Ira
Stéfanos luce furioso al ver el trato que reciben sus símiles, pero aún más porque Louis le impide enfrentar a esos repugnantes cazadores. Los dos inmortales se enfrascan en una lucha que intenta demostrar quién tiene la razón. El castaño conoce bien a su pareja y está seguro de que este comportamiento es inusual, por tal motivo busca mediar con él hasta calmarlo y convencerlo de volver a casa, pese al caos vivido en la calle a solo metros de donde ellos se encuentran.
Sin embargo, la mente de Stéfanos no acata razones, la fiebre del oro ha mutado a una sed de venganza ante cada embate que reciben los suyos y ya que Louis no para de oponerse, opta por enfrentarse primero a él.
—¡No me harás perder el tiempo! —vocifera un enardecido Stéfanos, cegado por la rabia.
Aprieta el cuello de Louis e intenta quebrarlo, no mide su fuerza, continúa adelante, aprisionándolo; sus uñas comienzan a hundirse en la piel ajena. Los pies de ambos se desprenden del suelo a la vez que la presión ejercida por Stéfanos se intensifica.
—Stéfanos —suplica Louis por su vida al inmortal que permanece dominado por la ira—, por favor detente.
Desde el suelo, Chad observa pasmado la escena que transcurre sobre su cabeza. Aterrado, intenta incorporarse para escapar, pero el miedo se lo impide y cae de nalgas al suelo de nuevo. Resulta imposible creer que algo de lo acontecido sea real y a la vez siente deseos de ayudar a ese encantador chico de ojos grises cuyo cuello está a punto de ser quebrado.
—¡Hey! ¡Ustedes! —grita Chad a quienes cree que son policías—. ¡Auxilio!
Los policías o cazadores o quién quiera que sea el misterioso grupo especial, se fijan en el humano gritón y de inmediato notan a aquellos seres sobrenaturales que pelean en el aire. Tres miembros del equipo cruzan miradas entre ellos y luego se separan de sus filas para ir a encargarse, montan las estacas en sus ballestas antes de dirigirse al lugar.
Louis continúa en su lucha por contener la ira de Stéfanos, pero aunque intenta forcejear para zafarse, la presión que su pareja ejerce es demasiada y empieza a sentir sus manos crujir bajo las de él, igual que un anincio del destino que le espera a su cuello.
—Sté-fa-nos bas-ta —apenas balbucea un cansino Louis.
Si embargo, las palabras del vampiro menor son ignoradas por Stéfanos, él está dominado por la rabia y ni siquiera nota a los cazadores acercarse. Una estaca disparada pasa junto a él, momento en el cual desvía la atención hacia los sujetos que disparan sin cesar.
Suelta un gruñido y en un movimiento veloz, lanza hacia un lado el cuerpo inerte de Louis quien se precipita, atraído por la gravedad hasta estrellarse en el interior de un contenedor de basura. Stéfanos, enfurecido, se va contra los tres cazadores, quienes con todo y sus armas, sumado a la gran agilidad y habilidades que poseen, no consiguen contenerlo, ni siquiera entre los tres.
A lo largo de su vida —o no vida—, Stéfanos se ha rodeado de poderosos inmortales quienes le aportaron fuerza a su longevidad; el primero tenía por nombre Toruk, un antiguo jefe vampiro de un clan ancestral, fue este el encargado de "salvarlo". Sus caminos se cruzaron cuando el hombre de la melena dorada agonizaba en un campo de batallas donde todos sus compañeros de pelotón fallecieron; él esperaba el mismo destino.
Aquel día, a punto de exhalar su último aliento, el misterioso y ancestral ser apareció ante él, cautivado por la increíble belleza del soldado. Después de proponerle la salvación y vida eterna, hincó los colmillos en el cuello del moribundo para arrancarle los últimos vestigios de humanidad y entregarle luego, el nuevo don de eternidad a través de su sangre.
Cuando Stéfanos reaccionó, se sorprendió al encontrarse a sí mismo rodeado de lujos, pero reconoció al sujeto de larguísimos cabellos negros y ojos a tono que le sonreía, portaba una copa con contenido de un rojo bastante oscuro, uno con un olor metálico demasiado intenso y aunque él no conseguía comprender por qué le llamaba la atención de esa manera casi obsesiva, como un deseo que lo dominaba, Toruk entendió la sensación, caminó hacia él y le permitió alimentarse por primera vez. Aquella sangre era tibia y empapaba cada diminuto espacio en su boca, bajó a través de su garganta y le produjo una inefable calma a esa extraña ansiedad, pero a la vez sentía asco por consumir aquello que empezaba a resultarle un manjar.
Toruk fue su guía en lo que se volvió su nueva vida y con el tiempo, Stéfanos acabó desligado de todo rastro de antigua humanidad para entregarse por completo a las enseñanzas de su maestro y amantes. Sin embargo, Toruk era deseado por muchos de sus símiles, todos querían disfrutar un poco de aquellos fluidos que corrían por su cuerpo, esos cargados vitalidad y poder, aquellos que el mismo Stéfanos había degustado más de una vez y se negaba a compartir. Así, un día, movido por los celos y aprovechando la vulnerabilidad del longevo luego de darle de beber hasta sacarle la sed, en medio del clímax, un recién recargado Stéfanos tomó una estaca y le atravesó el corazón. Cuando el vampiro ancestral quedó inerte, Stéfanos le cercenó el cuello hasta desprenderle la cabeza y desapareció con esta para asegurarse de que no pudiera volver.
El mismo destino de Toruk corrieron otros grandes, quienes atraídos por la belleza del inmortal, le entregaron su poder antes de ser decapitados. Fue así hasta aquella noche en que Louis apareció en su vida, un insulso humano había captado su atención y optó por entregarle la longevidad para seguir juntos por la eternidad.
Pero ahora, ese amor se ve solapado ante los estragos de la ira, un arrebatador sentimiento de venganza que le domina y obliga a luchar contra los tres cazadores para demostrarles quién manda. En un descuido de uno, se posiciona tras de sí y le tuerce la cabeza en casi trescientos sesenta grados, se apropia de algunas estacas antes de que el cuerpo inerte toque el suelo y va sobre los otros dos para seguir la pelea.
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