treinta
Lautaro, te pido una disculpa.
A veces puedo ser un poco excesivo. Espero no te hayas espantado con mi última carta.
¡Yo no me espanté cuando te quisiste lanzar de la ventana!
Dejando eso de lado: Lautaro, empezó a llover.
Y llovió y llovió y llovió.
La primera vez, fue en tu habitación. Estaba hablando con tu pez acerca del color morado, el cual me parece un color sumamente innecesario y feo, cuando escuché un tronido en la ventana. La temperatura en tu habitación bajó. Más tronidos comenzaron a escucharse. En especial hubo uno horroroso que hizo temblar la casa y me hizo salir de tu habitación.
No me culparás por abandonar, momentáneamente, a tu pez, ¿verdad?
Bajé a tropezones las escaleras. La mirada de Aura era amenazadora, como usualmente lo es. Estoy seguro de que me gritó algunas palabras curiosas mientras abría la puerta del jardín y salía.
La lluvia era fría. No podía mirar el cielo porque las gotas caían en los ojos. Todo era gris. El viento movía todo como si quisiera arrancarlo del suelo.
La lluvia golpeaba. Golpeaba como las palabras de Jonas en la mañana.
¿Por qué Nina no está en las nacionales?
El aula hizo silencio. Nina estaba frente mío. Se puso entre nosotros. Podía oler su cabello de tan cerca que estaba. Dejé de escuchar las palabras de Jonas para escuchar a Nina. Que me era difícil, porque el aroma que desprendía era dulce, como el azúcar. Quería morderlo, pero no creo que hubiera sido lo mejor en ese momento. Lo que entendí fue que a Nina no parecía importarle eso de las nacionales.
Y Jonas sonreía. Pero era una sonrisa hipócrita. Era la primera vez que lo veía así de enfado. Sus ojos amables estaban a punto de convertirse en los ojos de un demonio. Me divertía. ¡Ojalá hubiera intentado sacar esa bestia! ¡Hubiera sido divertido verla!
¿Tienes algo que ver tú?
Nina guardó silencio. Volteó a verme. Había algo de dolor en sus ojos, pero sonreía con ellos. Tenía sentido. Algo de esto había dicho tu padre, ¿recuerdas? Lo de arruinarle la vida.
¿Sabes lo que significa eso para ella?
Me retiré.
Debí de haberme hecho cargo de tu padre desde hace tiempo. ¿Ya te he dicho cuánto lo detesto?
Lo detesto, lo detesto, lo detesto.
No te preocupes. Todo está bien.
Solo que no ha dejado de llover, Lautaro.
Y creí que me agradaría más la lluvia.
¿Ya escuchaste el cuervo que canta por ahí? Sílbale de vuelta.
-Atentamente, Lautaro falso.
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