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-Gracias por quedarte en la casa-la emoción de alegría que se notaba en ella indicaba que volvía a disfrutar de su compañía, aunque ese gusto no iba a durar mucho según él.
-Ni lo digas-contestó molesto-. Tienes suerte que hubiera caído esa lluvia en nuestro camino de regreso-volteó a la ventana para ver las a las gotas cayendo afuera, teniendo su ceño fruncido-. Estúpida lluvia.
-No me importa cómo te sientes-Impmon mostró su cara de "¿Es en serio?"-, disfruto cada momento al estar contigo-ese comentario hizo que el enano púrpura se sonrojara levemente y empezara a sudar un poco-. Y créeme cuando te digo que no me interesa cómo eres, seguirás siendo mi amigo.
-Bueno-se acercó a Gatomon-, si es así por favor, te lo suplico, déjame intentar conquistar a Renamon una vez más.
La cara de tranquilidad se fue de ella y, en su lugar, un rostro de leve molestia apareció. Era notorio que se trataba de la obsesión de Impmon, pero también algo de celos.
-Aunque si te soy sincero-volteó a ver a Gatomon, quien apartó la mirada de su rostro a otra parte-, empiezo a pensar que ella no me... atrae tanto. En serio.
Con la sorpresa reflejada en su cara, Gatomon se le quedó viendo por unos segundos, intentando ver que dijera la verdad. Impmon, por su parte, sólo se limitó a acariciar su cabeza con una sonrisa. Se vieron a los ojos por un instante, Impmon de pronto se sintió incómodo y apartó su mirada de ella. Gatomon no le dió tanta importancia. En ese momento determinó que ya era hora de dormir e Impmon de irse, y eso iba a hacer el chaparro... hasta que volteó a la ventana. Miles de gotas caían con mayor rapidez, amenazando con mojarlo totalmente; se sentó de nuevo en el sofá refunfuñando.
-Si quieres, puedes dormir aquí-sugirió la minina.
-Eh... ¿En serio?
-Sí. Digo, si tú quieres.
Miró de reojo a la ventana, todavía empapando los alrededores del hogar, y suspiró resignado. Asintió con la cabeza, aceptando la propuesta de Gatomon; luego se recostó en el sofá, se puso cómodo y miró a la chica agradecido. Ella, no obstante, se confundió.
-Impmon... ¿Qué haces en el sofá?
-Sólo me acomodo para dormir.
Soltó una risita inocente. Impmon, con el ceño fruncido, dió a entender que quería saber la razón.
-No seas tonto. Puedes dormir en otro lugar aparte del sofá-dijo.
-¿En serio? ¿Dónde?
-Bueno...
En la mañana siguiente, Shoutmon volvió a explorar de nuevo su jardín real, observando todo atentamente. Aquella sensación de ser visto desde un escondite regresó, y de nuevo no tuvo éxito al localizar el acosador; de nuevo frustrado, vió el huerto por un rato más. Los árboles sin frutas ya tenían a un sospechoso, y ese sujeto era un enano... más bien, alguien de su altura. Pero, le surgió otra duda: ¿para qué querría él esas frutas? Conociendo su personalidad, sabía que rara vez comía eso, por lo que debió imaginar que eran para Renamon. Gumdramon llegó al lugar, saliendo del trance. Lo volteó a ver y le hizo la seña de que hablara.
-Hoy nos acaba de hablar el remanente de una aldea cercana. Han registrado un... problema.
-...-se acercó a él, lo vió directo a los ojos y soltó la duda-¿Qué tipo de problema?
-Será mejor que lo veamos con nuestros propios ojos-dijo yendo a la puerta-. Prefieren hablar con usted en persona.
El sitio donde habitaba dicha aldea era hermoso, con manantiales que rodeaban el área cubierto de plantas sanas y bellas, enriqueciendo así el paisaje que parecía imperturbable. No obstante, lo sucedido ahí daba otros pensamientos.
-¿Q... Qué ha pasado aquí?-preguntó a uno de los aldeanos, el responsable de hacer el llamado de ayuda.
-Este sitio estaba apenas ocupado por una familia. Se escuchó un estruendo y-vaciló en si seguir hablando, dado que la escena demostraba el desastre por sí misma-... nadie sobrevivió.
La imagen era espeluznante: pedazos grandes de escombros, pasto chamuscado y los cadáveres regados ahí, algunos con muecas de dolor intenso. Los curiosos provenientes de otras partes no tardaron mucho en regar los hechos que ocurrieron ahí, y pronto hubo pavor en los alrededores, seguido de rumores que no hacían sino aumentar la tensión. A cada paso que daba, la preocupación de los habitantes de hacía más notoria y pesada.
-¿Qué haremos si estos eventos aumentan?
-Tengo mucho miedo.
-Por favor rey, ¡desvele los motivos para tal acto!
-¡No quiero perder a mis hijos!
-¿Moriremos como ellos?
Aunque a un nivel un tanto ridículo, el miedo seguía esparciéndose. Shoutmon tuvo que calmarlos diciendo lo que tenía que decir para hallar al responsable. Obviamente logró su objetivo, pues todos volvieron a sus rutinas confiando en su majestad, no obstante al llegar a su palacio de nuevo, su inquietud se hizo notoria. Gumdramon temía que perdiera algo de razón, así que lo acompañó hasta su cuarto real. Una vez ahí, tuvo que acostarse para evitar un desplome por cansancio. Ser rey, como es típico pensar, no era pan comido. Gumdramon lo vió preocupado por su bien, pero al final tuvo que dejarlo solo para que pudiese descansar; saliendo del cuarto se topó con la amiga más cercana del rey. Tenía entre sus manos un cesto de frutas que ella misma había recolectado del bosque, signo de que deseaba ver a su majestad.
-Lo siento Lunamon-dijo en cuanto vió que estaba por cruzar la puerta-, el rey está en reposo y no creo que sea un buen momento para las visitas.
-¿Tan cansado está?-indagó la digimon.
-Gobernar el mundo digital conlleva también proteger el bienestar del pueblo, pero el problema de hoy resultó muy duro-argumentó.
-Hum...-sus ojos de tornaron tristes.
Se alejó de la puerta de la recámara unos cuantos pasos, pero después se detuvo. Gumdramon, curioso, se acercó para saber que le sucedía; estando ya a su lado, notó que su rostro mostraba algo de pena. Ella se volteó y lo miró igual de nerviosa.
-Quisiera saber si... puedo dormir aquí-Gumdramon hacía como sin no entendiese nada-... en otra habitación, me refiero.
-Oh-se quitó el sudor que tenía en la frente-, claro. Al final de este pasillo hay una. Hace mucho que no se usa, así que está bastante sucia.
-Puedo limpiarlo.
-No me parece lo correcto, eres la amiga del rey y debes ser tratada como tal-llamó a unos siervos y les dió la orden de preparar todo para el descanso de la invitada.
-Gracias, Gumdramon-sonrió agradecida.
-No hay de qué.
El día posterior al evento sucedido apareció. Flamedramon se había levantado algo tarde, aunque todavía seguía siendo de mañana. Después de haberse preparado el desayuno e ingerirlo, caminó al hogar de Renamon como de costumbre; de repente sintió de nuevo la sensación de ser observado. Contrario a las ocasiones anteriores logró ver al menos la silueta del espía, y notó que era de una estatura menor a la suya. No, no se trataba de Impmon y eso lo dedujo fácilmente, pues también se dió cuenta que la anatomía del sujeto difería mucho del enano púrpura: tenía una forma más humanoide, como si fuera un niño. Un niño humano. Como fuere, sabía que debía comunicárselo a ella rápidamente, así que aceleró el paso; en medio del sendero ambos se toparon sorpresivamente. En medio de la sorpresa, Flamedramon le abrazó sin pensarlo mucho, y Renamon no sabía cómo reaccionar ante el momento. No obstante y llevado por la timidez, la soltó rápido en cuanto vió el rostro de su compañera. Ella, no obstante, le dió un golpe no muy fuerte en el brazo de su amigo, sonriéndole feliz; ya en el entrenamiento Flamedramon pudo decirle lo vivido.
-Ahora que he comprobado que Impmon no es el causante de esas sensaciones, podemos estar tranquilos.
-Sí, al fin tranquilos-expresó Renamon calmada-, sólo tú y... yo...
-Eh... ¿Renamon? ¿Te pasa algo?
-Estoy bien, sólo que-recargó su cuerpo en el de su compañero, mostrando un poco su lado tímido-... me gustaría que esto fuera así. Digo, tú y yo conviviendo de esta manera. Tú me entiendes.
-Sí, te entiendo-dijo Flamedramon con calma-. Me agrada entrenar contigo.
-Oh, hablando de eso-se acomodó más cerca de su rostro-, hoy no vamos a entrenar.
-¿Eh? ¿En serio?
-Sí. Quería tener un pequeño descanso-le quitó uno de los guantes y le tomó la mano, y el lagarto se sonrojó bajo la máscara-, y decirte un... Secreto.
-¿Cuál?-se sentía dominado por el nerviosismo y la curiosidad.
-Bueno, no me siento preparada-lentamente acercó su rostro al de Flamedramon, sonrojándose conforme se acercaba-, pero...
Antes de que Flamedramon reaccionara, lo acercó a ella y lo abrazó, denotando el sonrojo en su cara. Tomado por sorpresa, lo único que podía y quería hacer el dragón azul en ese momento era corresponderle, rodeándola con sus brazos; siguiendo así por unos minutos más.
-Ustedes hacen una hermosa pareja-el tono sarcástico de un tal chaparro arruinó el momento entre los dos.
-¿Eh?-llevados por la sopresa y separándose, ambos voltearon las cabezas y vieron al que echó a perder el momento.
-¿Qué? Ustedes sigan como si nada, como si no estuviera aquí.
Flamedramon estaba por ir hacia él, pero Renamon lo detuvo y lo miró a los ojos, diciendo así que ella se encargaría de eso.
-Vamos Renamon, ¿hasta cuándo tiene que durar esto?
-No lo sé, tú dime-respondió en un modo serio y a la vez de broma.
Soltando un suspiro, se acercó a ella con una mirada de determinación.
A cada paso que daba, se volvía más evidente su propósito por el que había ido, y sus ojos parecían brillar de las ansias por cumplirlo; a escasos centímetros de altura, terminó de caminar. Parado frente a ella, su actitud típica se "lució" de mala manera. Siendo el engreído que era, la jaló de uno de los brazos, tomó su rostro y sorpresivamente la besó en la boca. Flamedramon, al ver eso, se puso visiblemente molesto, por lo que hacia ellos y los separó bruscamente; Renamon levantó a Impmon del pañuelo y lo colocó frente a sus ojos, los cuales observaron la expresión que tenía el tipo púrpura. Ligeramente fruncido, parecía que Impmon no experimentó lo que quería, pellizcó la mano que lo sostenía y cayó de pie.
-Espero que...
-Pensé que sentía algo por ti-dijo Impmon, interrumpiendo el diálogo que estaba diciendo la digimon zorra-, pero...
No le dejó hablar más, con una bofetada le dejó en claro que estaba harta de sus acciones. Con media vuelta, volvió adonde estaba Flamedramon y, agarrada de su garra, tomaron el rumbo al hogar de Renamon. Por su parte, Impmon se acarició la parte lastimada y, con un suspiro, caminó de regreso a su casa; ninguno de ellos se percató de que otro más, amigo suyo esta vez, los observó desde un árbol. Habiendo visto todo desde arriba, y dominada por saber cómo iban a terminar las cosas, descendió del árbol con aspereza; abajo, se topó con el enano púrpura.
-...-sólo se limitó a verla, con una mirada algo perdida irónicamente.
-...-recostó su espalda en el tronco y se deslizó en él hasta llegar al suelo- Debí pensar que algo así pasaría.
-No puedo culparla-contestó con una calma anormal-. Es curioso que, en lugar de estar enojado, esté así.
-¿Cómo?-indagó ella.
-...-deslizó también su espalda en el tronco y llegó al pasto- Indiferente.
Tomada por sorpresa, se inclinó un poco hacia adelante y, con los ojos, intentó comprobar que decía la verdad.
-En serio-dijo para calmarla-no te estoy mintiendo.
-Al menos eso parece-volviendo a su postura anterior, el ceño volvió a fruncirse.
Se limitó a verla a los ojos, soltó un suspiro y desvió la mirada a otra parte.
-Créeme-dijo en un tono algo triste-, por favor. Tú... me conoces muy bien.
-Estoy dudando de eso ahora.
-...-una pequeña lágrima salió de su ojo derecho.
-Pero-se acurrucó en el tronco, con los brazos detrás de la nuca-... Está bien, te daré otra oportunidad.
-... Gracias-dijo sin impedir a la gota que salió de su ojo.
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