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Capítulo 11

Reich se dio vuelta y vio a Córdoba. Una pequeña sonrisa apareció en su cara.

"Si, te estaba buscando. ¿Puedes ayudarme en algo?"

"Depende de que cosa sea" dijo la cordobesa ". ¿En que querés que te ayude, Naz?"

"Bueno, yo-"

"¡Vater!"

Alemania abrazó a su padre con mucha fuerza.

"¡Oh! Hallo, Deutschland. Wie geht es dir, Sohn? (¿Cómo estás, hijo?)"

"Aburrido... Vater, ¿No quieres jugar un rato conmigo?"

"Bueno, yo..."

Reich se quedó pensando unos segundos. Si aceptaba ir a jugar con su hijo, no iba a poder hacer lo que sea que estaba por hacer, pero si le decía que no posiblemente Alemania se pondría triste.

"¿Vater, estás ahí?"

"¿Uh? Oh, si... ¿Que quieres hacer, Ale?"

"¡Ven, tengo un juego que seguro te gustará!"

El alemán de lentes agarró a su padre, lo llevó a su habitación y lo sentó en el suelo. Una vez se sentó, él pequeño tricolor dijo.

"Malvi me enseñó un juego: la escoba de 15" dijo Alemania mientras empezaba a mezclar las cartas "El juego trata de sumar 15 con las cartas, y cuando sumas 15 con las últimas cartas que hay en la mesa, haces escoba. El juego acaba cuando se terminan de repartir las cartas, y gana quien tiene mas"

El alemán tricolor tardaba un poco en mezclar las cartas, cosa que para Reich le empezaba a parecerle mucho.

"Deutschland, gib mir die Karten (Alemania, dame las cartas)" dijo Reich, extendiendo su mano para que su hijo le diera las cartas.

"Pero..." el pequeño tricolor dudó por unos segundos.

"Gib sie mir einfach, meine Liebe. (Solo damelas, mi amor)" el de cruz esvastica sonrió, tratando de convencer a su hijito.

"De acuerdo" el alemán de lentes le dio las cartas a su padre, quien empezó a mezclarlas de manera rápida, bastante rápida. "Uhm... Vater..."

"¿Si, pequeñín?"

"Uh... tienes que quitar los 8 y los 9, y también los comodines"

"Oh... ¿Y por qué no me dijiste eso antes?"

"Quizás están al final de todo, como estaban hacen al menos 5 minutos"

Reich sacó la ultima carta y, afortunadamentee, había agarrado uno de los comodines. Después de sacar un par de ochos y nueves, Naz tuvo que revisar una por una las cartas hasta que encontró el otro comodín y los ochos y nueves restantes.

El alemán de cruz esvastica y su hijo estuvieron jugando por un par de horas, o al menos hasta que alguien abrió la puerta de la habitación.

"¡Ale, ya llegué!"

Era Malvinas.

"¡Oh!, ¡Hola, Malvi!" dijo Alemania, quien estaba siendo alzado por Reich.

"Uy... no sabía que estabas con tu padre, Ale. Perdoname" dijo Malvinas, mientras retrocedía un poco y se iba de la habitación

"Malvi, espérame" El alemán de lentes dijo eso antes de bajarse de los brazos de su padre y acercarse a Malvinas.

"Deutschland, was machst du? (Alemania, ¿Que haces?)" preguntó Reich mientras veía a su hijo bajarse de sus brazos "Oh. Hola, pequeña. Perdona, no te había visto"

"¡Hola, señor!" dijo la pequeña islita, con una sonrisa en su cara.

"Supongo que acabas de regresar del colegio, ¿Verdad?" Supuso el alemán de cruz esvástica mientras cruzaba sus brazos y veía como la pequeña islita asintió. "Y supongo que también quieres jugar con Alemania, ¿O me equivoco?"

"Tiene razón, señor." Malvinas se sonrojó un poquito de la vergüenza "E-es que no sabía que Ale estaba jugando con usted y-"

"No te preocupes. Ve y juega con él"

"De acuerdo"

La pequeña islita agarró la mano del alemán de lentes mientras le decía: "Vení, te quiero mostrar algo." Malvinas llevó a Alemania al piso de abajo, a la sala para ser exactos, y ambos niños vieron a Buenos Aires acariciando a un perro pequeño de color blanco: era un cachorro.

"Baires, ¿Qué haces?"

"Vení, Ale" Baires agarró el brazo de Alemania y lo acercó al perro suavemente. "Este es Diego, un dogo argentino. Dale, acaricialo, a él le gusta que lo acaricien."

El alemán tricolor de lentes puso una de sus manos en la cabeza del perro y empezó a acariciarlo. Estuvo acariciando al cachorro de dogo por un rato hasta que Malvinas sin previo aviso se lo quitó de las manos.

"Aber was machst du?! (¡¿Pero que estas haciendo?!)" preguntó Alemania, un poco sorprendido de la repentina acción de la islita.

"Tu viejo por las dudas"

"¡Malvi!"

"Vos no te quejés que fuiste el primero en agarrar a Dieguito hoy" se defendió la islita.

"¿Se puede saber por qué pelean?" preguntó Córdoba, quien estaba en la puerta de la sala. ". Eu, b0st3r0, ¿Arge te deja tener al perro?"

"Si, b0lud4" respondió Baires, un poco molesto por aquella pregunta, ya que le parecía un poco estúpida. ". Si no Dieguchi no estaría acá."

"Bue, bajá un cambio, che" dijo la cordobesa, molestando a la provincia bonaerense ". Tampoco para que me tratés así, b0st3r@"

"Entonces no hagás preguntas pel0tud4s, gnomo" dijo el bonaerense, mientras se paraba. Era bastante obvio que él era mas alto que la provincia cordobesa.

"Pero eso no te da el derecho a que me tratés así, porteño de mier-"

"Bueno, bueno" dijo Malvinas, quien estaba con sus rodillas apoyadas en uno de los sofás ". Ya dejen de pelear, ambos son adultos responsables."

"Adultos si" aseguró Baires, un poco en broma "; responsables no"

"Andate a c4gar, Baires" dijo la islita, insultando después de un tiempo.

"La boca, señorita." le regañó Córdoba, también bromeando ". Las niñas educadas no hablan así."

"Lo dice la que tiene la boca de Cacho el camionero"

Baires rió a esa respuesta, mientras que Córdoba exageraba una cara de ofendida. La cordobesa iba a decir algo, pero sabía que Malvinas estaba en lo cierto, por lo que subió las escaleras y se fue hacia el piso de arriba. Cuando estaba subiendo las escaleras, a la cordobesa se le vino una idea a la mente.

"¡Naz!" gritó ella, queriendo llamar la atención del alemán nacionalsocialista y logrando eso exitosamente.

"¿Qué sucede?"

"No sabés lo que se me ocurrió."

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