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2. LE CONTÉ A LAS ESTRELLAS SOBRE TI

Capítulo 2. Le conté a las estrellas sobre tí.

—Violet. —Saludó Edmund luego de que un guardia abriera las puertas de la carroza real que transportaba a Violet y a sus damas de compañía.

—Ed. —La chica aceptó la mano que el azabache le proporcionaba para ayudarla a bajar, con cuidado de no pasar a llevar ninguno de sus accesorios. —No me dejes caer.

—Jamás. —Le prometió el Justo, asegurándose que estaría bien con él, para luego comenzar a caminar por el largo pasillo de pétalos de flores que llevaba al altar.

Estaban en un precioso claro dentro del denominado bosque tierno, el lugar estaba hermoso, decorado con tulipanes rojos y azafranes violetas, una linda forma de mostrar la unión entre la Compasiva y el Magnífico.

—Si me dejas caer juro que no te hablare por dos meses. —Amenazó Lettie mientras agarraba más fuerte a Edmund con su mano izquierda, pues en la derecha llevaba el bouquet de orquídeas que Lucy había hecho con tanto esmero.

—No te dejaré caer, Violet. —Ed se burló de los nervios de su amiga. —Confía en mi.

—Confio en ti. —Confirmó la muchacha mientras seguían caminando por el largo pasillo hasta que llegaron a unos centímetros del altar, donde Susan y Lucy, en sus papeles de damas de honor se encontraban a la derecha, viendo a su amiga emocionadas, mientras que Peter estaba de espaldas, siguiendo la tradición de no ver a la novia hasta que esta esté a su lado.

—Dame eso. —Una muy emocionada Lucy se acercó dando saltitos y casi arrancó el bouquet de las manos de Violet, provocando las risas de los narnianos.

—Te ves preciosa, Lettie. —Susan la abrazó independiente de las quejas de Edmund sobre que tenía que dejar a Violet en el altar. —No puedo creer que ya serás mi cuñada oficialmente.

—Sí, sí, bla bla bla. —Edmund separó a las amigas para por fin dejar a la Compasiva al lado de Peter, quien después de mucho aguantando las ganas de voltear finalmente pudo ver a su amada.

Sus ojos aguamarina brillaron bajo la influencia del leve sol, observando cada minúsculo detalle de la apariencia de Violet; su hermoso cabello estaba recogido y trenzado de una manera preciosa, su flequillo se encontraba ordenado y su corona de amatistas combinaba perfectamente con sus flores. Sin hablar del bello vestido blanco con acentos lilas en el tule.

—Te ves totalmente preciosa. —El rubio le dijo anonadado, sin saber qué era lo que había hecho para merecer a Violet. Y por supuesto hubiera seguido con un lindo discurso si no fuera porque el centauro encargado de la ceremonia ya estaba en frente de ellos para comenzar la boda que Susan había organizado.

—Estamos aquí reunidos bajo los ojos del bien, para unir a esta hija de Eva con este hijo de Adán en sagrado matrimonio, ¿quién entrega a esta mujer para que se case con este hombre? —Preguntó el centauro Aliseo.

—Yo lo hago. —Edmund dió un paso al frente para luego tomar la mano izquierda de Violet y colocarla encima de la mano izquierda de Peter, luego volvió a su lugar.

—Ahora, si alguien tiene una razón para que esta pareja no se una en matrimonio, que hable ahora o calle para siempre. —Al ver que todos mantuvieron silencio, el centauro volvió a hablar. —Tu, Peter William, tomas a la hija de Eva a tu lado como tu legítima esposa, para unirte a ella desde este día en adelante, en lo bueno y lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarla, respetarla, quererla y obedecerla, hasta que la muerte los separe.

—Sí, lo prometo. —Dijo el rubio y al recibir la confirmación Aliseo se dirigió a la castaña.

—Tu, Violet Cassiopeia, tomas a el hijo de Adán a tu lado como tu legitimo esposo, para unirse a él desde este día en adelante, en lo bueno y lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarlo, respetarlo, quererlo y obedecerlo, hasta que la muerte los separe.

—Sí, lo prometo. —Respondió la chica con una sonrisa.

El centauro asintió y le permitió la pasada al señor Tumnus, quien llevaba en sus manos un hermoso cojín de terciopelo blanco con ambos anillos reposando encima. Para luego darle la palabra a Peter.

—Violet Cassiopeia, mi pequeña constelación, ya no tienes que ocultarte, tus estrellas estarán a salvo bajo mi cielo. Te entrego este anillo para que cada día en que lo veas, recuerdes todas y cada una de las promesas que te he hecho y como lucho a diario por cumplirlas, pese a cualquier obstáculo que surja.

El Magnífico tomo uno de los anillos del suave cojín de terciopelo y se lo colocó a la Compasiva en su dedo anular izquierdo, haciéndo compañía al anillo de compromiso.

—Peter William, le conté a las estrellas sobre tí, de como de enamorados pasamos a ser novios y ahora de novios a esposos. Desde hoy el "yo" se convierte en un nosotros y este anillo es el símbolo de nuestra unión hasta la eternidad. —Prometió la ojiazul para luego entregarle el dorado anillo al rubio.

A continuación, el rey la reina firmaron el contrato nupcial, para luego los cinco juntos firmar el decreto real sobre la ceremonia.

—El amor de nuestro rey y reina es como una hermosa puesta de sol, mágica y está floreciendo cada segundo. Creo que mis palabras no son suficientes para expresar el puro y elevado sentimiento que uno percibe cuando zafiro y aguamarina se encuentran. He escuchado muchas veces como hablan del primer amor, pero nunca he tenido la oportunidad de verlo hasta ahora. Espero que las estrellas y el cielo los guíen y sean testigos de tan hermosa relación, incluso cuando nuestro tiempo en vida se haya acabado. —El centauro realmente había escogido las palabras correctas, pues se veía como todos se sentían con felicidad. —Sin más que agregar, puede besar a su reina.

La Compasiva y el Magnífico se fundieron en un profundo beso, con los gritos eufóricos de Susan, Edmund, Lucy y de los narnianos.

¡Que vivan los novios!

Y que Aslan los proteja.

Capítulo editado.

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