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#21: Un amigo

Saqué mi cuaderno de biología del casillero y me dirigí a la siguiente clase.

Mi día consistía en clases, recreo, clases, recreo, más clases y luego el glorioso almuerzo. Para luego, claro, más clases. Que tristeza mi vida.

Sinceramente mi día era bastante aburrido. Los recesos me los pasaba sólo leyendo algún libro o estudiando en la biblioteca, mientras que en clases me restaba a prestar completa atención al profesor. Ni hablar del almuerzo; sólo existía para traerme malos y cercanos recuerdos.

Me senté en mi respectivo asiento del salón y abrí mi cuaderno a la espera de que el profesor comenzara su clase.

Lo que no me esperaba, era la actividad que tenía pensada nuestro querido profesor para aquella clase. Maldita lacra.

—Muy bien, alumnos. La idea es que se junten en parejas para hacer esta "actividad" ¿comprenden? Son un curso de número par, y hoy no se ha ausentado nadie, así que quiero que cada uno tenga su pareja de trabajo, ¿de acuerdo? Empiecen. Anotaré las instrucciones en el pizarrón— demandó el desgraciado profesor con su siempre presente toque irritantemente alegre en su voz.

Yo me limité a bajar la cabeza para que nadie se burlara de mí por no tener compañero. No quería pasar más vergüenzas, no estaba de suficiente buen humor cómo para poner ante mí mi preciada burbuja aprueba de malas bromas.

Después de un rato de no atreverme a siquiera mirar alrededor, para que no vieran mi rostro, una mano cálida y de toque suave se posó en mi hombro agradablemente. Di un pequeño brinco en mi lugar cómo impulso nervioso para luego alzar la mirada.

—Supongo que sólo quedamos nosotros dos— sonrió simpáticamente el chico.

Nunca antes lo había visto en el salón. Quizás era muy tímido como para notar a las demás personas, o... quizás mis gafas comenzaban a fallar. Cualquiera de las dos opciones la tendría que cambiar, pronto.

—Ho-hola— saludé nervioso, tartamudeando olímpicamente. Él hizo una mueca, la cual cambió rápidamente al captar que yo no era de hablar mucho.

—Hola, nuevo compañero— sonrió dulcemente él—. ¿Te llamas Jungkook, no?

—Sí— respondí cortamente—. ¿Tu nombre?— pregunté intentando ser amigable o cómo mínimo, cortés.

—Jimin. Mis amigos me llaman ChimChim— rió—. Me gustan las galletas— agregó cómo si nada.

—A mí también me gustan las galletas— me atreví a comentar, provocando que en sus adorables ojos marrones se reflejaran pequeños brillos de emoción.

—Definitivamente tú y yo nos llevaremos muy bien— dijo él sonriendo abiertamente. Yo sólo me limité a asentir torpemente con la cabeza.

<...>

—¿Entonces vas en el equipo de fútbol de la escuela?— le pregunté asombrado a Jimin. Él asintió esbozando esa hermosa sonrisa que sólo él sabía posar. Era chistoso y adorable ver cómo sus ojos se cerraban cuando sonreía.

Estábamos almorzando, sentados en una de las mesas de la parte trasera de la cafetería.

Rápidamente se había vuelto mi único y querido amigo. Jimin era sociable, simpático, chistoso, curiosamente tierno y cariñoso. Supongo que eso era tener un amigo. Qué raro era, con lo acostumbrado que estaba a estar completamente solo.

—¿Y de ti qué? ¿No te agradan los deportes?— me preguntó mirándome curioso.

Yo me encogí de hombros.

Sinceramente los deportes no era lo mío. Lo mío era comer, escuchar música, leer, comer aún más, por lo que ¿yo en los deportes? Yisus hyung me libre, es decir le tenía miedo hasta a un balón de plástico.

—Lo tomaré cómo un no— rió él—. Pero debes ir a verme jugar. Jugaré este sábado, en las canchas de la escuela— dijo decidido, frunciendo el ceño de una manera divertida.

Yo solté una carcajada.

—Ya. Me tendrás ahí mismo, en la primera fila, listo para verte patear traseros planos y debiluchos.

Ambos reímos fuertemente. Fue justo cuando Kim Jennie y sus perras falderas, digo y su combo, pasaron frente a nuestra mesa, mirándonos con asco, con demasiada repugnancia, para luego seguir su camino en dirección a la fila de la cafetería. Al ver la mirada de Jennie sobre mi persona yo me callé de golpe, por lo que el único que se reía ahora era Jimin.

Luego de que sus pequeñas risas se calmaran, él me observó de una manera interrogativa.

—¿Por qué mierda me has dejado riendo solo como foca retrasada?

Yo reprimí una risita mordiendo mi labio inferior.

—Perdón.

<...>

—Prefiero las galletas— respondí haciendo una mueca con mis labios. Él se encogió de hombros.

Ya había acabado el día, y Jimin amablemente, se había ofrecido a acompañarme a casa. Claramente me negué pero era un chico terco y... digamos que mi nuevo amigo no era uno de esos chicos que aceptaran un no por respuesta.

Por lo que tuve que acceder.

Fue gracias al cielo que al proponerle que mejor fuéramos a comprar galletas él no se haya negado.

Ambos sacamos unos cuantos paquetes de galletas del pasillo correspondiente y, luego de comprarlas, nos fuimos del supermercado, comiéndonos nuestras respectivas compras.

—¿Entonces me irás a ver jugar este sábado?— preguntó la voz de Jimin mientras devoraba un poco de sus golosinas.

Asentí sonriente y él me dió un abrazo corto pero que casi me quiebra las costillas.

A pesar de que era más bajo que yo, ese metro setenta y tres era puro músculo.

Se había pasado casi todo el día, en mayoría diría yo, preguntándome una y otra vez sí iría a verlo jugar. No entendía muy bien por qué, pues ya se lo había dicho la primera vez y no iba a cambiar de opinión por el hecho de que me preguntara de nuevo.

Tal vez sufría del síndrome de Dory y por eso tenía memoria a corto plazo.

—¿Por qué preguntas? Ya te he dicho que sí un millón de veces— le mencioné contándole literalmente las veces que me había preguntado y yo le había respondido.

Había contado con todas y cada una de las partes de mi cuerpo y aún así no me alcanzaba.

Y si lo malpensaron, vayan a misa, lean la biblia y si pueden purifiquen su mente con cloro, pecadoras.

—Mis antiguos amigos me prometían ir a verme a jugar y cuando llegaba el fin de semana nunca iban— respondió él con una mirada un tanto triste.

—Oh— fue lo único que reaccioné a decir en el momento—. Pero tranquilo, yo sí estaré ahí. Después de todo, no tengo mucho que hacer el sábado tampoco— le aseguré con una sonrisa que, después de todo, terminó por contagiársele.

—Gracias— murmuró él. De repente, su reloj sonó curiosamente, era algo como un pitido irritante.

Jimin se detuvo a mirar la hora en su aparato y cinco segundos después ya se estaba despidiendo de mí a toda velocidad.

—Nos vemos mañana, me tengo que ir, ya se me hace tarde. ¡Cómo dijo Mickey Mouse, cada uno pa su house!— y luego de haberme dicho eso animosamente y yo haberme reído por tan buena frase, por cierto anótala Mario Hugo. Me dió un rápido beso en la mejilla y se fue corriendo en la dirección contraria a la que veníamos.

Al fin tenía un amigo... y era el chico más peculiar del mundo.

Y ahora que estaba sin compañía, me podía ir tranquilamente a casa. O más bien, podría adivinar cómo demonios llegar a casa, porque estaba seguro de que sí a duras penas sé mi nombre, no tenía ni la más mínima idea de el camino a casa.

Enserio que un día de estos me tatúo la dirección en la frente o en una nalga.

<...>

—Al fin— expresé agotado al llegar a casa y me lancé al sillón, cayendo boca abajo.

Me había demorado aproximadamente media hora en llegar desde el súper mercado donde había comprado las galletas, hasta la casa que compartía con Tae el simio idiota. Y yo, que me hiperventilaba con sólo ver a la gente haciendo deportes, me sentía cómo si le hubiera dado la vuelta al mundo corriendo sin parar. Media hora usando mis pies, era una nueva marca personal.

Definitivamente caminar para intentar encontrar donde vives sería el nuevo deporte de los olímpicos, guarden esta frase.

—Hola, Jungkook, ¿a qué se debe tu visita?— preguntó sarcástico Taehyung que de repente hacía su aparición en la sala de estar.

Y sabía a lo que se refería, perfectamente.

—Pues se debe a que vivo aquí, idiota— dije sólo para intentar molestarlo, pero me sentía como fruta recién exprimida de tan cansado que estaba así que decidí parar ahí.

—Pero enserio, ¿por qué llegas tan tarde? Salimos de la escuela hace casi dos horas. ¿Acaso te perdiste?— comentó él seguramente viendo algún reloj para decirme cuánto tiempo pasé afuera.

Esa perra está loca.

Alcé la cabeza para verlo a los ojos.

—Estaba con ChimChim— respondí cortamente y volví a apoyar mi rostro contra los almohadones del sillón, quedando con el cabello más alborotado de lo que ya estaba.

—¿ChimChim?— cuestionó él.

Levanté la mirada.

—Exacto, ahora deja de molestar, shu— le respondí y cuando iba a volver a hundir mi rostro en aquella suave superficie él volvió a hablar.

¿Qué he hecho para merecer esto?

—Pensé que no tenías amigos— murmuró pensativo Tae el lento.

—Y no los tengo. Jimin es mi primer y único amigo— le dije seriamente mientras se me cerraba un ojo por el sueño y me sentaba correctamente en el sillón.

Él esbozó uña sonrisa burlona.

—¿Qué? ¿El pobrecito nunca ha tenido amigos?— se burló pesadamente.

Lo fulminé con la mirada mientras acomodaba mi cabello.

—¿Y qué? ¿El idiota no comprende que se puede meter su opinión por dónde le quepa?— le pregunté de igual manera, burlándome de él al mismo tiempo.

—Chistoso— dijo con sarcasmo.

—Simpático— imité su tono de voz y, luego de tomar mi mochila, subí las escaleras en dirección a mi habitación.

Lamentablemente aquel día tenía que estudiar, y lo que era aún peor era el hecho de que por primera vez no se me daba la gana. Quería descansar, dormir un rato, olvidarme de la prueba que se aproximaba, tan sólo dejar todo en manos de Yisus hyung y en la a de amén.

Maldito sistema retrógrada que quiere medir mi inteligencia con hojas de papel.

Abrí mi libro en la página noventa y cinco, y me dispuse a estudiar. Aburrido, aburrido, aburrido. Sin embargo, desgraciadamente, útil, útil, útil.

Luego de haberme leído, aprendido y memorizado las veinte páginas del libro que serían el tema principal de la prueba, decidí descansar por unos cuantos minutos, para recobrar el sueño perdido.

Me lancé a mi cama quedando boca arriba y cerré los ojos, en un intento de dormir.

El sonido del timbre me hizo despertar.

—¡Hola! ¿Listos para la fiesta?— escuché la voz de Tae del piso de abajo.

Yisus hyung, llévame.

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