
5
La noche reinaba en el Digimundo. Casi cada casa y lugar de estadía tenía las luces apagadas y sus habitantes dormían plácidamente en sus interiores, como debía ser; a excepción de dos digimons que, sentados en la mesa del comedor, hablaban de "muchas" cosas, siendo que, en realidad, hablaban de una.
-...
-¿Flamedramon?
-Ah, perdón. De nuevo me quedé pensativo, ¿verdad?-la hembra asintió con la cabeza-Caray, ya se hizo costumbre.
-¿Y? ¿Qué pensaste sobre lo que te conté?
-Bueno... Eso-por su expresión después de escuchar lo ocurrido con aquella familia, se sabía que Flamedramon no daba a algo acorde a la situación-... Es... Em... No sé cómo decirlo. Sólo que es horrible, nada más.
-No te culpo. Después de todo, nos tomó por sorpresa; siento que, tarde o temprano, esto iba a ocurrir.
Flamedramon, algo confuso, pidió a Renamon que se explicara mejor.
-Nada en este mundo puede pasar tanto tiempo en paz-dijo al fin-. Es raro que lo diga, lo sé, pero creo que tenía que suceder.
Con una expresión de confusión, comprendió de inmediato a qué se refería.
-Pero, ¿estás...?
-¿Segura de lo que digo? Por supuesto-su postura se ablandó un poco al verle a los ojos-. No apoyo a lo que lo cause, pero era extraño que todo estuviese muy tranquilo, y más si tenemos en cuenta que han pasado al menos 8 años después del Día Terrible.
-De la que nos libramos de pequeños-dijo Flamedramon con cierta molestia-. Recuerdo ese suceso. Casi todos los progenitores murieron en esa batalla, y muchos de los que sobrevivieron fallecieron horas después.
-Sí, es verdad... Ese-sintió que su garganta se atoraba y no le dejaba continuar con serenidad-... Día de... Cuando tú me-ya no podía más, y unas lágrimas salieron de sus ojos-... cuidaste...
Por más que trataba de no llorar, no evitó que más gotas salieran de sus ojos, empapando sus mejillas poco a poco. Al percatarse de lo que había hecho, se sintió culpable.
-Eh, perdón Renamon-le agarró una de sus manos, mostrando un poco de cariño afectivo-. No fue mi intención refrescar aquél amargo tiem...
Sin pensarlo dos veces y aún con el trauma en su cabeza, dirigió su rostro al de Flamedramon, lo sostuvo de los hombros y, soltando más lágrimas, le abrazó con más fuerza, aunque sin lastimarlo. Él no supo cómo reaccionar ante tal acto, y antes de que pudiera hacer nada, el abrazo terminó abruptamente entre los dos. Sus caras, muy sonrojadas, demostraron la timidez que había entre ellos por la situación.
-P-Perdón-volvió a sentarse a la silla, secando sus mejillas-, no fue mi intención.
Volviendo en sí, la vio a la cara y, estando igual de tímido, le abrazó nuevamente de una forma tierna. Eso la alivió mucho, correspondiendo al mismo acto de afecto. Unos segundos después, se separaron.
-¿Sabes algo, Flamedramon?
-Quiero adivinar... Te gusto.
-Jeje, y mucho-dejó de lado su memoria y la actitud que tenía y, en su lugar, un comportamiento de leve romanticismo tomó las riendas-. Más que como amigo.
Por un momento, Flamedramon sintió su cara más roja que antes, pero al final se sintió aliviado por sus palabras; algo era seguro: los dos ya podían estar juntos.
-Pues... Tú igual.
Viéndose el uno al otro, y notando un alivio mutuo, soltaron una breve risa de felicidad, y posteriormente fueron a la cama a dormir juntos. Como pareja.
Aquella noche parecía durar una eternidad, al menos para ellos dos.
El día siguiente de lo ocurrido, Lunamon despertó con el ánimo activo. No en balde, había solicitado el dormir en el palacio. Al levantarse, lo primero que hizo fue correr al recinto de su majestad, que todavía no abandonaba su colchón. Al llegar, se acercó a él, lo observó y, creyendo que sería una manera agradable de despertarlo, le besó en la mejilla derecha con un cariño que parecía ir más allá del amistoso. Su acción dio buenos resultados. Un poco confundido, vio a Lunamon parada a su lado, sonriendo dulcemente, lo que hizo que también sonriera.
-Buenos días, mi rey-hizo la típica reverencia de respeto.
-¿Sigues aún con eso?-se levantó de la cama, permaneciendo sentado en ella-. Sólo Shoutmon.
-Hum... Está bien-respondió-. Oh sí-trajo delante suyo el cesto de frutas que dejó en un mueble del cuarto minutos atrás-, te traje esto-se lo entregó a sus manos.
-Wow, gracias-dijo Shoutmon con una notable alegría.
-Podría haberte dado eso ayer, pero Gumdramon no me lo permitió-dijo Lunamon-. Dijo que estabas muy cansado después de saber lo ocurrido.
-Ya conoces la seriedad con la que toma su oficio-dijo el rey con un poco de desánimo-. Quisiera que no se lo tomara tan en serio.
-Me parece extraño que te cuide tanto. Es decir, es como si fueras algo más para él.
Las palabras que dijo Lunamon en ese momento enmudeció a Shoutmon, quien por su parte estaba callado por el comentario de su amiga.
-¿A... qué te refieres?
-No sé. Quizás esté mal y eso, pero me parece curioso que a usted lo cuide celosamente. Tal vez, usted sea algo más que una autoridad.
Shoutmon se quedó pensativo, reflexionando la situación. En lo que ellos platicaban, Gumdramon seguía parado ahí, cumpliendo su deber como el guardia de su Majestad. Había escuchado la conversación que tuvieron en la habitación y, lejos de sentirse mal, tenía una sensación de fuerte convicción y seguridad por encima de cualquier emoción negativa.
"No puedo darme el lujo de sentirme rencoroso" pensó ", pero no puedo ignorar lo que dijo. Mi máxima prioridad es y será el rey, aunque me cueste la vida".
Determinado como siempre, mantuvo su postura como según se demandaba a sí mismo. Unos minutos después, Lunamon y Shoutmon salieron del cuarto soltando palabras el uno al otro a modo de plática.
-Bueno, debo volver a mis deberes reales-alegó Shoutmon antes de separarse-. Gumdramon te respaldará hasta la entrada del palacio.
-Está bien. Hasta luego, Shoutmon-dijo ella.
-Hasta luego, Lunamon-habiendo respondido, se alejó lentamente con una sonrisa en su rostro. Se alegró bastante de la plática que sostuvo hace rato, pero también debía encargarse de los asuntos pendientes.
-Conque-dirigió su mirada a Lunamon-, ustedes dos tuvieron una plática muy motivadora.
-¿A qué viene eso?
-Viste su rostro, ¿no? Puede que halla algo entre ustedes dos, algo más que... Amistad-ese comentario hizo que se sonrojara un poco-. Sólo quiero que sepas que, sea lo que sea que halla entre ustedes dos, no voy a entrometerme; excepto cuando sea necesario-dijo con una sonrisa.
-Gracias, Gumdramon-se acercaban a la puerta poco a poco, hasta que llegaron a ella-. Bueno, ya estamos en la entrada-dijo Lunamon-. Nos vemos.
-Adiós.
Ella cruzó el pórtico del palacio, saliendo de su perímetro en su totalidad. Gumdramon cerró la puerta tras de sí y, acto seguido, se dirigió al jardín. Ahí, se encontró a Shoutmon observando de nuevo sus huertos, sin preocuparse ya por el posible intruso.
-Señor...
-Igual que Lunamon-respondió Shoutmon tranquilamente-. Sólo Shoutmon, por favor.
-Está bien-dijo Gumdramon-. ¿Qué hace aquí?
-Sólo viendo mi huerto, camarada. Y también pensando en el intruso. Ya sé quién es.
-Eso es bueno. Y, ¿Qué hará?
-Nada.
-¿Qué?
-Es muy raro, pero creo que la razón por la que hizo lo que hizo fue para... Disculparse.
-¿Por qué le importaría eso?
-...-soltó un leve suspiro- Parece que, poco a poco, va mostrando su lado sentimental.
Su fiel guardia no pudo evitar soltar una risa, pero se detuvo al ver los ojos de su señor.
-Ajem... En cuanto a la familia...
-Ya lo tengo resuelto-dijo de repente-. Mañana empieza el reclutamiento de soldados, sea para salvaguardar o pelear cuando sea necesario, sin importar sus habilidades-volteó a ver al rostro de su amigo-. Y necesito que seas tú quien lo lleve a cabo.
Sin palabra alguna, tan sólo respondió con movimiento afirmativo en la cabeza.
En otra parte del vasto valle, dos amigos iban caminando tranquilamente por el sitio. Hablaban de algo que, si bien a muchos puede parecer un tema íntimo y que no debería discutirse a menudo, para ellos el sentido era otro.
-¿En serio me movía mucho?
-De verdad. Parecías un pez fuera del agua.
-No exageres-dijo ella medio seria.
-Perdón, lo hice-se disculpó-. Pero no puedes negar que eres hiperactiva.
-Jaja, que gracioso-dijo en un tono bromista.
-Je. Te comportas como una chica adorable-esa frase hizo que ella se sonrojara levemente-, algo a lo que me estoy acostumbrando.
-Vaya, jamás pensé escuchar eso de ti.
-Bueno, ya sabes lo que dicen: nunca es tarde para cambiar.
Esa admisión le ganó una sonrisa por parte de Gatomon, aunque no dejaba de preguntarse el por qué Impmon hablaba así.
-Eso sí, nada meloso-dijo con una seriedad fingida.
-Y estás de vuelta-respondió la felina.
-¿Qué? ¿Te desagrada que sea así?-indagó el chaparro púrpura.
-No. De hecho, me gusta cómo eres-se pegó más a su brazo izquierdo-. Hay cosas malas de tu personalidad, sí, pero también hay otras muy buenas, y esas empiezan a sobresalir lentamente-su comentario hizo que Impmon se sintiera tímido, pues muy pocos le habían dicho tales cosas-; ojalá y no cambies mucho.
Sin decir palabra alguna, Impmon la acercó a su cuerpo y, callado, le abrazó tiernamente. Pasó su mano sobre la cabeza y la acarició suavemente, lo cual ocasionó una reacción en ella, que fue levantar la cabeza. Mirándose a los ojos, Gatomon lo abrazó por la emoción del momento, y claro, Impmon le correspondió.
-También me gusta tu personalidad-dijo-. Eres única, ¿lo sabías?
-No-admitió-, pero me alegra saber lo que opinas de mí.
Siguiendo así por un rato, la cola de Gatomon se movió bruscamente, tirando el anillo que había ahí. Al escuchar el ruido, Gatomon lo soltó y fue detrás de su "adorno", como le llamaba Impmon. Éste la acompañó y juntos fueron por el objeto, que por alguna razón estaba sobre una de las ramas del árbol que estaba frente a ellos.
-Es extraño.
-Ni me lo digas. Se supone que debería estar en el suelo-comentó Impmon.
Gatomon estuvo a nada de subir al árbol, pero Impmon la detuvo rápidamente.
-Deja que yo lo baje-caminó al mismo y empezó a escalar el árbol.
-Que caballeroso de tu parte-dijo agradecida-, aunque parece fuera de lo que eres normalmente.
-¿Acaso no puedo ayudar a mi amiga?-indagó ya a la mitad de su objetivo- Además-volteó a verla desde la altura en donde estaba, desde luego sin soltarse-, no iba a desperdiciar esta oportunidad de subir.
-De acuerdo-se sentó sobre las raíces del mismo, esperando tranquilamente.
De repente, una fuerte sensación recorrió en sus cuerpos, a lo que Impmon paró. No era algo nuevo, sin embargo y como ya se dijo, esa vez era más fuerte que anteriormente; el digimon púrpura aceleró el paso.
-¡Apresúrate!-gritó desde abajo.
-¡En eso voy!-más rápido que antes, prosiguió con su trabajo hasta que, viendo arriba, pudo llegar al fin con lo que quería.
Aceleró de nuevo el paso para agarrar el objeto. Como era muy gruesa, no tuvo problemas para llegar a donde estaba. Retiró las hojas y extrajo el objeto.
-¡Ya lo tengo!-empezó a descender por el tronco. Llegando al suelo, recibió un abrazo de parte de ella.
-¡Gracias, Impmon!-dijo Gatomon feliz, volviendo a colocar el anillo en su lugar
-De nada. Ahora debemos irn...
Un puñetazo en la cara lo calló repentinamente. El golpe fue muy veloz, pues Impmon chocó con el tronco, ocasionando una hendidura en el mismo. Gatomon iba a auxiliarlo, pero una patada en el costado le impidió tal cosa. Adoloridos, observaron que, a su alrededor, aparecían extrañas criaturas de forma humanoide, con un negro grisáceo cubriendo su cuerpo; éstos los rodearon de manera que no pudieran escapar. Estaban acorralados.
Ya recuperados, vieron que no había una forma de huir sin sufrir daño nuevamente. No les quedó de otra más que ponerse de espaldas uno contra el otro,
-¿Qué hacemos ahora?-susurró Impmon al oído.
-No lo sé-por alguna razón, sentía temor al ver a sus atacantes, quienes mostraban caras simples pero tétricas-. ¿Se te ocurre algo?
No sabían el cómo ni el tiempo que tomaría, pero no era momento para hacer una estrategia bien planeada.
-No-respondió frunciendo el ceño-, pero debemos pensar en algo que funcione.
El futuro, por lo menos en ese momento, parecía incierto. ¿Habría al menos un milagro que los salvase de eso?
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