Capítulo 10.
Pasaron un par de días desde que Minho había echado a Hyunjin de su casa y se había limitado a encerrarse en su habitación la mayor parte del día, a veces sin muchas ganas de comer o de ducharse, llorando hasta quedarse sin aire, hasta quedarse dormido en algunas ocasiones y con pañuelos sucios por todos lados.
Hyunjin le había mandado un par de mensajes al principio, probablemente aún sin entender la razón de por qué había terminado todo, preguntando si estaba bien y por qué de su ausencia en la universidad, pero que Minho no se tomaba la molestia de responder, simplemente leyéndolos aunque el azabache se diera cuenta de ello y le reclamara.
No habían sido nada más que amigos, amigos que habían comenzado a coger con frecuencia pero Minho sentía como si le hubiesen arrancado una gran parte de sí. Debía tener los ojos hinchados de tanto llorar los últimos días pero no le importaba.
Al principio, había pensado en aguantarse las ganas de echarse a llorar, de sentir que no tenía derecho a hacerlo, que había sido demasiado mierda para siquiera poder tener ese privilegio. Su dolor no se comparaba con lo que Jeongin probablemente había sentido cuando se enteró que Hyunjin lo estaba engañando, y que además de todo, que lo había hecho con su mejor amigo.
Sin embargo, no pudo evitarlo cuando se encontró con una foto de él y del azabache en el cajón de su escritorio de cuando se habían graduado de la preparatoria, en seguida soltando una lágrima y desde entonces simplemente se permitió hacerlo.
Había pensado en romper aquella foto, ya hasta tenía sus dedos en el borde de esta, con ira en medio de su llanto, pero se detuvo y siguió llorando, soltando quejidos e intentando recuperar el aliento pero sin mucho éxito.
Así que desde aquella vez, ya no podía detener sus lágrimas. Ya no le importaba, llorando sin poder evitarlo a lo largo del día. Incluso durante las pocas veces que comía y cuando sentía las fuerzas de ducharse, agradeciendo que la lluvia artificial borrara cada rastro de lágrimas.
— Minho — le llamó una voz femenina. Se limitó a hacer un sonido con su garganta, como a modo de queja y se cambió de posición mirando hacia la pared — Minho — le volvió a llamar, saudiéndolo un poco y fue cuando finalmente miró a la mujer.
Era su madre.
Seguramente estaba soñando porque, ¿qué estaría haciendo su madre en su apartamento? Volvió a hacer un sonido y estaba listo para volver a dormir cuando la mujer le quitó la sábana en un movimiento brusco, provocando que se girara hacia ella.
— ¿Vas a dormir todo el día o qué? ¿Ya viste qué hora es? — le regañó y Minho se dio cuenta de que no estaba soñando.
Su madre de verdad estaba en su apartamento y entrecerró los ojos cuando la mujer abrió las cortinas, permitiendo que la luz del sol entrara a través de las ventanas.
Minho no estaba seguro de cuándo fue la última vez que las había abierto. No había tenido los ánimos de nada que se permitió dejar su habitación a oscuras por días.
Miró hacia el techo suspirando, sabiendo que de verdad tenía que pararse. Ya estaba ansiando el momento en el que su madre se regresara a su casa para que pudiera volver a acostarse en su cama quizás hasta el lunes otra vez.
— Seguro no has comido nada, ¿verdad? — preguntó la mujer y ni siquiera se molestó en responder. Ambos sabían la respuesta a eso — Ya levántate en lo que te hago el almuerzo — fue lo único que dijo antes de salir de su pieza, sin siquiera cerrar la puerta detrás de ella, lo que le hizo saber que en verdad tenía que pararse y comer.
Siguió procesando lo que estaba sucediendo en aquel momento en su apartamento por al menos 5 minutos más, decidiendo si de verdad era tan importante comer o siquiera pararse de la cama.
Volvió a suspirar antes de finalmente levantarse, mirando la hora en su teléfono que se hallaba en la mesita de noche, dándose cuenta que ya eran las 2 p.m. y aquello le sorprendió. No ha dormido lo suficiente estos días y se mantenía despierto hasta tarde ya que tenía muchas cosas en la cabeza.
Desconectó su teléfono de su cargador cuando se levantó y se lo llevó consigo a la cocina, donde ya se encontraba su madre terminando con el almuerzo y simplemente tomó asiento sin decir nada mientras la mujer ponía la mesa. Cuando terminó, tomó asiento frente a él y lo miró en silencio. Le dio las gracias e inmediatamente se puso a comer, aunque no se sentía con demasiada hambre.
— ¿Y qué estás haciendo aquí? — preguntó Minho, aclarando su garganta sin siquiera mirarla.
— Quería ver a mi hijo, ¿ahora no puedo? — replicó, con fingida ofensa — Muy rara vez nos visitas, Hon — dijo finalmente, con un tono suave. Minho sabía que era verdad.
Sus padres no viven demasiado lejos de donde él está rentando ahora así que no es tan difícil ir a visitarlos o viceversa, pero usualmente lo hace durante las vacaciones
— He estado ocupado con la universidad, mamá — contestó y bueno, no era una completa mentira porque la universidad sí le quita tiempo y energía así que no los visita tan seguido ni siquiera los fines de semana.
— Pues es por eso que estoy aquí, ya que parece que te olvidaste que tienes padres — lo molestó y Minho no pudo evitar rodear los ojos.
A veces su madre podía ser algo dramática.
— Bueno, ya me viste así que ya puedes irte. Saluda a papá de mi parte y dile que lo amo — dijo cuando terminó de comer y su madre lo miró, molesta por aquella respuesta.
— No voy a irme tan rápido Minho. — lo regañó y el aludido hizo una mueca. Al menos lo intentó — ¿Por qué tienes este desastre en el apartamento? Pensé que eras más maduro que esto.
— Ya te dije que he estado ocupado — le volvió a decir. Y sí, aquello sí era una vil mentira porque han pasado días desde la última vez que fue al campus.
— Aun así puedes limpiar de vez en cuando, ¿eh? — su mirada se mantiene fija en él, molesta.
Él simplemente la ignoró y se levantó de su asiento con sus trastes en sus manos y los colocó en el fregadero.
— Yo lavo los trastes, tú vete a limpiar tu cuarto. — Minho la miró, como sin poder creer lo que estaba diciendo — ¡No me mires así! ¿Cómo se supone que te enfoques en la escuela si tienes este desastre en tu casa?
Minho simplemente suspiró y salió de la cocina. No tenía otra opción más que hacer lo que le habían pedido.
Aún se sentía desganado, así que al principio se tardó en la tarea que se le fue asignada y cuando finalmente terminó, su madre apareció en su habitación y la vio sonreír.
— ¿Ya viste la diferencia? No fue tan difícil, ¿verdad? — le elogió, aún sonriendo pero sin mostrar sus dientes.
Lo hizo limpiar el resto de la casa con su ayuda mientras enciende la lavadora. A veces hablaban y Minho estaría mintiendo si dijera que no estaba disfrutando de pasar tiempo con ella. Ha pasado un tiempo desde la última vez que la vio y no siempre hablan por teléfono, además Minho sabía que no era lo mismo que verla y mandarle mensaje.
Más tarde, Minho odiaba admitir que le dio hambre luego de limpiar así que hicieron la cena juntos esta vez, su madre hablaba entusiasmada sobre algo que su padre hizo o de alguno de sus vecinos en su casa, riendo y contagiando a Minho también.
— ¿Y cómo está Hyunjin, eh? — cambió de tema y él dejó de cortar las verduras por un momento antes de aclararse la garganta y volver a su tarea.
— Está bien, ya sabes, ocupado — replicó, esperando que su madre dejara de preguntar por él.
— Algún día deberían venir y les hago de cenar — sugirió y él se limitó a asentir, aunque no estaba seguro si su madre lo estaba mirando.
— Sí, quizás después — mintió en un murmuro y en seguida se sintió mal al respecto pero les dirá toda la verdad luego, cuando se sienta mejor.
— ¿Está saliendo con alguien? — volvió a preguntar la mujer, aparentemente demasiado interesada en Hyunjin. No era sorpresa, sus padres siempre han amado a su amigo, lo trataban como a otro hijo más y él tenía la misma relación con los padres de Hyunjin también. Lo amaban demasiado.
— Acaban de terminar — admitió.
— Oh, qué mal. — dijo, y Minho podía imaginarla con una mueca en su rostro — Siempre pensé que ustedes se verían bien juntos — admitió y aquello provocó que tirara al suelo el cuchillo que se encontraba sosteniendo. Su madre en seguida corrió hacia él — ¡¿Minho estás bien?! ¿Te lastimaste? — preguntó mientras buscaba algún índice de que estuviese lastimado.
Un nudo en su garganta comenzaba a formarse, tragando con fuerza en un intento de deshacerse de él.
Intentó contenerse las lágrimas sin mucho éxito, sollozando audiblemente y miró a su mamá, quien estaba sorprendida de verlo así.
— Hon, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras? — le preguntó, sentándose a su lado en una de las sillas — ¿Te cortaste? — cuestionó, sólo para asegurarse de que estaba bien.
Minho sacudió la cabeza — No, no me corté — dijo como pudo, mordiendo su labio para evitar seguir llorando.
— ¿Entonces por qué lloras, cariño?
— Es Hyunjin, mamá — soltó.
— ¿Qué hay con él? ¿Qué pasó? — la mujer parecía confundida.
— Peleamos y lo eché la última vez que estuvo aquí, no lo he visto desde entonces. — explicó, sin decirle la verdad por completo, y nuevas lágrimas rodaron por sus mejillas pero ya no le importaban — Me gustaba tanto mamá, pero era lo mejor para nosotros y para otras personas. Quería dejar de verlo pero me duele mucho, lo extraño. Era mi amigo, el único que tenía.
Sus cejas se unieron, apenada — Oh Hon, lo siento tanto cariño. — en seguida lo abrazó y él le correspondió, sus lágrimas manchaban el vestido de su madre y ella acariciaba su cabello con ternura — No entiendo porqué esto afectaría a otras personas, pero si tú lo dices apuesto a que tomaste la decisión correcta. Fuiste valiente por soportarlo aunque te encuentres así ahora. Estoy muy orgullosa de ti, Hon — murmuró y se separaron por un momento. La mujer le depositó un beso en la frente antes de volverlo a abrazar.
Su madre se quedó el resto del fin de semana y en silencio se lo agradeció. No sólo por la compañía, sino porque había podido hablar con alguien sobre lo que había sucedido, sin darse cuenta que en realidad era algo que necesitaba. Había estado encerrado en su habitación por casi una semana que el hecho de que su madre apareciera sin avisar, le había ayudado a salir de ahí.
Pasaron viendo películas en la sala, haciendo palomitas y riendo. El sábado, Minho se había ofrecido a hacer la cena y aquello había tomado por sorpresa a su madre, pero no se quejó, entusiasmada por probar lo que fuera a hacer su hijo. Para el domingo, simplemente decidieron pedir comida a domicilio. Habían optado por una pizza y tomaron unas cervezas que tenía en su refrigerador.
El domingo, su madre se fue por la tarde antes de que anocheciera. Se despidieron y Minho prometió que los visitaría lo más pronto posible, ya que extrañaba a su padre también. Se abrazaron y por primera vez en mucho tiempo, Minho en silencio deseó que no se fuera.
Cuando llegó el lunes, Minho despertó al escuchar su alarma y la apagó, soltando un suspiro sabiendo que ya era momento de retomar sus clases en la universidad o le iban a afectar en sus calificaciones.
Él había sentido que el tiempo se había detenido el día que echó a Hyunjin de su apartamento pero no había sido así. Todos seguían con su vida, los veía hacer la misma rutina de siempre. Caminaban por los pasillos con sus bolsos, charlando con sus amigos y riendo, viendo a pequeños grupos sentados en la entrada del campus, otros simplemente se hallaban parados e incluso veía a uno que otro comer.
Se dirigió a su aula, sin poder evitar sentirse un poco triste todavía. Decidió tomar asiento al fondo y mientras esperaba a que el profesor llegara, vio a Hyunjin entrar, pero no se encontraba solo. Estaba con un par de chicos de los que Minho no estaba seguro de si los había visto alguna vez, así que los miró incluso cuando habían tomado asiento, notando que estaban platicando y a veces escuchaba la risa de Hyunjin.
Lo había extrañado como la mierda, incluso su risa. Aquella risa que tanto le gustaba.
Hyunjin parecía estar bien y una parte suya se alegraba, ¡genuinamente lo hacía! Pudo haberlo odiado al principio cuando tuvieron esa charla, cuando se quedó a solas en su apartamento y lloró hasta quedarse dormido, pero estaba contento de que estuviese bien. Otra parte suya lo hacía sentir mal, porque mientras que él había sentido como que se le había acabado el mundo, Hyunjin lucía como si nada hubiese sucedido. Como si no hubiera acabado de perder una amistad de al menos 5 años y eso le rompía el corazón.
Cuando tuvo tiempo libre para ir a comer a la cafetería, comió en silencio y le importó una mierda que la gente alrededor lo juzgara y cuchicheara sobre él. Él se limitó a comer y simplemente se enfocó en eso.
Hasta que vio a Jeongin a lo lejos en una de las mesas. Estaba con sus amigos, Felix y Seungmin se encontraban frente a él mientras Jisung se hallaba sentado al lado suyo y los veía reír juguetones. El menor colocaba su cabeza en el hombro de su amigo y seguían platicando.
Aunque lo que le había dicho a Hyunjin había sido mentira, algo en realidad estaba pasando entre ellos y no pudo evitar sonreír levemente. Había estado cegado por los celos de no poder tener lo que él tenía, que no le agradaba Jeongin sin razón alguna. Era estúpido y se dio cuenta de aquello cuando había hablado un poco más al respecto con su madre.
Entonces los días pasaron, y comenzó a seguir con su vida. Comenzó a dedicarse en estudiar para sus exámenes, en hacer tareas y trabajos que le dejaban y aquello le ayudó a ocuparse en algo y dejar de pensar en Hyunjin. Asimismo, llegó a ver a Jeongin y a Jisung compartir cortos besos también, lo que le hizo pensar que quizás ya eran novios y aunque no conocía tanto a Jisung, lucía como una buena persona que sería mejor que su ex. Alguien que muy probablemente Jeongin merecía.
Sentía su estómago revolverse, su respiración se aceleraba al mismo tiempo que daba un paso y las manos no le dejaban de sudar. Las había secado incontables veces en su pantalón pero no funcionaba.
Sentía que se echaría a correr en cualquier momento, o que sus piernas dejarían de moverse incluso. ¿Por qué sentía tantos nervios? Iba a ser pan comido.
Eso era. No había absolutamente nada que temer. ¿Qué podía ser lo peor que sucediera? Lo iba a insultar sin importar la manera en la que se lo dijera. No podía hacer nada al respecto, ya había cometido la mayor estupidez de su vida y ahora tenía que afrontar sus consecuencias.
En el fondo, esperaba que no lo encontrara en su casa.
Aunque eso podía jugarle en contra, porque lo pensaría más y más cada vez, que terminaría no haciéndolo, aunque supiera que era lo adecuado.
De cualquier forma, si lo hacía y simplemente lo aplazaba, terminaría siendo lo mismo. Era mejor hacerlo en ese momento.
Entonces, al llegar a la puerta, tomó una bocanada de aire y cerró los ojos cuando exhaló. Al abrirlos nuevamente, se mordió el labio y tocó el timbre de la casa, tragando con fuerza.
La puerta no tardó mucho en ser abierta, y Minho también pensó en la posibilidad de que sus padres atendieran la puerta, y se sentiría aún más patético pidiéndoles hablar con su hijo.
Para su sorpresa, había sido atendida por la persona que estaba buscando — ¿Qué carajo estás haciendo aquí, Minho? — preguntó Jeongin, visiblemente molesto.
— Sé que no quieres verme y lo entiendo, pero sólo quiero pedirte disculpas.
El azabache se cruzó de brazos y alzó una ceja — ¿A eso viniste? ¿A pedirme perdón? — inquirió, pero en cuanto vio que Minho iba a volver a hablar, se adelantó — Si es para sentirte mejor, te ahorro el trabajo y te pido que te vayas, no me interesa. No quiero volver a verte.
— No lo hago por eso, Jeongin. ¿Podrías dejarme terminar? — pidió, y aunque le molestó que reaccionara así, sabía que él era el culpable de ser recibido de esa manera. Cuando no volvió a reprochar, habló — Te pido perdón en serio. Por todo. Siempre supe que lo que hice estuvo mal, porque claramente estabas enamorado de él, pero yo también lo estaba. Sé que no es justificación para lo que hice, ¡lo sé! — exclamó cuando notó la mirada amenazadora de Jeongin — Estaba tan cegado, por el hecho de que me gustaba. Yo te envidiaba por tenerlo, y simplemente permití que sucediera, para poder tenerlo aunque sea por un momento. Como sea, lo siento — su voz se volvió más suave, inaudible casi, pero Jeongin escuchó eso último.
Jeongin lo miró en silencio por un momento y Minho unió sus cejas, expectante.
— No te perdono. — se limitó a decir y Minho asintió, lentamente — Las acepto, — explicó, atrayendo la atención del contrario, tomándolo desprevenido — pero no te perdono.
Minho suspiró, sin mirarlo — Está bien, sé que no merezco que me perdones, sólo quería hacértelo saber. ¿Adiós, supongo? Espero que ahora seas feliz con Jisung — le deseó, y sin siquiera esperar respuesta, se dio la vuelta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro