Capítulo 2
Los hombres de blanco nos tomaron varias muestras de todo tipo de fluidos al llegar. Quería encontrar una cura para el Virus Letal y nuestra reciente infección los ayudaría... O eso dijeron.
En mi cabeza me pregunté cuántas veces habían dicho esto a otros infectados.
No vi a Lauren y a mis amigas durante todo ese tiempo, pues habíamos sido llevadas a cinco habitaciones distintas para que el proceso fuera más rápido.
Ellos no querían preocuparse demasiado por cinco chicas que ya habían firmado su sentencia de muerte.
Luego de todo este procedimiento me dieron un bolso con cinco pares de ropa y artículos de aseo. Los trajes no eran de mi talla, pero ellos me dijeron que tenía que conformarme con lo que me habían dado.
Finalmente me llevaron al área de aislamiento.
Cuando un hombre de blanco me llevó hasta allí, mis amigas ya estaban en el lugar. Tenían bolsos iguales al mío, y supongo que nuestra tristeza también era similar.
De inmediato me lancé a los brazos de Lauren aunque no sabía si lo tenía permitido. Creo que sí, pues el hombre no dijo nada.
— Están en el área de las visitas ahora mismo —Nos notificó un hombre de blanco. No sé si fue la primera frase que dijo desde que entré a ese lugar, pero fue la primera que escuché—. Obviamente quien los venga a visitar no entrará acá, sino que estará del otro lado del vidrio —Y señaló una pared de cristal a mi derecha que no había notado—... Tras esa puerta —Agregó mientras nos indicaba la puerta de hierro a nuestras espaldas que tenía una enorme calavera en ella. Lindo detalle ¿No lo creen?— encontrarán la sala común y sus dormitorios.
— ¿Dormitorios? —Preguntó Dinah bastante extrañada.
Comúnmente no te daban dormitorios, o eso recordaba. Cuando mi madre y mi hermana enfermaron las llevaron a una sala donde no habían más que cientos de camillas de hospital, el baño era compartido y no tenían privacidad. A mi padre y a mí no se nos permitió visitarlas.
— Por supuesto —Asintió el hombre de blanco. No sé si estaba sonriendo, pues su rostro estaba cubierto por una máscara enorme que evitaba su contagio, pero creo que sí—... El señor Hamilton lo ha pedido. Quiere que su sobrina y sus amigas tengan el mejor trato.
— Tu tío es el mejor, Mani —Le sonrió Dinah mientras la abrazaba. Realmente no sé por qué estaba tan feliz. Aquel trato privilegiado solo nos lo estaban dando porque íbamos a morir.
Normani no dijo nada. Simplemente se limitó a alzar sus hombros y suspirar.
— Eso es todo —Dijo el hombre de blanco—. Tengan una buena estadía, chicas...
Y se retiró por la puerta por la cual habíamos entrado antes para luego sellarla con siete cerrojos y cinta aislante.
Yo reí bajo en cuanto se fue. No podía creer que nos deseara una buena estadía cuando íbamos a morir en menos de treinta días.
— ¡Hora de conocer nuestro nuevo hogar! —Nos animó Ally con una sonrisa un tanto fingida. La amaba, pero juro que en ese mismo momento deseé pegarle una bofetada.
Entramos lentamente, como si el demorarnos fuera a detener a la muerte.
Era un lugar algo amplio, completamente blanco, con tres sofás, tres cajas de juegos de mesa, cinco puertas que nos llevaban a las habitaciones donde dormiríamos y dos ranuras en la pared en las cuales podían leerse "Comida" y "Trastes"... Bien, al menos iban a alimentarnos.
No nos quedamos allí mucho tiempo porque el salón era un lugar bonito pero para nada acogedor. Cada una eligió su habitación y se fue a dormir. Obviamente yo iba a dormir con Lauren, lo cual quiere decir que aún quedaba una habitación más.
Excelente. Aún quedaba una plaza para enfermarse.
Ally nos deseó unas buenas noches, pero nadie le respondió. Dinah hizo bromas incomodas sobre la muerte y se marchó riendo. Normani no emitió sonido alguno y se encerró en su habitación.
No recuerdo si caminé junto a Lauren a la habitación o si me llevó entre sus brazos, pero me atrevería a apostar por la segunda. Estaba intentando asimilar como habíamos terminado allí, y mi cabeza solo estaba puesta en las cosas que rápidamente habían cambiado. Creo que de haber caminado me habría caído.
Esa noche abracé a Lauren fuertemente y nos permitimos llorar. Ninguna dijo nada, pero la conocía lo suficientemente bien como para saber que tenía miedo. Ambas lo teníamos.
Y su miedo era mi miedo, y mi miedo era su miedo, así que las cosas eran mil veces peor.
No recuerdo en qué momento nos dormimos, y tampoco lo que soñé.
Lo único que sé es que al despertar Lauren me estaba abrazando y mis ojos dolían porque había llorado mucho antes de irme a dormir.
Al mirar el reloj suspiré.
Comenzaba el día dos.
Había un baño en la habitación. Lauren y yo intentamos ducharnos juntas e intentar fingir que nada había sucedido, pero nuestras lágrimas terminaron fundiéndose con el agua.
Los cinco pares de ropa eran demasiado grandes para mí, pero logré arreglármelas tomando una camiseta del bolso de Lauren y ajustando mis muy anchos pantalones con un cinturón. No me veía sexy, sino fofa, pero lo acepté porque no podía pedir más. Lauren terminó decidiéndose por vestirse con una enorme camiseta que la cubría lo suficiente, y también el beanie que le "regalé" el día anterior. Creo que se veía increíble.
— ¡Camren! ¡A desayunar! —Escuchamos a Dinah llamarnos desde el exterior de nuestra habitación. Siempre nos llamaba así. Decía que usar nuestros nombres individualmente era solo una pérdida de saliva.
Salimos solo porque si Dinah no nos mataba lo haría Ally.
— ¡Nos han dado Waffles! —Exclamó emocionada mientras se sentaba en uno de los sofás a comer—. ¡Y tienen miel! ¡MIEL! ¡Estos deben de ser los mejores Waffles que he probado desde que el Virus Letal apareció!
Yo intenté reír porque me daba pena el saber que solo le estaban dando aquella increíble comida porque iba a morir. No quería arruinar el pequeño paraíso de mi pequeña amiga. No quería que dejara de sonreír aunque fuese irritante, pues si Ally Brooke se rendía tendríamos que hacerlo nosotras también.
Lauren y yo comimos nuestro desayuno en silencia al igual que Dinah y Normani. Ally intentaba hacer chistes y contar historias, pero nadie le prestaba atención.
Fue cuando todos nuestros platos estuvieron vacíos que decidí hablar...
— No nos quedan más de treinta días de vida —Susurre a mis amigas.
Creo que yo estaba diciendo esto de una forma realmente deprimente, pues incluso Ally dejó de sonreír.
— Solo espero que no tengan que morir de la forma dos —Dije un poco más alto.
El Virus Letal mataba a las personas de tres distintas maneras.
Una vez dieron un documental por televisión –el cual vi cuando Lauren y yo no la habíamos vendido para comprar alimentos– que explicaba el por qué de estas tres formas de morir, pero mi novia terminó acariciando la cara interior de mis muslos cinco minutos después de que empezara y no pude seguir mirando.
La primera forma de morir era que el virus atacara tu sistema respiratorio y terminaras ahogándote en tu propia sangre, tal y como la anciana del centro comercial. Era la manera más agonizante.
La segunda era que el virus te fuera consumiendo poco a poco, tanto externa como internamente. Tu piel comenzaba a deshacerse y lentamente tus órganos eran devorados hasta que tu corazón dejaba de funcionar. Era la muerte más dolorosa.
Y la tercera, esa que esperaba que todas tuviéramos la suerte de vivir, era la más rápida y menos dolorosa. El virus simplemente atacaba tu sistema y te mataba de un paro cardiaco. Decían que se sentía como quedarse dormido, pero realmente no sé por qué lo creían. Nunca nadie que había hecho esa observación había estado muerto antes.
También había una cuarta probabilidad, pero...
— No vamos a morir —Intentó alentarnos Ally.
— Por supuesto que vamos a hacerlo —Dijo Lauren en un tono irritado. Lo que ella más odiaba en este mundo era que intentaran hacerla creer algo que no tenía ni la mínima oportunidad de ser real.
— ¡No seas pesimista, Lauren! —Reclamó Dinah, pero en sus ojos vi que ella pensaba lo mismo que mi novia—... El tío de Mani está buscando una cura y... Aún existe la posibilidad cuatro.
La posibilidad cuatro solo sucedía una vez entre mil.
Se supone que si no morías treinta días después de tu infección era porque tenías un increíble sistema inmunológico. El virus no te mataba, pero permanecía en tu sistema, así que eras llevado a otra zona de aislamiento donde vivirías con los demás infectados suertudos hasta que encontraran una vacuna contra el Virus Letal.
Mi padre estaba allí. El de Lauren no tuvo tanta suerte.
— La posibilidad cuatro es una mierda —Dijo Lauren. Supongo que estaba dolida porque había perdido a toda su familia a causa del virus—... ¿Por qué no aceptar que vamos a morir cuando es la única posibilidad que terminará siendo cierta sin importar cuanto tiempo pase?
Estaba de acuerdo con ella, y creo que Dinah también. Tal vez Ally se enojó un poco, pero sabía que mi novia no le mentía.
Mani solo empezó a llorar.
No quiero parecer una mala amiga, pero como Normani no habló ni una sola vez durante el tiempo que estuvimos en ese lugar en muchas oportunidades olvidé que ella vivía allí también.
Ally intentó abrazarla, pero mi amiga se negó a su contacto.
Supongo que quería sufrir sola.
— Uno entre mil no es un completo imposible... —Quiso alentarnos Ally tiernamente. No podía creerlo. Su optimismo era como el sol: imposible de extinguir.
— ¡Pero cinco entre cinco mil sí! —Exclamó enojada Lauren— ¡Cinco entre cinco mil jamás sucederá!... Creer que las cinco saldremos de ésta es una completa locura.
Y sin más Lauren se levantó de allí cruzada de brazos, entró a nuestra habitación y cerró de un portazo.
— ¿Hice algo mal? —Preguntó Ally con tristeza.
— Darle esperanzas —Murmuré con una débil sonrisa mientras me levantaba y caminaba en dirección a nuestra habitación. Al pasar al lado de Ally acaricié su hombro, pues no quería se sintiera mal.
No quería que muriera sin haber sonreído lo suficiente.
Entré a la habitación porque sabía que Lauren necesitaba hablar con alguien que no intentara convertir su mundo en un prado de flores silvestres como Ally, o que la ridiculizara como Dinah, o que solo la escuchara como Normani. Ella necesitaba a alguien con quien intercambiar frases. Ella necesitaba a alguien con quien hablar de verdad.
La encontré acurrucada en un rincón de la cama mientras lloraba contra su almohada. De inmediato me abracé a su cintura y dejé que llorara sobre mi pecho.
Comúnmente era yo quien necesitaba de su consuelo y de sus abrazos, y verla tan rota me hizo reconocer que la muerte estaba siendo más dura para ella que para mí. Supongo que era porque yo aún la veía como un evento lejano, pero ella la sentía a la vuelta de la esquina.
— Lo siento —Sollozó ella contra mi camiseta mientras se limpiaba las lágrimas con la tela de ésta.
— Está bien, amor. Puedes llorar todo lo que quieras —La consolé mientras dedicaba algunos segundos a besar su cabeza—... Yo voy a estar aquí.
— No mueras aun —Suplicó mirándome a los ojos, y puedo jurar que jamás había visto el verde de su mirada tan entristecido.
— No aun —Prometí, pero realmente no sabía si podría cumplirlo—. Voy a estar acá tanto como la vida me lo permita —Creo que decir esto fue un poco más realista.
—... ¿Estaría mal si solo... hacemos el amor ahora? —Susurró mientras escondía su rostro en mi cuello y comenzaba a mordisquearlo.
Contuve el aire cuando sentí su mano desatar el cinturón de mis anchos pantalones y meter su mano bajo estos.
— No... no lo creo —Contesté con un ahogado gemido mientras sentía a sus dedos vagar bajo la tela de mi ropa interior—. Vayamos al cielo antes de morir —Le ofrecí.
Y ninguna de las dos fue capaz de negarse a esto.
Minutos después mi cuerpo era un montón de sudor, temblores y marcas. Lauren no estaba mejor.
La ropa estaba en algún lugar del suelo, y yo en algún lugar de la cama sobre el estómago de Lauren. Ella intentó decirme algo, pero aun le faltaba el aliento.
Estuvimos así unos segundos hasta que por fin escuché sus palabras salir de sus labios.
— No temo morir —Confesó mientras acariciaba mi cabello—: temo que tú lo hagas...
— No digas eso. Es como si dependieras de mí.
— Es que lo hago —Afirmó tristemente—. Eres la única persona que me queda en el mundo, Camila.
Y yo no habría dejado salir un par de lágrimas de no haber sabido que era cierto.
— Y no me parece que la posibilidad cuatro sea una completa mierda —Susurró mientras acariciaba mis mejillas delicadamente—, pero lo sería si se aplica a mí y no a ti...
— Lauren...
— No me importaría morir, Camz, pero sí el que tú lo hagas.
— No te preocupes por eso, amor —Intenté tranquilizarla mientras ascendía hasta recostarme a su lado y besar su mejilla—. Voy a morir algún día. El Virus Letal solo lo está adelantando el momento.
—... Tienes veintidós años, Camz. Aun te falta mucho por vivir... Una boda. Hijos. Nietos.
— No quiero nada de eso si no es contigo... Además, creo que sería una pésima madre. No podría lograr que me tomaran en serio, y ni hablemos de enseñarlos a dibujar. Mis perros aún tienen cinco patas.
Lauren suspiró, pero no porque hubiese aceptado mis argumentos, sino porque ya no quería hablar de mi muerte y de las miles de cosas que no sucederían.
— Ally me da algo de lástima —Confesó luego de unos segundos—... Tyler crecerá sin recordarla, y ella no podrá presenciar sus logros importantes.
— Y Troy...
— Troy tendrá que ver como su hijo olvida a su madre, y tendrá que aprender a ser un poco de ambos. Y no podrá sufrir como se debe, pues Tyler lo necesita.
Ambas hicimos silencio, y en mi cabeza pensé que si alguien merecía la posibilidad cuatro era Ally.
Después de eso Lauren me contó más de sus miedos, anécdotas del pasado y viejas tristezas que, aun después de cinco años de relación, desconocía.
No sé por qué, pero luego de hacer el amor ella solía hablar más. Supongo que es porque entendía que si yo confiaba tanto en ella como para entregarle cada pequeña parte de mi ser ella podía hacer lo mismo.
— ¿Qué sucede? —Pregunté luego de escucharla suspirar audiblemente.
— Es solo que intento no pensar en que vamos a morir, pero se me hace imposible.
De inmediato me coloqué sobre su cuerpo y la miré a los ojos fijamente.
— Vamos a morir —Reconocí—,pero eso no quiere decir que estamos muriendo...
— Camz...
— No. Tienes que escucharme... Estamos vivas, Lauren. Estamos viviendo... Aprovechemos el tiempo que nos queda al máximo, amor. Vamos a hacer que estos días valgan la pena.
Ella sonrió levemente, y lo hizo de verdad.
— Vivamos.
E hicimos el amor por segunda vez.
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