¿Lágrimas que nunca se ven?
Si, si existen,
son esas lágrimas que lloramos hacia dentro por miedo,
por miedo a que nos empapen el rostro y nos corran el maquillaje,
dejando al descubierto que no somos más,
que una columna de cristal llena de grietas,
a punto de derrumbarse.

Las nubes me reclaman constantemente,
—¿A donde han ido tus lágrimas?—Preguntan.
—A donde nadie las escuche—Respondo.

Me he creido vaso sin fondo que puede contener cada gotera de mi casa,
sin derramarse,
me he creido oasis siendo desierto,
y que torpeza la mía nunca aprender a nadar,
y terminar ahogandome en inundaciones internas.

Mi cuerpo no aguanta las olas voraces que se crean en mis entrañas,
mis piernas tiemblan ante el ruido de las bestias marinas que me asechan,
de esas que nadan en cada uno de mis torrentes,
en mi estómago no queda espacio para un naufragio mas,
hay demasiasos restos de barcos que jamás llegaron a su destino,
de sirenas que nunca se liberaron de Úrsula,
los niveles de agua han subido tanto que ya alcanzan mi garganta,
y me ahogo en cada palabra que flota entre ellas,
porque nunca me atreví a pronunciarlas,
aun sabiendo que volverian cual bumerán afilado,
a cortar todo lo que creí sanado.

Las yemas de los dedos me explotan al evitar contener la presa,
para que el agua no se desborde,
mis páginas se humedecen,
se desbaratan con la primera gota,
con solo sentir su olor.

Por eso escribo,
escribo para no inundarme,
para liberar cada lágrima rehén,
que intenga pagar su rescate
tratando de huir...
de mi.