Capítulo 27
El día veintisiete le pregunté si deseaba que los hombres de blanco la sedaran.
Recuerdo que ella estaba a mi lado al despertar, y cuando la ayudé a llegar hasta el baño casi me eché a llorar.
Se le habían formado nuevas heridas en las plantas de los pies y el caminar la hacía gritar de tal forma que pensé que terminaría por perder la audición.
Me dolía ver las lágrimas en sus mejillas, escuchar su respiración entrecortada, ver sus heridas al rojo vivo.
Lauren Jauregui me dolía.
— No estuvo tan mal —Intentó burlarse mi esposa una vez en la cama, pero no logró que aquello sonara siquiera un poco gracioso, pues emitió un enorme gemido dolor que fue producido debido a un brusco movimiento de su parte.
Puede sonar triste, pero a mi casi me alegra el pensar que esa fue la última vez que caminó.
— ¿Quieres que te traiga el desayuno? —Le pregunté con preocupación. Mi brazo se alargó inconscientemente para acariciarle la mejilla, pero luego se detuvo. No quería hacerle más daño.
— Por favor —Me suplicó con una débil sonrisa.
No pude negarme ante ella, así que busqué nuestro desayuno con rapidez. De vuelta en la habitación la encontré en la misma posición mirando hacia el techo. Las mejillas se le habían sonrojado, tal vez debido al constante dolor.
No recuerdo que comimos, pero estoy segura de que fue algo completamente asqueroso.
Aun así, creo que ambas terminamos ambos platos.
— ¿Camz? —Me llamó en un momento del día. Tal vez fue después del almuerzo, pues antes de eso tengo una enorme laguna mental que no me permite recordar demasiado.
— ¿Si?
— Duele...
De inmediato comencé a preguntarle donde le dolía, pero no esperé a escuchar sus respuestas para hacer suposiciones.
El dolor de saber que la perdería me estaba enloqueciendo.
— ¡Camz! —Exclamó mi esposa exasperada. Pude entender por qué lo hizo. Ya casi no podía soportar el dolor y yo no parecía estar ayudándola mientras le preguntaba si era su pie el que dolía, o su mano, o su cabeza...
— Lo siento. Yo... —Intenté disculparme mientras la miraba a los ojos.
El verde esmeralda que tanto amaba ahora era un verde tan claro y cristalino que puedo jurar era solo la sombra de la maravilla que habían sido. También estaban rodeados de manchas y líneas rojas, tal y como si no hubiese dormido.
¿Cómo podía la muerte ser tan cruel? ¿Cómo podía la muerte no aparecer de inmediato y llevársela antes de que siguiera sufriendo? ¿Cómo podía la muerte esperar a que la vida absorbiera todas sus fuerzas antes de llevársela?
— Mi espalda, Camz —Susurró ahogadamente.
Rápidamente fui a intentar aliviar su dolor, pero al girarla y encontrar el origen de éste se me humedecieron los ojos y me cubrí la boca.
— Estás sangrando... —Susurré mientras buscaba algo para intentar cubrir la herida problemática. Solo encontré trozos de tela humedecidos, así que eso utilicé.
Ella gimió un poco ante el contacto, pero el agua fría la calmaba, así que no fue algo comparado con los gritos de la mañana.
— Ya se detendrá —Me tranquilizó mientras volvía a reacomodarse en la cama con los ojos cerrados.
Juro que intenté creerle.
— ¿Sabes lo que el sangrado significa?
Asentí con los ojos humedecidos.
— Se agota el tiempo de tu última eternidad —Murmuré.
Ella, a pesar de todo esto, sonrió y buscó mi mano. La sujeté con delicadeza, procurando de esta forma no tocar las dolorosas heridas que cubrían su piel pálida.
— Lo siento, Camz —Se disculpó y supe que, sin importar la cantidad de sus bromas, ella realmente habría preferido vivir.
Lauren Jauregui no se había dado por vencida, de eso me di cuenta. Lauren Jauregui solamente había aceptado seguir corriendo el maratón de la vida, aunque sabía que perdería la carrera.
Lauren Jauregui iba a darlo todo hasta el final.
— ¿Puedes abrazarme, Camz?
— Pero... va a dolerte —Quería hacerlo, realmente quería, pero debía pensar en lo que era mejor para ella y no para mi.
— Estoy dispuesta a soportarlo.
Y no seguí negándome, pues sabía que no existía forma de que en esos momentos yo pudiera negarme a alguna de sus peticiones.
Me recosté lentamente entre sus brazos, escuchando suspirar y gemir ante nuestro contacto.
Suspiré, pues habría deseado que todo aquello fuera diferente.
Habría deseado despertar junto a ella en casa, justo como el primer día. Habría deseado recostarme en su pecho sin temor a que su corazón se detuviera. Habría deseado escucharla suspirar de placer, y no de dolor.
— Te amo, Lauren —Escapó de mis labios.
Me duele el corazón el pensar que fue una de las últimas veces que se lo dije.
— ¿Puedes besarme, Camz?
Acepté de nuevo, pues extrañaba sus labios sobre los míos.
Sin embargo, cuando presioné nuestros labios durante unos segundos ella gimió de tal modo que me asusté.
Me alejé, pues pensé que había tocado alguna de sus heridas por error.
Y lo hice, pero las heridas no estaban donde pensaban.
Un pequeño hilillo de sangre caía de sus labios y me apresuré a limpiarlo mientras Lauren me miraba con cierta confusión. Finalmente pareció entenderlo todo y su mirada se volvió cristalina.
— Está sucediendo más rápido de lo que creí —Susurró mientras llevaba su mano a sus labios para palpar la pequeña herida. Se encogió de dolor debido al contacto.
Coincidí con ella.
— Camz... —Me llamó mientras yo continuaba mirando mi dedo manchado con su sangre.
— ¿Si? —Le contesté, pero no la estaba mirando, así que ella sujetó mi barbilla con sus manos heridas y me obligó a fijarme en sus ojos.
— Bésame de nuevo...
— Pero... —Intenté negarme. No quería hacerla sufrir. No quería provocar algo en ella que yo pudiera evitar— Va a dolerte, amor. No puedo.
— Si puedes.
— No.
— Camz, necesito que me beses.
— ¡Te he dicho que no! —Exclamé con exasperación.
Fue un mal movimiento, pues de inmediato sus ojos se cristalizaron y parecieron perder el poco brillo que les quedaba.
— ¿Acaso te dan asco todas estas heridas? Te entendería si dijeras que si, a mí también me dan asco... Pero ahora son parte de mí, y si ellas te dan asco entonces yo te doy asco.
No soporté sus palabras. No podía tolerar que creyera que Lauren Jauregui, la chica que aceleraba mi corazón, me daba asco.
Ella me habría parecido hermosa en cualquier estado.
Para que dejara de pensar estupideces la besé con necesidad. La besé como si fuera nuestra última vez.
Ella me correspondió entre gemidos de placer y dolor. El beso era de esos que te dejan sin respiración, y tal vez fue demasiado, pues la herida de Lauren volvió a sangrar.
Me alejé con su sangre en mi boca y la limpié con una de mis temblorosas manos.
La miré luego de esto, y ella estaba sonriendo, tal y como un niño al ver sus regalos de navidad.
— Gracias —Me dijo suavemente mientras acariciaba mi rostro con su mano.
Se sentía fría, tal vez demasiado. Aun así, no la alejé.
Necesitaba ese contacto para pensar que, por tan solo ese pequeño momento, las cosas no estaban tan mal como parecía.
Sé que luego de un tiempo entre besos, caricias y quien sabe que otras cosas, llegó la hora de la cena.
Es triste, pero no recuerdo cual fue la última cena de Lauren aunque sucedió hace poco tiempo.
Tal vez no son los días quienes borran nuestros recuerdos, sino el dolor.
Tal vez los momentos que más deseamos recordar son los que el dolor se esfuerza en destruir.
— ¿Te habría gustado tener hijos conmigo, Camz? —Me preguntó débilmente al terminar de comer.
El corazón me palpitó dolorosamente contra el pecho y las lágrimas comenzaron a quemarme los ojos.
¿Por qué preguntaba por cosas como esas justamente cuando yo sabía no sucederían? ¿Por qué preguntaba por cosas como esas cuando ya eran imposibles?
Aun así, contuve mis lágrimas y respondí con la verdad.
— Me habría encantado, Lauren.
— ¿Cuántos habrías deseado?
— No lo sé. ¿Qué me dices tú? —El tema me dolía, pero a Lauren parecía animarla un poco. Tal vez se divertía con las fantasías.
— Me habría gustado tener dos. Una niña primero y un niño después... Siempre escuché a mi familia decir que deseaban tener primero un niño para que protegiera a su hermana menor, pero estoy segura de que nuestra princesa habría cuidado de su hermano con su vida mientras él se encerraba en su habitación para llorar como un debilucho.
— ¿Entonces querías una niña valiente y a un niño debilucho?
— Prefiero el termino sensible e increíblemente encantador.
— ¿Cómo tú?
— ¿Me estás llamando debilucha?
— Pensé que preferías el termino sensible e increíblemente encantadora —Me burlé, y nos reímos juntas, de verdad, por primera vez en días.
Ella solo se inclinó y besó mi frente. Esta acción la hizo gemir de dolor, y cuando me giré a mirarla vi que sus ojos estaban cerrados y que tenía la respiración acelerada.
Le estaba doliendo más de lo que yo pensaba.
— ¿Quieres que te seden? —Interrogué con un nudo en la garganta.
Quería que estuviera consiente hasta su último momento, pero si el dolor era demasiado para ella no me importaba que la durmieran hasta que su corazón se detuviera.
— La eutanasia es ilegal para los que padecen el virus, pero pueden dormirte para que ya no sientas el dolor... Ya sabes, hasta que tu corazón se detenga.
Mi voz se escuchaba rota y una lágrima escapó por mi mejilla. La limpié de inmediato. Quería que tomara la decisión que ella necesitaba, no la que le otorgaba un par de horas a mi lado.
— No —Se negó luego de unos segundos.
La miré con confusión.
¿Cómo podía elegir el sufrimiento antes que una muerte pacífica?
— Quiero estar despierta hasta el final. Quiero que mi corazón se detenga mientras te susurro que te amo.
— Pero Lauren...
Ella no me permitió seguir hablando, pues cubrió mis labios con los suyos. No intenté alejarme solo por miedo a hacerle daño.
— Es mi vida, Camz. Mi eternidad. Soy yo quien decido como vivirla.
Tenía razón, por supuesto. Yo era su esposa, no su dueña.
Si ella quería sufrir lo único que podía hacer era sufrir a su lado.
Ella volvió a besarme luego de unos momentos, tal vez porque entendió que yo respetaría su decisión.
Al principio era un beso de despedida. Luego de eso comenzó a intensificarse y Lauren se aferró a mi cuello como si su vida dependiera de ello. Su lengua jugaba en mi boca, y sabía que mi esposa había encendido una llama que sería difícil de apagar.
— Hazme el amor —Jadeó en mi boca.
No intenté negarme, pues sabía que Lauren terminaría de persuadirme.
La traté como si fuera la más débil de todas las plumas, pero la amé como si mi corazón fuera a estallar en cualquier momento. Fui lenta para que pudiera contemplar cada una de las constelaciones en su cielo, pero cuando me lo pidió fui tan rápido como los latidos de nuestros corazones desbocados.
La amé hasta que mi cuerpo cedió, y ella me amó incluso después.
Fue esa la última vez que hicimos el amor.
Solo tres capítulos, y puedo jurar que esto me duele más a mí que a ustedes.
-Lore-
Nota: He decidido subir la sinopsis de mi nuevo fic "Seguirte o Perderte" en mi perfil. Tal vez quieran pasar por allí y ver como les parece... Prometo no eliminarlo esta vez.
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