5. ¿De dónde eres?
Ya estás aquí
Y el paso que dimos
Es causa y es efecto
*
Agoney llegó a su piso e imprimió un pequeño contrato que le había dado la Academia. Al tenerlo ya en sus manos, sonrió y suspiró aliviado. Todo estaba saliendo como él pensaba.
Raoul al despedir a Agoney se dio media vuelta encontrándose con los ojos examinantes de Ricky. El catalán negó con la cabeza. Entendía perfectamente lo que su amigo le estaba preguntando con los ojos. Y le respondió de la misma manera, con miradas. Con un cargado "no va a pasar" en los ojos.
Ricky solo asintió. Dejaron el tema de lado y se dispusieron a ver una serie en Netflix para matar el tiempo hasta que el rubio tuviera que entrar en el bar.
Al día siguiente no se sorprendió al encontrarse con Agoney entre la multitud de borrachos. Allí en una esquina el chico movía su cabeza al ritmo de la música mientras lo miraba con una sonrisa de lado.
El catalán esa noche, bailó más de la cuenta.
Cuando terminó con su pequeño show, miró a donde estaba el moreno. Este último le dedicó un aplauso y un asentimiento de cabeza como forma de despedirse. Le sonrió y se bajó de ese escenario dirigiéndose a su camarín.
El Domingo pasó lento, más de lo que Raoul se imaginó. Esa noche le costó mucho dormirse. Los pensamientos y nervios no lo dejaron tranquilo en toda la noche.
Hasta que el Lunes se presentó. Se levantó temprano y ocultó un poco sus ojeras con el corrector. La mañana pasó lenta hasta que se hizo la hora y salió dirigiéndose al piso del moreno, a pedido de este último.
Agoney lo esperaba tirado en su sofá. Invitarlo a su casa, también había sido una estrategia, como todos los pasos que había dado hasta ese momento. Quería mostrarle al rubio que era una persona igual que él. Que podía confiar tranquilamente. Los humanos se fijaban mucho en eso y Agoney no iba a dejar que las dudas se apoderen de Raoul.
El reloj marcó las 5 de la tarde y el rubio todavía no había aparecido. Ya empezaba a dudar de que el catalán se presentara. Hasta que el timbre lo sacó de sus pensamientos. Se levantó rápidamente y le abrió la puerta principal de aquel edificio sin preguntar ni quien era.
A los pocos minutos, dos golpes en la puerta se hacían escuchar. Se dirigió hasta ella y le abrió a su Talento. El rubio estaba más arreglado que nunca.
Raoul se moría de los nervios atrás de esa puerta hasta que Agoney, su futuro representante, le abrió y lo recibió con una gran sonrisa.
Tenía que admitir que se había arreglado un poco para la ocasión, pero no se imaginó nunca que un Agoney en chándal lo recibiría. Sonrió tímido y se adentró en ese piso.
Todo en esa casa era blanco, salvo por los muebles que cortaban todo ese ambiente. Vió algunas fotos que tenía Agoney en el mueble con otras personas, deberían ser sus amigos. Todos sonrían a la cámara. Parecían salidos de una revista. Modelos.
- ¿Quieres algo de tomar? - preguntó Agoney haciendo que se sobresaltara.
La risa del moreno no tardó en romper el silencio que reinaba en esa habitación. Nunca había escuchado un sonido tan bonito como esa risa.
Sonrió involuntariamente.
Por favor Raoul, ahora no.
» Perdona - volvió a decir Agoney.
Perduna fue lo que escuchó Raoul. Le pareció tierno y suave.
- No pasa nada - respondió - y con respecto a la bebida, lo que tengas me viene bien.
Agoney asintió y se dirigió a la cocina dejándolo solo en aquella habitación.
- Siéntete como en tu casa - le gritó desde la cocina.
Respondió una suave "vale" que dudó que lo haya escuchado, y se sentó en aquel sofá.
Agoney no tardó en presentarse nuevamente en esa habitación con dos vasos de agua. Las puso en una pequeña mesa enfrente del sofá de dos plazas y se sentó al lado del rubio.
Sacó una carpeta con algunas hojas dentro y se las pasó.
- Léelas tranquilo, no hay prisa - exclamó el contrario - cualquier duda pregúntame.
Asintió y leyó atentamente cada una de las palabras que estaban plasmadas en esos papeles. Le surgieron algunas dudas, pero Agoney se las contestó inmediatamente. Fijaron más puntos para que luego no haya confusiones.
Hasta que al final de la hoja se encontró con un espacio en blanco, era para que escriba él el porcentaje que creía más razonable para Agoney.
Así lo hizo. Miró al contrario esperando que dijera algo, pero solo obtuvo un asentimiento de cabeza y una sonrisa brillante.
- ¿Estás seguro? - preguntó nuevamente Agoney.
- A veces hay que tirarse a la piscina - repitió las mismas palabras que el moreno le había dicho en su piso.
Agoney asintió mientras sonreía. Agarró la lapicera y dejó su firma allí en la última hoja, cerrando el contrato.
Su, ahora, representante lo imitó, dejando su firma al lado de la de él.
Cuando se quisieron dar cuenta, las estrellas amenazaban con aparecer. Los minutos habían volado entre charlas sobre el futuro de Raoul, y como trabajaría de ahora en adelante.
- Ah, por cierto, Agoney - exclamó ganándose una mirada confusa del chico enfrente de él - no vuelvas a hacer eso que hiciste antes.
- ¿El qué? -preguntó un Agoney todavía más confuso.
- Abrir la puerta principal del edificio sin preguntar quién es primero.
- Ya sabía que eras tú Raoul - le dijo despreocupado y restándole importancia.
- Ya...pero no lo vuelvas a hacer - insistió - no sabes lo que puede pasar. No quiero que maten a mi representante. No ahora.
Agoney rió mostrando todos sus dientes. Melodía para sus oidos.
- Lo intentaré - le respondió.
-Vale.
Lo ojos mieles de Raoul brillaron y Agoney lo percibió. Un silencio inundó el ambiente.
» Bueno, ya anocheció - habló mientras miraba la pequeña ventana que había en esa sala - es mejor que me vaya.
- ¿Seguro?
Agoney sabía muy bien como jugar sus cartas.
- Si si - se apresuró a decir y se levantó rápidamente de ese sofá, sintiendo la mirada del contrario puesta en él.
Agoney hizo lo mismo y lo acompañó a la puerta. La abrió y cuando se iba a despedir, el rubio volvió a hablar.
- Disculpa, pero hace un montón que quiero hacerte una pregunta - mejillas ardiendo otra vez.
- Dime - sonrió Agoney.
- Tu acento... ¿de dónde eres?
Agoney buscó en los recovecos más profundos de su mente. Intentando acordarse de lo que decía aquel papel donde estaba la información que la Asamblea le había recomendado que diga. Había pasado días y noches memorizando aquellas hojas con el sonido del océano como único testigo.
- De Canarias - respondió, luego de algunos segundos - de Adeje más específicamente.
Suspiró al poder acordarse de aquello.
- Me imaginé - respondió un Raoul aún con las mejillas rojas. - Bueno, adiós representante - remarcó la última palabra.
- Adiós pequeño talento - el canario le dedicó una sonrisa de lado mientras que el rubio se dirigía al ascensor.
Agoney cerró la puerta. Le dolían las mejillas de tanto fingir la sonrisa.
Raoul se subió al ascensor y suspiró.
Por favor que salga bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro