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Caballo

En una mano tenía un caballo de juguete, y en la otra sostenía el cuchillo de cocina que había usado con al que después identificaron como Peter.

Era un caballito de madera, con cabello falso y pintado de blanco. A Vittorio le gustaba mucho aquél caballito. Se lo había comprado a una mujer que hacía juguetes de madera y desde entonces lo conservaba. No estaba muy gastado de todas formas, puesto que ni siquiera lo tocaba. La mayor parte del tiempo, el caballito de madera permanecía guardado.

Y aun así, se había asegurado de quitarle todas las huellas antes de salir esa noche.

Era una buena noche. Estaba nublado, así que no había luna ni estrellas, además de que en esa parte de la ciudad no funcionaba del todo bien el alumbrado público. Era una noche perfecta para buscar a otro regalo. Vittorio usaba guantes, y el largo cabello naranja lo tenía bien trenzado. Sabía que jamás podrían atraparlo, pero de todas formas le gustaba tomar sus precauciones. La policía buscaba en todas partes y si obtenían algo de él probablemente iban a molestar a todos sus familiares. No era lo que Vittorio quería.

Bajo una farola cuya luz parpadeaba, Vittorio encontró a su perfecta víctima. Era una chica muy joven y cuando bajó del destartalado auto rumbo al autoservicio pudo notar mejor sus rasgos. Tenía una nariz bonita, sus cabellos rizados eran de un delicioso color caramelo, por no mencionar los profundos ojos negros. Ella sería, sin duda, un regalo perfecto. Vittorio avanzó para mirar el interior del autoservicio, guardando dentro de su mochila el caballito de madera. La chica compró un par de paquetes instantáneos y salió.

Ella no se dio cuenta del cuchillo que tenía en la mano.

Vittorio miró un momento más el interior de la tienda; el encargado, un hombre de mediana edad, se dirigió a la bodega y la puerta se cerró detrás de ella.

Volviendo su atención a la muchacha, ella ya había abierto la puerta del destartalado coche, así que Vittorio no esperó ni un momento más. La tomó del hombro para hacerla girar, alzó el cuchillo y... lo hubiera clavado de no ser porque notó un movimiento dentro del auto.

La muchacha estaba tan asustada que ni siquiera pudo gritar, pero la atención de Vittorio ya no estaba en ella, sino en el niño de dos años que esperaba, en el asiento trasero del conductor. El niño se había acercado a la ventana cuando notó que alguien sujetaba a su madre. Él era muy pequeño para entender el porqué del cuchillo.

Entonces Vittorio la soltó. Las llaves y el ramen instantáneo se le habían caído a la temblorosa muchacha, así que Vittorio los recogió del suelo, pero tan sólo le ofreció los paquetes. Vacilante, ella los tomó y los arrojó al interior del auto a través de la ventana abierta.

— ¿Es tu hijo? — preguntó Vittorio, retrocediendo un paso. Todavía tenía las llaves consigo, pues sólo quería hablar un poco con ella.

— Sí — tartamudeó ella, quien había empezado a llorar.

El asesino asintió con aire ausente. Guardó el cuchillo y luego fue a abrir la puerta trasera del coche. La chica, sin embargo, le apartó de un empujón, sin importarle que él fuera mucho más fuerte que ella.

— No lo toques — exclamó ella, con la voz entrecortada.

— ¿Pero qué clase de monstruo crees que soy? — preguntó con voz dulce—. No voy a dejar a un niño huérfano, y tampoco voy a dejar a una madre sin su hijo. Venga, abre la puerta.

Ella parecía a punto de gritar, pero pronto pareció considerar sus opciones. Vittorio tenía el cuchillo y también las llaves del auto. Bien la podría matar y llevarse al niño, pero si quisiera hacerlo, lo haría independientemente si ella abría o no la puerta del auto.

Fuese cual fuese su razón, con una temblorosa mano, la chica abrió la puerta del auto.

Vittorio la escuchó contener un grito cuando volvió a abrir la mochila, ella sin duda creyó que volvería a sacar el arma, pero no. Él sacó el caballito blanco de juguete y con una mano enguantada, se lo ofreció al pequeño niño.

— ¿Te gustan los animales? — preguntó Vittorio con voz dulce al niño, quien emocionado por el juguete nuevo, asintió energéticamente con la cabeza —. A mí me gustan mucho los animales. Mira, este caballito es para ti.

— -llito — balbuceó el niño, agarrando el juguete con su mano regordeta.

— Llito es un buen nombre — respondió Vittorio, riendo.

La muchacha lo observaba con una mezcla de miedo e incredulidad.

— Planeaba dejar al caballo junto a tu cuerpo — le confesó Vittorio, sacando entonces una carta perfumada y sellada con cera—. Toma. Llama a la policía. Sé que mi amor lee todas mis cartas.

En un gesto casi romántico, Vittorio colocó la rosa detrás de la oreja de la muchacha. Le ofreció la carta, junto con las llaves y se alejó en la misma dirección en la que había venido.

Si es posible, ella palideció aún más al darse cuenta de que había estado a un respiro de ser asesinada por Vittorio, el asesino de los periódicos.

No tardó en entrar al local y suplicarle histéricamente al encargado que llamase a la policía. 

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