treinta y tres
Lautaro, ¿cómo están las cosas allá abajo?
¿Todavía recuerdas la trampa para osos sobre tu pie?
¿Qué se sentía?
¿Sentías algo más que dolor?
¿Podías pensar?
¿Podías ver a Nina?
Hace un año que pasó. Hace un año exactamente. Azul, la amiga de Nina, lo dijo ayer.
Hoy alguien habló de ello.
Como si tu cuerpo fuera de todos, como si a todos les hubiera sangrado, como si a todos Nina les hubiera intentado salvar.
¿Qué fue lo que sentiste cuando te encontró?
¿La odiabas?
¿La deseabas?
¿Viste la piel de Nina rasgándose?
¿Esperabas que también cayera en una trampa junto a ti?
¿Deseabas intercambiar cuerpos con ella?
Nina estaba absorta el día de hoy. Jonas me dijo que era normal. Dijo algo de que los cuerpos recuerdan las fechas y recuerdan los dolores.
Te duele.
Eso fue lo que me dijo Nina hoy.
¿Todos los días?
Todos los días.
En el escritorio de Nina estaban escritas varias palabras. Era el cúmulo de los pensamientos de todos quienes la rodeaban. No quiero escribirlas de nuevo, porque de hacerlo, recordaría el rostro de Nina mientras tallaba en silencio y sacaba la tinta de ahí.
Hice que los urracos se sentaran en el alféizar de las ventanas. Hice que miraran a todos.
Hice que ennegrecieran por un momento el cielo para que comieran miedo.
Hace un año Nina saltó y tú fuiste detrás de ella.
¿Qué sentiste en ese momento?
¿Amor?
Dime, Lautaro, ¿sientes amor incluso allá en el infierno?
No lo creo.
Tú preferiste el infierno.
No creo que ni mis cuervos te entiendan.
-Atentamente, Lautaro falso.
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