Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7. ¡TE DIJE QUE ÉL ERA REAL!

Capítulo 7. ¡Te dije que él era real!

Los primeros rayos del sol invernal comenzaron a salir y Lucy Pevensie se despertó algo confundida ¿de quien era el abrigo que tenía encima? Y entonces se dió cuenta ¡era el abrigo de Violet! Se levantó de la nieve que la acogió en la helada noche y se dirigió a donde estaba su hermano y su (ojalá) futura hermana en ley. 

—Hey, Violet. —Susurraba la pequeña tratando de no hacer mucho ruido. —Despierta.

—¿Lucy? —Preguntó la ojiazul algo adormilada. —Es muy temprano, ¿qué haces despierta?

—Ya no puedo dormir más. —La chica se encogió de hombros. —Aunque creo que tu podrías dormir miles de horas más junto a mi hermano.

Violet se sonrojó violentamente, de pronto recordando donde había pasado la noche.

—Pequeña bribona. —Murmuró mientras se levantaba con cuidado de no despertar al rubio.

—Ten. —Le dijo Lucy entregandole su abrigo. —Gracias por ponerlo encima de mí mientras dormía, pase una buena noche dentro de lo que cabe.

—No hay problema, Lu. —Dijo la ojiazul luego de abrigarse con el gran manto. —¿Por qué no hacemos el desayuno para todos?

El rostro de la castaña rojiza se iluminó y asintió felizmente. Ambas se dirigieron con sumo silencio a la canasta que yacía cerca del apagado fuego. Sacaron la mermelada de naranja, unas tostadas y el termo con el té caliente.

Y mientras Lucy preparaba las tostadas, Violet sacaba seis tazas pequeñas, abría el termo y servía el té con el característico aroma narniano de arándanos con yogur.

—Despierta a los castores, yo me encargo de Susan y Peter. —Le indicó la mayor cuando ya tenían todo listo encima de una manta de picnic.

Lucy asintió y fue hacía donde la pareja de roedores, mientras que Violet se dirigió donde los hermanos Pevensie seguían dormidos en un profundo sueño.

—Despierta, Susan. El desayuno está listo. —La ojiazul le sonrió a la pecosa cuando esta se despertó.

—¿Hicieron el desayuno? —Preguntó con voz adormilada, intentando acomodar su cabello.

—Si, hay tostadas y té caliente por allá, vé y sírvete. —Le dijo mientras le ayudaba a levantarse y sacudirse la nieve pegada en su abrigo.

—Gracias, Lettie. —Murmuró Susan, para luego dirigirse a la gran manta de picnic y comer una tostada.

Ahora a Violet le tocaba lo más difícil. Sabía por parte de Edmund que a Peter le costaba un mundo despertarse, así que probablemente se iba a demorar un poco.

—Peter, despierta. Vamos, el desayuno está listo. —Susurró mientras le movía el hombro. —Peter, ya despierta.

Y con esa orden, el rubio despertó de un golpe.

—Buenos días, Violet. —Murmuró mientras se frotaba los ojos. —¿Por qué tanto alboroto, Macready ya viene? —Preguntó el de ojos celeste algo confundido, pensando que aún estaban en la casa del profesor Kirke, hasta que se dió cuenta de que seguían en Narnia. —Oh, seguimos aquí.

—Sí. —Se burló la muchacha. —Aún seguimos en el mundo de Lu. Y te recuerdo que una bruja y sus secuaces nos vienen persiguiendo, así que te recomiendo que vayas a tomar desayuno para luego seguir nuestro camino.

Y ambos se dirigieron hacia donde los demás.

—Muchas gracias por el desayuno, sus altezas. —Dijo el castor mientras se comía una tostada. —Aunque no debieron, nos hubieran despertado para poder servirles.

—No es nada. —Mencionó Lucy, tomando un sorbo de su té. —Y por supuesto que debíamos, ustedes ya han hecho demasiado por nosotros. Un simple té con tostadas no puede pagar todo su esfuerzo.

Luego de aquel tranquilo desayuno, los seis se encaminaron en el trayecto, aún faltaba para llegar a la mesa de piedra y tenían mucho camino y un río por delante.

Ya era casi mediodía, Lucy estaba completamente cansada, habían caminado desde hace más de cinco horas sin parar.

—¡Vamos hijos de Adán, vamos mientras aún somos jóvenes! —Exclamó el Castor con extrema efusividad.

—Les juro que si vuelve a decir que nos apuremos lo voy a convertir en un peludo sombrero. —Murmuró Peter mientras subía a Lucy en su espalda.

—Se está volviendo algo mandón. —Dijo Violet en el mismo tono que el rubio.

Los humanos se miraron y soltaron una pequeña risa, la cual fue detenida por el grito de la señora Castor.

—¡ES ELLA, DETRÁS DE USTEDES, LA BRUJA BLANCA! —Gritó despavorida mientras se echaba a correr junto a su marido.

—¡Corran! —Exclamó Susan, al mismo tiempo de que Peter bajaba a Lucy de su espalda y Violet le seguía el ritmo a la pecosa.

Corrieron sin parar hasta que llegaron a una diminuta cueva, no era tan acogedora como la madriguera de los castores, pero sin duda sacaba de apuros.

—¡Vamos, entren! —El castor los empujó a todos dentro.

Ya a lo que se podría decir a salvo dentro de la pequeña cueva, trataron de calmar sus respiraciones agitadas, hasta que vieron la sombra de una persona acercarse a la cueva, para luego alejarse.

—Probablemente ya se fué. —Susurró Lucy, aún muy asustada como para subir el tono de su voz.

—Iré a ver. —Violet hizo amago de levantarse, ya que era la humana más cercana a la salida. Pero Peter interrumpió sus planes y le agarró del brazo.

—No. —Le dijo en un tono duro, aunque detrás de sus orbes celestes se notaba que estaba a un paso de estar petrificado del miedo. —Tu quédate aquí, yo iré.

—Olvídenlo. —Les susurró el castor, cansado del intercambio de palabras. —De nada le sirve a Narnia que los grandes reyes estén muertos, yo iré a ver.

—Con cuidado cariño. —La señora castor abrazó a su marido para luego dejarlo ir.

Escuchaban voces y movimientos, estaban nerviosos ¿será que la bruja le hizo daño al castor? No pararon de pensar cosas horribles hasta que el castor volvió a entrar a la cueva, asustando a todos de golpe.

—¡Todo despejado! —Exclamó con una extraña alegría. —La bruja no está, sin embargo, hay otra persona que quiere verlos. Espero que hayan sido buenos niños y niñas.

Todos salieron confundidos y algo desconfiados, ¿quién podría ser si no era la bruja? Y entonces lo vieron, una persona rechoncha, vestida de rojo y con una sonrisa bonachona, era Santa Claus.

—¡Felíz navidad señor! —Lucy corrió con alegría hacia el padre de la navidad.

—Mira, he aguantado muchas cosas desde que llegamos aquí, pero esto... —Susan se quedó sin palabras, incapaz de describir el sentimiento de enojo y decepción que se instalaba en ella.

—Creímos que usted era la bruja. —Dijo Peter luego de darle una mirada retadora a su hermana.

—Lo siento por eso, pero en mi defensa, yo conduzco un trineo desde mucho antes que ella. —El hombre de rojo soltó una risa bonachona.

—Pero Lu nos había dicho que no había Navidad en Narnia. —Violet se abrió paso de entre los hermanos.

—Hasta hace unos momentos, no la había. —Admitió papá Noel. —Pero la esperanza que ustedes nos han dado, sus altezas, ha comenzado a debilitar el poder de la bruja y luego de cien años el invierno por fin está llegando a su fin. —Sonrió con verdadera felicidad. —No obstante, estoy seguro que no les vendrá nada mal esto.

—¡Regalos! —Exclamó Lucy emocionada cuando se dió cuenta a lo que se refería Santa.

—El jugo de la flor de fuego. —Explicó mientras le entregaba a la menor un frasquito con un líquido rojo adentro. —Solo una gota, y podrás curar cualquier herida. —Le dedicó una sonrisa para luego sacar una daga. —Y sinceramente espero que nunca tengas que usar esto.

—Con mucho respeto señor. —Dijo mientras se guardaba sus presentes en el cinturón que Santa le había dado. —Creo que puedo ser muy valiente.

—Estoy seguro de que así es, pero las batallas son un asunto feo para una pequeña niña. —El hombre le palmeó el hombro amistosamente, para luego dirigirse a la mayor de los Pevensie. —Susan, para tí tengo este arco. Confía en el, usualmente nunca falla.

—¿Qué sucedió con lo de que las batallas eran asuntos feos? —Preguntó la pecosa con desconfianza, haciendo que Santa Claus soltará una carcajada.

—Y aunque sé que no tienes problemas para hacerte escuchar. —Siguió diciendo mientras sacaba un hermoso cuerno de marfil del gran saco. —Solo sopla este cuerno y la ayuda vendrá.

—Muchas gracias. —Murmuró con una sonrisa, comenzando a creer que Narnia no era tan malo como imaginaba.

—Peter y Violet, sumos monarcas. —Les llamó y ambos se acercaron. —Les hago entrega de sus armas. Para Peter, esta espada y escudo. Y para Violet, Te tengo este arco, junto con esta daga. —Le explicó mientras le entregaba una daga parecida a la de Lucy, pero esta era de un color amarillo real.— Ten cuidado, puede ser peligrosa para cualquier persona a quien no le tengas afecto.

—Gracias. —Susurraron maravillados.

—Y una cosa más. —Dijo mientras sacaba algo dentro del gran saco. —Los dijes del gran León. —Les entregó a cada uno un hermoso collar con la cabeza de un león tallada en oro colgando de la cadena. —Cuando el otro esté en problemas o solo necesite de su presencia, abran el dije y ambos podrán conectarse.

Los mayores se quedaron viendo sus regalos con admiración, mientras se ponían los dijes rápidamente.

—No olviden que lo que les entregué son herramientas y no juguetes, úsenlo sabiamente. —Dijo para luego montarse en el trineo. —¡Castores! no crean que me he olvidado de ustedes, he reconstruido su madriguera. Los lobos la habían hecho pedazos. —Les sonrió bonachón. — ¡Larga vida a Aslan y felíz navidad!

—Te dije que existía. —Lucy le dijo a Susan luego de que el hombre de rojo se haya marchado.

—Él dijo que el invierno se estaba acabando. —Murmuró Violet preocupada, luego de analizar las palabras. —Eso significa... no más hielo.

Y todos entendieron a lo que se refería la muchacha, tenían que cruzar el río, pero descongelado no era una muy buena idea.

Luego de que Susan y Violet acomodaran sus carcaj junto al arco en sus espaldas y Peter pusiera correctamente la espada en su cinto, se apresuraron lo más que pudieron hasta llegar a la cima de la cascada.

—Tenemos que bajar ahora, antes que el río se descongele por completo. —Dijo Peter mientras tomaba la mano de Lucy y la obligaba a bajar por el peligroso cerro.

—Espera Peter, tal vez debamos pensarlo por un minuto. —Sugirió Susan algo aterrada.

—Pues no tenemos un minuto. —Respondió Peter mordaz.

—Solo trataba de ser realista. —Se excusó la pecosa, cruzando sus brazos en señal de molestia.

—No, solo tratabas de ser la lista, como siempre. —Peter le mandó una mirada retadora para seguir con su tarea de bajar por el cerro.

—Esto es peligroso, probablemente debamos de buscar una mejor bajada, alguien podría resultar herido. —Susurró Violet para sí misma, tratando de buscar una solución, sin embargo Susan la escuchó.

—Conozco a Peter desde que nací, él no dará su brazo a torcer, es mejor que lo sigamos. —Dijo para luego tomar el brazo de la castaña y tratar de bajar juntas.

Cuando llegaron abajo, Peter trató de poner su pie encima del casi descongelado río, pero se arrepintió al instante cuando se dio cuenta que era arriesgado.

—Creo que yo debería de ir primero. —Mencionó el castor para luego pisar el deshielo con cuidado.

Los demás lo seguían de una distancia prudente.

—¡Oh no! —Exclamó Lucy asustada, ya iban por la mitad del río y se dió cuenta de que los lobos los habían encontrado.

—¡Rápido! —Gritó Peter con la esperanza de que si llegaban al otro lado los perderían de vista.

Que equivocado estaba, los lobos los habían rodeado. Tratando de sacar a relucir su valentía, desenvainó su espada y apuntó al líder de la manada.

—Baja eso chico, alguien podría salir herido. —Maugrim gruñó con sorna.

—Probablemente usted. —Violet se soltó del agarre de Susan y se colocó al lado del rubio mientras tensaba su arco de una manera bastante incorrecta en dirección al gran lobo.

—Vamos niños, todo lo que mi reina quiere es que se vayan de Narnia junto con el otro humano. —Les sonrió con burla, como si estuviera tramando algo.

—¡Esperen chicos! —Susan se acercó un poco. —¡Probablemente deberíamos de escucharlo!

—Que chica lista. —Gruñó Maugrim.

—¡No lo escuchen, Narnia los necesita! —El señor castor se interpuso entre los otros lobos en una posición de ataque.

Entonces uno de los lobos atacó al castor agarrándolo del cuello, provocando el pánico entre los demás.

—¡Peter, Violet! —Susan les gritaba aterrada. —¡No porque un señor vestido de rojo les diera armas significa que deban de usarlas!

Y ahí fue cuando Violet se cuestionó a si misma, ¿qué sucedía con ella? Usualmente no actuaba sin pensar en las consecuencias, pero ahí estaba, apuntando a un lobo con un arco tensado, el cual no tenía idea de como usar y estaba bastante segura de que esa no era la posición correcta para utilizar el arma.

Lentamente sacó la flecha del arco y guardó a ambos en el carcaj.

—Buena chica, compasiva con los demás. —El líder se burló. —Ahora tú, hijo de Adán, no voy a esperarte para siempre y tampoco lo hará el río.

Y luego todo pasó en cámara rápida, el hielo que sostenía a la cascada cedió, haciendo que Peter entrara en pánico.

—¡AGARRENSE DE MÍ! —Gritó con todas sus fuerzas para luego enterrar su espada en el gran pedazo de hielo en el que estaban.

Los castores saltaron al agua, Peter agarró a Lucy fuertemente del abrigo, mientras que Susan lo hacía con el de Violet, para luego ser engullidos por la inmensa cantidad de agua y hielo.

Para Violet, el pequeño tiempo que pasaron debajo de las frías aguas fue demasiado, así que cuando pudo respirar de nuevo, fue todo un alivio para ella.

Aunque ese alivio no duró tanto.

Vio cómo de a poco Lucy se iba resbalando de su abrigo, el cuál Peter sostenía, así que haciendo algo realmente estúpido se soltó de su abrigo dejándolo en las manos de Susan. (Quien aún no se daba cuenta de la situación). Y se lanzó en busca de la menor cuando esta finalmente terminó de resbalarse.

Nadó lo más rápido que pudo hasta que llegó hacia Lucy, la cual estaba unos metros más allá que el resto de los Pevensie y los castores.

—Te tengo. —Le dijo cuando la agarró fuertemente del brazo, para que la corriente no se llevara el pequeño cuerpo. —Sujétate de mí, ni se te ocurra soltarte. —Le ordenó y la menor asintió, intentando desesperadamente respirar.

Mientras ellas nadaban hacía la orilla, Peter, Susan y los castores ya habían logrado llegar al otro lado. Iban a preguntarse si estaban bien, hasta que se dieron cuenta que le faltaban dos personas y tenían los abrigos de estás dos en sus manos.

—¿Pero que hemos hecho? —Preguntó Susan aterrada.

Comenzaron a gritar los nombres de las recientes desaparecidas con temor, hasta que una vocecita los interrumpió.

Lucy venía en los brazos de Violet, pegada como una lapa, producto de la desesperación de no saber nadar.

—¿Alguien vió nuestros abrigos? —Preguntó inocentemente.

—¡Estan bien! —Peter se abalanzó a ambas. —¿Porqué se soltaron de mí? ¡les dije que se agarraran fuertemente!

—Me estaba resbalando. —Explicó Lucy mientras se bajaba de los brazos de la castaña. —Hasta que finalmente caí, estaba muy asustada y cuando creí que me ahogaría ahí mismo, Violet llegó hacía donde estaba y me salvó.

Susan abrazó a su amiga con fuerza mientras no parará de susurrarle las gracias.

—Está todo bien Susan, estamos a salvo ahora. —La ojiazul sonrió, provocando que la preocupación se fuera de los cuerpos de los presentes. —Pero, ¿quién tiene nuestros abrigos? me estoy congelando viva.

Susan rió y le iba a pasar el mojado abrigo a la chica, sin embargo la señora castor interrumpió su acción.

—No creo que necesiten más de esos abrigos. —Comentó con felicidad mientras señalaba un lugar a unos metros más allá de donde se encontraban.

En el lugar, había un enorme cerezo floreciendo a la velocidad de un rayo, mientras que la nieve se derretía dando paso al verde césped.

Todos se sonrieron y dejando los abrigos colgados en un viejo tronco, se encaminaron hacia el nuevo (y mucho mejor) templado clima.

Capítulo editado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro