dos
Lautaro, creo que puedo hacer esto.
Le he dado de comer al pez y no ha muerto.
Y no sé qué es una universidad, pero ya me he hecho una imagen mental de quién es Nina y el peligro que corro al hablarle. La he imaginado con ojos rojos, rasgos violentos y un aura oscura como la de una noche sangrienta. Saliva espumosa y amarillenta sobresale de sus labios. Sus extremidades son torcidas como las de un árbol maldito. Un aura verdaderamente repugnante.
Todo está bien.
Es extraño estar aquí. Tu cuerpo tiene la sensación de querer correr todo el tiempo. El cosquilleo en el vientre es terrible. No sé cuánto tiempo tarde en acostumbrarme a tu piel y sus vicios. Empiezo a reconocer las cicatrices. Al menos dos. La del pacto en la palma izquierda, que todavía escuece, y la del pie derecho. Esa es enorme y curiosa. Como una mordida gigante. Ni siquiera me atrevo a tocarla.
¿Habías intentado saltar de ventanas anteriormente?
No me imagino de qué otra manera pudiste haber obtenido semejante marca atroz. Eso o te peleaste con un oso. Me gusta más la teoría del oso que la de tú imitando a los cuervos volar.
Creo que me lo advertiste, algo de que no podíamos correr. Pero no me dijiste nada más. Así que supongo que algo tendrá que ver la cicatriz.
Curioso cómo hablabas de un nosotros, como si fuéramos uno mismo. Eres peculiar Lautaro. De esperarse de alguien que le confía su vida a un extraño.
Por cierto, tengo miedo de Aura, tu hermana. No tengo razón alguna para ello. La cuestión es que no sé cómo reaccionar ante ella, desconozco la clase de persona que eras, Lautaro. Por el momento, solo me escondo.
Se me olvidó decirte que uno de los cuervos tiende a picotear los ojos.
Espero que regreses con ambos.
-Atentamente: Lautaro falso.
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