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13. LE ABRIÓ SU CORAZÓN A UN MENTIROSO Y TRAIDOR

Capítulo 13. Le abrió su corazón a un mentiroso y traidor.

Anna había sido revisada por las médicas de Telmar, y habían determinado que incluso al tener más de 1000 años y de haber vuelto a la vida, la muchacha estaba en perfectas condiciones.

Perfectas condiciones físicas.

Había pasado una semana desde la victoria de los narnianos, y cada noche, sin falta Anna irrumpía en la cama de sus padres buscando consuelo por sus interminables pesadillas.

Y los altos reyes se culpaban por eso. Ellos la dejaron sola, nada de esto hubiera pasado si ese día se hubieran quedado en el palacio jugando con los flojos gatos, envejeciendo juntos, entonces ellos serían felices en el país de Aslan, donde Anna había estado los últimos cientos de años después de su trágica muerte.

El país de Aslan no era un lugar tan malo, en palabras de la rubia, allí tenían todo lo que sus almas necesitaban para estar en paz. Pero el volver a la vida le hizo algo a la mente de Anna que aún no podían resolver, y no era porque Anna aún no podía reconstruir la confianza que solía tenerle a su familia de vuelta a aquellos tiempos donde el viento soplaba con gracia, las olas golpeaban las rocas con parsimonia, Mozart y Sissi ronroneaban en sus piernas porque la amaban, y la tierra fértil daba a luz las plantas más preciosas que uno cree que solo existían en sueños. Anna tenía un vacío mental y en su corazón, el mismo que Violet y Peter sentían cuando volvieron a Inglaterra a través del armario sin su hija.

Pero a la reina Anna no le hacía falta una hija, sino que le hacía falta su primer amor.

El rey Adrian de Boithati, anteriormente príncipe, fue la principal causa de las malas decisiones de Anna y de por qué ella terminó con una lanza en el pecho. El amor juvenil de ambos era totalmente opuesto al del Magnífico y Compasiva, este era una rara mezcla de celos, abusos, envidia y odio. Y a Anna le costó entender que eso no era amor.

No saben lo mucho que Anna se arrepentía de haber escrito aquella última carta donde mencionaba que Adrian merecía redención. Aquel ser despreciable ni siquiera merecía ser llamado persona, mucho menos un rey. Un monarca guía a su gente por un buen camino, pero si Anna aprendió algo en su vida, fue que los reyes de Bothati hacían promesas y mentían a todos y para todo, lo que sea que funcionara para su reino.

Muchas de las promesas hechas por el rey Basil IV (el padre de Adrian) y su hijo fueron para la reina narniana y sus súbditos, pero la que más rompió su corazón fue la que escuchó horas antes de caer muerta.

"—Mi reina, Cair Paravel está cayendo, debes hacer lo que tienes que hacer rápido y salir de aquí lo antes posible. —El muchacho rubio tomó las manos de su amada entre las suyas y depositó en ellas un corto beso. —Las tropas boithatianas están en la playa, escondidas en la cueva, esperando por tu orden."

Anna intentó controlar su respiración. Si lo que Adrian decía era verdad y había puesto tropas a su disposición entonces tenía una oportunidad de salvar a su reino... La reina Ariadna y la princesa Sarah perdieron sus vidas primero, luego la pequeña Thalia murió en frente de Anna. Pero no había ni pista de Adrian, y Anna creyó que también lo había perdido.

Armándose de valor la muchacha escribió su última carta y se aseguró que sus dos damas de compañía sobrevivientes escaparon con lo importante. Entonces corrió hacia la cueva que Adrian le había indicado. Pero allí no había tropas, sino que telmarinos esperando para atacar. Y entonces Anna lo entendió todo, Adrian se había escapado a la seguridad de Boithati, dejando a su madre, y hermanas con Anna. Dejándolas ahí para morir.

Así que su vida como reina no fue especialmente llena de amor, comprensión y serenidad. Si no que fue vivir como en un verdadero infierno con títulos, abusos, y coronas. Caminando constantemente en una cuerda floja sinónima de ser un juego de poder. Anna tenía dieciséis años cuando murió, pero la verdad es que su vida había sido arrebatada mucho antes de que una lanza atravesara su cuerpo con tanta facilidad.

El recuerdo del sonido de la lanza atravesando las capas de su piel seguía fresco en su mente.

—Lo siento. —Murmuró Anna luego de abrir la gran puerta de roble, donde su madre yacía sentada en la cama a oscuras, observando con calma las flores que las faunas colocaban cada día en sus aposentos.

Su papá estaba con su tío Edmund y Caspian de excursión, ya que el telmarino sería coronado rey mañana y los dos hermanos quisieron otorgarle su último día y noche de tranquilidad, prometiendo regresar mañana por la mañana. Así que por esta noche la cama matrimonial de dos plazas era solo para la reina Violet.

—No pasa nada, Annie. —Su madre le sonrió con tranquilidad, y Anna tuvo la sensación de que estaba esperándola.

La Compasiva prendió la vela que estaba en su velador y abrió las cobijas de su cama, invitando a su hija a acostarse a su lado. La rubia se deshizo de su bata y pantuflas, para luego acurrucarse a un lado del calor de su madre y echarse a llorar.

—Le abrí mi corazón a un mentiroso y traidor.

Violet se sorprendió.

Era la primera vez en aquella semana que Anna le decía algo sobre su pasado. Sin embargo, se quedó callada, esperando a que su hija siguiera contando su historia. Hasta que la pacífica no dio indicios de querer continuar. Entonces, habló.

—¿Lo amaste? —Le preguntó a la adolescente, mientras acariciaba sus cabellos dorados de una manera reconfortante, mientras sentía como su hija se aferraba a ella más fuerte.

—Si.

—¿Qué tanto?

—¿Acaso importa? —Anna sorbió su nariz.

—¿Por qué no importaría?

—Porque no fue suficiente para que él me amara a mí. Y duele, duele mucho, como si enterraran un cuchillo en mi espalda. Lo cuál es gracioso porque literalmente me traicionó por la espalda.

—Entonces perdona. —Susurró Violet, con su corazón doliendo por su hija. —Quita el cuchillo de tu espalda y deja que duela hasta que no sientas más dolor. Entonces algún día recordaras esos agrios momentos y sentirás paz porque ya no vives así.

—Lo he intentado, pero cada vez que lo intento siento como cadenas se adhieren a mí y me recuerdan mis errores. No puedo, mami. Ya no siento amor, pero el dolor y la rabia no me dejan, no puedo perdonar a Adrian. Me hizo tanto daño, me arrebató todo de mi y aun así me quedé con él.

—No espero que lo perdones a él, no se merece tu perdón. No es eso a lo que me refería.

—¿Entonces? —Anna miró directamente los orbes azules de su madre, aquellos que ella había heredado.

—Annie, ¿te has perdonado a tí misma?

Las lágrimas salieron con más ganas y dolor de los ojos de la rubia. Cuanta falta le había hecho su querida mamá, cómo pudo sobrevivir tantos años sin el cálido cariño de su madre y padre.

—Hazlo mi vida, perdonate. Y verás como las cadenas se rompen y desaparecen. Por mientras, llora todo el tiempo que necesites. Mami está aquí.

•••

—¡Larga vida al rey Caspian!

La gente exclamó con felicidad, agradeciendo a su nuevo rey por haberlos salvado. Pero por supuesto no se olvidaron de Anna y los cinco originales que lograron determinar la victoria final.

—¡Larga vida al gran rey Peter! ¡Larga vida a la gran reina Violet! ¡Larga vida a la reina Anna! ¡Larga vida a la reina Susan! ¡Larga vida al rey Edmund! y ¡Larga vida a la reina Lucy!

—Ya era hora, pensé que se habían olvidado de nosotros, hubieran sido muy mal agradecidos... —murmuró Edmund tomando de un sorbo lo que quedaba de su copa de vino.

—¡Ed! —le regañó Susan, aunque se notaba que el chiste le había hecho gracia.

—Tía Lucy, te reto a una carrera hacia los caballos. —dijo Anna, y en menos de lo que se podía decir delicias turcas, la rubia salió corriendo hacia la salida de la capilla real donde habían coronado al ahora rey telmarino.

—¡Vuelve aquí pequeña mocosa! —Exclamó Lucy persiguiendo a su sobrina, provocando risas entre las personas presentes.

—Técnicamente, ¿no es Anna mayor que Lucy ahora? —preguntó Susan con genuina confusión. —Es decir, Lu tiene once, y Anna dieciséis...

—Si lo dices así, Anna sería mayor que todos nosotros en años narnianos. —dijo Peter, mientras comenzaba a caminar con Violet y sus hermanos hacia los caballos.

—No tiene sentido. —Susurró Violet en un enredo mental. —¿O si?

La pequeña discusión fue interrumpida por Caspian, quien se posicionó al lado de los grandes reyes.

—Sus majestades, ¿han visto a la reina Anna? —preguntó con ilusión el nuevo monarca, observando con fantasía sus alrededores en caso de ver una larga cabellera rubia.

—No. —Contestó Peter a secas, pues no le gustaba cómo su hija y el telmarino se hicieron unidos la última semana. Le gustaba más cuando su hija no podía ni verlo los primeros días y le dedicaba insultos en susurros porque al parecer era extremadamente igual a su antepasado.

Violet le dió un codazo de advertencia a su esposo. —Acaba de ir con Lucy hacía los caballos.

—Genial, muchas gracias, iré para allá...

—De hecho... —Edmund agarró el antebrazo de Caspian, evitando que le siguiera el paso a su sobrina. —Tenía la esperanza de que con Peter fuéramos juntos, ¿por qué no te nos unes? Ya sabes, así podemos pasar tiempo como reyes. Dejemos que las mujeres vayan juntas.

No le dejó ni responder, y junto con Peter se lo llevaron, hablando de puras banalidades para nada interesantes en el camino.

—Celosos. —Susan rodó los ojos mientras una sonrisa aparecía, sintiendo un poco de celos ella misma al nunca haber experimentado que sus hermanos sintieran celos por algún pretendiente.

—Lo sé, pobre Caspian. —dijo Violet.

Las reinas del arco y flecha llegaron de las últimas donde los caballos, y con dignidad se subieron a sus respectivos corceles y siguieron a Caspian, Peter, Edmund, Lucy y Anna hacia el pueblo, donde se celebraría el inicio de una nueva era.

Y el fin de una antigua.

Capítulo editado.

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