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veinticinco


Lautaro, hoy caminé temprano a la escuela.


Ni siquiera el sol se había levantado cuando intenté correr de nuevo.

No pude.

Ahí yacía tu cuerpo, en el lugar donde eras un dios.

No sé cuánto tiempo nos quedamos mirando a la nada.

Nina nos encontró.

¿Por qué siempre es ella?

Te soy sincero, primero nos encontraron unos niños pequeños y nos picaron el rostro con unas varas. Dijeron que estaba muerto. Incluso me pusieron piedras sobre el estómago. Nina llegó tiempo después. No me molesté en correr a los cuervos falsos que te rodeaban.

Se acostó al lado tuyo. Y la idea de que veíamos el mismo cielo era... especial. Quería decirle que no volverías a correr.

Pero me mordí la lengua.


¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?


No respondí. Porque la primera vez que yo vi a Nina no era la primera vez que tú la viste. Y ella estaba esperando tu respuesta. La de tus ojos.

¿Recuerdas esa vez, Lautaro?

¿Qué sentiste, Lautaro?

¿Que ella iba a ser tu mayor perdición?


Dijiste que tenías un pez.


Estás enfermo. Te lo escribo como reclamo. No puedes ir ahí por la vida contándole a cada persona que veas que tienes un pez.


¿Todavía lo tienes?


Asentí de inmediato. Porque, por desgracia, aún vive la criatura esa. Le dije que la alimentaba todos los días. Que a veces jugaba con unas piedras. Las ponía en su boca y luego las soltaba. Le dije que lo que no me gustaba eran los ruidos raros que hacía. Como si hablara. También le dije que a veces me miraba como si me quisiera decir algo.

La escuché reír.

Y dolió más que el intentar correr.

Mientras ella me tendía la mano le pregunté algo que tal vez no debí haber preguntado. No pude evitarlo, y no lo siento, Lautaro.

Le pregunté si ella sentía algo al correr.

Sus uñas se clavaron a mis costados.


No.


Le dije que mentía.

Y me aventó de vuelta al pasto.

No te preocupes, yo hice que un urraco se sentara sobre su cabeza.


¿Has escuchado el lamento de alguna de las criaturas? Si te resulta muy molesto, siempre puedes pedirle a los cuervos que se lleven las lenguas.

- Atentamente, Lautaro falso.

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