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11. NO ESTABAN SOLOS

Capítulo 11. No estaban solos.

Queridos papá y mamá:

Sé que ni Adrian ni la familia del reino de Boithati les agradan por lo que hizo el rey Basil en mi primer cumpleaños. Pero con la sinceridad de mi corazón creo que merecen mucho más que redención. Adrian, Sarah, la reina Ariadna y Thalia me ayudaron a escapar, e incluso pusieron a mi servicio a todas sus tropas para vencer a los telmarinos.

Realmente me gusta Adrian, pero sé que como reina no tengo posibilidad de formar una familia con él, sin embargo, quizá sí podamos en el país de Aslan.

Ya lo he asimilado, esta es mi última carta. Estoy escribiendo en un apuro mientras Thalia vigila que nadie venga. No hay posibilidad alguna de que sobreviva a esta batalla, pero nunca dejaré de pelear, incluso cuando mi sangre y espíritu sean derramados.

Quiero que sepan, si es que alguna vez mis cartas llegan a sus manos, que jamás perdí esperanza a que volvieran, ni tampoco me enfadé por dejarme sola con tal maravilloso reino en mis manos. Prometo que goberné con sabiduría y cariño, tal como ustedes me enseñaron.

Los amo, a todos ustedes.

Los veré en el país de Aslan.

Reina Anna, la Pacífica.

—Violet me lo entregó momentos antes de partir con Lucy. —Explicó Susan, dejando que su hermano mayor leyera la última carta que la rubia había escrito.

Peter, intentando controlar sus inmensas ganas de llorar, dobló el amarillento pergamino y lo guardó en el bolsillo de su pantalón, cubriéndolo con su brillante armadura. Cuando ya iba a empezar a caminar hacia el lugar de la pelea, se detuvo abruptamente y miró a su hermana con seriedad.

—Ve con los arqueros, y comunícate con Violet apenas algo pase. —Le ordenó de manera solemne, para luego sacarse su dije y entregárselo a la Benévola. La muchacha asintió, ella sin poder evitar derramar lágrimas, abrazó a su hermano de una manera exasperantemente fuerte y se echó a correr hasta donde estaba Trumpkin con los demás arqueros poco experimentados que ella y Lettie habían entrenado hace muy pocos días.

—Ya es hora. —Murmuró Edmund, con un toque de rabia en su voz mientras veía como Miraz se colocaba su gran y feo casco.

Caspian había desaparecido de su vista hace unos minutos, pero para ser sinceros, a Edmund no le interesaba donde estaba metido el telmarino. Solo le importaba que por alguna vez en su vida hiciera caso y estuviera a tiempo para poner en marcha el plan de emergencia.

Los narnianos exclamaron con júbilo cuando su alto rey desenvainó su espada, se colocó su casco, y avanzó con valor hacia el centro de las ruinas. Donde el espectáculo se llevará a cabo.

—Aún tienes tiempo para rendirte, buscar a tu patética esposa y largarse de aquí. —Se burló Miraz, intentando provocar el enojo de su joven oponente. 

—Digo lo mismo, por mi adelante. —Respondió el rubio, sin dejarse pisotear.

—¿Cuántos más morirán por el trono?

—Sólo uno.

Entonces, con el desgarrador sonido de las espadas chocando y los gruñidos de los monarcas, el duelo se desató.

•••

La batalla parecía infinita, ni Peter ni Miraz se veían con ganas de rendirse, pero ambos reyes estaban demasiado enfrascados tratando de dar su 100% en la lucha. Incluso Peter, con su brazo izquierdo aparentemente fracturado, y Miraz con sus interminables cortes hechos por la espada de su oponente.

Así que cuando el Magnifico vió a Caspian llegar en un caballo con Violet detrás, pero sin encontrar a Lucy por ninguna parte. Desistió de dar otro golpe con su filosa arma, y por supuesto, el rey usurpador se dió cuenta de eso.

—¿Necesita su majestad un respiro? —preguntó en un tono bastante desagradable, dirigiendo su mirada hacia lo que Peter veía.

—¿Cinco minutos?

—¡Tres!

Y con aquella mirada llena de petulancia, se dió la vuelta hacía lord Glozelle, Peter imitando por detrás, yendo con su preocupado hermano menor.

Edmund lo ayudó a caminar, hasta que ambos llegaron a donde Violet y Caspian estaban.

—¿Dónde está Lucy? —Sin dirigirle la mirada al telmarino, el Magnífico le preguntó a su esposa.

—Lo logró. —La Compasiva le sacó su casco, observando con amor y preocupación su sudado y cansado rostro. —Aunque con algo de ayuda.

Peter, por primera vez desde que volvió a Narnia, miró a Caspian con verdadero agradecimiento.

—Gracias.

—Usted estaba ocupado. —El príncipe inclinó la cabeza.

—Ve con Susan y los arqueros, dudo que los telmarinos cumplan su palabra, quizá debamos activar el plan de emergencia. —Murmuró Peter, observando cada rasgo del rostro de su esposa. Tratando de memorizar todo y cada pequeño detalle, en caso de que sea la última vez que vea a la ojiazul.

Ni siquiera quería pensar en eso, pero dadas las circunstancias, quizá era lo mejor.

Aún recordaba la primera vez que la vió en la mansión del profesor Kirke, hace ya tantos años. Era una muchacha noble, amorosa y un tanto inocente, pero con el pasar del tiempo se había convertido en la maravillosa, fuerte y valiente reina que era ahora. Y a pesar de los altibajos, Peter no se cansaba de decir que estaba totalmente enamorado de Violet Wright. Sin embargo, sus profundos pensamientos fueron interrumpidos por el largo beso que su reina le había dado.

—Lo siento. —Susurró luego de que Peter se quejara por el dolor de su brazo.

Presa de dolor, y actuando algo cobarde según ella, se dió la vuelta y se dirigió hacia el lugar de los arqueros.

No miró hacia atrás.

—Creo que está dislocado. —Peter le dijo a su hermano, aun mirando el camino donde Violet se había marchado.

Edmund comenzó a revisar el brazo de Peter, el cual estaba colocado en una rara posición.

—¿Qué crees que pase en casa? —preguntó el Magnífico de la nada. —Ya sabes, si muero aquí.

Al ver que su hermano no pensaba contestar, el rubio continuó.

—Ya se que siempre estás ahí para mí, y yo nunca te lo... ¡Agh!

Lo que parecía ser un discurso de despedida, fue interrumpido por el sonido del hueso de Peter volviendo a su lugar.

—Me lo dices luego. —Edmund le dió una palmadita en el hombro. —Ah, y Violet dijo una vez que llegamos a Narnia siendo cinco y que volveríamos a casa siendo cinco. Yo creo en lo que ella dice. Así que más te vale vivir, aun me debes mis 10 libras por haber ganado aquella apuesta en el instituto.

Y se fué al lado de Glenstorm.

•••

A pesar de lo creído por Peter, Violet no había ido con Susan y los arqueros. Estaba en la tumba de su hija, con dos centauras que llevaban el gran cajón en sus lomos.

—Llevenlo a las profundidades del bosque, cerca de la ruta donde fuí con la reina Lucy hay un claro lo suficientemente alejado y seguro, lo más probable es que debamos de usar el plan de emergencia, y eso significa que este lugar se va a derrumbar hasta que no queden ni siquiera los recuerdos.

Las centauras asintieron, y pronto emprendieron su galope hasta donde su reina les había ordenado. Violet tomó las seis coronas que descansaban en los pilares de la tumba, todas las cartas de Anna, y salió lo más rápido posible de ese lugar.

Pasó a la armería a sacar más flechas para sus arqueros, ya que ellos no gozaban de arcos y flechas mágicas como Susan y ella. Y cuando se sintió lista, subió hasta encontrarse con su cuñada, Trumpkin y los faunos arqueros.

—Alyssa. —Llamó con cariño a la pequeña fauna de unos 10 años, la cual llevaba una mochila en su espalda, donde cargaba las pocas cosas que logró sacar de su habitación del fuerte. —¿Podrías hacer algo por mi?

Alyssa asintió emocionada, haciendo una reverencia.

—Necesito que guardes las cartas y las seis coronas en tu mochila, hasta que todo vuelva a la normalidad ¿podrías hacerlo?

La fauna aceptó el trabajo con una mirada de honor.

Y entonces Violet se sintió lista para posicionarse con la Benévola. Ambas estaban viendo el espectáculo de espadas que se estaba llevando a cabo, atentas por si Peter daba la señal para activar el plan B.

—Lo está masacrando. —Dijo Susan, luego de ver el quinto golpe seguido de Miraz a su hermano, pero arrepintiéndose al momento de ver la cara de horror de su cuñada. —Quiero decir, creo que Peter definitivamente puede con él.

Y tenía razón, pues a los segundos, fue Peter quien daba estocada por estocada a su enemigo. Pero eso no hizo cambiar la expresión de susto de Violet.

Susan agradeció en el nombre de Aslan cuando la atención de Violet se dirigió a Edmund, quien con tremendo grito de "¡No es momento de ser un caballero Peter!" había hecho despertar hasta a los pájaros dormidos en las copas de los árboles. El rubio pareció no entender el grito de su hermano (lo más probable es que haya preferido ignorarlo, ya que hasta el ejército de Miraz que estaba a metros del duelo había escuchado al Justo) Y se dió la vuelta, otorgando a Miraz un descanso.

Pero por supuesto, y sin sorprender a los demás, el tirano tomó su espada del piso e intentó atacar a Peter por la espalda. Este último, gozando de sus buenos reflejos adquiridos a lo largo de los años, se dió cuenta de la traición y logró darse la vuelta, bloqueando el ataque, le quitó la espada a Miraz y en un abrir y cerrar de ojos, se la enterró en su pectoral derecho.

Un silencio sepulcral llenó la escena, tanto así, que hasta los arqueros podían escuchar la conversación que Miraz y Peter tenían.

—¿Qué es lo que sucede, muchacho? —preguntó el telmarino con sorna. —¿Incapaz de quitar una vida?

Violet juraba que si Peter no mataba al bastardo, ella misma le iba a disparar una flecha.

Y crean que la puntería de la gran reina no era broma.

—Yo no soy el que debe hacerlo. —Murmuró el rubio con puro odio en su voz. Y Violet tensó su arco, pensando que le daría el pase libre para deshacerse de Miraz.

Pero vaya sorpresa que se llevó cuando su esposo le pasó la espada a Caspian, invitando al príncipe acabar con la vida de su tío. Caspian aceptó la espada, y se preparó para la ejecución. Pero no fue hasta que Caspian bajó el arma con sus brazos temblorosos, cuando Violet se dio cuenta que él no iba a matar al tirano.

—Te perdono la vida, pero te irás lejos y yo les devolveré su país a los buenos narnianos y sus grandes reyes y reinas de antaño.

Los narnianos celebraron, y Susan y Violet compartieron un largo abrazo.

Había acabado.

Pero, creo que llevan aquí lo suficiente como para darse cuenta de lo desafortunado que es el destino de los Pevensie-Wright.

Si es así, sabrán con certeza que lo que la Compasiva pensaba era erróneo. No había acabado, aquella guerra recién empezaba. Se dieron cuenta algo tarde, cuando uno de los generales de Miraz (quien ahora yacía muerto en el suelo) apuntaba con rabia dos flechas, una roja y la otra amarilla, que estaban en el cuerpo de su fallecido rey, y exclamaba que los narnianos habían traicionado el acuerdo.

—Son nuestras flechas. —Susurró Susan, con la mirada perdida.

Violet lo confirmó, mentalmente reclamando a Dios y preguntando cuando tendrían un momento de paz en sus vidas.

—¡Prepárense! —El grito de guerra de Peter fue suficiente para que los arqueros se colocaran en posición y que Caspian con los centauros corrieran hacia el fuerte.

El plan de emergencia comenzaba.

Los narnianos se quedaron quietos, sintiendo el suelo temblar debido a las catapultas del enemigo, pero manteniéndose cuerdos para que este plan no terminará con todos ellos enterrados seis metros bajo tierra.

No fue hasta que los del bando contrario comenzaron a avanzar, que Violet y Susan compartieron una mirada de determinación.

—¡Arqueros, estén listos! —Exclamaron con adrenalina.

Todos los narnianos comenzaron a contar, del 1 al 10, con sus armas bien sujetas y la vista fija en los telmarinos que avanzaban cada vez más rápido.

—¡Escojan un blanco! —La gran reina Violet le ordenó a sus arqueros.

En ese momento, el piso comenzó a desmoronarse, llevando a los guerreros telmarinos con todo y caballos al gran socavón.

—¡Disparen!

Si alguna vez vieron una lluvia de meteoritos, era parecido a ver una lluvia de flechas. Esta era la parte favorita de Violet, en las guerras ella siempre las dirigía con el apoyo de Susan siempre a su lado. Aquella era una táctica, la cual se hacía en un preciso momento, donde los arqueros disparaban sus flechas hacia el ejército enemigo. La respuesta resultaba en un enemigo compactado para protegerse de las flechas, quedando de esta manera vulnerables y con muchas bajas. Así que Violet realmente se sintió orgullosa cuando todas las flechas se impactaron en los telmarinos, demostraba el compromiso de sus arqueros, quienes a pesar de nunca haber tocado un arco en sus vidas habían dado lo mejor aprendiendo de las reinas del arco y flecha para lograr esta hazaña.

—Muy bien, eso fue excelente. —Felicitó Susan. —Manténganse alerta.

Y se dedicaron a ver con preocupación y vigilancia la gran batalla que se desarrollaba.

Caspian llamó a los hipogrifos, los cuales eran alrededor de veinte, para que cada uno tomara a un enano armado y atacara al ejército contrario. E incluso con todo el bullicio, Violet logró identificar a Peter entre la multitud, quien modulando sus labios preguntó ¿Dónde está Lucy? La Compasiva no supo qué responder, así que rápidamente le pidió a Susan el dije del león que sobresalía de su vestido y lo usó para llamar a Lu.

No hubo respuesta, ni esa, ni las otras tres veces que lo intentó. A pesar de haber escuchado un "¡de vuelta al fuerte!" por parte de Peter y sentir los grandes temblores a causa de las catapultas, Violet siguió insistiendo con el dorado dije.

Hasta que las suaves manos de Susan envolvieron las de ella y la detuvo de sus vanos intentos.

—Es Lu, estará bien. —Le dijo la Benévola con una sonrisa pequeña, tratando de calmar a su cuñada. Lamentablemente, su esperanza no duró demasiado, ya que los telmarinos aumentaron los ataques de las catapultas.

—¡Prepárense! —Exclamó Violet con furia, pero antes de que lograran colocar tan solo una flecha en sus arcos, la fortaleza comenzó a derrumbarse.

Susan se agarró firmemente a Violet, pero el equilibrio y los temblores les jugaron una mala pasada y ambas cayeron al vacío, por suerte, la Benévola logró aferrarse a la mano de Trumpkin, pero la Compasiva no corrió con la misma suerte y cayó al suelo con un golpe seco.

Su espalda dolía y su cabeza daba vueltas, ni siquiera se dió cuenta de que Peter, Caspian, Edmund y Susan estaban a su lado tratando de asegurarse de que estaba bien. Pero esto era una guerra, y Violet bien sabía que no había tiempo para darse de baja por una mínima herida, así que ignorando el latente dolor se reafirmó su arco y se levantó como pudo. Ignorando el carmesí líquido bajando lentamente por su cuello e infiltrándose por detrás de su vestido, manchando su carcaj.

Los cinco se miraron de una manera solemne, quizás sabiendo que no iban a sobrevivir, o tal vez guardando la mínima esperanza de que Lucy volvería con Aslan y lograr ganar aquella desastrosa guerra.

—Por Anna. —La voz de Peter se mezcló con los gritos y el sonido de su espada al viento.

—Y por Narnia. —Concluyó la Compasiva, y compartiendo una última mirada, el telmarino junto a los británicos corrieron a la guerra.

Perdió la cuenta de cuantas flechas había gastado, pero al ser mágicas, estas se regeneran cada cinco segundos. Además, había aprendido unos buenos trucos con su daga mortal que ahora mismo practicaba con aquellos telmarinos. Aún así su cabeza no dejó de doler en ningún momento, y el dolor solo se multiplicaba cada vez que recibía un corte con algún arma enemiga.

Se sentía desfallecer de cansancio, pero todos esos pésimos pensamientos se disiparon cuando observó a sus queridos árboles despertar de su profundo sueño y atacar a los del bando contrario.

Lucy. —Susurró Peter maravillado, sorprendiendo un poco a Violet, quien no notó cuando su esposo, cuñados y Caspian llegaron a su lado.

—¿Cómo era? Ah, si... —Violet se hizo la pensativa. —Su majestad, la reina Lucy la Valiente, señora de la naturaleza que rodea nuestras tierras y duquesa del gran farol.

—Sabía que podía hacerlo. —Dijo Susan.

—Por supuesto que podía, es Lucy. Básicamente un saco de esperanza con piernas. —Murmuró Edmund con una sonrisa.

—¡Por Aslan! —Peter exclamó aquel icónico grito de guerra, y absolutamente todos los narnianos siguieron al gran rey a atacar a los ahora indefensos telmarinos.

La gente de Telmar no era tan tonta e inútil como Violet pensaba, esperen, descarten eso. La gente de Telmar era tonta e inútil, tal como Violet pensaba, pues aunque en menos de dos segundos hicieron un plan para poder reagrupar fuerzas, el plan era el más descabellado y ridículo que cualquier plan de Peter y Caspian juntos.

Nadie en su sano juicio correría con caballos y un armamento de más de treinta kilos hacia un río, donde solo había un puente inestable construído hace menos de dos días, y todo para volver a atacar a los narnianos (quienes ya llevaban la máxima ventaja). Pero de nuevo, eran telmarinos, y parecía que era una característica típica de Telmar ser impulsivos, precipitados, inútiles, impetuosos y miles de adjetivos que Violet con su promedio perfecto en literatura no se molestaría en describir.

No obstante, al final del puente, estaba una pequeña figurita vestida en su mejor vestido naranjo (Ahora algo sucio y raído) con una sonrisa ladina y su daga en su mano derecha.

Pero no estaba sola.

A su lado izquierdo estaba un majestuoso e imponente león, y a su lado derecho se hallaba una rubia con unos preciosos ojos azules y un vestido tan celeste como el color del cielo.

Y entonces sucedió, los telmarinos decidieron avanzar al lado del puente con menos personas, pero fallaron, ya que al acercarse al felino este rugió como si tuviera cientos de micrófonos frente a él. Todos se sorprendieron al escuchar el sonido, y aún más cuando el agua pareció escuchar el rugido del león y comenzó a formar con cada partícula un gigante de agua (que Violet y Susan confundieron con Poseidón, pero nadie podía culpar a las reinas del arco y fecha por tal pensamiento)

Poseidón, es decir, el gigante de agua, derribó el puente de una sola pasada, ahogando a la mitad de los telmarinos en sus potentes facciones. Y tal como se formó, se fué. Dejando un pequeño rastro de agitación en el ya calmado río.

Esta vez sí había terminado.

Y los Pevensie se dedicaron a observar aun desde su lejana posición a las figuras que acompañaban a Lucy. Una era Aslan, por supuesto, y la otra figura con un brillante cabello rubio trenzado y ojos azules parecidos a dos zafiros era alguien que no pensaban volver a ver.

Era Anna.

Capítulo editado.

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