5 Trasfondo/Secuestro
Fortunity
Solía odiar la oscuridad, mi padre lo sabía y se esforzó en hacerme superar ese miedo, mayormente obligándome a apagar mi lámpara, primero me acompañaba, después me dejó sola. Hoy en día siento la oscuridad parte de mí y se lo agradezco. Quisiera decir que gran parte de quien soy actualmente se lo debo a mis progenitores, que ellos me trataron mal y por ello me convertí en mala persona, pero sería mentira. Soy muchas cosas, excepto mentirosa.
Me volví malvada por causas externas, o quizás internas; nunca lo sabré. Solo estoy segura de que matar es mi pasión, robar un pasatiempo, y manipular es mi mayor delito.
—Buenos días, espero hayas descansado bien —dijo el chico que tenía de traductor, un tal Vicente—. Te daría desayuno, pero eso sería muy generoso, y debes ganar que sea bueno.
Lance una mala mirada al joven y este carraspeo reficando la última palabra a "buena". Uno de mis dos nuevos secuestrados miro alrededor con confusión y después fijo su vista en mí, notándose sorprendido.
—¿Cómo saliste de mi casa?
—¿Nadie te dijo de cuanto es mi coeficiente intelectual? —indague moviendo mis manos y mi traductor viviente lo repitió—. Tu tonta seguridad no fue gran cosa para mí. Lo más difícil fue arrastrarlos.
—¿Qué demonios? —susurró Alberto mirando sus manos—. ¿Por qué no estoy amarrado?
—Lo estás —dijo Vicente tras verme mover las manos—. Te he atado mentalmente.
—¿Bromeas? —interrogó Alberto.
—Secuestre a tu novia —habló el joven y mordió su labio nerviosamente.
—Mejor que dejé de temblar tu voz. Tu amigo se quedará sin cena si sigues haciendo mal tu trabajo —advertí.
—¿Dónde está Renette? —interrogó Alberto.
—Escondida —contesté y miré a mi traductor—. Anda, díselo.
—Está escondida —murmuró y yo entrecerre mis ojos—. Seguro se encuentra con mi amigo.
—Nadie te preguntó —enuncie y le di una bofetada—. Compórtate.
—Sí señorita.
—Háblame sobre ti Alberto —indiqué en señas—. Quiero descubrir cuanto tienes en común con Jason.
...
Jason
Admiré a los policías desde la primera vez que vi uno en los animados infantiles, los respete cuando les vi proteger a los demás, y quise convertirme en uno cuando rescataron a mi hermana de unos traficantes. Con el tiempo los crímenes fueron haciéndose menos frecuentes, pero eso no cambio mi interés en ser policía.
Todavía recuerdo nuestros recorridos a la ciudad, las noches de guardia, los entrenamientos, los arrestos, y en especial el día en que pedí un cambio de puesto, porque honestamente no me sentía realizado con los pocos casos que había en la semana. Mi jefe simplemente dijo: "Se nota que usted quiere hacer mucho más", hizó una llamada y me llevaron a una organización de la que no puedo hablar, allí con el tiempo me convertí en agente secreto. A mí parecer fue demasiado fácil el cambio de puesto, supongo que no habían muchos dispuestos de arriesgarse a semejante grado de peligro, o no querían tener que... Matar.
Tres veces tuve la oportunidad de disparar a Fortunity, pero no lo hice. Deseaba que pagará por sus crímenes, en prisión. Quería verla pudrirse en una celda y ver el arrepentimiento en su rostro. Sin duda tenía sed de venganza, y eso fue lo que me impulso a cruzar a un universo paralelo.
—¿Podrías explicarme esto más a fondo? —indagó Mabel.
—Ojalá pudiese, pero no soy científico ni conozco mucho de lo que ustedes estudian —mencioné frustrado—. Tendría que haber prestado más atención a Mabel.
—No sabías que ibas a cruzar a otro universo —argumentó la morena—. ¿Me contarías un poco de la Mabel que tú conoces?
—Ella es muy lista, aprende rápido, no se rinde, no es presumida, y ama hablar de lo que hace. Aunque puede volverse gruñona cuando tiene hambre, desafina cada vez que canta y le cuesta empezar amistades, pero cuando entra en confianza se vuelve el tipo de persona con la que puedes hablar sin cansarte.
La chica que tenía delante sonrió con ternura, manteniéndome la mirada se acercó y unió nuestros labios por unos segundos, así como así, sin ningún contexto.
—¿Por qué lo has hecho? —inquirí arqueando una ceja.
—Ella estaría encantada si te hubiera escuchado, si un hombre hablará así de bonito sobre mí sin duda lo besaría, así que te besé por ella.
—Esa lógica no es lógica —rebatí y Mabel se río ligeramente.
—Que gracioso, repitelo.
—No da gracia —indiqué rodando mis ojos—. Tú no eres igual que la Mabel que yo conozco, por lo que tu idea no vale de nada. Mabel es mi amiga, ella no me besaría. Ahora sigue estudiando.
—Sí señor.
—¿Renette te ha llamado? —indague y la joven negó—. Préstame tu teléfono.
—Cógelo, esta arriba de la cama.
En silencio fui a la habitación de Renette, y cogí el teléfono que se compró Mabel. Ambas estaban compartiendo cama, por suerte era una de las grandes, en cambio yo dormía en una pequeña en el otro cuarto, pero no me quejo, fueron amables. Dejando de pensar en ese tema salí de la habitación y fui con el teléfono hasta la mesa donde se encontraba Mabel con varios libros de física, ciencia, química y biología, sobre la mesa. Ella seguía estudiando y tomando notas como loca, me hacía cuestionarme si fue correcto haberla despertado del coma. Sin embargo, me agradaba verla esmerarse, me hacía recordar a mi amiga.
—Llama a Alberto y pregúntale por Renette —pedí.
—De acuerdo —aceptó tomando su teléfono.
La tranquilidad resulta anormal cuando se sigue a una criminal. El período de calma es digno de miedo, porque es la preparación para los siguientes pasos. Mabel me ayudaba a tener información actualizada y yo veía como disminuir el área donde podría ubicarse Fortunity.
—Hola Alberto. ¿Qué has sabido de Renette? —indagó Mabel hablando por teléfono—. Desde ayer dejó de comunicarse conmigo.
—Segurísimo la secuestró Fortunity—susurré.
—Ah, apago el teléfono. Lo entiendo.. me es un alivio que esté contigo.
—¿Con Alberto? —inquirí y Mabel asintió—. Pídele hablar con ella.
—¿Puedo hablar con Renette?
Mabel me miró de reojo, se despidió rápidamente de Alberto y me miró.
—Dijo que estaba dormida. ¿Sospechas que mienta?
—Demasiado —afirmé—. Busca la ubicación en tiempo real.
—Veamos... El teléfono se encuentra... ¿Cuál es la dirección de Alberto?
—No lo sé —admite golpeando mi frente—. ¿Hay forma de localizar su teléfono?
—No sé, no soy informática, la única manera que conozco es encendiendole la ubicación y anotando su correo, como hice con Renette.
—Envíale un mensaje y dile que quiero hablar.
...
Fortunity
El silencio es mi sonido favorito, aunque en realidad es la falta de sonido en si. No es que odie el ruido, pero prefiero mantener todo callado. Mi mal comportamiento justamente empezó por querer callar a los demás.
Dejé el plato que sostenía en una mesita bien pequeña de tamaño, saludé al chico mudo que era amigo de Vicente, y le sale las manos, me senté en la silla que tenía delante y cruce mis piernas mirándolo, su expresión temerosa, sus manos temblando, así que le brinde una sonrisa.
—Puedes comer, no tendrás nada más hasta la comida. Te he servido una buena porción, tu amigo me dijo que te gustaba el arroz amarillo, así que he buscado el que tenía mejor calificación.
—Gracias —dijo moviendo sus manos con temor.
—De nada —contesté observándolo con... Simpatía—. ¿Cuál es tu nombre?
Él lo deletreo en señas y yo reí ligeramente al juntar las palabras, le vi poner el plato sobre sus piernas y llevar una buena cucharada a su boca comiendo con ganas. Adalberto.
—Vaya, estabas hambriento. Lamento hacerte esperar.
—¿Por qué estás siendo amable?
—Porque ambos somos mudos —expliqué y me levanté—. Te dejaré desatado, en la noche traeré a tu amigo. Por el momento disfruta la comida.
Salí de la habitación donde tenía encerrado a Adalberto, le puse seguro a la puerta, subí las escaleras secretas de esa casa, y me aseguré de que la entrada en el suelo no se viera. Tranquilamente fui a la sala y vi allí a Vicente dándose golpes en su cabeza. Sonreí mostrando mis dientes, me senté a su lado y le palmee ligeramente su mejilla.
—¿Te estoy traumando? —indagué y él apretó sus labios—. Todavía no has visto nada.
El timbre sonó por lo que me dirigí a abrir la puerta y sonreí al ver por la mirilla a Alberto con Mabel. Abrí con una sonrisa y abracé a la chica fingiendo emoción.
—Renette, que bueno verte.
Le solté manteniendo una sonrisa y ella llevó sus manos a mi cabello, que se notaba claramente corto en diferencia al de Renette que es largo.
—¿Te cortaste el pelo? —cuestionó Mabel.
—Entremos primero —indicó Alberto.
Mabel entró con Alberto siguiéndola y yo cerré la puerta con seguro convirtiendo mi sonrisa en una malvada.
—Ya secuestre a la chica, ahora me entregas a Renette —decretó Alberto.
—¿¡Qué!? —exclamó Mabel.
Patee la barriga de la chica, quien cayó en el suelo y le entregué unas llaves a Alberto, cuyo asintió con expresión seria.
—El teléfono de Mabel tiene un rastreador, por lo que lo dejé en mi casa. Jason te intenta seguir los pasos.
—Lo sé, pero gracias a ti voy varios pasos delante.
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