Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. PINTURAS EN LA PARED

Capítulo 6. Pinturas en la pared.

—Me alegro de que tengas tropas, pero necesitamos fortificaciones. —Murmuró Peter con un tono engreído, no podía dejar de pensar que finalmente podria mostrar sus habilidades de gran rey.

Estaban de camino al fuerte de Aslan, lugar donde el ejército que Caspian había formado estaba practicando.

—La reina Susan y yo podemos enseñarles a algunos como usar el arco y flecha, ¿tiene algunos herreros que puedan fabricar materiales de arquería? —preguntó Violet, tratando de ignorar a Peter y su nueva actitud.

—Sí, dos faunos se han encargado de hacer arcos y flechas, hasta ahora tienen casi 20 arcos hechos. —Confirmó Caspian, maravillado por estar hablando con la Compasiva. Tantas leyendas se habían hecho en su nombre, la reina cuya belleza nunca desaparece, o aquella de la constelación del norte. Recordaba como su tutor se las leía cuando era pequeño, imaginando siempre cómo sería ver en persona a la mujer de ojos zafiro que había construido un imperio junto a su esposo y cuñados.

Se daba cuenta ahora que ninguno de esos bocetos o imaginaciones sobre la apariencia de la reina le hacían justicia.

—Perfecto, apenas lleguemos y todos tomen un merecido descanso podemos empezar con los entrenamientos. —Violet le sonrió al príncipe con amabilidad.

Siguieron hablando de tácticas de guerra, mientras que los narnianos y los demás Pevensie iban detrás de ellos.

—¿Y entonces? ¿cómo son? —El tejón le preguntó a Trumpkin sobre la familia Pevensie-Wright, no se habían visto desde que el enano fue secuestrado, así que necesitaban recuperar el tiempo perdido.

—Son revoltosos, quejosos, tercos como una mula por la mañana. —Murmuró el enano, mientras que Lucy escuchaba por detrás con una sonrisa divertida.

—Ah, entonces te caen bien.

—Lo suficiente. —Trumpkin sonrió de costado.

—Mire eso, reina Lucy. —Reepicheep le habló a la Valiente emocionado, apuntando con su pequeña pata a una construcción de cemento rodeada de flora y musgo. —Hemos llegado.

Violet sintió sus ojos llenarse de lágrimas, pero no soltó ninguna. No eran sueños de ella, finalmente se sentía en casa. Al acercarse más al fuerte, centauros de todas las edades formaron un pasaje y levantaron sus espadas para que los reyes y reinas de antaño hicieran su camino.

Edmund no pudo evitar comparar la escena con la de su coronación. La dinastía real de los Pevensie-Wright olvidó por un momento cualquier disputa, para luego con sus cabezas en alto pasar por el majestuoso camino, con los demás siguiendolos.

Entraron con cuidado, observando a minotauros, enanos, centauros y un centenar de criaturas narnianas trabajando con esfuerzo para crear armas. Peter, Violet, Edmund y Caspian se quedaron viendo a los narnianos, mientras que las curiosas Susan y Lucy se acercaron a lo que parecía ser un pasadizo con pinturas en las paredes.

—Quizá no sea como lo que tenían, pero es defendible. —Dijo Caspian con su peculiar acento telmarino.

—Es perfecto. —Susurró Edmund algo abatido por los recuerdos que golpeaban su mente, se sentía como la vez en la que Oreius lo rescató de las manos de la bruja blanca y había pisado el campamento de Aslan por primera vez.

Por otro lado, las hermanas Pevensie se habían dedicado a mirar con más profundidad los detalles de las paredes.

—Su, esta pintura se parece a Annie. —Susurró la Valiente tocando con cuidado el dibujo de la niña con cabellos dorados.

Susan se acercó a ver la pintura, y cuando confirmó que en verdad era un pequeño retrato de su sobrina, no perdió el tiempo y llamó a su cuñada.

—Violet, esto te puede interesar. —Le dijo con algo de preocupación.

La Compasiva fue de inmediato a donde estaban las muchachas, con Peter, Edmund y Caspian detrás.

Los cinco comenzaron a observar detalladamente las pinturas, estaban demasiado curiosos, era obvio que ellos eran los protagonistas de los dibujos. Mientras que Caspian ya comenzaba a arrepentirse de haber seguido a los reyes cuando este era obviamente un momento íntimo y familiar.

—¡Señor Tumnus! —Exclamó Lucy con una extraña mezcla de tristeza y felicidad al ver una pintura de un fauno con bufanda roja de lana.

También había pinturas de su coronación, del matrimonio de los grandes reyes, y hasta de cuando Violet y Lucy montaban la melena de Aslan el día de la batalla de Beruna.

—Somos nosotros. —Violet reconoció cuando se paró en frente de una pintura donde parecían estar en el momento que le otorgaron a Annie el collar de la insigne orden del león dorado.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Lucy algo agobiada por los recuerdos.

—¿No lo sabe? —Caspian preguntó sorprendido.

—Lo preguntó por algo. —Peter respondió cáustico, recibiendo una mirada cansada de su hermano.

Caspian ignoró el comentario de el Magnífico (ya estaba acostumbrado, lo había soportado en todo el camino) y sacó una antorcha de la pared, pidiéndole a los reyes y reinas que le siguieran. Caspian los guió hasta un extraño lugar, en las paredes habían dibujos de cemento sobresaliente, pero el que más resaltaba era el de un león, Aslan.

En frente del gran gato, estaba lo que Violet y Lucy creyeron que nunca volverían a ver en sus vidas. La mesa de piedra, partida en dos.

Ambas, la Compasiva y la Valiente, se tomaron de las manos y caminaron lentamente hacia la mesa. Las lágrimas caían de sus rostros, y se notaban algo débiles por el repentino recuerdo que azotó sus mentes, el de Aslan siendo sacrificado.

Los demás observaban ver el estado en que se encontraban las dos reinas, pero no se atrevieron a acercarse. De todos modos, ellas eran las únicas que presenciaron el sacrificio, y las únicas que entendían el dolor.

—Debe de saber lo que hace. —dijo Lucy entremedio de sus lágrimas, haciendo referencia a aquel horroroso día, donde Violet le dijo esas mismas palabras.

La Compasiva asintió y abrazó a la pequeña, tratando de calmarse.

—Ahora todo depende de nosotros. —Murmuró Peter, observando a su esposa y a su hermana con dolor. Debía hacerlas entender, Aslan los había abandonado, dejó a Narnia y a Anna indefensa y a su suerte. Para él, el león era el principal culpable del caos que poseía la hermosa tierra.

Edmund lo miró con advertencia, habrían otros momentos para compartir ideales y opiniones, pero cualquiera se daba cuenta que las dos reinas se hallaban demasiado inestables para soportar que destruyan lo poco que les quedaba de fé.

—¿Qué es eso? —preguntó Susan con confusión, demasiado absorta observando una estatua de una dríade como para darse cuenta de lo que sucedía con sus hermanos, acercándose con cuidado a la siguiente habitación que estaba oculta por la estatua.

Los demás la siguieron, Violet y Lucy al final de la fila. La nueva habitación no era como la anterior, pues en esta se encontraban siete cuadros pintados al óleo. ¡Eran los cuadros que Violet pintó sobre su familia! y el cuadro que Susan, Lucy y Anna le habían regalado.

También habían seis coronas, cinco de ellas estaban en pilares debajo de los cuadros de su respectivo dueño. Y la sexta corona estaba encima de lo que parecía ser un gran cajón, al frente del cuadro de Annie.

Eso fue otro golpe de realidad para los Pevensie-Wright. En ese cajón dorado, estaba el inerte cuerpo de su espíritu lleno de luz y alegría, Anna.

Violet y Peter se acercaron con sus corazones en mano.

Aquí yace su majestad, Anna Irene de Pevensie y Wright, la Pacífica, princesa de la corona y reina de Narnia por nacimiento y derecho, señora de Cair Paravel, emperatriz de las Islas Solitarias, duquesa de los Bosques Tiernos y de los Valles de Beruna, coronada bajo el nombre de el gran Aslan y de los reyes y reinas perdidos, jefa heredera de la más noble orden del león. Quien encontró el terrible destino de la muerte luchando contra los enemigos. En honor a sus padres, tías y tío, los reyes Peter el Magnífico, Violet la Compasiva, Susan la Benévola, Edmund el Justo y Lucy la Valiente.

Que descanse en paz.

Eso era lo que decía la inscripción del cajón.

—No... —Violet se tapó su boca tratando de ahogar los sollozos, mientras que Peter la abrazaba por detrás, igual de roto que su esposa.

Cuando Trumpkin les había contado que su hija había muerto, no podían asimilarlo.

Pero ya cayeron en la cruda verdad.

Anna se había ido, y no volvería.

capítulo editado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro