Capítulo once: "Fueron muchos descuidos, tiene que enfrentarlos"
"—¿Cómo y porqué dejé que esto pasara? ¿Por qué estoy pensando en esto justo ahora?" —se cuestiona. Recordando la pregunta de Senjuro y todo lo ocurrido hasta el momento.
Ha hablado con Akaza, ha peleado con él, ha pasado noches a su lado y estas le han generado fastidio... pero no solamente eso, también ha reído con él, lo conoció y en más de una ocasión lo dejó acercarse... Y una vez hasta pareció preocuparse por él.
El peso que tiene su mente en este momento, no hace más que multiplicarse. Se ha descuidado mucho, dejó pasar muchas cosas, pero se tiene que repetir "¿Por qué lo hizo?" Y debe responderse pronto.
Primero lo primero, olvidar el escalofrío en su espalda junto al peso que ya no lo deja ni respirar adecuadamente, aunque eso puede darse más por su postura, ahora que lo piensa.
No, no puede distraerse con esos detalles ahora, por muy útil que resulte describir su estado físico, no puede hacerlo ahora.
Pero sí debe respirar profundo para mantener la concentración y enfocarse en buscar dentro de su mente el momento en el que empezó el notorio cambio en su relación con el demonio que tan molesto le resultaba antes de todo esto.
Su mente ahora es un cuarto desordenado, los recuerdos están dispersos en su interior y apenas puede ver las cosas que resultan más obvias, pero no es eso lo que necesita, él no está buscando eso, Kyōjurō busca los detalles que dejó pasar por tanto tiempo y que no va a dejar ir ahora.
Busca con cuidado y revisa con toda la calma posible hasta el último rincón de ese caos. Suspira, toma y aparta los sucesos recientes para revisar los recuerdos anteriores, son su prioridad ahora, pues obviamente es en el pasado donde surgió todo.
Organiza el desorden y va retrocediendo al origen del cambio, porque ir al momento donde ya comenzó a soportarlo, ya sería demasiado, aparte de que allí ya se había dado cuenta de cómo empezó a tolerarlo. Eso ya lo sabe, así que evitará ir muy lejos, tampoco busca perderse en sus memorias.
Recuerda una noche tranquila, la luz de la luna colándose a su habitación y llega la memoria de un calor fastidioso junto al deseo de que no vuelva jamás, aunque no es sólo eso también escuchó un sonido, uno con el que podría identificar un paso o incluso el de un aterrizaje luego de un pequeño salto. Y claramente no fue solo eso, también llegó la imagen de una puerta abrirse, para luego ver la apariencia del intruso que había llegado a su cuarto, para después hacer contacto visual y escuchar de una muy conocida voz: "Hola, Kyōjurō".
Ese fue el inicio de la situación y el desarrollo fue cuando Kyōjurō ya había entrado en guardia para cortar su cuello y defenderse en el caso de que intentara algo, aunque primero se encontró con la poca atención que Akaza le dio al entorno, hasta que él le dejó en claro que había algo fuera de lugar. Recién allí fue que Kyōjurō solamente podía esperar lo peor de lo peor; hasta que vio como el rostro del intruso en lugar de presentar malicia, mostró sorpresa y hasta llegó a decirle "Llegué en un mal momento... me iré", dejándolo con la incredulidad perfectamente reflejada en la cara, tanto como para cuestionarlo en voz alta y recibir una respuesta al instante. Ya no quiere alargarse demasiado, pero aquel aparente clímax, si es que así podía llamar al momento donde no sabría qué ocurriría; pudo ver como llegaba el final de la situación, dejando la promesa de entregarle una explicación la próxima vez que se vieran.
Ese fue el origen de la anomalía en su rutina con ese demonio, y lo que ocurrió unas noches después, fueron las consecuencias de aquel suceso. Una conversación donde explicó su punto de vista sobre el instinto que pudo haberlo obligado a hacer algo que no quisiera y el odio que le tenía a dicha sensación. Recuerda el asco con el que Akaza habló y él lo compartía.
Ellos tenían algo en común y fue por ello que se formó una disminución en la extrañeza, el desagrado y el fastidio que ese demonio solía provocarle. Se enteró de su rechazo hacia la naturaleza de su subgénero, y él compartía ese fastidio, lo compartía tanto, que admitió entenderlo, aunque fue Akaza quien admitió primero el que también se necesitaba otro tipo de fuerza para no caer en la debilidad. Ambos reconocieron algo, Akaza que Kyōjurō tenía razón, y Kyōjurō, que entendía a Akaza.
Lo entendió tanto, que luego de darle una última prueba, que para colmo pasó con éxito, Kyōjurō ofreció cambiar de tema para evitar su amargura y la de Akaza. Llevó la conversación a otro rumbo, por el bien de ambos.
Quizás... ese fue su primer error. No, no "quizás", en realidad lo fue, elegir alivianar el ambiente por su fastidio y el de Akaza, llegó a ser un error que lamentablemente no fue insignificante. Porque esa simple acción abrió la puerta para más momentos... igual de agradables, porque al cambiar de tema, la conversación fue más tranquila. Fue la primera vez que pasaba un rato tan ameno en compañía de un demonio, pues ni con la pequeña Nezuko había sentido el mismo nivel de agrado.
Reconocerlo ya es su segundo error. Y ahora exhala, sacando casi todo el aire de sus pulmones. Desde allí fue que las cosas fueron en una "mejoría" en cuanto su convivencia con Akaza, pero también surgieron varios descuidos debido a esa mejoría, pues Kyōjurō habló de una forma más tranquila con él. Incluso si tomó tiempo para que llegaran a hablar como... amigos, en ese mismo tiempo, Kyōjurō dejó pasar todo y no le dio freno alguno.
Dejó que su agrado creciera, lo hizo lentamente, pero siguió creciendo.
"—No..." —murmura al recordar lo que pasó luego de esa noche. Nuevos encuentros donde había cada vez más confianza, conversaciones en las que dejaban ir alguna broma o comentario con el que salieron disimuladas risas.
Nada de eso debió ocurrir.
Sigue sentado en el suelo, su mano derecha todavía sostiene su rostro, mientras que deja ir la izquierda hacia su cabello. Es la única forma en la que se puede sentir tranquilo antes de recordar qué otras cosas han pasado, pues hay más y no piensa dejar ir las cosas ahora.
No puede y tampoco debe.
Tiene que seguir recordando, eso debe hacer ahora.
Y por ello, ve más momentos volver a su cabeza y traga saliva al saber que tiene que poner atención a sus anteriores descuidos. Tiene ganas de decir que "es molesto", pero no puede hacerlo, no puede quejarse.
Así que cierra los ojos un momento y vuelve a buscar en ese desordenado cuarto, llamado memoria.
Noches similares, mas no iguales, pues son diferenciadas por las cosas ocurridas en estas, por más pequeñas que sean. Como ejemplo, una pregunta que pudo ser inocente y hasta insignificante si hablara con un ser humano, pero este claramente no era el caso. ¿Cuál había sido esa tan inocente pregunta que lo había condenado a esta confusión? Era una que de seguro había hecho cientos de veces y que igualmente había escuchado, desde que tiene memoria.
"¿Qué te gusta hacer?".
Algo que, repite, hubiera sido común si se lo preguntaba a un a un humano, pero que lamentablemente ese no fue el caso y por ello, era que tenía que recordar el porqué no debió realizar esa pregunta. Y de paso descubre cómo se supone que surgió su interés.
Ahora trata de respirar con calma, incluso apoya su espalda contra la pared que tiene detrás para estar más cómodo, aunque no retira las manos de su rostro. Parece que esa acción le ayuda a recordar, incluso podría confirmarlo, al tener la respuesta de Akaza ya presente en su memoria.
Allí fue cuando le contó algo que él ya podía intuir por simplemente conocerlo, pero también le mostró algo que realmente no esperaba. Primero, Akaza le mostró nerviosismo, algo que nunca pensó que él podría sentir como para actuar de esa forma y está de más decir que se sintió levemente sorprendido por esto, incluso hizo que su curiosidad, que su interés, creciera más. El deseo de saber qué era lo que hacía que ese demonio hasta desviara la mirada, se volvió tan grande, que incluso lo hizo insistir para conocer a ese demonio.
Era la primera vez que había querido pedirle que le hablara, en lugar de pedirle que se marche. Realmente quería saber el motivo de su aparente vergüenza, luego de escucharlo decir que "se reiría de él" si le contaba el otro de sus pasatiempos. Unos segundos después, Kyōjurō le dijo que no se iba a reír de él. No solamente se lo dijo, se lo prometió.
Otra cosa que pudo ser insignificante, pero que lamentablemente tomó relevancia. Él nunca le prometió nada a un demonio y mucho menos tendría la obligación de cumplir aquellas posibles promesas, pero lo hizo. Kyōjurō no soltó ninguna risa cuando Akaza le dijo que le gustaba dibujar. Tal y como había dicho, tal y como lo prometió, no lo hizo; pues se sorprendió, procesó la información y al entender lo que le había dicho, y hasta pensar en lo interesante que resultaba que un demonio como él pudiera realizar una actividad tan tranquila como esa; admitió en voz alta su sorpresa y hasta su más sincera opinión, dijo que resultaba interesante, incluso que era genial.
Fue un comentario sincero, incluso fue inocente. Tanto como para decirlo sin pensar en nada que no fuera su apenas saciada curiosidad, aunque ahora ahora que lo piensa, en realidad llegó a dejarla de lado por un momento y ese momento, fue cuando vio como los ojos de Akaza brillaban por la alegría de sus palabras, incluso dejando un "¿En serio?" Que reflejaba perfectamente la momentánea sorpresa por que le dedicaran esas palabras. Una reacción que claramente muchos tendrían y que aparentemente también compartían los demonios.
Parece que verdaderamente esa fue la primera pista que le indicaría un comportamiento similar al de los humanos. Ahora no puede hacer nada más que sentirse como un idiota luego de recordar esa expresión y ni hablar de cuando, nuevamente, se dejó llevar por la curiosidad y preguntó si podría llegar a ver los dibujos de Akaza. Realmente de había interesado en el tema y hasta dejó volar su imaginación para las imágenes que el demonio pudo retratar, aunque nuevamente dejó de lado sus pensamientos al ver el nerviosismo de Akaza, otro rasgo humano que agregar a la lista, y otro descuido suyo cuando incluso quiso calmarlo, cuando se tentó a decirle "Solamente si tú quieres", aunque claramente no llegó a decirlo.
Pues Akaza había aceptado mostrarle. Y lo hizo de tan buena manera, que Kyōjurō llegó a sentirse bien de recibir aquella respuesta. Allí fue donde el tema fue dejado de lado con lo que parecía ser una promesa, y luego reemplazado por otra cosa; un entrenamiento, una actividad en la que ambos estuvieron de acuerdo.
Y que además resultó ser amistosa. Tanto como para hacer bromas, como una que había mencionado Akaza sin pena alguna, porque sí, ese demonio no le pudo decir que le gustaba dibujar sin sentir primero vergüenza, pero vaya que sí tenía el valor suficiente para decirle "Si te gano, me das un beso". Era irónico, incluso cómico.
Porque sí, Kyōjurō sentía bastante gracia por esas cosas, al punto de actuar con suficiente confianza para decirle "Ah, para decir estas cosas eres bueno y no te da vergüenza ¿Cierto?". Porque era la verdad, ese demonio no sentía vergüenza cuando era la hora de recordarle sus sentimientos. Era curioso y al inicio era un fastidio, pero luego se acostumbró.
Se acostumbró tanto al recordatorio de su enamoramiento, como a la presencia de Akaza y claramente todo lo que viniera con ella. No lo había motado, debía repetirse eso, para simplemente tener presente uno de sus tantos errores.
Y no le tomará nada de tiempo recordar el resto de ellos. Porque obviamente hubieron más y está más que listo para soportar el escalofrío que definitivamente recorrerá su espalda al momento de observar cuán descuidado había sido, incluso si se trataba de cosas que podrían llegar a parecer insignificantes.
Como ejemplo, el hecho de reconocer que Akaza dibujaba bien. Porque claramente ese demonio cumplió su palabra sobre enseñarle los dibujos hechos en su tiempo libre y Kyōjurō estaba emocionado por la idea de verlos. Estaba emocionado por ver algo que un demonio había hecho y no lo tomó como algo importante, pero ahora se daba cuenta de que obviamente era relevante para el futuro que ahora era su presente.
Esa noche había visto a Akaza llegar con hojas de papel en sus manos, luego las recibió, pero no sin antes ver y escuchar nuevamente la inseguridad de Akaza, porque sí, se mostro de esa manera otra vez e incluso le dijo "Te aviso que no soy muy bueno, así que no te rías". Nuevamente vio el temor de recibir alguna burla una vez que revelara las ilustraciones que había hecho, y Kyōjurō inmediatamente trató de calmarlo. Se preocupó por que se sintiera cómodo con él, cosa que obviamente haría si se tratara de humano, sin embargo lo hizo por un demonio. Cosa que claramente no debería hacer jamás, pues su objetivo era simplemente decapitarlos.
Pero lo que hizo fue lo siguiente, colocó una mano en su hombro y le dijo: "Mira, no tienes que hacerlo si no quieres, y si lo vas a hacer, confía en mí". Sí, le pidió que confiara en él, porque eso era lo que había entre ellos desde hace ya varías noches: Confianza.
Una confianza que obviamente no debió surgir de ninguna manera.
Pero que aún así se mantuvo entre ellos, ya que Akaza le entregó sus dibujos y a los pocos segundos desvió la mirada mientras esperaba una opinión de Kyōjurō, la que llegó unos momentos después. La que sin quererlo ayudó a condenarlo a su conflicto actual, pues al ver con detalle las obras de Akaza, lo primero que hizo fue soltar el simple comentario de "Me encanta". Reconoció que un demonio que era capaz de destrozar huesos y de seguro que cuerpos enteros como si no fueran nada, también podía tener delicadeza y lograr algo que pudiera considerar hermoso; algo que hasta un cazador como Kyōjurō pudiera considerar hermoso, al punto de decirlo en voz alta, frente a la mirada del demonio. Incluso llegando a decirle también "Dibujas muy bien, Akaza", mostrándole que en verdad reconocía la habilidad que tenía sobre el papel. Lo dijo con voz clara, impresionado, incluso alegre por ver algo que resultaba tan bello, y no era el único que mostraba esas emociones; Akaza también lo hizo, incluso llegando a mostrar en sus ojos un brillo que Kyōjurō pudo ver perfectamente, mientras que también dejaba ir una sonrisa una sonrisa temblorosa. Parecía ser la primera vez que era elogiado por sus dibujos.
Ahora que se da cuenta de ello, piensa que es una injusticia. Dejando su confusión en pausa por unos segundos, sólo puede pensar en que alguien más aparte de él debió de reconocer la habilidad de Akaza. Quiere darse un golpe en el rostro por eso, pues nuevamente se condena solo, a recordarse con quién estaba hablando.
Las cosas de por si ya eran bastante complicadas para él y llegar a pensar en una cosa como esa, justo en ese momento, solamente hacía más pesada su carga. Pues ahora se está presionando a recordar los más mínimos detalles y claramente de obligaría a analizarlos. Como ejemplo, estaba la siguiente parte del escenario:
Dónde luego de reconocer la habilidad de Akaza, vio como los ojos de este llegaron a mostrar un brillo que Kyōjurō pudo ver a la perfección, junto a una sonrisa nerviosa, pues pudo ver hasta cómo le temblaron los labios al momento de formala. Sí, definitivamente esa debió ser la primera vez que alguien le decía algo sobre su habilidad artística. Fue una reacción tan linda... tan humana; tanto como la siguiente que pudo presenciar justo cuando se disponía a observar el dibujo en la última hoja de papel que yacía en sus manos. Allí vio como los párpados del demonio se habrían más de lo que ya estaban y como la curva de sus labios desapareció al momento donde abrió la boca. Incluso llegó a escucharlo decir "¡Espera un segundo...!" Con un ya conocido nerviosismo, aunque este también parecía inclinarse al temor.
Y una fracción de segundo después, pudo entender porqué. Incluso el silencio los había invadido a ambos cuando los ojos del cazador observaban el último que tenía en sus manos. Era un dibujo de él. Uno que fue tan delicamente hecho, que nuevamente llegó a impresionarlo; tanto, que incluso se quedó sin palabras por unos cuantos segundos, y apenas logró romper el silencio con un "Entonces..." a modo decirle "Ya veo, por eso no querías que viera".
Y la respuesta de Akaza fue un "Sí, por eso...", luego de entenderle, para después llevar sus manos al papel que tenía Kyōjurō. Aunque antes de tomarlo, el rubio le dijo "Sinceramente, también está bien hecho", para tranquilizarlo, pues era verdad y la reconocía, aparte de que incluso trataba de ponerse en su lugar para comprender su incomodidad. Intentó ser empático con un demonio, con el demonio que aparte de mostrarle que era capaz de crear algo bello, también le mostró una faceta que todo humano podría llegar a tener. El nerviosismo de Akaza era algo que perfectamente podía identificar, como para incluso tomar la acción de tratar de calmarlo, cosa que para colmo ya había hecho varias veces desde que lo vio así.
Aunque escuchar a Akaza decir "Maldita sea, qué vergüenza...", no fue algo que le ayudara a calmarlo. Escuchar palabras como esas, en una situación así, solamente hace que uno quiera hacerle ver que realmente no es algo de lo que se deba apenar. No debería haber ninguna vergüenza. Ah, pero vaya que a Akaza le gustaba complicarle el asunto con la otra parte de su comentario, es decir: "Mejor olvidemos esto, ¿Sí? Creo que ya fue muy incómodo".
Bueno, en realidad fue sorpresivo ver que había un dibujo de él, pero fuera de eso ¡No! No era nada incómodo... bueno, en realidad no tanto, ya que debe admitirlo, una pequeña parte de él sí se sintió extrañamente avergonzado al ver que sin saberlo, lo habían tomado como modelo; ¡Pero! aún así no era algo que quisiera olvidar y menos tan de prisa. ¡Kyōjurō debía recordarle a Akaza que no debería sentirse así, sino todo lo contrario! Su prioridad en ese momento era hacerlo sentir más tranquilo, era su deber.
Sí, acaba de pensar en que era un deber el tranquilizar a Akaza en una situación como esa. Después de todo... lo haría por cualquier persona. Así que, sin ocultar del todo su sentir y siendo tan honesto como se le conocía, Kyōjurō le dijo: "En realidad no tanto. ", primero haciendo referencia a la ya mencionada incomodidad, antes de continuar su diálogo con más calma, recordando centrarse en lo mejor del asunto; como ejemplo no solo estaría el otro sentimiento que había dentro de él cuando vio su imagen, el que sería descrito como un escalofrío y una extraña sensación de calidez, sino que también debía mencionar el esfuerzo de Akaza, cosa que hizo a continuación con las siguientes palabras: "Te esforzaste mucho para hacerlo ¿No? Hasta el sombreado se ve impecable, y tomando en cuenta que no nos vemos de día, debió tomarte mucho".
Pensó en el detalle de la sombra, el tiempo en el que no se veían como para saber en que lado podría o no llegar la luz, y también pensó en el tiempo que debió dedicarle para que quedara bien. En unos pocos segundos ya había imaginado todo lo que Akaza debió hacer para llevar esas imágenes al papel. Nuevamente estaba reconociendo algo que ni de broma iría acorde con un demonio como él.
Vaya, en verdad iba de mal en peor y de "peor" a horroroso, porque con gestos tan amables como ser honesto en su opinión al encontrar algo que reconoció como hermoso, no estaba haciendo más que cavar su propia tumba. Había sido descuidado e incluso estaba llegando a sentirse estúpido por haber ignorado el hecho de que estaba junto a un demonio, y uno que perfectamete pudo haberlo matado si así lo hubiera querido. Recordar ese suceso debió de hacerlo más prudente, cuidadoso y hasta lo hubiera hecho ponerse cien veces más alerta en cada visita que el contrario realizara.
Cosa que en realidad hizo, pero ¿Qué pasó entonces?
La respuesta es sencilla: Bajó la guardia, lo conoció y hasta llegó a interesarse por él.
Y lo hizo de tal manera, que hasta lo reconoció en voz alta, porque no por nada había finalizado su diálogo con: "Sinceramente no me imaginé esto, pero vaya... fue interesante", antes de devolverle al demonio sus dibujos.
Palabras que claramente le dedicó con dicha, gusto, agrado y quién sabe qué otras palabras más podría utilizar para describir lo que sería un momento claramente ameno.
Al menos para él fue así, pues Akaza, a pesar de todas las palabras que le dijo para dejarle en claro que todo estaba en orden, igual se atrevía a preguntar:
"¿De verdad no te fastidia?"
Una duda que claramente era producto de la inseguridad que todavía estaba dentro de su ser, pues con aquel papel, con el dibujo que había en él, le había recordado a Kyōjurō los sentimientos que tenía hacia él. Claro, por algo lo había elegido para aquella ilustración, por su afecto había elegido retratarlo.
Ahora que lo piensa, Kyōjurō le pudo haber dicho "A ver, Akaza ¿Qué no me escuchaste?, ¿Qué no te quedó claro?"; pero como no se le ocurrió decir eso en ese momento, dio una respuesta que fue más suave y claramente adecuada:
"No, claro que no. Además eso no va a cambiar mi opinión sobre lo que hiciste, sigue estando bien hecho, me gusta".
Una respuesta tan sincera como las que le había dado en el inicio. Admitió que le gustaba su trabajo, antes había dicho que incluso le había encantado; ah y ahora hasta había reconocido que los sentimientos que Akaza había plasmado en el papel, en la forma de una imagen, no le había generado fastidio alguno. Estar consiente del enamoramiento de Akaza no lo haría actuar diferente con aquellos bellos trazos, no le mentiría diciendo cosas como que ya le era molesto el recordar sus sentimientos; eso no sería una opinión, ahora que lo piensa, así que por ello no la diría. No sintió nada malo en ese momento, aunque bueno, en realidad sí seguía sintiendo algo de incomodidad ya que aunque Akaza respondiera "Entonces está bien...", se le seguía viendo tenso.
Así que Kyōjurō, por el bien de ambos eligió tocar un tema por el que en verdad estaba interesado. Le preguntó a Akaza si podría decirle cómo se había interesado en el dibujo. Incluso dijo que le gustaría saber, mostrando que genuinamente quería saber del tema.
Otra vez su curiosidad le jugó una mala pasada, aunque pudo obtener su respuesta, pero como eso pareció no ser suficiente, dejando que el interés tomara control sobre él, preguntó de forma inocente "¿Podrías decirme más?" Y recibir como respuesta "Sí, con gusto" y nada más sentir como una pequeña alegría recorría su cuerpo, llegando a disfrutar el como se esfumaba la tensión, e incluso deseando seguir así, seguir escuchando a Akaza, dijo una frase que nuevamente lo condenó a la confusión por la que estaba pesando en este momento:
"Entonces dímelo todo".
Reflejar el interes mediante la curiosidad y el deseo de conocerlo, fue una acción realizada sin querer. Algo que no pudo evitar debido a lo común que era el que pasara eso en una conversación, era tan normal que pasó despedido por Kyōjurō hasta este momento.
"—No... no, no, no. ¿Por qué le pregunté?, ¿Por qué lo dije?" —se cuestionó en susurros, intentando hallar una respuesta a sus dudas. ¿Por qué quiso cambiar de tema así?, ¿Por su comodidad?; ¿Solamente por la suya o... por la de ambos?, ¿Es decir que también estaba pensando en Akaza? Esa podría ser la única duda que podría ser respondida con un "sí". Y con mucho sentido, pues quién más incómodo estaba, era el demonio.
Y al verlo inseguro, al ver cómo Akaza desviaba su mirada, cómo su voz comenzaba a presentar un casi imperceptible temblor debido a la incomodidad, y hasta llegando a mostrarse... vulnerable, por haberle enseñado algo tan privado; Kyōjurō solamente pudo pensar en calmarlo. Y ni siquiera dudó, no lo pensó, lo hizo y punto.
Tal y como ya lo había repetido más de una vez, "Es algo que haría por cualquier persona". Aunque bueno, en realidad, algo que haría por cualquier humano. Allí está la obvia diferencia, Akaza no es un humano, es un demonio; uno por el que obviamente nunca, pero nunca debería preocuparse jamás; y exacto, "no debería", mas lo hizo una vez... o quizás más de una vez.
Porque está más que seguro de que la sensación de querer ayudarlo y hacerlo sentir a gusto cuando estuvieran juntos, en resumen, la pura preocupación; la había sentido más de una vez. Estaba más que seguro, pues en gran parte de su vida esta ya había llegado a su ser para estar pendiente de sus seres queridos, por lo que perfectamente podía reconocerla en menos de un solo segundo.
Así que sí, definitivamente podría reconocer los momentos en los que llegó a experimentar dicha sensación donde solamente podía preguntarse en si la persona que tenía en frente o con quien convivía, estaba bien, y claramente asegurarse de ello si es que podía hacer algo. Así que, tomando eso en cuenta, ahora sabe perfectamente cuándo sintió eso por el demonio que lo acompañaba en las noches en las que podía terminar su trabajo hasta con tiempo de sobra.
Sabe perfectamente que llegó a sentirlo en el escenario de una noche fría, tan helada que hasta él debió salir abrigado, y definitivamente, por producto de la preocupación, le hubiera dicho cada persona que se encontrara, que se cubriera bien para no sufrir por la baja temperatura.
Ahora que lo piensa, probablemente también se lo hubiera dicho al demonio que llegó con tan sólo un chaleco, si se hubieran visto horas antes. Pero no pudo, y por ello no pudo evitar que un escalofrío recorriera desde su espalda, su nuca y hasta su cuello y mejillas una vez que vio cuán descubierta estaba la piel de Akaza, comparada con la suya. Le costó creer que Akaza aguantó más tiempo que él en ese estado, y no pudo evitar darle una indirecta para que viera lo obvio de aquella noche.
Aunque resultó ser un tanto inútil, ya que la única respuesta de Akaza fue: "Está algo fresco, no te lo negaré". Palabras que claramente no tranquilizaron a Kyōjurō, sino todo lo contrario, pues nadie, realmente nadie podría decir eso en esa situación. Así que decidió ser más directo y le dijo: "¿No tienes frío?", para mostrarle de mejor manera a qué se refería realmente, pues estaba sorprendido de su aguante a la baja temperatura.
Otra inocente pregunta que nada más mostraba una preocupación que ya estaba siendo tachada de "indebida", por recordar a quién iba dirigida. Era incorrecto, por simplemente tratarse de un demonio. Es un punto que ya se ha recordado una y quizás hasta mil veces, y más de ser necesario. Porque recordar lo que pasó después, tener presente que luego de escuchar la insatisfactoria respuesta del demonio, donde solamente dijo "Lo tolero, estoy acostumbrado"; Kyōjurō a pesar de intentar tomar su palabra en cuenta, se dejó guiar por la ya conocida duda, por la nuevamente ya mencionada "curiosidad" e hizo una de las cosas que no se imaginó hacer normalmente: Sentir la temperatura corporal de Akaza, para luego encontrarse con algo ya veía venir. Su piel estaba gélida, incluso si sonaba exagerado, así la describió.
Y claramente se lo hizo saber a Akaza, a quien no parecía importarle su estado e incluso intentó calmar al rubio con palabras tan simples como "No me voy a enfermar". Palabras que claramente no le importaron ni un comino, ya que de todos modos ese demonio estaba sintiendo el mismo frío que él esa noche. Tomó en cuenta algo que pudo ser obvio, incluso, pues recordó que Akaza sentía. Recordó que ese demonio era tan capaz de sentir como él. Y que al recordar eso, al también observar que el de ojos ambarianos estaba pasando frío, hizo otra cosa que para él pudo resultar impensable, pero que debido a la preocupación hizo:
Retiró la bufanda que mantenía su cuello calido y la colocó en el cuerpo del demonio, y no solamente esa prenda, sino que también su haori. El haori que durante veintiún generaciones solamente habían podido llevar los pilares de las llamas y nadie más. Ese pequeño pedazo de historia, lo quitó de sus hombros y lo usó para ahuyentar la frialdad de la piel de Akaza. Todo porque simplemente se había preocupado. Y a pesar de las negaciones de Akaza, que fueron combatidas con su insistencia; al ver que por fin el contrario había decidido aceptar su gesto, al observar que incluso se aferraba más a la tela que cubría su cuerpo; aunque no lo demostrara o supiera en ese momento, le hizo sentir una pequeña satisfacción, una que ahora nada más lo hace sentirse culpable.
Se sintió bien ayudar a ese demonio, el verlo más cómodo en aquella gélida noche, en la que incluso había dejado su propia comodidad en segundo plano, lo hizo sentir hasta alegre. Y por esos buenos ánimos, le pidió que siguieran hablando de una manera tan amena como ya lo habían hecho desde hace quién sabe ya cuántas lunas han pasado desde la primera vez.
Si ese hubiera sido el final de aquella reunión, quizás se estaría ahorrando aunque sea un poco del peso de sus inocentes errores, porque antes de que su tiempo juntos finalizara, antes de que aquel demonio quisiera devolverle sus prendas y se marchara luego de acompañarlo a su casa, el hashira lo invitó a pasar. No sería la primera vez que Akaza estaba dentro de su hogar, pero la diferencia con la primera vez, es que ahora era el propio Kyōjurō quien le había dado la autorización de entrar a la vivienda. Y fuera de las pequeñas bromas que habían llegado a mencionar, la tercera luna superior aceptó su invitación y recorrieron los pasillos de la finca hasta encontrarse en su pequeño destino: la habitación del Rengoku.
Donde hubo otro gesto que por poco y pudo ser rechazado por Akaza, quien ya le había mostrado y recordado que era capaz de sentirse apenado por recibir algo que entre humanos podría ser normal. Aunque ahora que lo piensa, lo entiende. Kyōjurō también hubiera intentado rechazar un "regalo", si es que así se le podía decir, tan repentino como ese; porque ahora recuerda una de las cosas que nuevamente lo hacen sentir como un idiota, haberle regalado un haori a Akaza, para que no pasara frío esa noche, ni ninguna más de ser posible. Todavía tiene presente la imagen de él junto al demonio, que en realidad había aceptado ese presente a regañadientes, aunque al final se notaba que estaba hasta cien veces más cómodo con el haori, que sin él. Incluso Akaza admitió que se encontraba mejor, lo admitió a los pocos segundos de haberle preguntado, y hasta llegó a ser una maravillosa señal el que lo confesara rápido.
Y ya saltando un poco las cosas, hay otro suceso que destaca en esa situación, y es que el propio Kyōjurō le dijo que si en la noche siguente volvía a helar de tal manera, no lo querría ver desabrigado. Y Akaza, ya estando a punto de irse de su habitación y de su casa, le comentó "Pero igual me querrás ver, ¿No?", y aunque el hashira simplemente llegara a soltar una risilla libre toda malicia, la respuesta estaba clara. Era un "Sí", y no solamente un "sí", sino que también era un "Sí, y te quiero ver bien".
Ya luego esa pequeña conversación finalizó la noche. La noche en la que se dio cuenta que la preocupación que tenía por Akaza, podía ser más notoria de la que aparentaba y que incluso podría ponerse a él en segundo plano, con tal de tener al contrario bien. Cosa que no está mal, hasta que el nombre de Akaza llega a su mente y le recuerda por quizás ya centésima vez, que eso no estaba bien.
Ya no sólo reconocía a un demonio como alguien que podría crear algo que le pareciera hermoso, también lo veía como alguien que sentía tal cómo él y que por ello podría hasta preocuparse. ¿Qué seguía? Lo puede averiguar ahora, porque ahora que está en el tema de la preocupación, recuerda que mientras que él se ha preocupado en al menos dos ocasiones por Akaza... ese demonio lo ha hecho más de una vez. No sólo está como ejemplo la situación en la que Kyōjurō quiso dormir y luego despertó entre sus brazos, sino que también hay otra, una muy parecida ya que tenían eso mismo en común. ¿De qué noche habla? De la noche en la que por descuidado o por infortunado, su rótula derecha había abandonado su posición original, luego de aparentemente haber pisado mal. Un escalofrío recorrer la zona ya descrita, pues la sensación del hueso fuera de su lugar es algo difícil de olvidar, y menos cuando todavía tiene presente el grito que dejó ir cuando sufrió la luxación de su rodilla y solamente podía pensar en cómo la regresaría a su posición original.
A lo que unos segundos después, le llegó una ayuda, una persona que conocía ya a la perfección y que incluso llegó a darle un alivio, que ahora simplemente lo hacía sentirse terrible; aunque no debiera de ser así, ya que era mejor que lo ayudara a que empeorara su situación. Porque sí, Akaza lo ayudó, lo calmó tanto como pudo y hasta con tranquilidad le pidió que se relajara ¡Y Kyōjurō cooperó! Hizo lo que le dijo en lugar de cuestionarlo, pues mientras el demonio le indicaba que no hiciera fuerza, que su hueso se acomodaría solo; él simplemente comentó que estaba sorprendido de que supiera de eso, en lugar de decirle algo como "Dudo que realmente sepas de eso". Simplemente le hizo caso, aceptó su ayuda y por mucho que doliera el segundo en el que su rótula volvía a su lugar, no pudo evitar sentirse agradecido por que al menos Akaza fuera delicado al momento de acomodarlo para darle auxilio. Valoró su preocupación, tanto que incluso cuando se comenzó a reír para afrontar el dolor de su pierna, le explicó que estaba haciendo "para no llorar", aunque no es como si quisiera hacer eso. Ese demonio se preocupó por él al verlo herido, y Kyōjurō dejó que se acercara. Dejó que se acercara tanto, que incluso aceptó su ayuda para caminar; se apoyó en él, caminó muy, pero muy cerca de él e incluso cuando tropezaba, se aferraba a su persona para continuar. O así fue en una pequeña parte del trayecto, ya que el demonio fue el primero que dijo eso no funcionaba, ya que no estaban avanzando mucho, y cuando Kyōjurō intentó separarse para entonces no estorbar el paso, ¿Qué pasó? Akaza nuevamente le ofreció su ayuda, y Kyōjurō ya se imaginaba de qué forma lo haría y aunque quisieras negarse, el demonio le dijo, le pidió que lo dejara hacerlo, ya que nada más sería para compensar la ayuda que Kyōjurō le había dado la otra noche, la que sería el haberlo abrigado.
Y ahora que se da cuenta, fue muy, pero muy poco tiempo el que le tomó ver que la preocupación llegó a ser mutua y no sólo mutua, sino que notoria. Más de lo que esperó. Y siguiendo con ese recuerdo, todavía tiene presente los ya usuales diálogos juguetones que ambos dejaban ir. Y entre ellos, incluso dejó ir el pequeño comentario de que esa situación le traía recuerdos, un recuerdo que Akaza conocía perfectamente, y otra vez salió una conversación casi cómica, que se vio interrumpida por el mismo demonio, que dejando las bromas de lado, dijo unas palabras que hasta esa noche no pensó escuchar:
"Luego de todo este tiempo juntos... ¿Puedo saber si confías en mí?".
Una pregunta que al ser recordada en este instante, simplemente hacía que se agarrará la cabeza con ambas manos, mientras se recargaba en la pared de la habitación.
"—No..." —murmuró en un amargo susurro mientras el aire se escapaba de sus pulmones al tomar también la forma de un suspiro. Aunque su respuesta fue el perfecto apuesto de sus palabras actuales: "Si dejé que te acercaras tanto, debe ser por algo. Será raro, pero podría atreverme a decir que sí".
Sí, en resumen era un sí y punto final. Admitió en voz alta que confiaba en Akaza, lo reconoció y no le tomó el peso que debía tomarle en ese momento, ah, pero bien que sí se tomó la molestia de observar el rostro de Akaza y de notar el agrado, el gusto y hasta alivió que su expresión mostró, y ni hablar del brillo en sus ojos. Uno incluso mucho mayor que el que mostraba cuando hablaban normalmente.
Al escuchar su "Con eso es suficiente para mí", incluso se fijo en la sonrisa con la que se lo dijo. Era suave, tranquila, pacífica, calida, incluso... incluso...
"—Humana..." —describió en voz alta, interrumpiendo sus propios pensamientos— "Esa sonrisa... era humana" —se atrevió a reconocer. Y no solamente era "humana", esa sonrisa, esa minúscula curvatura en sus labios también era hermosa. Simplemente hermosa.
E incluso se tentó, realmente se tentó a decirlo en voz alta. Por un momento quiso expresar su pensamiento y decirle en voz alta que él era hermoso, pero en lugar de eso, prefirió callar. Prefirió guardar silencio y mantener ese comentario solamente para él, mientras pensaba en si esa imagen, ese gesto, lo podría ver otra vez. Incluso sin tener pruebas, tampoco tenía dudas de que esa sonrisa no sería cosa de una noche.
Luego de eso, para nuevamente cambiar el tema de la conversación, simplemente dijo que en su próxima misión tendría más cuidado, y luego de una muy dulce pregunta de Akaza, para saber si iba incómodo o si le dolía mucho; Kyōjurō simplemente le contó que no estaba acostumbrado a que lo cargaran de esa manera, ya que cada que pasaba, simplemente era porque algo malo le había ocurrido, y luego de tener en la mente por un segundo la imagen de su noche más amarga, simplemente eligió reír sonoramente.
Y segundos luego de eso, Akaza eligió preguntar si en algún momento, el cazador podría preguntarle qué se supone que le había pasado, a lo que Kyōjurō respondió que podría decírselo después, porque en ese momento no quería recordar esa historia. Genial, ahora técnicamente le había prometido contarle de su pasado, y consideró hacerlo, pero tomando en cuenta su situación actual, dudaba mucho que llegara a pasar. Con él, pensando en cuántos descuidos había cometido, para llegar a tomarle apreció a ese demonio, incluso para llegar a tomarle confianza y hasta ver un gesto suyo como uno humano; cuando claramente no debió de hacerlo... estaba más que claro que no podría volver a conversar normalmente con Akaza. No podría tratarlo con la misma naturalidad, a menos que actúe, porque ahora debe recordarse que Akaza es un demonio, no es un ser humano.
No importaba cuán cálida, cuán tranquila, cuán...hermosa, fuera su sonrisa. Ese gesto le pertenece a un demonio, así que debe borrar esa descripción de su mente inmediatamente, por lo que ahora, mientras toma aire y por primera vez en minutos; se sienta derecho, concentra su mirada en un punto inespecífico del suelo y se repite en voz alta:
"—Es un demonio" —y con esas palabras, se obliga a recordar que ese precioso gesto, no es de una persona cualquiera.
Calma su respiración, intenta ignorar el cosquilleo de su estómago, el pesar que hay en su espalda y el escalofrío que también lo recorre. Ahora se vuelve a obligar a reproducir cada imagen de Akaza que mostrara esa sonrisa, ese dulce brillo en sus ojos, y donde no hubiera nada más en su rostro. Recuerda la primera vez que la vio, donde se tomó el tiempo de analizarla y reconocerla como hermosa, luego la segunda, la tercera, cuarta, sexta, incluso décima y varias veces más en las que ya había perdido la cuenta, pero seguía viéndola igual que la primera vez. Esa pequeña curva en sus labios, el suave tono de voz que utilizaba para hablar cuando la tenía en su rostro, el brillo en sus ojos... todo era exactamente igual de hermoso.
Y nuevamente, está la palabra "humano", rogando, gritando, casi suplicando por salir de sus labios para describir la sonrisa que tanto llegó a gustarle, la sonrisa que internamente quería volver a ver. Porque debe admitir algo, ese gesto que varios podrían considerar insignificante, él simplemente quería verlo tantas veces como fuera posible, incluso llegando a pensar en que podría hacer casi cualquier cosa con tal de verla, incluso...
No, no debería decirlo en este momento, pues nada más cavaría más incluso más profundo el agujero de su propia tumba. Aunque ahora que lo piensa... ¿Qué importa? Porque ahora que lo analiza, ahora que nuevamente sujeta su rostro por la frustración que él mismo se provoca ¿Qué tiene que diga que por un momento hasta pensó que quería proteger esa sonrisa? No debería importar, porque ya sabe que ha sido un idiota, para incluso darse el tiempo de contemplarla.
"Idiota", "descuidado", "imprudente", "estúpido" y más palabras similares son las que se dedica mientras se esfuerza en mantener sus labios cerrados. Porque y luego de varios minutos teniendo la imagen de la sonrisa de Akaza, todavía se atrevía a pensar en la palabra "humano", para describir a un demonio. Era algo tan estúpido, que nada más comenzaba a frustrarse, y hacerlo de tal manera, que incluso tenía ganas de gritar, gritar tan fuerte que incluso si llegaba a desgarrar su garganta, no importaría por el simple hecho de estar desahogándose. Aunque no podría hacerlo, no podría dejar ir sus pesares en forma de gritos por una sencilla razón y esa era la presencia de su padre y hermano.
Si gritaba tan fuerte como quería, tardarían tan sólo segundos para que Senjuro fuera con él, y no solamente su hermanito, sino que por muy raro que pudiera parecer... hasta su padre iría a decirle "¿Qué te pasa?", por muy improbable que parezca esa opción, aunque ahora que debe entrar en detalles, al estar pensando en su progenitor, no podía evitar recordar algo que pasó entre ellos.
Es una situación que no quiere describir a detalles, por lo que solamente dirá que el pequeño cambio en su convivencia se dio cuando luego de haber regresado a su casa, luego de la misión en la que conoció al dueño de su actual confusión; cuando intentó mostrarle a su alumno unas escrituras relacionadas a un tema del que ni siquiera él conocía, pero resultaba ser importante. ¿Qué pasó en ese momento? Al intentar revisar los escritos, los encontró hechos pedazos y aparte de quedar estupefacto, en pocos segundos ya había encontrado la respuesta de quién había sido el respondable: Su padre. Y está claro que luego de ver eso, fue inmediatamente a hablar con él. No quiere entrar en detalles, pero luego de un muy largo intercambio de palabras, en el que ambos adultos llegaron a alzar la voz, hubo una muy notoria tensión entre ellos por varios días. Es un tema que no quiere tocar ahora, pero que afortunadamente lo había distraído lo suficiente como para olvidar las ganas de gritar "¡AAAAAH!" a los cuatro vientos.
Nuevamente, como ya varias veces había hecho, se obliga a tomar aire y a organizar sus ideas, porque ahora aparte de ver que él aprecia a un demonio, también se dio cuenta de que llegó a describirlo con la palabra "humano" y que por un momento también pensó en querer ver una y otra vez el aspecto que lo hizo llamarlo humano, incluso querer... protegerlo; aparte de que por mucho que él intente convencerse, no lo logra. No importa cuánto intentara repetirse "Él es un demonio, no es un humano", pues a los dos segundos llega la imagen de la sonrisa de ese demonio. No importa cuánto trate, mediante memorias no lo va a lograr...
Así que en lugar de usar sus memorias, irá directamente con Akaza y con él en frente se recordará que habla con un demonio, no con un ser humano.
"—Tengo que hacerlo, debo hacerlo" —dijo mentalmente, tratando de prepararse para su pequeño plan. Sería relativamente sencillo, nada más tendría que esperar a la noche, y mientras, intentaría utilizar una máscara que no había usado en ya mucho tiempo. Fingirá que todo estaba bien, nada más. O eso quiere pensar, porque ahora debe tratar de calmar la rara sensación en su estómago, ¿Qué era eso? ¿Simples "nervios"? ¿"Ansiedad" por tener que esperar horas para el anochecer? O... ¿"Miedo", por no tener idea de qué podría pasar esa noche? No lo sabe, pero si sabe que no se ha sentido así en mucho tiempo.— "No cometeré el mismo error otra vez. Por mi deber como pilar, no debo hacerlo".
Esas fueron sus palabras antes de intentar calmarse mediante su respiración y tomar la paciencia suficiente para esperar a la noche.
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Y aquí uno de los capítulos que más tiempo me tomó hacer de esta historia. Espero y les gustara, ya luego vendrá otra parte importante.
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