5. BIENVENIDOS A NARNIA
Capítulo 5. Bienvenidos a Narnia.
—Debes de estar bromeando. —Bufó Susan con irritación luego de que Edmund abriera la puerta del armario, invitándolos a pasar. El azabache iba a reclamar de vuelta, pero el sonido de los tacones de Macready se hicieron cada vez más sonoros, y entonces les ordenó a los demás que entraran.
Violet entró de las últimas y entrecerró la puerta del mueble, pues recordó como toda persona sensata, que nunca deben encerrarse en un armario.
—¡Edmund, me estás empujando! —Se quejó Susan, con una mueca de molestia.
—Es que Lucy me está pisando. —Le siguió Edmund.
El espacio del armario era reducido, por lo cual lo único que podían hacer era juntarse y apretarse entre ellos.
Pero lo más raro, es que de la nada comenzaron a sentir frío, era como si alguien hubiera encendido un gran ventilador dentro del mueble. Y entonces, Susan y Peter cayeron en una sustancia un tanto dura, helada y mojada. Era nieve.
—Imposible. —Susurró la mayor de los hermanos con admiración cuando se dió cuenta que habían ido a parar al extraño mundo de Lucy.
Violet miraba el maravilloso lugar asombrada, mientras Lucy la veía y le decía "bienvenida" en un apenas audible susurro.
—Creo que pedir disculpas no lo arreglará todo, ¿cierto, Lucy? —Peter preguntó arrepentido.
—No. —Le respondió la menor con una sonrisa maliciosa y juguetona, antes de tirarle una bola de nieve a la cara. —Pero eso quizás sí.
Y entonces se enfrascaron en una divertida guerra de nieve, hasta que Susan Pevensie le lanzó una bola blanca a su hermano menor, provocando su enojo.
—¡Ya basta! —Le gritó Edmund malhumorado. El solo quería ver a la reina y obtener más delicias Turcas.
—Pequeño mentiroso. —Susurró Peter con sorna mientras se acercaba a él, de pronto recordando lo que había sucedido con Lucy y Edmund en su mundo.
—Tu tampoco le creíste. —Se defendió el menor.
—Discúlpate con Lucy. —Le ordenó el rubio y al ver que su hermano no obedecía, se acercó amenazadoramente provocando el miedo en Edmund.
—Esta bien, perdón Lucy. —Se disculpó con la de cabellos castaños rojizos.
—No importa, ya sabes, algunos niños no saben cuándo dejar de inventar cosas. —Le respondió la menor con una sonrisa torcida. La ojiazul sonrió al ver que Lucy se abría con sus hermanos de nuevo, sin embargo, el frío comenzaba a molestarla.
—Creo que deberíamos de volver. —Violet se dirigió a los hermanos mientras se frotaba los brazos en un vago intento de encontrar calor.
—Estoy de acuerdo con Lettie, hace mucho frío. —Le secundo Susan.
—¿No quieren quedarse a explorar el lugar? —Les preguntó Edmund.
—Dejemos que Lucy decida. —Se interpuso Peter.
—¡Quiero que conozcan al señor Tumnus! —Exclamó la menor con emoción. —Él estará encantado de conocerlos a todos.
—Entonces el señor Tumnus será.
—Pero no podemos ir vestidos así con este frío. —Le dijo Susan a su hermano. —Nos podemos enfermar.
—No lo haremos. —Le respondió Peter mientras se adentraba al armario y sacaba cinco abrigos. —No creo que al profesor le importe si sacamos estos abrigos. —Dijo mientras los entregaba. —Además, si lo piensas con lógica, no los estamos sacando fuera del armario.
Susan y Violet se miraron con algo de duda, a pesar de lo maravilloso que se veía aquel mundo, no conocían nada de este. Susan desconfiaba de la seguridad y Violet no tenía un buen presentimiento.
Sin embargo, lo hacían por Lu.
Caminaron por unos diez minutos, en los cuales la menor les decía lo felíz que estaba por volver a Narnia y que no podía esperar a que conocieran al fauno y probaran los deliciosos pasteles que tenía en su morada.
—El té también sabe diferente. —Les comentó Lucy. —Pero estoy segura de que les va a encantar, el sabor es una mezcla entre arándanos y...
Su oración se vió interrumpida, pués a unos pasos se podía ver una cueva en la cuál parecía vivir alguien, no obstante, se veía totalmente destruida.
Antes de que cualquiera pudiera preguntarle a Lucy que es lo que sucedía, la pequeña salió corriendo en dirección a la cueva. Y los demás no tuvieron más remedio que seguirla.
Al entrar a lo que parecía una casa, se dieron cuenta que podría ser acogedora. Si es que no estuviera destruida, por supuesto. Los niños comenzaron a recorrer la casa, hasta que Peter encontró pegado en la pared un proclamo real, así que juntando a los demás leyó el texto con voz fuerte y clara.
El fauno Tumnus queda arrestado por alta traición a su majestad imperial Jadis, reina de Narnia. Por fraternizar con el enemigo y alojar a humanos.
Firmado por Maugrim, capitán de la policía secreta.
LARGA VIDA A LA REINA.
—Bueno, ahora realmente creo que deberíamos regresar. —Dijo Susan preocupada.
—Pero tenemos que ayudar al señor Tumnus. —Le respondió Lucy.
—Lu, si fue arrestado por traición al juntarse con humanos, no creo que podamos hacer mucho. —Peter puso una mano en el hombro de la niña.
—¿No lo entienden, verdad? —Lucy les preguntó. —Yo soy esa humana, tenemos que ayudarle.
—Podemos llamar a la policía. —Idealizó Peter, pero se arrepintió cuando Susan y Violet lo miraron irónicamente.
—Esto es de la policía. —Le dijo Violet con un tono de voz obvio mientras señalaba el proclamo.
—Entonces econtraremos otra manera Lucy, lo prometo.
—¿Por qué deberíamos de ayudarlo? —Habló Edmund, rompiendo el silencio que llevaba desde que comenzaron el recorrido. —Es decir, es un criminal.
Peter iba a responderle, pero el sonido de un pájaro algo peculiar lo interrumpió.
—¿Ese pájaro nos acaba de hacer "shhh"? —Preguntó Violet incrédula luego de oír al ave.
Los niños salieron de la cueva y vieron al pájaro, que segundos después, desapareció.
—Esto no me está gustando para nada. —Le susurró Susan a Violet.
La ojiazul asintió e iba a decirle que estaba de acuerdo, sin embargo, otro sonido hizo presencia y prefirió no decir nada. Las ramas comenzaron a moverse escandalosamente, como si alguien escondido tratara de salir. Y eso fue exactamente lo que pasó.
—Es un Castor. —Dijo Lucy sonriente luego de ver al pequeño animal salir de las ramas.
Peter se acercó al Castor y estiró su mano mientras hacía ruiditos con su boca, para que el animal se acercará a él.
—No te la voy a oler si eso es lo que quieres. —Dijo el Castor para sorpresa de todos con su masculina pero graciosa voz.
—Lo siento. —Se disculpó el rubio avergonzado y un tanto sorprendido de que un animal tuviera la capacidad del habla.
Susan y Violet se miraron, probablemente hartas de aquel nuevo mundo que sobrepasaba la lógica. Una cosa era descubrir un lugar dentro de un armario, pero algo muy distinto era escuchar a un animal parlanchín.
—¿Lucy Pevensie? —Preguntó el Castor en dirección a Lu, logrando que las niñas se pusieran alerta.
La menor asintió, y el animal sacó de anda a saber tú un pañuelo bordado.
—Es el pañuelo que le dí al señor... —Empezó a recordar Lucy, pero el Castor la interrumpió.
—Tumnus, sí. —El animal terminó la oración. —Me lo dió antes de que se lo llevaran, el pobre se enteró de su destino unos minutos antes de que los lobos aparecieran.
—¿Él está bien? —Preguntó la menor esperanzada.
Él Castor le dedicó una mirada de lástima.
—No son cosas que deberíamos de hablar acá, vamos adentrémonos al bosque. —Dijo el animal para luego darse la vuelta y entrar al espeso follaje del nevado bosque.
Peter y Lucy lo comenzaron a seguir sin dudarlo, hasta que Violet y Susan los agarraron de los brazos, impidiendo su avance.
—¿Que es lo que hacen? —Preguntó Violet un tanto alarmada.
—Ella tiene razón. —Hablo Edmund. —¿Cómo sabemos si es de confianza?
—Dijo que conocía al fauno. —Se excusó Peter y las muchachas junto a Edmund lo miraron con incredulidad.
—Es un castor. —Comenzó a decir Susan estresada. —No debería siquiera de estar hablando.
—¿Está todo en orden? —Preguntó el Castor saliendo del bosque, extrañado de que los hijos de Adán y las hijas de Eva no le siguieran.
—Si. —Peter se apresuró a contestar. —Solo estábamos hablando.
—Pueden continuar más adentro, este no es un lugar seguro. —Dijo el animal mirando alrededor con expresión misteriosa.
—Se refiere a los árboles. —Comentó Lucy en un susurro, haciendo que los demás solo se preocuparan.
Peter y Lucy siguieron al Castor, mientras que Edmund, Susan y Violet compartieron una mirada de agobio, para luego seguir los pasos de los demás.
Caminaron por una hora apróximadamente y a pesar de llevar aquellos abrigos, aún sentían el frío colándose en sus huesos y sus cuerpos rogando encontrar una fuente de calor.
—Gracias. —Le susurró Peter a la ojiazul mientras caminaban.
Violet le miró confundida, intentando no caer en la nieve.
—¿Porqué me agradeces? —Le preguntó la castaña en el mismo tono.
—Por creerle a Lucy, aún cuando nosotros no lo hicimos. Hasta podría decir que pareces más su hermana que yo.
—No digas eso. —Le reprochó la chica. —Tus hermanos son muy afortunados de tenerte a su lado.
—Yo soy el más afortunado en realidad.—Murmuró el chico mirando los orbes azules de Violet. —Tienes unos ojos preciosos.
—¿Qué?
—Tus ojos son realmente bonitos.
—Eso no es verdad. —Negó Violet, soltando una pequeña carcajada.
—¿Cómo qué no? —Preguntó el rubio asombrado. —No creo que nunca te lo hayan dicho.
—Pues no. —Asumió la chica. —Nunca en realidad, son azules.
—¿Y que tiene que ver que sean azules?
—Que son muy típicos verlos en Europa, no tienen nada de especial. —La castaña se encogió de hombros mientras se concentraba en no perderle el rastro a los demás. —Me gustan más los ojos miel, creo que solo he visto a dos personas con ese color de ojos. Es precioso.
—Yo no lo veo así. —Le dijo Peter mientras fijaba su mirada en la chica. —Los ojos no son bonitos por el color que sean, sino por lo que transmiten.
Violet paró su andar de golpe y miró a Peter. El Pevensie esperó una reacción, pero parecía que la muchacha había quedado realmente impresionada.
—Es una de las cosas más lindas que ha dicho desde que lo conozco, señor Pevensie. ¿No ha pensado ser poeta? creo que se ganaría una buena vida.
Peter soltó una risa, había esperado un comentario agradecido y quizá un leve sonrojo de parte de Violet, pero honestamente la respuesta de su amiga había hecho el momento cien veces mejor.
•••
—¡Castor! ¿Eres tú? —Preguntó preocupada una pequeña Castora, mientras salía de la madriguera. —¡Me has tenido nerviosa! Si me entero que has estado con Tejón de nuevo...
La Castora quedó perpleja al notar que al lado de su esposo habían humanos, y no cualquier humano, los de la profecía.
—Ellos no son tejones. —Balbuceo un poco nerviosa. —Vaya, no creí que viviría para ver este día. Adelante, por favor entren. Les daré comida y un poco de compañía civilizada. —Dijo mientras se hacía a un lado y le susurraba a su esposo cosas como "debiste de haberme avisado, mínimo unos diez minutos antes"
Los niños rieron en voz baja mientras entraban a la acogedora madriguera, hacía un poco de calor adentro, era como si estuvieran en verano. Automáticamente todos se quitaron los pesados abrigos y los dejaron encima del sofá.
—El agua está lista y justo termine de hacer los Fish and Chips, por favor, sus majestades, tomen asiento. —Pidió la amable Castora.
Violet y Susan olvidaron de inmediato los prejuicios que llegaron a tener sobre los animales parlantes, no obstante, Edmund aún seguía con esa sensación de inseguridad. ¿Faltaba mucho para ir donde la reina?
Cenaron y cada uno tomó un delicioso té de arándanos con yogurt, tal como lo había dicho Lucy. Y se sintieron como si nunca hubieran estado en la mordaz nieve.
—Entonces. —Comenzó a decir Peter luego de la cena. —¿No hay nada que podamos hacer para ayudar al señor Tumnus?
—Lo llevaron al castillo de la bruja, y todos saben que quienes entran no logran salir. —Le respondió el Castor.
Lucy soltó un suspiro, seguido de un puchero.
—Pero aún hay esperanzas. —Dijo la señora Castor mientras le mandaba una mirada fulminante a su esposo por la falta de tacto.
—¡Ah! Si, muchas esperanzas. —Dijo el Castor para luego acercarse a los niños, como si les quisiera decir un secreto. —Dicen que Aslan está en camino.
Una sensación de calidez se instaló en el pecho de los niños.
—¿Quién es Aslan? —Preguntó Edmund, rompiendo la burbuja de paz.
—¡Renacuajo insolente! —El señor Castor comenzó a reírse. —¿Quién es Aslan? pregunta. —Se burló del azabache mientras seguía riendo.
Los niños se miraron con duda, ¿quién era Aslan como para que el Castor se ofendiera y se riera de Edmund por preguntar? La esposa del animal vió las caras de confusión de los humanos y le dió un codazo a su marido para que parara de reirse.
—¿No saben quién es Aslan? —Preguntó indignado luego de recuperarse de su risa.
—No llevamos aquí mucho tiempo señor. —Le respondió Violet cortez y con una sonrisa, haciendo que el señor Castor se calmara.
—Explícales. —Ordenó la señora mientras recogía la vajilla.
—Aslan es el verdadero rey de Narnia, el mandamás, se había ido por mucho tiempo. ¡Pero ahora a vuelto y los espera a ustedes en la mesa de piedra! —Les explicó el animal con un brillo en los ojos al hablar del rey.
—¿Nos espera a nosotros? —Susan habló confundida.
—¡Esto es el colmo! —Exclamó el Castor hacía su esposa. —¡Ni siquiera saben sobre la profecía!
La señora Castor le pegó un codazo a su marido y le ordenó que continuara con el relato.
—Escuchen, el arresto de Tumnus, el regreso de Aslan ¡Todo pasó por ustedes!
—Nos está culpando. —Asumió Violet un tanto ofendida.
—No, les estoy agradeciendo. —Volvió a decir el Castor. —Hay una profecía: Cuando el hijo de Adán y la hija de Eva en el trono de Cair Paravel estén ya enamorados, los malos tiempos habrán acabado.
—Eso no rima. —Comentó Susan frunciendo los labios.
—¡Eso no importa ahora! —Exclamó impaciente el animal. —Lo que importa es que Aslan ya debe de estar preparando su ejército, para ayudarles a pelear en la guerra contra la bruja.
—Esto ya es demasiado. —Susurró Peter mientras se ponía de pie. —No somos heroes, ¡somos de Finchley! Y no vamos a luchar en ninguna guerra.
—Estoy de acuerdo. —Dijo Violet, la mención de una guerra logró aterrarla. —Lo siento mucho, Lucy. Venir hasta acá fue un error.
—Pero debemos ayudar al señor Tumnus. —Dijo Lucy, la cual aún estaba sentada.
—Esto se escapa de nuestras manos, Lu. —Le dijo Susan mientras se ponía su abrigo.
—¡No pueden irse, Narnia los necesita! —Les rogó la señora Castor.
—Lo sentimos, pero no vinimos a este lugar a pelear. —Peter le sonrió con lástima a los Castores. —Vamos Lucy, ponte tu abrigo, y Edmund...
Los niños, alarmados, buscaron al azabache por toda la madriguera, hasta que dieron con la puerta abierta, dando la sensación de que había escapado.
—Lo voy a matar. —Murmuró Peter, enfadado.
—No creo que necesites hacerlo. —Le dijo el señor Castor. —Dime muchacho, ¿Edmund ya había estado en Narnia antes?
•••
—¡EDMUND! —Gritó Lucy con todas sus fuerzas, con la esperanza que a pesar de la distancia, su hermano la escucharía y volvería a su lado.
Violet le tapó la boca rápidamente, no había que ser alguien inteligente como para darse cuenta que aquel era un lugar peligroso y que un solo ruido los delataría. Mientras la ojiazul consolaba a Lucy, Peter intentaba soltarse del agarre del castor para ir al castillo donde su hermano estaba entrando.
—¡Ustedes son la carnada! —Les explicó el animal luego de asegurarse de que el rubio no cometería ninguna estupidez. —La bruja los quiere a los cinco, para que la profecía no se cumpla... ¡para matarlos!
—Esto es todo tu culpa, Peter. —Susan estaba enrabiada. —Violet y yo te dijimos que no era una buena idea seguir, ¡pero nunca escuchas!
—¡Yo no sabía que esto pasaría! ¿Acaso ustedes sí? —Le respondió Peter en el mismo tono.
—¡Claro que no sabía que iba a pasar, pero si nos hubieras hecho caso, nos hubiéramos evitado todo este desastre!
—¡Basta, los dos! —Violet los encaró, y como si de una fuerza mágica se tratase, ambos se callaron. —Que ustedes peleen no ayudará a traer a Edmund de vuelta. —Continuó para luego tomar su pañuelo y secar las lágrimas que seguían saliendo de los ojos de la menor.
—Su alteza tiene razón, ahora todo lo que podemos hacer es ir hacia Aslan, él los ayudará. —Les dijo el Castor.
—Entonces llévanos hacia Aslan. —Pidió Peter.
Los cinco corrieron colina abajo, tenían que llegar rápido a la madriguera a por la señora Castor, ya que antes de bajar, vieron a una manada de lobos ir en su búsqueda. Al llegar a la madriguera, le explicaron rápidamente la situación a la Castora.
—Oh, ya entiendo. —Dijo esta para luego tomar una canasta y comenzar a echar provisiones en ella.
—¡¿Que es lo que está haciendo?! —Le preguntó Violet alarmada.
—Me lo agradecerán luego. —Contestó la señora. —Es un viaje largo y Castor se enoja cuando no come.
—¡Ya estoy enojado! —Exclamó el animal.
—¿Creen que necesitaremos la mermelada? —Preguntó Susan nerviosa, intentando ayudar para poder irse más rápido.
—Sólo si la bruja nos sirve pan tostado.—Le respondió Peter irónico.
Cuando la canasta estaba lista, iban a salir de la madriguera, pero se les presentó un nuevo inconveniente.
Los lobos los habían encontrado.
Capítulo editado.
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