Lautaro, he terminado el oso.

Por si no te acuerdas, hablo del oso de madera que le estaba haciendo a Nina. El oso por el cual ahora tienes una cicatriz nueva en tu mano.

¿Me recordarás cada vez que la veas?

¿Me recuerdas cada vez que ves la herida que nos hiciste?

Cada vez lastimo menos tus manos cuando tomo la madera. Tengo la sensación de que a veces regresas en esos espacios. Cuando le doy de comer a tu pez. Cuando estoy jugando con los cinceles. Cuando intento correr. De repente la mente se queda en blanco y es como si tu cuerpo me expulsara.

Cuando estoy con Nina...

No puedo darle el oso. Hay algo que me dice que está mal. Que no debo hacerlo. No sé si eres tú. Deja de meterte, ¿quieres?

Es como cuando quiero comer mango. La simple idea de observarlo me detiene. No luce atemorizante. No es algo que me vaya a matar. Y de todas maneras tu cuerpo lo rechaza de manera extraordinaria.

¿Qué clase de criatura eres como para sobrevivir al infierno y seguir mandando acá?

Tal vez solo siento esto porque el oso me quedó deforme.

Lautaro, no solo te escribo para hablarte de osos. No quería abrumarte desde el inicio, pero la casa está en silencio. No he bajado a cenar. Tampoco bajé a comer. Tengo todo el día encerrado aquí en tu cuarto. Hay nubes en el cielo, pero no lloverá. Aura me ha enseñado a verlo en ese aparato extraño, puedo ver la lluvia desde ahí.

Es... curiosa desde el cristal. Ahora mismo puedes imaginar que está sonando, el aparato mágico la está imitando. Tac, tac, tac. Tac, tac, tac.

Yo no tengo ese sonido allá abajo. Lo más parecido es el sonido de los cuervos picando la carne...

¿Te acuerdas de los doctores? Hoy escuchamos a uno.

No volverás a correr en tu vida.

No sé si he hecho algo mal yo. Lo siento. 

Tu cuerpo poco me importa. Tu vida poco me importa. Tu nombre poco me importa. Y de todas maneras, cuando lo escuché, sentí como si no quisiera entrar más aire a tus pulmones.

Los urracos están esperando a tu madre en el jardín, pero tampoco se ha dignado a salir de dónde sea que se escondió ella. Aura dijo que iba a matar a alguien. Tu padre no sé dónde se haya metido.

Por el momento me aferraré al oso que le hice a Nina... Y a los cuatro emparedados de mermelada de manzana que aún me quedan.

Lo siento, Lautaro.

Mis cuervos pueden llorar contigo si quieres.

-Atentamente, Lautaro falso.