Capítulo 4.
Capítulo 4.
Jem estaba sentado junto a mí en el banco en el que se conocieron. Eran pasadas las 4 a.m.
"Kayla" Jem estaba más serio de lo habitual.
"¿Qué, Jem?"
"¿Tú...tú sientes algo por mí?"
Agaché la cabeza.
"Hum...Quizá. No lo sé."
Jem acarició mi mejilla.
"Yo...lo siento, Kayla. Lo siento todo por ti."
Lo miré, con los ojos muy abiertos.
"Casi ni me conoces... Y, Jem, estoy muerta."
"Me da igual,Kayla. ¡Me da igual!" Jem estaba medio chillando. "Y sí, casi ni te conozco, pero, ¿nunca has oído hablar del amor a primera vista?"
"¡El amor es vacío! ¡El amor es como un grito desesperado en el vacío!" Elevé mi voz a la misma altura que Jem lo había hecho. "Jem. Estoy muerta. Tarde o temprano, me olvidarás."
Jem cogió mi cara con ambas manos.
"Kayla, eres jodidamente negativa, y eso es lo que me encanta de ti. Eres negativa, cabezona y loca. Me haces sentir vivo, me haces sentirlo todo."
Jem se acercó a mí, a punto de besarme, pero me aparté.
"Jem, no sé si siento algo por ti, y esto está siendo realmente abrumador. Por favor, dame algo de tiempo."
Jem frunció el ceño.
"Kayla,yo no-"
No lo dejé acabar y me marché, corriendo, sin rumbo fijo. Lo bueno de ser una no-muerta era el hecho de que no tenías por qué dormir.
Vagabundeaba por las calles, hasta que encontré una tienda de que sólo vendía vinilos y libros antiguos.
Puse las manos contra el cristal, observando en la penumbra la gran cantidad de libros y vinilos, perfectamente apilados y ordenados.
Me senté en la acera, fría al tacto, esperando a que la tienda abriera.
Perdí la noción del tiempo, observando a la gente ir y venir, el sol salir, los primeros cantos de los pájaros...Y cuando me di cuenta, eran pasadas las ocho. Lo que significaba que, en breve, la tienda abriría.
Un chico, con cabello pelirrojo, rizado, lo suficientemente largo para que le tapase los ojos, que andaba de forma tímida, con la cabeza baja, se acercó a la puerta y forcejeó con ella hasta abrirla.
De un salto, me levanté, y entre a la tienda, tras él.
Me acerqué a una estantería repleta de libros y cogí uno al azar. Recordé que llevaba mi corona de rosas blancas y rojas, y la ajusté, mejor a mi cabeza.
"Perdona, aún no puedes estar aquí. Está cerrado." dijo con voz grave y tímida el chico, tirando de las mangas de su jersey para que le tapase las manos.
Miré hacia todos lados. Nadie. ¿Me hablaba a mí? Aún más importante, ¿me veía?
"¿M-me hablas a mí?"
"Sí."
Di largas zancadas hasta llegar hasta el chico, una cabeza más alto que yo. Lo agarré por los hombros. El contacto hizo que se sonrojara.
"¿Me ves?"
"Cla-claro. Es difícil no notar la presencia de un chica tan...llamativa" dijo, tímido.
Sonreí ampliamente.
"Bueno, yo soy Kayla."
"Hum, yo soy Dimitri."
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