9. EDMUND ESTÁ DE VUELTA
Capítulo 9. Edmund está de vuelta.
—¿Crees que el ejército que Aslan envió hacia el campamento de la bruja logre encontrar a Edmund y traerlo a salvo? —le preguntó Peter a Violet.
Ambos se encontraban sentados en la cama del rubio, descansando del arduo entrenamiento que tuvieron en la mañana como futuros sumos monarcas.
—Creo que no debes de perder las esperanzas. —Le dijo la ojiazul mientras le dedicaba una sonrisa y se levantaba de la cama. —Vamos con las niñas, deben de estar aburridas en su carpa.
El rubio asintió y juntos se dirigieron hacia la carpa de las muchachas.
Sin embargo una figura a lo lejos impidió que entraran.
—Edmund. —Susurró Violet con emoción al ver al azabache después de tanto tiempo hablando con Aslan en la colina.
—Supongo que la esperanza es lo último que se pierde. —Le respondió Peter mientras la miraba con aprecio.
—¡Ed! —Lucy gritó con fuerzas, asustando a los mayores quienes no se habían dado cuenta que Lu había salido de la carpa, para luego tratar de correr a donde estaba su hermano.
—Espera, Lucy. —La detuvo Susan mientras la agarraba del brazo. —Él y Aslan están hablando, no seas irrespetuosa.
Lucy asintió avergonzada y los cuatro vieron como él gran león le decía unas últimas palabras a Edmund y luego bajaban juntos de la colina para dirigirse a los niños.
—Lo hecho, hecho está. No hay necesidad de hablar con Edmund sobre el pasado. —Les dijo sabiamente para luego marcharse.
—Hola. —Susurró el azabache algo nervioso, después de todo los había traicionado.
—¡Estás a salvo! —La menor no pudo controlar su emoción y abrazó a su hermano con fuerzas, Susan se les unió al acto.
—Me alegra que estés bien, Edmund. —Violet le dedicó una sonrisa y le revolvió el pelo con cariño.
—Nunca estuve mejor, solo estoy un poco cansado. —El azabache le devolvió la sonrisa.
—Ve a dormir un poco. —le dijo Peter con voz seca para después señalar su carpa.
Edmund lo miró intimidado y Violet, al notar el miedo del chico le mandó una mirada a Peter, queriendole decir que no sea tan borde.
—Y Edmund. —agregó el rubio luego de recibir la mirada de la ojiazul. —Trata de no perderte de nuevo.
Todos se sumergieron en risas.
Finalmente estaban los cinco juntos.
—Violet, vamos a seguir entrenando. —Peter le dijo a la muchacha luego de que Edmund entrara a la carpa.
La muchacha asintió y tomó su arco y carcaj, los cuales eran sumamente majestuosos, dignos de una futura reina. La madera del arco era clara, con dibujos de enredaderas y flores ornamentando el diseño. Mientras que el carcaj, el cual era del mismo color, llevaba una generosa cantidad de flechas con la pluma de un color amarillo real. Violet, luego de colocarse su arma correctamente, siguió al de ojos celestes hacia el campo de entrenamiento.
—Eres buena con el arco y manejando tu daga, sin embargo, aún no sabes como usar la espada. —Le dijo Peter cuando vió a la chica clavar la flecha en el centro de la diana sin ningún esfuerzo.
—No la necesito. —Le contestó mientras volvía a tensar su arco y le disparaba a las dianas.
El duro entrenamiento con los centauros había valido totalmente la pena. Violet se sentía como parte de las mismísimas cazadoras de la diosa Artemisa.
—Claro que la necesitas. —El rubio se puso delante de la muchacha. —Si es que vamos a la guerra, habrá un momento en el que el arco no podrá ayudarte y probablemente yo no estaré ahí para protegerte.
—Hablando de guerra. —Violet bajó el arco y miró a Peter. —Edmund ya volvió, ya no es necesario que que se queden a pelear.
—Tienes razón, mañana en el desayuno les diremos que pueden ir a la casa del profesor. —Determinó el rubio para luego quitarle el arco a la muchacha. —Hasta entonces, hagamos un trato, yo te ayudo con la espada y tu me ayudas a manejar el arco.
Violet lo pensó por unos segundos.
—Hecho. —Dijo para luego sacar su arma de las manos de Peter, para poder enseñarle la posición correcta.
Pasaron unas buenas horas entrenando con la espada y el arco, los dos eran excelentes con ambos, no obstante, cada uno tenía una conexión especial con sus respectivas armas.
—Ese fue un gran tiro. —Susurró Violet cuando vió que la flecha que Peter había lanzado quedó clavada a unos centímetros del centro de la diana.
—Lo sé. —Respondió el rubio arrogante. —Aunque no puedo ganarle a la reina Violet, por supuesto.
—Deja eso. —Murmuró la ojiazul con las mejillas encendidas. —No soy una reina, solo soy Violet Wright, una inglesa común y corriente que ha entrado a un mágico mundo por las puertas de un armario. —Volvió a decir con burla, aunque el rojo de sus mejillas aún no se disipaba.
—Y yo soy Peter Pevensie, un británico normal, con una vida normal. —El rubio le seguía el juego mientras se acercaba a la chica. —Que en su desesperación por no ser castigado al lanzar una pelota y romper un vidrio, entró junto a sus hermanos y una bella dama a un curioso armario, el cual los llevó a una maravillosa tierra para pelear contra una bruja loca y ser coronado sumo monarca, junto a Violet Wright. Linda historia, ¿no es así?
—Claro, perfecta para contarsela a los nietos. —Dijo la castaña sarcástica mientras acortaba el espacio y miraba tímidamente al chico.
Peter no soportó la lejanía, y colocó su brazo derecho con dulzura y calma en los hombros de la muchacha, viendo como el sol lentamente se escondía por el oeste entre las colinas y los árboles.
Se quedaron así por unos minutos, mientras diferentes sentimientos pasaban por sus cabezas.
—Estoy asustada. —Comentó Violet después de un rato. —¿Qué pasa si los decepcionamos? ellos creen en nosotros, creen que liberaremos Narnia de Jadis, ¿pero qué sucede si no?
—Entonces nos recordarán como guerreros. —Peter deshizo el abrazo para mirar a la castaña a los ojos. —Nos recordarán como las personas que hicieron todo lo que estaba a su alcance para dejar libre a Narnia. Así que no pienses que los decepcionaremos, ellos saben que estamos haciendo todo lo que podemos, incluso más.
Quiso decir más, la persona que tenía adentro le imploraba que siguiera con su discurso de héroe, pero las palabras ni siquiera podrían salir de su boca, atrapado observando como los ojos de Violet brillaban como zafiros y de cómo ella mantenía el contacto visual mirando fijamente sus débiles ojos aguamarina. Peter pensó que se veía increíblemente atractiva en ese instante, ¿cómo era posible? Solo lo estaba mirando a los ojos, no podía evitar preguntarse como esa acción despertaba tantas cosas dentro de él.
Y entonces preguntó, esperando todo y a la vez nada, a sabiendas que si Violet no correspondía entonces habría arruinado el inicio de una bonita amistad.
—¿Puedo? —Sin dejar de mirarla espero la respuesta, y cuando el fleco de Violet se movió gracias al viento, sucedió.
Violet besó a Peter. No al revés, e incluso ella se sorprendió de sus actos, intentando retroceder por su osadía y preparada para pedir perdón y nunca más verle a la cara por la vergüenza. Pero Peter no la dejó, sosteniendo sus rosadas mejillas y diciéndole en un lenguaje no hablado que todo estaba bien.
Lentamente y tímido, fue un beso tranquilo con movimientos suaves y tiernos, tal cual como dos adolescentes que están experimentando el amor por primera vez.
El aire les hizo separar sus labios lentamente, pero la verdad es que ninguno quería romper aquel beso nunca.
—Pueden continuar. —Una voz grave los sobresaltó. —Por favor, hagan como que yo no estoy aquí. —Dijo el león con aires burlones.
—Aslan. —Saludaron ambos avergonzados.
—Venía a buscarlos, la cena está servida desde hace diez minutos y solo faltaba que los reyes supremos hicieran acto de presencia. —Continuó el león. —Pero no creo que a los demás les importe su tardía, de hecho, creo que se pondrán muy felices, en especial Lucy.
Los dos jóvenes se miraron sonrojados, aunque con una sonrisa tímida, ninguno se había dado cuenta de que ya era de noche.
—Lo sentimos, Aslan. —dijo Peter sentía como su dedos rozaban la mano de Violet. —No volverá a suceder, solo perdimos la noción del tiempo entrenando.
La ojiazul asintió nerviosa.
—Que curioso, no creí que besarse era un entrenamiento. —Comentó el león con un toque divertido.
—Oh, basta. —Murmuró Violet totalmente avergonzada. —Tan solo vayamos a cenar, me muero de hambre.
—Me imagino. —Volvió a hablar el león mientras se ponía en marcha. —Creo que el intercambio de saliva no es una comida para solucionar el hambre.
—¡Aslan! —Exclamaron ambos jóvenes sonrojados por las palabras del gran león, para luego seguirlo hacia la mesa de la cena.
•••
—Aslan me lo contó todo. —Dijo Lucy la mañana siguiente mientras comían su desayuno. —Me contó que vió a Pete y a Lettie darse un gran beso. —Continuó con tanta normalidad, lo que provocó que Violet se ahogara con el huevo revuelto y Peter con la leche tibia.
—¡Lucy! —Exclamó Susan divertida, pero un tanto ofendida por el chisme que había salido de la boca de su hermana.
—¿De tanto me perdí? —Preguntó Edmund con burla mientras literalmente se tragaba otro pedazo de pan.
—Es por eso que Violet no llegó a dormir con nosotras anoche, Su. —Volvió a decir picarona Lucy. —Ambos se quedaron dormidos en la carpa de armas.
—Dios mío, ¿no hicieron nada impuro, cierto? —El azabache los miró con diversión pero a la vez con genuina curiosidad.
—Por María. —Murmuró la ojiazul con sus mejillas encendidas. —Tenemos quince años, tan solo fuimos a hablar a la carpa sobre estrategias de guerra y nos quedamos dormidos, nada más.
—Mentes sucias. —Susurró Peter con los ojos celestes cerrados y con sus mejillas de un color rosado.
—Sabía que terminarían juntos. —Dijo Susan con simpleza mientras recordaba todas las veces que pensó que los mayores hacían una linda pareja. Y sin olvidar la vez que ayudó a Edmund enviarle una carta a su madre contándole sobre Violet.
—Estoy de acuerdo, cuando estábamos en la casa del profesor, Peter no le podía quitar la mirada de encima. —Apoyó Edmund mientras comía su octavo pan.
—Narnia no se va a quedar sin tostadas, Ed. —Le dijo divertida la menor, olvidando por un momento el tema de Peter y Violet, cosa que ambos agradecieron internamente y tomaron esa distracción para decirles la noticia a los tres.
—Sí, y estoy seguro que les darán algunas para el viaje de vuelta. —Les dijo el rubio mientras se paraba de la mesa e iba a apoyarse contra una gran roca.
—¿Vamos a volver a casa? —Preguntó Susan algo confundida y triste, ella ya le estaba tomando cariño al lugar.
—Ustedes tres sí. —dijo Violet mientras jugaba con la cadena que Santa Claus le había regalado.
—Le prometí a mamá que los mantendría a salvo, una guerra no es el mejor lugar para ustedes, pero eso no impide que Violet y yo nos quedemos a ayudar. —Peter los miró seriamente.
—Pero nos necesitan. —Susurró Lucy con lástima, no quería irse. —¡A los cinco!
—Es muy peligroso, Lu. —La ojiazul le sonrió con melancolía. —A Susan y a tí los lobos las pudieron comer vivas, casi te ahogas y Edmund pudo haber muerto.
—Es por eso que debemos quedarnos. —Dijo Edmund luego de algunos segundos. —He visto lo que la bruja puede hacer y lo peor de todo es que la ayudé a hacerlo, no podemos dejar que esta gente sufra por ella.
El silencio fue grande, todos debatiendo consigo mismos mientras pensaban qué hacer. Y aunque aún tenía miedo de las represalias, Violet cambió de opinión.
—Entonces está decidido. —Dijo Susan compartiendo una mirada cómplice con Violet, para luego ambas levantarse y tomar sus respectivos arcos y carcaj.
—¿A dónde creen que van? —preguntó Peter algo confundido al ver la acción de las chicas.
—A practicar. —Respondió la mayor de las Pevensie.
—Vamos, Lucy. —Violet tomó la mano de la menor delicadamente. —Creo que ya es hora de que aprendas a usar esa daga.
La más pequeña sonrió emocionada y se fué con las niñas hacia el campo de práctica.
—Las mujeres son tan raras. —Dijo Edmund mientras tomaba de su jugo.
—Dímelo a mí. —Peter se sentó al lado del azabache.
—Entonces... —El menor habló luego de unos minutos en sumo silencio. —¿Qué es lo que te sucede con Violet?
Capítulo editado.
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