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Gato

El gato ya estaba ahí cuando encontraron el cuerpo. Fue un mesero, que iba a recibir los insumos de un restaurante, antes de su turno, el que llamó a la policía. Según sus palabras, fue como si el gato supiera lo que había pasado y por eso lo había guiado. Cuando llegó la policía, el gato naranja estaba sentado al lado de la víctima, mirando a los curiosos con unos grandes ojos amarillos.

La víctima, esta vez, fue un joven de veinte años que fue apuñalado cinco veces en el pecho. El arma homicida no se encontró por ninguna parte, aunque pronto se supo que el asesino lo había robado del mismo restaurante donde trabajaba el mesero.

La única similitud que tuvo la víctima de este segundo asesinato con la mujer que había muerto un par de días atrás fue la edad. Y que su rostro era bonito. Ciertamente lo era. Fue guapo como una joven estrella de cine, con ojos verdes y rizado cabello negro, la piel morena pudo haber sido de un precioso color cuando estaba vivo. Ahora que no tenía sangre en el cuerpo, simplemente era del color de la tierra muerta.

Peter Hansen, de veintiún años de edad, se había mudado a la ciudad para estudiar la universidad y fue encontrado muerto detrás de un restaurante, con cinco puñaladas en el pecho, acompañado del gato anaranjado, cuyas almohadillas se habían manchado con la sangre de la víctima, así que probablemente había estado ahí cuando fue asesinado. Si tan sólo pudiera hablar.

Bajo las manos cuidadosamente entrelazabas sobre el pecho de Peter, estaba una carta manchada con sangre acompañada de una rosa roja.

Era igual que la otra carta, perfumada con flores, sellada con rojo y sin ninguna huella.

"A quien corresponda:

Esta no será la última carta que leerán, pero sí la primera y última dirigida a ustedes. Tuve una epifanía, un mensaje de ella. Aquella noche, cuando puse la carta sobre esa muchacha, fue como si mi amada me estuviera hablando. Me dijo, claramente: «Quiero quince regalos, mi amor. Y entonces volveré a buscarte»

Mi amor, mi amada. ¿Lo ven? Ella me lo ha prometido. Sólo unos pocos rostros bonitos y finalmente estaremos juntos para siempre. Ojalá pudiera matarlos a todos, ojalá pudiera poner una bomba en un avión para que se estrelle contra un edificio, ojalá pudiera hacer descarrilar el subterráneo. Pero así no funciona. A ella le gustaba mi arte, a ella le gustaba mi forma de ver las cosas. ¿Cuánto arte hay en descarrilar un tren? ¿Cuánto arte hay en armar un tiroteo? Ella estaría horrorizada. ¿Eso? ¿Eso qué tiene de hermoso? Miren estas puñaladas, hay más amor en ellas de lo que jamás habría en un avión caído.

Tómenlo como una promesa, tómenlo como una advertencia, no me importa. Llevo dos.

Faltan trece.

Con amor, Vittorio."

Por supuesto, le entregaron inmediatamente la carta a uno de los detectives que se había acercado a la escena. Era una mujer, llevaba un par de años siendo policía trabajando como detective. Y estaba honestamente horrorizada.

— ¿Qué hacemos con el gato? — le preguntó uno de los oficiales, ya que el felino se negaba a irse.

— Quizá es el gato de nuestra víctima. Vamos, tráiganlo mientras encontramos a su nuevo dueño.

Era un gato bonito, eso había que admitirlo. Su pelaje naranja atigrado estaba muy bien cuidado, y sus ojos amarillos parecían comprender el estrés que toda la situación le estaba provocando a la detective, pues apenas ella subió al auto, junto con el gato, éste se acurrucó en sus piernas y empezó a ronronear.

El gato la acompañó esa noche, en su departamento, mientras ella veía las cámaras de seguridad que el restaurante les había proporcionado. Miraba atentamente la pantalla del computador. Para gran decepción de la detective, las cámaras no captaron nada que pudiera ser de ayuda. Sí, Vittorio parecía ser un hombre joven. ¡Pero había estado usando guates, y la sudadera con capucha ni siquiera permitió que se le vieran los cabellos! No hubo nada relevante, nada como en las películas de detectives, donde el asesino mira a la cámara. No hubo nada. Vittorio sabía lo que hacía, y lo hacía bien.

— Jamás lograremos encontrarlo — le confió al gato.

El gato sólo le devolvió la mirada y continuó mirando las grabaciones de seguridad. 

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