Capítulo 11. Por Narnia y por Aslan.
—¿Qué fue lo que hablaste con Peter? —preguntó Lucy luego de que Violet llegara a su lado.
—Le expliqué lo que había sucedido, ahora se están preparando para la batalla. —Explicó la castaña mientras admiraba con una gran pena el gran cuerpo de Aslan.
—Tenemos que volver, ¿no es así? —Volvió a preguntar Lucy con tristeza.
—¿Tu quieres volver? —Violet le respondió con otra pregunta.
—No quiero dejar a Aslan solo, pero se que a él le gustaría que estuviéramos junto a los narnianos. —Dijo la pequeña. —Quiero hacerlo sentir orgulloso.
—Pero tendrás que prometerme que no te vas a separar de mi lado, ¿entendido? —Violet ayudó a Lucy a bajar de la mesa de piedra.
—Entendido. —Le dijo la Pevensie, para luego ambas bajar por las escaleras hechas de piedra.
No habían bajado ni cuatro escalones cuando la tierra comenzó a temblar, el movimiento fue tan fuerte que las dos niñas cayeron de rodillas al suelo.
—¡Violet! —Exclamó Lucy de la impresión al ver lo que pasaba por detrás de la mayor.
Ambas se pusieron de pie rápidamente para admirar el lugar donde hasta hace unos minutos estaban dormidas.
—¿Dónde está Aslan? —Violet estaba sorprendida al no encontrar el cuerpo del león en la ahora rota mesa de piedra.
Las dos se quedaron en silencio mirando el lugar ¿qué es lo que había pasado? Sentían curiosidad, pero al mismo tiempo estaban preocupadas por el reciente suceso. Aunque la curiosidad no duró mucho, ya que una potente luz salió por detrás de la gran mesa, dejándolas sin visión por unos segundos, para luego darle paso a una figura que ellas reconocían perfectamente.
—¡Aslan! —Gritaron las dos niñas con emoción, mientras corrían al cuerpo del león que revivió.
—Pero vimos el cuchillo y a la bruja. —Dijo Violet con lágrimas en sus ojos, luego de abrazar a Aslan por un momento.
—Si la bruja supiera lo que significa realmente el sacrificio, ella hubiera interpretado la gran magia de otra manera. —Comenzó a explicar el gran león, mientras guiaba a las hijas de Eva por alrededor de la mesa. —Cuando una víctima dispuesta e inocente, muere en vez de un traidor, la mesa de piedra se romperá y hasta la misma muerte se invertirá.
—Pero dimos la noticia de que habías muerto. —Mencionó Lucy algo arrepentida.
—Peter, Susan y Edmund marcharon a guerra. —Le siguió Violet a la vez que la menor sacaba de un golpe su daga.
—Tenemos que ayudarles. —Dijo en un tono propio de una guerrera.
—Les ayudaremos, preciosa. —Aslan bajo la mano con la que Lucy sostenía la daga. —Pero no solos. Móntese en mi lomo, tenemos mucho que recorrer en muy poco tiempo. —Dijo mientras se agachaba para que las dos princesas se subieran. —Y quizá deberían taparse los oídos.
Y rugió, tan fuerte que aunque las niñas se cubrieron los oídos, el rugido les retumbó hasta lo más profundo de su ser.
El león comenzó a correr lo más rápido que podía con las dos niñas encima de su lomo, Lucy iba adelante, mientras que Violet estaba detrás de la menor, abrazándola con cuidado que no se cayera.
—¿A donde vamos, Aslan? —Preguntó Lucy cuando se dió cuenta que no iban en dirección al valle de Beruna.
—Dije que debíamos ayudarles, pero los tres solos no podemos hacer mucho, así que pensé que debíamos buscar refuerzos. —Respondió el león mientras aceleró su carrera.
Violet abrazó a Lucy con más fuerza al notar que Aslan empezaba a correr cada vez más rápido. La chica Wright estaba asustada, sin embargo, un sentimiento de júbilo y valentía le recorría todo el cuerpo.
Esa bruja no iba a vivir por mucho tiempo.
Mientras las dos niñas y el león seguían su camino. Peter, Susan y Edmund ya estaban formados frente al ejército de la bruja.
Susan estaba en una gran colina con los arqueros, Edmund se encontraba al lado de ella y Brontë, ya que serían ellos quienes dirijan a los dignos de arco y flecha. Edmund estaba cubriendo el puesto de Violet, por supuesto, pero fue una gran idea de Peter de colocarlo ahí, ya que si todo salía bien su hermano no tendría que desenvainar su espada y Susan no debería disparar su arco en tierra firme.
—¿Crees que Lettie y Lu estén bien? —preguntó Edmund con un deje de preocupación mientras veía al ejército de Jadis acercarse cada vez más.
—Ellas saben lo que hacen, confío en ellas. —Le respondió Susan al mismo tiempo que observaba el intercambio de palabras que Peter, Oreius y un hipogrifo hacían.
Edmund quiso preguntarle a su hermana algo más, algo como si iban a sobrevivir, por ejemplo. Pero se quedó mudo cuando Peter miró en su dirección, para luego dar la señal del ataque aéreo.
Varios hipogrifos salieron por detrás de la colina con gigantes rocas que llevaban en sus patas, eran apróximadamente unos veinte, los cuales volaron sin mostrar miedo alguno y cuando estaban por sobre el lado de la bruja, soltaron las rocas. Eliminando a varios del bando contrario.
Susan soltó un suspiro de alivio, la parte a la cual más temía (sin contar la guerra en sí) había acabado, pues no tenía mucha confianza en que los grifos hicieran bien su trabajo.
Cuando los amigos alados volvieron a esconderse detrás de las rocosas colinas (órdenes de Peter, él quiso que se resguardaran hasta que la verdadera guerra se desatara) los Pevensie lograron ver a su hermano colocarse su casco.
Primera señal.
También observaron al rubio apuntar su espada al frente.
Segunda señal.
Y por último, oyeron que Peter gritaba con todas sus fuerzas. ¡Por Narnia, y por Aslan!
Tercera señal.
Los narnianos que se encontraban debajo de la colina (es decir, aquellos que no eran arqueros) compartieron una mirada de valentía y corrieron a defender su amado hogar.
—Espero que Violet llegue pronto. —Mencionó Edmund mientras veía desatarse la guerra. —Así yo podría ir a pelear contra esa maldita bruja y ella les dispararía a aquellos monstruos a diestro y siniestro con su amado arco.
Los arqueros soltaron una risita por el comentario del joven príncipe.
•••
—El castillo de la bruja. —Fue lo primero que reconoció Lucy cuando ella y Violet se bajaron del lomo del león. —Pero Aslan, ¿qué hacemos aquí?
—La bruja tiene rehenes por todo su castillo. —Explicó el gato mientras con su gran pata abría las puertas de la gran vivienda de hielo. —Debemos de buscar a todos los que podamos en el menor tiempo posible, ellos nos ayudaran.
Las niñas asintieron y separándose del gran león, comenzaron yendo al ala este del castillo, pero no avanzaron mucho cuando vieron una imagen que las dejó congeladas.
—¿Ellos son narnianos? —preguntó la menor en un hilo de voz al ver las estatuas de piedra.
—Son como los que vimos cuando salimos del túnel del señor Castor. —Dijo Violet mientras tocaba suavemente la mejilla de una fauna. —Así que supongo que sí son narnianos.
La chica esperó un comentario de parte de Lucy, pero se extrañó cuando no escuchó ni vio a la menor.
—¿Lu? —Preguntó Violet mientras se daba la vuelta esperando así encontrar a la Pevensie.
Afortunadamente, la encontró unos cuantos metros más allá, pero no de la manera que esperaba. Pues Lucy se encontraba llorando enfrente de la estatua de un fauno con bufanda roja.
A Violet no le costó entender que aquel era el amable señor Tumnus. Así que con calma se colocó al lado de la pequeña y le proporcionó su hombro para que esta llorase libremente.
Se quedaron así por unos minutos, ambas estaban dentro de su propia burbuja, tal así que no se dieron cuenta que Aslan estaba detrás de ella, con al menos unos treinta narnianos ya descongelados.
El león las miraba compasivamente, sintiendo el dolor de Lucy y la paciencia de Violet por calmar a la pequeña. Así que tranquilamente se acercó al fauno y sopló en su cara, esperando su reacción.
Las hijas de Eva, quienes se dieron cuenta de la acción del león. Miraron fijamente al fauno, a la espera de que reaccionara. De a poco, el señor Tumnus comenzó a descongelarse, emitiendo algunos sonidos de dolor por la tortura que había recibido antes de convertirse en piedra.
—Lucy Pevensie. —Susurró el fauno con agonía cuando se dió cuenta de quienes estaban a su lado.
La pequeña no esperó otro segundo y abrazó a su amigo, escondiendo sus lágrimas y riendo felizmente por poder verlo de nuevo.
—Violet. —Dijo Lucy luego de soltar al fauno. —El es mi amigo, el señor...
—¡Tumnus! —Exclamó la ojiazul con alegría, mientras repetía la anterior acción de Lucy y abrazaba cariñosamente al fauno.
—Debemos seguir registrando el castillo. —Dijo Aslan después de un tiempo. —Peter necesitará a toda la gente posible.
Las princesas asintieron a la orden del gato y comenzaron a deambular por el hogar de la bruja. En su camino, Lucy curaba a algunos narnianos que tuvieron la mala suerte de ser torturados por los sirvientes de Jadis.
Cuando ya no quedaba ninguna noble criatura congelada, las niñas volvieron a montarse en el lomo de Aslan y junto con los narnianos, se dirigieron hacia los valles de Beruna.
En el transcurso del viaje, Violet sintió su dije arder. Señal de que Peter estaba tratando de comunicarse con ella. Pero si la niña no quería caerse del lomo del león, más le valía sujetarse bien. Recorrieron el mismo camino por el cual vinieron, y cuando estaban a unos cuantos metros de la colina más alta del valle, las niñas desmontaron a Aslan.
—Debo de hacer algo antes de ir a la guerra. —Explicó el león. —Pero confío en que lo harán bien en mi breve ausencia. —Aslan les sonrió y desapareció en un dos por tres.
En especial tu, Violet Cassiopeia. El poder que habita en ti es aún desconocido para nosotros.
Las niñas escucharon cómo el sonido de las armas aumentaba a cada momento, así que sin pensarlo dos veces las princesas y los narnianos se posaron en la gran piedra, luciendo poderosos y logrando que la guerra cesará por escasos momentos, puesto que toda la atención de los guerreros estaba puesta en la cima de la colina.
Violet buscó a Peter con la mirada, pero no pudo siquiera verlo por unos segundos cuando un minotauro lo embistió con su arma, retomando la guerra.
La chica no lo dudo más y tomando la mano de Lucy, fueron en dirección a la colina donde Susan y Edmund estaban para poder ayudar.
La verdadera guerra había comenzado.
—¡Edmund, ve a ayudar a Peter, yo me quedaré con Susan y Lucy! —Ordenó Violet mientras se acercaba a los hermanos.
El azabache asintió, estaba esperando este momento desde que la pelea empezó, así que desenvainando su espada, fue a ayudar a su hermano. Cuando la ojiazul se aseguró de que Edmund había bajado a la guerra, le pidió a una centaura que vigilara a Lucy mientras ella y Susan dirigían a los arqueros.
—¡Arqueros! —Gritaron ambas amigas al unísono, dando la señal a los diestros del arco para prepararse. —¡Apunten! —Los arqueros tensaron sus arcos y eligieron a una víctima. —¡Disparen!
El cielo presenció una lluvia de flechas, un espectáculo que, quitándole las razones por la cual se disparaban, era totalmente majestuoso.
Violet observó como las flechas predominantes (la de plumas rojas de Susan y la de plumas amarillas las de ella) se perdían dentro del pelaje de un animal del bando contrario.
—Buen tiro. —Le murmuró orgullosa a la Pevensie.
—Me enseñó la mejor. —Susan le respondió con una sonrisa pícara de orgullo.
Ambas se sonrieron y volvieron su vista a la guerra, encontrándose con algo terrible.
—Oh, no. —Susurró Violet aterrada mientras veía como Edmund era acorralado por al menos cuatro enemigos. —Al menos logre disparar una flecha... Toma el mando de los arqueros, iré a ayudar a Ed.
Sin esperar una respuesta, la ojiazul colocó su arco en el carcaj y se dispuso a bajar por la colina, siendo interceptada por Susan, quien la apretó en un abrazo.
—Ten cuidado. —Le susurró su amiga para luego dejarla ir.
Violet la miró solemne, comunicándose por la mirada que seria cuidadosa, y sin darle más vuelta al asunto, sacó su daga del estuche y se dirigió hacia Edmund, el cual cada vez parecía necesitar más ayuda.
La chica se acercó cada vez más rápido, mientras que algunos narnianos le cubrían la espalda, logrando que llegara a salvo donde Ed.
—¡Alejate de él! —Le ordenó a un cíclope al mismo tiempo que le pasaba a llevar con su daga a un minotauro, el cual al sentir el pequeño tacto de la hoja afilada cayó al piso sin vida.
—¿Cómo rayos hiciste eso? —Le preguntó Edmund mientras ambos se colocaban espalda con espalda, peleando contra el ejército de Jadis. —A duras penas le rozaste con la daga y ya está muerto.
"Ten cuidado, puede ser peligrosa." las palabras que Papá Noel le había dicho a la ojiazul cuando le entregó sus armas vagaron por su cabeza, logrando que la chica tuviera una pequeña explicación mental.
—Creo que tengo una idea. —Le dijo Violet al azabache para luego asesinar al último monstruo que tenía a Edmund acorralado.
—Podrías explicarme cuando acabemos con esto. —El chico le sonrió con burla, sonrisa que fue correspondida por la ojiazul.
El príncipe y la princesa volvieron a tomar sus posiciones de pelea, espalda con espalda y con sus armas en mano continuaron peleando, hasta que escucharon la orden de Peter.
—¡Retirense! —Gritaba el rubio mientras embestía a un minotauro con su espada. —¡Todos a las rocas!
—¡Esa es la señal! —Le explicó Edmund a Violet. —Tenemos que guiarlos a las rocas.
La ojiazul asintió y juntos comenzaron su carrera hasta la posición donde se encontraban primero.
Aunque, por supuesto, ya deberían de haberse dado cuenta que los hijos de Adán y Eva tienen una suerte terrible.
Edmund se dio cuenta de esto cuando Violet gritó de dolor al darse cuenta que una flecha le había atravesado su brazo izquierdo, al mismo tiempo que una flecha atacaba el unicornio de Peter y este caía al piso a tan solo dos metros alejado de la castaña.
—¡Lettie! —Edmund atacó a un enano que queria atacar a su amiga por la espalda. —¿Estás bien?
—Si, solo fue un pequeño flechazo. —Le tranquilizó la mayor, aunque era total mentira, pues la manga del vestido color lavanda de Violet se estaba humedeciendo y colocándose de un color cada vez más escarlata.
Edmund la miró sin creerle, mientras se defendía de los seguidores de la bruja que los atacaban.
—Sigue la orden de Peter y llévalos a las rocas, me quedaré a ayudar. —La ojiazul le ordenó al menor al mismo tiempo que le quitaba una espada a un minotauro muerto y guardaba su daga en el estuche.
El azabache la miró con miedo, pero luego asintió y se fué al lado del señor castor, quien también guiaba a los guerreros a las rocas.
Violet empuñó la espada y se dirigió hacia Peter, el cual yacía parado como idiota, observando algo.
—¡¿Pero qué haces?! —Le preguntó histérica mientras lo defendía de un enano que le iba a penetrar su espada por la espalda.
El rubio salió de su trance para mirarla embelesado, aunque el sentimiento no duró mucho al notar una flecha en su brazo.
—¿Quién te hizo eso? —preguntó el de ojos celestes con dureza y preocupación, tratando de quitarle la flecha, acción que Violet impidió.
—Si la sacas podría infectarse y terminar en hemorragia. —Le explicó. —Tendremos tiempo para saber quién fue más tarde, ahora dime por qué estás parado como peón de ajedrez sin hacer nada.
El chico la miró triste, para luego apuntarle con la mirada como Oreius desobedeció la orden del futuro rey y corrió en dirección a la bruja, tratando de matarla. La castaña soltó un suspiro de tristeza al ver al centauro ser congelado por Jadis.
—Creo que ya sabemos lo que hay que hacer. —Dijo Violet y Peter asintió.
Ambos avanzaron, espalda con espalda, mientras peleaban con un cíclope y un minotauro que se habían interpuesto en su camino de ir a matar a la bruja.
De repente, justo cuando Peter mataba al cíclope, un halo de luz azul los cegó por unos momentos, y cuando pudieron recuperar su vista de nuevo, se dieron cuenta de que Edmund había roto la varita de Jadis.
Ambos lo miraron orgullosos, aunque Violet estaba algo enfadada porque el menor hubiera roto sus ordenes.
Y nuevamente, la suerte volvió a irse de su lado cuando la bruja, ocupando la afilada punta de la varita rota, arremetía contra Edmund, dejándolo en el piso, probablemente muerto.
—¡EDMUND! —El grito de Peter fue tan desgarrador que incluso algunos narnianos que estaban cerca de las rocas lo escucharon.
Violet sintió sus ojos humedecerse y sin pensarlo una segunda vez, tomó la mano del rubio y los dos emprendieron su carrera hacia Jadis, matando y dañando con una agilidad impresionante a todo traidor que se interponía en sus caminos.
Hasta que finalmente llegaron donde la bruja, quien se había acercado a ellos lentamente.
—Mis pequeños reyes. —Se burló la blanca mientras paraba ágilmente las estocadas de ambos adolescentes.
Peter y Violet hicieron caso omiso a las burlas de Jadis, solo podían concentrarse en el cuerpo de Edmund en el piso y el deseo inhumano de matar a la bruja. Ambos adolescentes estaban estresados, la bruja era una excelente espadachín, y no se le veía complicado pelear con dos muchachos al mismo tiempo.
Tanto era el estrés, que Violet, sin darse cuenta, pisó el dobladillo de su vestido, cayéndose al piso y soltando un grito de dolor, pues la flecha que aún seguía en su brazo, se había hundido aún más en su carne. Peter se giró asustado por el grito de la castaña, dándole una perfecta oportunidad a la bruja de enterrar su espada en el brazo de Peter. El chico se quejó, más no gritó, y siguió defendiendo el nombre de Narnia, mientras que Violet aguantaba las ganas de mandar todo a la punta de un cerro, y cuando sintió que ya se acostumbraba al dolor, se puso de pie como toda una guerrera y ayudó a Peter en su pelea con la bruja.
No llevaban ni seis segundos, cuando un gran y potente rugido los interrumpió.
—Imposible. —Susurró Jadis anonada al ver en la cima de la colina a un Aslan más fuerte y poderoso que nunca, junto a otro pequeño ejército de narnianos que el gran gato había ido a buscar y descongelar.
El gran león parecía sacado de una película de acción, aquellas a las que el papá de Violet le gustaba ver en los teatros de Westminster, Londres. La muchacha sonrió feliz ante el recuerdo y con un sentimiento de satisfacción le dió una estocada a la bruja, logrando cortarle un poco su brazo.
Jadis no tuvo tiempo siquiera de arrimar contra la muchacha cuando Aslan ya estaba en frente de ellos, y no pasó mucho tiempo para que el gato se abalanzó en contra de la bruja, acabando con ella.
—Ya ha terminado. —susurró el león, mientras se daba la vuelta e iba a atrapar a algunos traidores que quedaban vivos.
—Lo hicimos. —Peter soltó su espada y agarró a Violet de la cintura, dando vueltas junto con ella en brazos.
—No puedo creer que lo logramos. —Susurró la ojiazul con lágrimas de alegría recorriendo su rostro.
—¡Lettie, Pete! —Los adolescentes reventaron su burbuja al escuchar a Lucy yendo hacia ellos junto con Susan.
—Esperen un segundo... —Murmuró la arquera menor mientras observaba a su alrededor. —¿Dónde está Edmund?
Ahí fue cuando los futuros grandes reyes sintieron el pánico de nuevo, Peter recogió su arma y junto con sus hermanos y Violet corrieron hacia donde habían visto caer a Ed.
—¡Edmund! —Exclamó la de ojos tormenta al mismo tiempo que con agilidad tensaba su arco y le disparaba a un enano que tenía la intención de asesinar al muchacho.
Los cuatro se arrodillaron junto al azabache, Susan puso la cabeza de su hermano menor en la falda de su vestido, quitándole el casco. Lucy sacó su pócima sanadora y le puso una gotita a Edmund en su boca. Esperaron lo que parecían horas, hasta que finalmente el chico reaccionó a la poción.
Cuando se aseguraron de que el menor estaba bien, se fundieron en un abrazo, el cual fue roto por Violet al sentir una punzada en su brazo.
—Déjame curarte eso. —Lucy le dedicó una mirada de disculpa al mismo tiempo que sacaba sin ninguna piedad la flecha de su brazo, y antes de que Violet le pudiera decir o hacer algo, le dió una gota de su poción de la flor de fuego y la herida provocada por la flecha dejó de doler.
Y ahora sí, los cinco soltaron una risita y se volvieron a unir en un cálido abrazo.
Capítulo editado.
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