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♢Seis♢

El bar estaba completamente repleto de guapos y solteros chicos que estaban buscando con desesperación alguna buena follada.

Tomé nerviosamente la cadena entre mis dedos mientras movía las caderas rítmicamente acercándome a un chico que no había dejado de mirarme. Necesitaba ir por el camino fácil y tenía que tomar en cuenta de que ellos eran los que tenían que desearme a mi.

Aunque, mirándolo bien, el chico no estaba tan mal.
Mi trasero chocó contra su pelvis mientras subía y bajaba lentamente al compás de la música. Sus manos, curiosas y tímidas tomaron mi cadera acercándome más a él. Sus labios, húmedos y suaves se movieron marcando una línea imaginaria en mi cuello.

Soltó un gemido en mi oído haciéndome sentir su erección y que ya estaba preparado. Me giré a él juntando nuestros labios, desesperados, ansiosos. Mientras sentía como su mano bajaba por mi espalda, colocándose en mi trasero y apretándolo, dejándome sentir una vez más, lo duró que estaba. Gemí contra su boca sin dejar de moverme al ritmo de la música.

Mis manos acariciaron sus hombros, entrelazándose tras su cuello. Mi lengua recorrió su cavidad bucal. Nuestras anatonomías comenzaron a moverse en una coordinada danza. Su boca se separó de la mía, depositando pequeños y húmedos besos en mi mejilla, cruzando un camino hasta llegar a mi oído.

— Vámonos a un lugar, rápido. —susurro causando que soltara un gemido casi involuntariamente. Sólo sonreí mirándolo a los ojos, mientras tomaba su mano y caminaba entre la multitud.

Satisfecha.

Mis piernas se enredaron en su cadera al cruzar el umbral de la habitación. Mi espalda tocó la suave textura de la sábana y él pesó de su cuerpo cayó sobre mi.

— Eres extremadamente caliente. —murmuró besando mi mejilla y acariciando mi cuerpo.

Un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo al sentir sus manos recorriendo mis muslos y piernas. Cerré los ojos fuertemente al sentí un nudo en mi garganta.

¡No! Por favor, ahora no. Suplique en voz baja mientras me ponía completamente rígida. Sube las manos, pedí, sube las manos. Sus labios comenzaron a besar mis muslos y supe que no podría más. Lo tomé del cuello de su camisa subiéndolo antes de que mis pies comenzarán a golpearlo y que otro chico más saliera por aquella puerta huyendo de mi.

Inexperta bajé mis manos hasta el borde de su camisa, sacándola por encima de su cabeza, dejando su abdomen bien formado con algunos tatuajes a la vista. Mis manos acariciaron su pecho lentamente, depositando besos en éste, sintiendo sus caricias en mi espalda. Sacó mi camiseta con avidez y el miedo me invadió completamente. Ahora venían los pantalones, luego nuestra ropa interior y pasaríamos a otra etapa y simplemente no estaba segura de poder hacerlo.

— Ahora deberías sacar mi pantalón ¿no crees? —preguntó mirándome expectante. Él estaba ya desesperando y yo sólo tragué dirigiendo mis manos a la cremallera de su pantalón.

Lo bajé lentamente con su ayuda liberando su gran erección. Él estaba sin ropa interior, lo que realmente me hizo estremecer y mirarlo inmediatamente con algo de miedo. Sonrió mientras dirigía sus manos hacia mi falda y la subía. Ahora igual que la otra vez, me encontraba en ropa interior. Sus manos recorrieron mis piernas nuevamente, llegando hacia mis muslos, acariciandome por encima de mis bragas.

Pero no lo soporte, sólo sentí como mi pie nuevamente se estrellaba contra la cara del chico y éste caía de la cama con un fuerte sentido. Ahora sí, la había cagado.

Escuché un quejido de dolor y veo como se levanta lentamente con una de sus manos tocando su ojo. Él me mira incrédulo desde los pies de la cama y sólo tomó mi camiseta que se encuentra a un lado mío, poniéndola por encima de mi cabeza.

Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, lo tomo por el pecho y lo empujó fuera de la habitación junto a su ropa. Me siento realmente avergonzada en este momento.

— Creo que deberías irte —murmuró y él sólo se queja nuevamente sobando su ojo suavemente y tomó la ropa que le he aventando.

Él sale del departamento sin decir absolutamente nada, agradezco inmensamente que eso haya pasado. Pero aún así, las lágrimas caen de mis ojos sin parar. Estoy tan avergonzada y triste por la situación que estoy pasando. Me siento en el suelo luego de deslizarme por la puerta y envuelvo mis piernas mientras entierro mi cabeza entre ellas y sollozo fuertemente.

Soy un verdadero desastre, era la quinta vez que arruinaba los planes de perder la virginidad, a éste paso, moriré siendo virgen y tendría que dedicarme quizás a entrar a karate o alguna cosa parecida.

Seco mis mejillas y me levanto caminando hacia la cama para enterrarme en ella. ¿Como se supone que me diría al Doctor Canela que nuevamente casi había noqueado a mi amante? Tal vez me diga que me arrepentí a último momento o solamente me había quedado dormida y Sara no me había llamado. Necesitaba una excusa rápido, no me arriesgaría a quedar como una inútil ante el otra vez.

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