba el quinto cigarro de tabaco seguido, ya que había perdido toda noción del autocuidado, sin hacerlo en forma adrede, solamente ya no podía encontrar la diferencia entre el cuidarse y no cuidarse, lo que muchas veces hacía que se auto recrimine, acción que le duraba poquísimo hasta volver a caer en sus oscuros vicios.
El último mes, pasaba sus días intentando de reintegrarse al mundo laboral, estaba desesperado por volver a sentirse útil, además sus ahorros ya se habían acabado y las responsabilidades de mantener una familia no desaparecían a la hora de querer vivir en el dolor, por lo que no podía quedarse pegado en su auto flagelamiento y debía comenzar a movilizarse nuevamente aunque no se sintiera en sus más plenas capacidades para hacerlo, era importante lograr remecer su cerebro y volver a transformarse en el profesional que siempre había sido, además, sentía que un trabajo le permitiría sentirse ocupado lo que haría que los días pasen más rápido y el foco de sus pensamientos se dirigieran hacia otro lugar, lo que sin pensarlo podría llegar a ser sanador, apoyándose en sus amigos para volver a encontrar un empleo lo más rápido que fuera posible, y no estar tanto en casa ya que no le estaba haciendo para nada bien, transformándola de un lugar de refugio, o casi, su prisión personal alejando de ella a todos los que podía, eligiendo con pinzas cada vez más al círculo que lo rodeaba limpiando de su plano personal a toda persona que sintiera pudiera hundirlo un poco más.
Vivir fuera de la ciudad es un agrado, rodeado de la naturaleza, con poco ruido y con suficiente espacio para caminar sin el horroroso ruido que en la ciudad provocan los vehículos, las construcciones y el caminar de multitudes, lo único malo de las distancias eran los grandes desplazamientos que debía realizar para ir a alguna reunión o entrevista de trabajo, conduciendo por un camino rural que era hermoso y lleno de árboles, pero que no dejaba de tener peligros a causa de los conductores que piensan que viven solos en el mundo y manejas a velocidades como si estuvieran corriendo una carrera. Esa era una de las únicas complicaciones de la decisión que tomo con su familia al huir desde el departamento en el cual vivían en uno de los puntos de mayor movimiento de su capital.
Cada vez iba menos al cementerio a ver a su hijo, no porque se hubiera olvidado de él. Le costaba demasiado recuperarse cuando iba y leía su nombre en la lápida, ya que ese era uno de los momentos más concretos en que debía asumir que se encontraba bajo tierra, fallecido y sin posibilidad alguna de volver. Cuando dejaba flores junto a él, en lugar de sentir alivio lo invadían todos los pesares existentes en la tierra, absolutamente todos, quedando en un estado de absoluto silencio, pasmado al no entender por qué el nombre de su hijo estaba ahí, cuando la naturaleza si fuera justa hubiera tenido grabado el suyo en esa lápida. Lo justo es que los padres despidan a los hijos y no lo contrario, lo otro era solo una cruel jugada del destino, que a veces hacían que mirar al cielo como explicándose porque dios le había enviado un dolor de esa envergadura, entendiendo que el pesar que tenía su esposa era inconmensurable al que el sentía desde que se acostaba hasta que se levantaba, todos los días como un tremendo e interminable calvario, que sabía que no se detendría hasta el último momento de su vida, ya que sería imposible recuperarse alguna vez de lo que le estaba ocurriendo y no entendía cómo sería capaz de vivir el resto de su vida en un estado semejante.
Esa situación generaba peleas y estaba distanciando a la pareja, ya que su esposa no entendía el porqué, no era capaz de acompañarla al lugar donde se encontraba su hijo, ella sabía que él estaba sufriendo, pero en este tipo de situaciones el dolor es vivido de forma tan distinta entre las personas que lo padecen, que ella no era capaz de comprender, por más que lo intentaba, la lejanía de Guillermo, que estaba cada vez más cerrado y distante, siempre presente en cuerpo pero como no escuchando y perdido cuando se le hablaba. La escena era rarísima al verlos juntos, ya que él se sentaba a escuchar y realmente las palabras no causaban nada en él, solo las escuchaba sin encontrarles sentido, ya que la vida había dejado de tener sentido para su persona, siendo incapaz de confesárselo a nadie, ni siquiera a su psiquiatra al cual sentía engañar bien cuando lo visitaba, intentando demostrarle que estaba pudiendo sobrellevar de buena forma las cosas, él intentaba de actuar como lo había hecho por años, mostrando felicidad donde realmente no la encontraría jamás. Sintiendo que cada vez se estaba transformando en una peor compañía para quienes lo rodeaban, siendo incapaz de entregar valor o ser realmente sincero de lo que estaba pasando con su existencia.
Por más que leía libros que intentaran darle paz de lo que ocurría cuando dejábamos nuestros cuerpos, él se encontraba con más interrogantes que le provocaban un aumento de su estado ansioso, huyendo de toda realidad que hablara de un tema que se estaba transformando en tabú para su alma. Ya no toleraba escuchar hablar sobre muerte, problemas o sobre su hijo, eran conversaciones que se tornaban cada vez más incomodas para él, pero que salían naturales al resto de su familia, por lo mismo prefería pararse y alejarse, lo que para los otros era una señal de cosas absolutamente distintas y él entendía de que los otros no tenían la culpa de que no estuviera ni estaría preparado para volver a hablar de ciertos temas. Guillermo se sobrepasaba con facilidad cuando escuchaba el nombre Leonardo ya que no podía verlo ni sentirlo lo que estaba llevándolo a un límite tal que hacía que le doliera hasta el último músculo de su cuerpo, lo que provocaba que se tendiera por horas haciéndose el dormido para que nadie lo molestara, cuando realmente estaba despierto y lo único que buscaba era que lo dejaran sólo, tranquilo dejando que su vida pasara sin ninguna trascendencia, que se fuera lo más rápido que se pudiera como teniendo una leve esperanza de volver a encontrarse con la persona que consideraba su mejor amigo en el universo, ya que para él, Leito trascendía de lo que era tan sólo un hijo, era mucho más, tan importante como el sol para la vida que crece en nuestro planeta, tan importante como el agua que da vida, su ausencia era el símil de un desierto dentro de sí mismo, teniendo mucho pero sintiendo que ya había solo un túnel sin final que no llevaba hacia ninguna parte.
Los días y las noches pasabas sin cronologías claras para Guillermo, quien se encontraba perdido en qué fecha se encontraba, perdiéndole el apego a los horarios y a la importancia de un lunes, martes o un domingo, todo era completamente plano, igual, infinitamente repetido, sin sustancia ni luz.
No era una bonita forma de pasar la vida, sin embargo, el resto de su núcleo familiar lo necesitaba entero, a un hombre que siempre había demostrado saber levantarse de las adversidades y sacar a los suyos de cualquier apuro, él sabía las expectativas que tenían los suyos con las cosas que era capaz de hacer cuando se lo proponía, él no había perdido la fe en sus capacidades ni en su empuje, tenía claro que era inteligente, pero es muy distinto tener ganas. Algunas veces sentía que sería hermoso que nadie tuviera expectativas con respecto a él, que nadie tuviera ni la más remota idea de exigirle algo, ya que todos lo veían tan capaz, pero él se sentía tan vacío, tenía que hacer nuevamente un esfuerzo por actuar y parecer que volvía a ser la persona que murió al mismo tiempo con su hijo. Él estaba convencido que ese día no solamente el alma del pequeño había dejado su cuerpo, que la suya también había aprovechado de irse a jugar con la de él al infinito, quedando en la tierra solo la cascara de lo que era como ser humano, solo un androide que seguía en movimiento sin el famoso y tan hablado espíritu humano. Pero la vida era de otra forma y debía vestirse con un buen traje para salir a mendigar un trabajo, a través de sus contactos y de oficina tras oficina, casi como una procesión a un lugar donde ni siquiera quería llegar, pero había que traer comida a la mesa, pagar la renta y darle lo mejor a quienes amaba, sin poder demostrárselos como lo hacía antes con tanta naturalidad.
Por lo mismo, ese lunes salió al patio de su casa, encendió un cigarrillo mientras se tomaba un café, para darse fuerzas en salir a buscar trabajo. Justo frente a los muebles de la terraza de su patio estaban los grandes ventanales que llegaban directo a la sala y el comedor de su domicilio, mientras fumaba y tomaba su café levanto su cabeza en forma involuntaria observando directamente al vidrio de la puerta, con que accedía de su patio hasta dentro de su hogar. Para su sorpresa en el vidrio y el reflejo que este mostraba de su patio, vio a su hijo en forma clara, completamente feliz y de pie vistiendo las ropas de colores que más le gustaban, Guillermo pensó que estaba alucinando y que la imagen desaparecería en el momento siendo solo una mala jugada de su mente, sin embargo su hijo seguía mirándolo fijamente a sus ojos con la sonrisa que siempre le había dado y saludándolo tiernamente con su mano como queriendo entregarle paz a su padre de una vez por todas, fue un momento que duro casi tres minutos, demasiado real y carnal para ser una alucinación o para ser mentira, por el sentimiento que lo invadía, lo que causaba en su interior y el olor a su hijo que lograba percibir con claridad y que no sentía desde que lo beso antes de que sellaran su féretro. Era una verdadera imagen de él, completamente vivo lo que tenía completamente descolocado a Guillermo situación que producía aún más risa en Leito que lo miraba y se reía de la cara de idiota que tenía su padre en ese momento. Antes de que el reflejo de quien amaba desapareciera, ambos al mismo tiempo se enviaron un beso con sus manos tal como solían hacerlo en vida.
Cuando la imagen de su hijo desapareció, Guillermo se lanzó sobre el ventanal y se puso a llorar mientras lo tocaba, completamente desconsolado por una imagen que había sido demasiado hermosa, completamente pura, sintiendo que era el regalo que tanto había esperado en su silencioso sufrimiento, mientras no dejaba de besar el vidrio y tocarlo sin encontrarse la imagen de su hijo presente ya en ese lugar.
Era una señal de que las cosas debían cambiar, su hijo quería verlo bien por lo que bajo directamente a alegrar la vida de su padre mostrándole lo bien y feliz que estaba, eso reincorporo de alguna manera el alma que Guillermo había sentido perder hace varios meses, teniendo como primera idea llamar a su esposa e hija para contarles, de lo cual se arrepintió rápido, ya que no quería que pensaran más cosas extrañas de él, además, sin ser mezquino ese había sido un regalo solo para él, había sido un momento tan importante como ver nacer a su amada hija o cuando nació el mismo Leonardo, siendo él el primero en cargarlo, situación que se repitió con su partida. Como que extrañamente dios se estaba volviendo a apiadar de su alma, como queriendo levantar y despertar al hombre que siempre había sido.
Por lo mismo fue al baño y lavo su cara, no podía llegar a una entrevista con señales de que había llorado, después lavo sus dientes para eliminar un poco el olor a cigarrillo el cual ya tenía pegado por lo mucho que estaba fumando, desde que su hijo cayo en la enfermedad que acabaría posteriormente con su vida. Luego se puso su chaqueta y tomo su maleta para subirse a su vehículo, sintiendo aún el aroma de su hijo en su cuerpo, era demasiado extraño lo que le había ocurrido sin significar que eso fuera algo malo, para él había sido un momento que aún no podía terminar de digerir, sensación a la cual ya estaba acostumbrado después de todas las cosas que le había tocado vivir.
Guillermo encendió el motor de su vehículo y comenzó a conducir hacia la ciudad, lamentaba tener que ir a un lugar al que le había perdido el cariño, pero la aparición de Leonardo significaba algo y no podía detenerse en la búsqueda de normalizar su vida y la de los que quedaban con vida en esa casa, los suyos merecían que él sacara lo mejor de sí, aunque fuera complicado volver a esa versión de su persona, por lo mismo conducía esperanzado en que ese día sería uno de mejores resultados, había llovido en la noche y después bajo la temperatura bajo los cero grados, por lo cual había que ser precavido por la escarcha que había sobre la vía. Los neumáticos y el modelo de su auto eran para correr, más que para la conducción en pistas con hielo, por lo mismo debía manejar con más cuidado ya que el auto tendía a balancearse en forma lateral cuando se enfrentaba al hielo, y por más que sus neumáticos fueran más gruesos de lo habitual eso no contrarrestaba que el punto de equilibrio del auto se afectara con ese clima.
No iba apurado, ya que siempre salía con antelación cuando tenía una reunión, le gustaba llegar antes al lugar para ver donde estaba el edificio donde lo entrevistarían, buscando un estacionamiento cercano y una cafetería para beber un café, ya que siempre llegaba justo cinco minutos antes de una entrevista, él pensaba que llegar mucho antes denotaba desesperación y llegar atrasado mostraba negligencia, causas suficientes como para que nadie quiera cometer el error de contratarlo, de hecho esos eran parte de los detalle en los cuales él se fijaba cuando contrataba personal estando con empleo. Guillermo no perdonaba a nadie que llegara atrasado a una reunión sin una buena excusa, por muy bueno que fuera su historial laboral, era cuidadoso con el tiempo de los otros y exigía el mismo respeto por su tiempo. por lo mismo era de partir antes a las reuniones entendiendo que no podía controlar los tacos, los tipos que manejaban muy lento ni los accidentes que frecuentemente hay en la carretera. Siempre es mejor ser precavido, por lo mismo nunca había tenido accidentes graves cuando conducía.
Era un día helado, de hecho, la pantalla de su vehículo marcaba dos grados bajo cero, lo que hacía que fuera aún más cuidadoso cuando tomaba una curva. Estaba a diez kilómetros de la ciudad, ingresando a la curva más larga y cerrada de ese camino, la cual justo iba a dar a un puente que cruzaba un rio que en esa fecha tenía un caudal bastante respetuoso, por lo mismo tomo la curva con suavidad, recordando que ese día debía cambiar un neumático que le había presentado muchas fallas el último mes, teniendo que re inflarlo en forma constante. El hombre era cuidadoso en revisar muy bien su vehículo antes de salir de su casa, pero justo ese día, por todo lo que había pasado en su casa no había hecho el ritual acostumbrado, por lo que al tomar la curva sintió que la cola de su auto perdió el control entre el hielo, mientras su pantalla le indicaba que uno de sus neumáticos había perdido completamente la presión, siendo el peor lugar para que le ocurriera eso, cambiando de pista sin querer, sin poder controlar el vehículo con un neumático menos y en una pista saturada por el hielo, todo eso justo cuando iba en la curva más peligrosa de toda la ruta, encontrándose de frente con un automóvil que venía bien y en la pista que le correspondía, pero con el que chocaría de frente por culpa del condenado neumático, girando su manubrio para evitar dañar a los ocupantes del otro vehículo, perdiendo el control del suyo chocando directamente con la barrera del puente, la cual por no tener mantención hace años no pudo contener el impacto y se destruyó sin poder detener el vehículo de Guillermo cayendo en seco directamente al fuerte caudal de un rio más profundo que lo habitual, por las lluvias de la época.
Por suerte Guillermo siempre usaba su cinturón de seguridad y pudo mantenerse consciente cuando impacto contra el puente, pero comenzó a desesperarse al ver que a su automóvil comenzaba a ingresar agua, mientras de a poco se iba hundiendo en el rio. Intentaba reaccionar rápido en sacar su cinturón de seguridad, pero el nerviosismo hacía que toda tarea se pusiera compleja, mientras el agua ya llegaba hasta su asiento y seguía ingresando sin parar. Por fin logro sacar su cinturón, pero mientras intentaba abrir las puertas no tenía éxito por más fuerza que aplicaba, la presión del agua y lo rápido que se estaba hundiendo, se sumaron al impacto que trabaría las puertas de su vehículo, quitándole opciones de salir por una de ellas. Por lo mismo comenzó a buscar algo para destrozar un vidrio, perdiendo tiempo valioso que le permitiera huir de ese lugar, ya que por más que busco no encontró nada que lo ayudara.
Posteriormente comenzó a patear el parabrisas delantero del vehículo, el cual había reforzado hace muy poco para evitar daños si alguien lanzaba una piedra contra él. Sus golpes eran fuertes, pero fueron haciéndose menos efectivos a medida que aumentaba el volumen del agua donde se encontraba y el frio de la misma lo ponía mucho más lento. El agua ya llegaba a su cuello y rezaba porque el fondo del río no estuviera mucho más abajo.
Pero el automóvil se seguía hundiendo y él seguía golpeando el parabrisas con desesperación. Es increíble querer desaparecer y cuando se cumple tu deseo darte cuenta de que no es lo que querías, sentir que necesitas más tiempo, como queriendo cambiar las perspectivas de tu mirar. Eso le pasaba a Guillermo mientras su auto se iba llenando con el torrente de agua venida del rio, a medida que más se llenaba su auto de la helada agua venida del mismo, más despertaba de su letargo y se acordaba de su esposa e hija, luchando por sobrevivir al accidente. Casi como un chiste cruel revivía completamente del letargo que se encontraba durante tantos meses, queriendo escapar para tener una nueva oportunidad, sobre todo si esa misma mañana había encontrado un poco de paz al estar nuevamente con su hijo.
Mientras el agua ya llenaba casi por completo su vehículo y el en su desesperación podía respirar gracias a los tres centímetros de separación que había entre su bica y el techo de su automóvil, único espacio que quedaba sin agua y donde quedaba un poco de oxígeno para poder respirar, un pequeño espacio que determinaba el límite de la vida con la muerte, un pequeño lugar que no cambiaba de ninguna forma la suerte que iba a vivir Guillermo ya que su pesado auto seguiría hundiéndose sin importar lo que ocurriera con su dueño.
Lamentablemente, él podría encontrar la paz que buscaba, pero de la peor manera posible, lo que se alejaba de sus peores pensamientos cuando buscaba una forma de abstraerse del mundo, mientras arrepentido rezaba y pedía otra oportunidad, después de haber deseado por tantas oportunidades que su vida acabara pronto. Malditos deseos que a veces se hacen realidad, pensaba el pobre hombre mientras el agua seguía subiendo y el espacio para respirar era cada vez más pequeño, sin haber podido encontrar una forma de huir de ese vehículo.
Pronto el agua llenaría completamente el automóvil de Guillermo, sin que hubiera podido huir de ese lugar por más que lo había intentado, ya no había ningún espacio donde sacar la cabeza o la boca para respirar, el tiempo se le había acabado, mientras sus piernas ya no tenían fuerzas para seguir golpeando un parabrisas que no había podido romper con ninguno de sus golpes.
Estar debajo del agua completamente encerrado en un lugar del que no puedes salir, te hace sentir como un pez en una pecera pequeña y mal cuidada, de esas que sabes que mataran a tus peces, así se sentía Guillermo, sin ningún lugar más donde respirar, viviendo solo de su último aliento, mientras su vehículo llegaba hasta el fondo del río cubriéndolo completamente, sin tener ya ninguna posibilidad de cambiar su historia, por lo que se dejó llevar mientras flotaba dentro de su auto y aceptando que era su final se despidió de su hija y de su esposa, para comenzar a dedicar sus últimos momentos a su hijo entendiendo que por fin volverían a tocarse y acompañarse, si ya era el final, no lo había buscado, por lo que no se dejaría llevar por la pena y agradecería lo que había sido su vida mientras el oxígeno que tenía en su cuerpo comenzaba a acabarse, era el momento de partir y había que hacerlo en paz, sin remordimientos, dejándose llevar mientras observaba tranquilo como flotaban las cosas fuera del vehículo, mientras el perdía su vida completamente en paz y abría su boca para comenzar a dejar que el agua entre en sus pulmones, resignado mientras su cuerpo convulsionaba, pero su mente estaba agradecida de su vida, por mucho que cada parte de su ser se resistiera a morir. Su alma estaba más convencida que su cuerpo de que debían separarse de una vez, agradeciéndose ambas partes de su existencia, de haber podido mantenerse juntos en un camino paralelo por una cantidad de años que darían gratitud a cualquiera. Era momento de morir y el miedo ya no invadía ese lugar, era momento de partir y los pulmones ya se habían llenado de agua, mientras Guillermo observaba la hermosa profundidad de ese río, despidiéndose de una vida que había estado llena de desafíos que no había podido entender, pero en ese momento solo importaba volver con su hijo sin importar lo que eso pudiera significar en realidad. Solo pensó una vez más en sus mujeres mientras su cerebro termino de colapsar y su cuerpo dejo de temblar intentando de buscar una forma de mantenerse vivo, todo se puso calmo, completamente quieto mientras su alma confundida se alejaba de él y ya en paz se dejaba apagar como una vela completamente consumida, dejando su vida de lado y falleciendo en forma digna, en completa armonía con el mundo, mientras flotaba dentro de su auto sin culpas y agradecido del tiempo que había podido disfrutar. Mientras perdía la visión y al estar en la completa oscuridad apagaría voluntariamente su existir para entrar en un vació donde no había absolutamente nada, Guillermo ya estaba muerto, pero completamente en paz.
Si uno lograba abstraerse del accidente y de que Guillermo se encontraba muerto en ese lugar, la imagen lograba ser majestuosa, mirar un cuerpo completamente en paz flotando inerte bajo el agua casi como un recién nacido dentro de la placenta de su madre, rodeado de vida sin tenerla dentro de su cuerpo, daba la sensación de una quietud infinita, de que el tiempo se había detenido por completo en ese lugar y de que no había lamento ni dolor en ese cuerpo humano que giraba al son de la corriente, hermoso como si estuviera vivo, pleno como si estuviera sobre las nubes.
El rostro del fallecido hombre no mostraba amargura ni sufrimiento, por el contrario, se veía calmo y completamente iluminado, como el capullo de una mariposa justo antes de que esta salga y conozca la vida de una forma distinta a lo que había sido su paso por la tierra, una transición extraordinaria para el que hubiera sido capaz de verla, un pequeño chispazo dentro de lo que todos podrían entender como tragedia. Guillermo flotaba como uno más de los elementos sin vida, pero sin perder la armonía con el universo, mostrando lo mejor de sí mientras sin un corazón que latía flotaba libremente en absoluta libertad habiéndose parte del río y de lo que lo rodeaba, develando una belleza distinta, inexplorada y magnánima. Demostrando que la muerte no es más que un estado natural que es parte integra de la vida, que creemos que se define por estar consciente y social.
El hombre no había dejado de ser parte de la sinfonía del espacio, solo había cambiado de tonalidad, generando una música distinta, que no dejaba de ser música y no dejaba de conmover a quien tuviera la suerte o simplemente la habilidad de poder escuchar más allá de la razón. Una imagen que tan solo los ojos de su galaxia podrían describir como sincrónica, un cuerpo transformado en poesía pues dentro de él había una semilla que solo necesita ser despertada por una sabiduría tan ancestral como los inicios de la vía láctea, una imagen bella y no sórdida que valía la pena ver, aunque esta causara dolor al confundir la tragedia con la transición.
¿Causalidad o casualidad?, las estrellas ni los que ya habían partido se hacían esa pregunta, ya que la respuesta se revelaría sola, sin rodeos ni tapujos, solo se mostraría para ser vista por quienes tuvieran el verdadero don de entender como realmente era el ciclo de los seres vivos sobre la faz de lo que llamaban tierra o llamaban hogar.
Guillermo no vio ningún túnel, ninguna luz, solo se apagó quedando en la más completa oscuridad.
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