Lo que no caduca
Me situé debajo de ella, y emergí poco a poco. Dicen que el amor es valiente pero yo digo que está loco. Solo el loco puede entender lo que es amar. Yo estoy loco. Cuando saqué la cabeza y la miré a los ojos la encontré dormida. Me sacié de verla lo que se sacia una cascada de la espuma, que siempre quiere más. Cada segundo era bailar sobre el hilo de la muerte y cada segundo valía la pena. Vi su arruga sobre la ceja, esa que siempre me achacaba a mí medio enfadada, tenía algunas arrugas nuevas. Aún ponía la misma mueca del labio al dormir y, sin embargo, la vi un poco cambiada, el tiempo no perdona. Una cosa estaba clara, era ella. Quería saberlo todo y solo podía mirarla. Me planteé abrazarla por la espalda. Arropándola con todo mi cuerpo pero me paró pensar que se costiparía. Pensé en decir su nombre y esconderme. Busqué un lugar desde el que hablar sin ser visto, no existía. Además que suponía que no debía ser capaz de usar los sonidos humanos. Nunca lo había intentado.
Al final decidí otra cosa, también peligrosa. Salí del agua, repté hacia donde estaba ella. Me quité la bengala del torso y la puse con mucho cuidado a su lado. Luego decidí volver al agua saltando y haciendo todo el ruido posible. En un segundo me alejé lo suficiente para verla y que no me viese, para escucharla y que no captara las palabras que inevitablemente le diría.
Sucedió así. Se despertó, vio la bengala y reaccionó con un grito. Se giró como buscando a alguien y preguntando al aire, ¿Dónde la habéis encontrado? ¿Quién ha sido? ¿Hay alguien? Se levantó bastante alterada. Luego miró otra vez el lugar en el que había estado sentada, sacó un aparato de su bolsillo y empezó a alumbrar primero la tierra y luego el agua. Por último alumbró el suelo y se quedó mirando el rastro de agua que había dejado al reptar hacia ella. Por último intentó ver algo a través del agua, como esperando una sorpresa que no podía darle. Creo que solo pudo ver su propio reflejo y eso debió frustrarle. Se quedó toda la noche en el muelle con la bengala bien sujeta.
A partir de ese día la buscaba siempre en el muelle y estaba, pero despierta. Pasadas unas semanas se me ocurrió ir dejándole cosas del fondo del mar. Aprovechaba los momentos en que se iba a comer o a dormir. Al principio fue fácil. Cogí una piedra molida verde y brillante y la dejé donde la bengala una noche. La segunda vez también, dejé en ese lugar un peine plateado que encontré de un naufragio. La tercera... Esa vez casi muero por un descuido. Me estaba esperando escondida tras una ventana. Suerte que pude escuchar su respiración a tiempo. A partir de ese momento fue prácticamente imposible comunicarme con ella de alguna manera. Siempre que quería dejar algo tenía el miedo a que de alguna manera me viese.
Sus ganas de verme hicieron imposible que me acercara. Irónico, ¿verdad?.
Estuvimos unos meses así, de vez en cuando conseguía dejar algo, una concha vacía u otras cosas. Me hizo mucha ilusión cuando ella empezó a dejar objetos también. Lo primero fue un tenedor, me pareció muy original, luego unas cuantas cosas más como un collar o una pulsera de tela. Lo que podía me lo ponía lo otro lo guardaba en un cofre que no os voy a revelar dónde está que os conozco.
Este juego hizo aún más difícil poder acercarme a ella y además no llevaba a ningún lado. Dudaba mucho de que pudiese entender qué estaba pasando y mi mayor deseo era verla y estar con ella. Era hablar y ser. Un deseo imposible.
El último objeto suyo que pude tomar fue una piececita pequeña de plástico con una zona de cristal que parpadeaba. Tenía forma de pulsera así que me la puse.
Desde ese día no pude volver a acercarme a la orilla sin descubrirla vigilando. Pasados unos meses una lancha empezó a seguirme, son muy lentas, todo hay que decirlo, me vi forzado a migrar. A volver a mis rutinas de exploración. Dejando un poco de lado a Nuria, al puerto y la playa.
Fuera donde fuese siempre acababa apareciendo una lancha y la cosa empezó a ser más preocupante en cuanto que las lanchas empezaron a lanzar bolas de metal con movimientos propios, me recordaba a los robots de las películas futuristas que solía ver. Conseguí huir sin que me descubriesen pero nunca dejaban de acercarse. Recordé que a los humanos los polos se les resisten así que fui a vivir allí una temporada. Encontré una comunidad preciosa de sirenas escultoras. Se dedicaban a moldear el hielo y hacer unas figuras preciosas que se acababan disolviendo en el fondo del mar. ¡Como brillaban esas imágenes! Incluso aprendí a esculpir un poco.
En cuanto vieron mi pulsera se asustaron, resulta que una de ellas era una sirena reciente e identificó mi pulsera como un localizador moderno. Al darme cuenta de lo que estaba pasando lo primero que hice fue irme de las escultoras con la esperanza de que no llegase ningún equipo de exploración por mi culpa a ese lugar y, una vez lejos, ideé un plan. Estaba tan lejos que seguro que Nuria no revisaría el puerto así que decidí algo. Le dejaría un mensaje escrito.
Busqué una tablilla operativa y algo que me sirviera para escribir, pensé en el tenedor pero dudaba que sirviese, al final encontré una navaja bastante bien conservada. Con eso me puse manos a la obra
"Nuria. No me vas a poder ver pero estoy y estaré aquí. Ten siempre la bengala a mano, a mi me salvó la vida. Cuando dejes de ver las luces úsala, espero que aún funcione. Te quiero."
Dejé el localizador en una pequeña grieta y nadé a toda velocidad hacia el embarcadero. Efectivamente el puerto estaba vacío y dejé allí la tablilla. Luego volví a por el localizador para simular que me acercaba. Funcionó. Nuria leyó el mensaje. No conseguí ver su reacción así que no sé cómo se lo tomó pero dejó una respuesta en papel... Me costó mucho leerla porque tardé dos días en poder acercarme sin que nadie lo viese y, para más inri, el papel y el agua no se llevan bien por si os lo estabais preguntando. Lo leí cuando la noche empezaba a decaer. Tuve que subir al muelle...
"¿Nos vemos mañana en nuestro mirador? Tengo mucho que contarte"
Allí es cuando me di cuenta que ni todas las explicaciones de la historia podrían contarle mi vida y hacerla entendible. Que ningún plan que pudiese hacer funcionaría. Descubrí que si seguía así solo era una carga para ella. Contesté como pude, quizás fue una frase hecha. Le escribí rayando en la madera "estaré siempre donde estés" y con eso me fui. No podía pedirle que se arriesgará a morir, no podía pedirle que se dejara llevar por la locura de un amor que le hizo más daño que bien. En verdad no me fui pero nunca volví a intentar contactar con ella.
Paro de contaros aquí la historia porque lo que sigue lo considero una historia nueva, una que solo puede contar ella. Además vosotros ya conocéis el final y sería tonto dejarlo en suspense. Para el resto pedidle a vuestra madre que siga, porque si lo hago yo me estará corrigiendo todo el rato...
Si continúo aquí sin moverme voy a convertirme en cristal. Quiero coletear un rato ¿alguno de vosotros me acompaña? ¡Podemos hacer carreras!
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Este relato pertenece a la ronda dos del club de escritura de TriciaRoss2 la condición era partir de una imagen de una mano con una bengala en el mar y menos de 5000 palabras.
Muchas gracias por la propuesta!!!! Y gracias también a las que lo hacéis posible como jurado. emepepe y Bedeta
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