Lautaro, no sé qué es peor.

Que Aura llegara con el cuervo atravesado, o que llegara con un pájaro muerto a la casa.

No literalmente, al menos no lo del cuervo atravesado. 

Hace días que le di la figura de madera. Era horrible, pero algunos cuervos lo son. (No les digas que escribí eso). Pensé que le había gustado porque sonrió y lo aferró con sus manos callosas. Dijo que había hecho un llavero para llevarlo siempre consigo. No sé si pueda perdonarla. Yo no le he hecho eso a ninguna de tus figuras. Pero Aura es Aura, ella le ladra de vuelta a los perros, juega con las arañas y apaga las velas con las yemas de los dedos.

Y lo del pájaro... Eso sí fue literal. Madre no le permitió pasarlo. Estaba colgando de un hilo rojo. Aura estaba emocionada. Demasiado emocionada.

Ni siquiera tenía cabeza.

¿Extrañas correr?

No le contesté. No soy tú. No sé si lo extrañas. Los demás parecen hacerlo. Tu padre, tu madre, tus compañeros, tus maestros. La mirada de lástima que te dan al mencionarlo es repugnante.

Es casi como si hubieras muerto para ellos.

Eres inútil, pero es bueno que estés aquí.

Tenía ganas de decirle que no lo estaba. Que yo era el Lautaro falso y que su hermano había preferido estar en el infierno que estar con su hermana. Pero me agrada Aura, no podría hacerle eso.

Y no sé si fue el evento surrealista o que estaba disfrutando demasiado el emparedado de mermelada, pero le pregunté a Aura si ella también odiaba a Nina.

No.

La rapidez de su respuesta me desconcertó. Tu padre la odia. Tu madre no puede mencionar su nombre. «Esa maldita, esa horrible...»

Ojalá lo hubiera hecho antes.

Aura no se detuvo ahí.

Eras demasiado. En el mal sentido. En el peor de los sentidos.

Ni ahí.

Yo te tenía miedo. Sí, eras la adoración del mundo. ¿Y abajo de eso? Miedo. ¿No lo notabas? Todos te temían.

Ahí no.

Porque nada ni nadie podía contigo.

Tampoco ahí.

Nina era la única que no te temía.

Después de eso Aura desvarió y comenzó a teorizar que Nina también tenía que ser un monstruo como tú para poder soportarte.

¿Quién es realmente el demonio aquí, Lautaro?

No sé por qué te dejé mis cuervos.

-Atentamente, Lautaro falso.