catorce
Nina está de vuelta.
No sé si te habías dado cuenta, pero tiene tres lunares en su mejilla derecha. Son muy discretos. Lo sé porque hoy hice como el pez con Nina. Pero no es muy buena, no sabe sostener la mirada. He ganado todas las veces.
Lautaro, le dije a Nina que tenía que correr.
¿A ti qué o qué?
Se fue después de decir eso. Pero creo que funcionó, porque la rutina volvió. Después de clases me quedé en el estadio y la observé correr.
No sé si sea adecuado mencionarlo. Seguramente tienes otras preocupaciones en este momento y añadir una más no... ¿Te acuerdas del muchacho que mencioné hace unas cartas atrás? ¿Al que le quería arrancar los ojos?
Lautaro, yo no soy bueno.
Eso debes saberlo allá donde estás.
Hoy se burló de Nina. Los demás siguieron el eco.
¿Y qué habrías hecho tú, Lautaro?
Mírala. El monstruo.
Curiosamente, de manera inusual, por artes oscuras que desconozco, el chico cayó de las gradas. Un gran golpe seco se escuchó antes de su lloriqueo. No he sido yo. Lo prometo. Ganas tenía, claro. El chico se asustó con un urraco que no lo soltaba y le picoteaba la cabeza. Urraco con el que quizá conversé antes del incidente. Pero, repito, no he sido yo.
Estoy seguro de que algo se rompió dentro de él. Crujió fuerte y feo.
Una pena, no siento que se haya roto lo suficiente. Y Nina dejó de correr para acercarse. Creo que quería ayudar, pero algo debió haberse cruzado por su cabeza porque se detuvo y se fue de inmediato. La acompañé tomando una distancia prudente, parecía asustada después de ver al chico en el suelo llorando.
Lautaro, todo el mundo la exilia. Los susurros que la atormentan son persistentes. Y ella sigue aquí.
¿Qué fue lo que hizo Nina?
¿Qué fue lo que hiciste tú, Lautaro?
Se me olvidó darle las hojas de las universidades. Intentaré dárselas mañana.
¿Cómo te están tratando los cuervos?
-Atentamente, Lautaro falso.
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