veintinueve
Lautaro,
¿Por qué le mandaste esa carta a Nina?
¿Qué pensabas?
No sé si lo recuerdes, pero ahora mismo, yo soy tú.
¿A quién creías que iban a responder mis cuervos?
No entiendo. ¿"No soy quien crees que soy"? ¿Qué significa eso?
No te preocupes, no me importa. Estás demasiado lejos para hacer cualquier cosa.
Pero, permíteme preguntar, Lautaro: ¿Qué quieres?
Estabas tan empecinado porque yo no le hablara a Nina, ¿y tú quieres mandarle cartas desde el infierno? Es un poco incoherente de tu parte... ¿no lo crees? ¿Te hacía falta tanto sufrimiento para darte cuenta de las cosas? ¿A qué juegas? ¿Cómo crees que reaccionaría ella de saber lo que hemos hecho? ¿Quieres que ella sufra también? ¿Quieres que ella te acompañe allá donde estás? ¿Te gustaría que escuche los lamentos de todos los desgraciados de allá? ¿Quieres que ella también limpie las vísceras de los cuervos?
¿Ahora sí estás recibiendo mis letras completas?
Siempre puedo decirle a mis cuervos que te recuerden un poco más lo cruel que deben ser las cosas allá abajo. Después de todo, yo estoy sufriendo los dolores de tu cuerpo, tú deberías de sufrir los míos en el mismo grado, ¿qué te parece?
No necesitas las dos manos. No necesitas todos tus dedos. No necesitas tus dos ojos. Ni siquiera necesitas tu corazón.
Déjamelo.
Tienes agallas. Claro, no todos se atreven a aventarse como tú al infierno.
Me alegra que te sientas tan bien. Pero, Lautaro, te agradecería que no lo volvieras a hacer.
¡Todo va muy bien por acá! Ya sabes, tu pez sigue vivo, tengo una universidad para ti, y Nina...
Quién debería alejarse de ella, eres tú.
Dale mis saludos a mis cuervos, ¿quieres?
-Atentamente, Lautaro falso.
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