Capítulo 4 A ti. Solo a ti
El dolor me inunda, es tan intenso que soy incapaz de moverme, de respirar o de conseguir que mi corazón lata a un ritmo normal. Ni un solo maldito músculo de mi cuerpo parece obedecerme. ¿Quién es esa extraña? ¿Soy yo? Algo dentro de mí me dice que así es, pero no reconozco ese cuerpo. Aunque siento que soy yo, no es el yo de esta vida. Esa chica rubia, pálida, de miembros laxos y frágiles y ojos claros... es tan diferente de mí. Su ropa, su corte de pelo, todo, pero no puedo dejar de sentir lo que ella siente. Sus ojos, sin vida durante todo el tiempo que la he estado observando, ahora han cobrado vida de repente. Llamean con intensidad, al igual que el fuego que la consumirá en breve. Es la única que queda con vida. A su lado puedo ver a otras tres mujeres, una más mayor, y dos más jóvenes. En sus brazos yace inerte el pequeño cuerpo de un bebé. Desde la distancia no puedo discernir si es un niño o una niña, aunque eso no importa. Un bebé. Abrasado por el calor del fuego, ¿hay algo más cruel y macabro?
Sigo la dirección de su mirada. Allí está, inconfundible, la misma sensación familiar, la misma plenitud... mi luz azul, del mismo azul que el de la chica, o mi propio azul, no solo el de mi nombre, sino el de mi esencia.
Su luz se separa de su cuerpo y este pasa a ser otro cuerpo inerte acompañando a los otros en su triste final. El recién nacido cae de sus manos, sin vida, hasta la pira. Trato de llegar a tiempo para sostenerlo, pero no lo consigo.
La luz trata de llegar hasta él, casi ha llegado, pero, de repente, su mirada cambia. Se vuelve fría, aterrada. Busco sin saber bien qué o a quién. Entonces, entre la multitud, la diviso; una sombra oscura de garras afiladas se aproxima a ella, apremiante. Un escalofrío familiar, nace en mis entrañas y se expande por todo mi cuerpo; tiemblo. Trata de llegar hasta ella a toda costa. Noto su ansiedad, su necesidad de huir, su miedo que es tan intenso... como el mío. La sombra está furiosa, ha logrado escapar.
Suspiro aliviada y en ese momento mi mirada se topa con la de él que me observa fijamente. Se relame. Vuelvo a tiritar, pero no soy capaz de dejar de mirar esa sombra que me acecha. Tengo que irme, sé que va a venir a por mí, pero me tiene bajo su hechizo hipnótico.
Su mirada cambia, puedo vislumbrar sorpresa en ella o tal vez regocijo. Ha encontrado una nueva víctima: a mí.
He de emprender la huida, lo sé, ¿pero hacía dónde? Me obligo a moverme, no importa la dirección, solo poner la mayor distancia entre ambos. Giro la cabeza para volver a verle, no sé si me sigue o no y, al hacerlo, veo como se abalanza sobre un joven. Al principio no entiendo por qué, hasta que me doy cuenta de que se ha llevado consigo su luz azul y ha dejado en el suelo un cuerpo vacío e inerte.
Sin pensarlo me detengo y trato de llegar a tiempo hasta el joven, tengo que alzarlo y sacarlo de ahí. La gente pasa a su lado, lo pisa, lo golpea con sus pasos acelerados y nadie se molesta en mirar hacia abajo. Es como si nadie hubiese presenciado lo sucedido.
Una vez a su lado, intento zarandearlo con todas mis fuerzas y me doy cuenta de que es inútil. No me había dado cuenta, no tengo manos.
Por más que intento levantarlo, todo es en vano. Mis esfuerzos son inútiles, lo sé, a pesar de todo no puedo darme por vencida, me niego.
Pienso en una solución y de pronto una sensación incómoda golpea mi cuerpo, alzo la mirada y vuelvo a verlo. Ha regresado; por mí. Trato de hacerle frente, no quiero darle la espalda y perder de vista sus movimientos, no quiero más marcas de sus horribles garras en mi piel.
— ¿Dónde está? —pregunto armándome de valor, estoy aterrorizada.
— ¿Quién? —contesta la sombra sonriendo.
Aunque no puedo verlo con claridad, lo sé. Se burla de mí.
—El chico —contesto envalentonada por la rabia que me provoca su burla.
—En un lugar oscuro. Su alma no brillará más. Nunca lo encontrarás.
— ¿Qué quieres? —pregunto cortante.
La sombra oscura me mira con sorpresa en sus tétricos y vacíos ojos.
—A ti. Solo a ti —su voz suena insegura.
— ¿Para qué? —pregunto de nuevo, ahora más segura de mí misma.
—Cuando llegue el momento, te será revelado. A no ser...
— ¿A no ser...? —interrogo, curiosa. No puede dejarme sin respuestas.
—Que te atrape antes.
Ha sido solo un susurro, no hace falta más. Ese murmullo me corta en dos, su frialdad atraviesa mi alma. Me soy la vuelta y comienzo a alejarme a toda velocidad. Me obligo a no mirar hacia atrás para no perder la oportunidad de poner entre nosotros toda la distancia que sea posible.
Siento un pequeño desgarrón en la piel, pero me convenzo de que no es posible. No tengo cuerpo, solo soy energía, ¿verdad?
El miedo me hace reaccionar, pelear por mi vida y le pateo con todas mis fuerzas aunque no estoy segura de que sirva de algo.
—No servirá de nada —susurra de nuevo.
El pánico me inunda y hace que un sonido ensordecedor escape de mi pecho con tal fuerza que tengo la sensación de que mis oídos van a explotar. Estoy sola, perdida, sin posibilidad de huir. Noto su aliento susurrándome que me rinda, advirtiéndome de que no hay escapatoria. Tarde o temprano me atrapará, no tengo escapatoria...
— ¡Despierta, Azul! ¡Despierta!
Escucho voces. Es un chico, me llama. ¿De dónde proviene esa llamada apremiante? Entreabro los ojos y lo veo. ¿Es él? ¿Chucky, mi vecino diabólico? No estoy segura, pero no me quedan fuerzas para escapar de nuevo y tampoco soy capaz de luchar más.
—Chisss —susurra —. Ya estás a salvo, te he traído de vuelta.
Y le creo. En ese instante me relajo y dejo que la oscuridad me envuelva de nuevo.
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