Capítulo 2
Dalia siempre había sido una chica sencilla: no era muy popular, ni tenía muchos amigos, pero lo que sí se podía decir sobre ella es que era un genio. No necesitaba matarse a estudiar para sacar buenas notas, y era una persona muy creativa. Era capaz de inventar cosas que nadie nunca había imaginado, cosas que facilitarían el día a día, pero era una simple adolescente sin recursos para desarrollar esas ideas. Era el tipo de persona que nunca dejaba las cosas para el último día: según ella, lo mejor era hacerlo todo cuanto antes porque luego surgen imprevistos.
Katie, sin embargo, era un poco desastrosa. Se dejaba las cosas para el último momento, y siempre ponía excusas para todo. No sacaba malas notas, pero no destacaba por ello.
Al contrario que Dalia, ella era bastante popular en el instituto. Todos la conocían por ser una persona graciosa, amable y simpática. A pesar de ser alguien que gustaba a tanta gente, no podía evitar sentirse mal. Las personas la valoraban solamente por lo que veían por fuera. Nunca se preguntaban qué tan lejos podía llegar si se lo proponía.
A Dalia nunca le ocurría eso. Es verdad que no era popular, pero las personas que se acercaban a ella veían su potencial, veían de todo lo que era capaz de hacer. Ella era una persona especial, pero Katie era vista como una más.
Y eso la hundía.
Todos esos pensamientos pasaban por la mente de Katie mientras volvía a su casa, después de recibir los mensajes de la VA.
Dalia, pensaba ella, no era consciente de la suerte que tenía al ser una persona tan especial. No sabía qué era lo que se sentía cuando nadie espera nada de ti, cuando no te ven capaz de hacer algo que sólo tú seas capaz de hacer. No sabía lo que dolía ver cómo nadie te motivaba a hacer algo grande, algo especial, porque ni siquiera se les ocurre la posibilidad de que puedas llegar a lograrlo.
Dolía, y mucho, pero no lo mostraba.
No podía evitar sentir desprecio por aquellas personas, pero no se podía comparar con el asco que se tenía a ella misma. Empezaba a creer que todo aquello era verdad, que nunca llegaría a nada, que nunca destacaría en algo porque siempre iba a ser una más.
Lo que más le dolía era tener que mantener aquella faceta de chica feliz, sin preocupaciones, porque no quería desmoronarse ante un mundo en el que, por el más mínimo error, te deja marcado de por vida.
Y no podía permitírselo.
En ocasiones, durante esas noches de insomnio adolescente, se dejaba llevar por sus pensamientos. No podía evitar imaginar un mundo en el que ella no existía, y la idea no le desgradaba. "No notarían la diferencia", pensaba ella. "Tal vez Dalia y mi familia me echarían de menos al principio, pero lo acabarían superando".
Katie intentaba borrar esas ideas de su cabeza, pero cada vez le parecían menos extrañas y menos imposibles. Es más, sentía muy cercana la idea de un mundo sin ella.
Tal vez, pensaba, se estaba volviendo loca. Quizás era buena idea que hablase con alguien. No quería hacerlo con Dalia porque no quería que pensara mal de ella. Era su amiga, sí, pero era la única persona que esperaba algo de ella, y no quería decepcionarla con aquellos pensamientos.
Necesitaba soltar todas aquellas locuras de alguna manera, o sino acabarían con ella.
Pensó en acudir a un profesional, a un psicólogo, pero llamaría demasiado la atención, y no tenía dinero para pagarlo.
Se detuvo frente a una papelería cercana a su casa, y se quedó mirando el escaparate. Algo se encendió en su cabeza. Lo que necesitaba era escribir. Necesitaba soltar todo lo que sentía y plasmarlo en algún lugar al que sólo ella podría acceder.
Decidida, entró en la tienda y compró un cuaderno.
(...)
Si a Dalia le pagaran cada vez que sus padres le ocultaban algo, sería millonaria. Nunca contaban con ella a la hora de tomar decisiones. Nunca preguntaban si le parecía bien algo, simplemente lo hacían sin consultarlo.
Lo de la VA era una de esas ocasiones. Si no hubieran contactado con ella, probablemente no se habría enterado de nada hasta que sus padres hubieran tomado una decisión.
Ella pensaba que era muy injusto de su parte no contar con su opinión, pero no quería decirles nada. Al fin y al cabo, eran sus padres.
- Dalia, tenemos que hablar. - dijo su madre, irrumpiendo en sus pensamientos.
La señora Smith era una mujer muy simpática, pero no era muy habladora. Intentaba ser la mejor madre que podía, pero era algo difícil, ya que tuvo una infancia algo complicada: nunca tuvo una figura materna que tomar como ejemplo, pues su madre se marchó cuando apenas cumplía cinco años. Se quedó sola con su padre, y aunque luego fueron felices, siempre notaba que le faltaba algo.
El señor Smith, en cambio, era muy hablador. Siempre estaba de buen humor. Tuvo una infancia normal, y también intentaba ser el mejor padre que podía, pero nunca estaba en casa. Siempre estaba trabajando en la empresa familiar, que había heredado de sus padres.
Aunque Dalia era feliz, notaba que su familia no estaba muy unida, y nunca lo estaría, pero visto que su madre ni siquiera tuvo una familia completa, se sentía muy afortunada de tenerlos.
La señora Smith y Dalia bajaron al salón, y, para sorpresa de la menor, su padre estaba allí.
- Hija, tenemos que hablar. - dijo con expresión seria.
- Verás, -prosiguió la madre de Dalia- tu padre y yo hemos estado hablando, y creemos que sería una buena idea que formes parte de VA. Como te dije anteriormente, el gobierno contactó con nosotros, y nos han asegurado que el programa está libre de gastos. No habría que pagar nada, puesto que todavía es una prueba. ¿Qué piensas de todo esto?
Dalia se sorprendió, sin saber qué contestar. Nunca le habían preguntado qué pensaba sobre algo.
- Pues... la verdad es que no lo sé. Creo que sería una buena oportunidad para conocer algo nuevo, pero, ¿qué pasaría con mi vida aquí? Es decir, ¿me iría el curso que viene?
- Sí, esa es la idea. Además, nos han comunicado que en el momento en el que cualquier alumno se sienta incómodo, puede abandonar al VA y volver a su vida normal.
Dalia quería aceptar la propuesta, pero no quería abandonar su vida aquí. No quería dejar su último año de instituto, no quería dejar a su familia, no quería dejar a su familia. No quería abandonar a Katie.
- ¿Me dejáis pensarlo durante unos días?- preguntó Dalia.
El señor y la señora Smith asintieron con la cabeza, y dejaron que su hija se fuera.
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