Lautaro, me piden muchas cosas.

Lo que más me molesta, es que me pregunten cosas a las que no sé su respuesta. No entiendo nada de tus clases. Sobre todo la que lleva símbolos extraños donde todos se quedan callados.

Nina es demasiado inteligente. Parece que se ha dado cuenta de que hay algo mal contigo, conmigo, con nosotros. Entre las clases me arrebata tus cuadernos, pero los devuelve en cuanto termina de anotar lo mismo que tiene en los suyos. Al menos eso creo que hace. Igual son garabatos que no entiendo bien.

Le he preguntado a un par más de tus amigos la razón por la que no puedo hablar con Nina. Porque la susodicha no tiene ojos rojos, ni colmillos y tampoco huele a azufre; hasta el momento sus intenciones de matarnos no son tan claras.

Sé bien que me pediste que no lo hiciera, pero estoy seguro de que tampoco has seguido al pie de las letras mis condiciones.

Así que le he hablado a ella.

¿Por qué me haces esto?

No supe responderle. Logré ver sus manos. Tenía unas extrañas marcas rojas en ellas. Profundas. Monstruosas. Varias.

Lautaro, ¿qué le hiciste a Nina?

Por cierto, hay un cuervo que se hace el muerto. No te espantes si lo encuentras torcido en la esquina de la jaula. Es para que te acerques y te picotee la cara.

-Atentamente: Lautaro falso.